Hijos e Hijas de Dios

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El fracaso de Moab, 31 de marzo

Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado. Jeremías 48:11. HHD 99.1

El hombre puede negarse a escuchar los consejos y las admoniciones de Dios, y tomar en sus propias manos la dirección de su conducta... Como Moab, se niega a cambiar... Se resiste a corregir los rasgos defectuosos de su carácter, aun cuando el Señor le ha señalado claramente su obra, sus privilegios, sus oportunidades y el progreso que puede hacer. Le resulta muy difícil romper sus antiguas costumbres y transformar sus ideas y métodos. “Su olor no se ha cambiado”. Se aferra a sus defectos.—Carta 10, 1897. HHD 99.2

Hay muchos que no están satisfechos con la obra que el Señor les ha dado. No están satisfechos con servirlo alegremente en el lugar que les ha señalado, y realizar sin quejarse la obra que ha puesto en sus manos. Es correcto que no estemos conformes con la forma en que cumplimos nuestros deberes, pero no debiéramos estar insatisfechos con el deber mismo... En su providencia Dios pone ante los seres humanos un servicio que es como una medicina para sus mentes enfermas... Dios pone a algunos donde la disciplina relajada y el exceso de complacencia propia no sean una trampa para ellos, donde aprendan a apreciar el valor del tiempo, y hagan el mejor y el más sabio uso de él. HHD 99.3

Hay quienes desean dirigir, y necesitan sumisión y santificación... Están dotados para ocupar puestos en los cuales sus cualidades, si están disciplinadas, los harán sumamente útiles. Dios prepara a algunos permitiendo que se desilusionen y fracasen aparentemente. Su propósito consiste en que aprendamos a dominar las dificultades.—Manuscrito 79, 1903. HHD 99.4