Hijos e Hijas de Dios

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De rudos a refinados, 16 de abril

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Romanos 12:9. HHD 115.1

Los hábitos, repetidos a menudo, conforman el carácter. Los niños que se permiten hablar rudamente el uno al otro y se portan descortésmente en el hogar, están formando hábitos que se manifestarán en su vida ulterior, y que les resultará muy difícil vencer. No manifiestan temer a Dios. No revelan refinamiento de carácter; su disposición resulta áspera, carente de urbanidad y de lo que constituye refinamiento en los modales; y todo esto es el reflejo de la educación que se le da en el hogar. HHD 115.2

En la conducta de los hijos fuera del hogar, los extraños pueden leer, como en un libro abierto, la historia de la vida que se lleva allí. Leen la historia de deberes descuidados, de la falta de meditación detenida, de la carencia de abnegación, de una disposición a la riña, a la irritabilidad y a la impaciencia; mientras que aquellos que revelan que tienen el temor del Señor ante ellos, darán un testimonio, en su carácter y en sus palabras, de un hogar donde se atesora el amor, donde hay paz, donde se cultiva la paciencia, donde se presta atención a las pequeñeces de la vida, donde todos están preocupados de su deber de hacer felices a los demás... HHD 115.3

¿Os estáis preparando todos vosotros para ser miembros de la familia celestial? ¿Estáis tratando de prepararos, en vuestra vida de hogar, para llegar a ser miembros de la familia del Señor? Si es así, haced feliz la vida de hogar mediante el mutuo sacrificio propio. Si queremos que Jesús more en la casa, permitamos que sólo se pronuncien allí palabras amables. Los ángeles de Dios no morarán en un hogar en el cual se halla la contienda y la contención. Atesoremos la paz, la cortesía cristiana, y los ángeles serán vuestros huéspedes.—The Youth’s Instructor, 14 de abril de 1886. HHD 115.4