Hijos e Hijas de Dios

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La aflicción nos enseña, 8 de marzo

Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. 2 Corintios 4:17. HHD 76.1

Aunque el Señor no prometió eximir a su pueblo de tribulación, le prometió algo mucho mejor. Le dijo: “Como tus días serán tus fuerzas”. “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Si somos llamados a entrar en el homo de fuego por amor de Jesús, él estará a nuestro lado, así como estuvo con los tres fieles en Babilonia. Los que aman a su Redentor se regocijarán por toda oportunidad de compartir con él la humillación y el oprobio. El amor que sienten hacia su Señor dulcifica el sufrimiento por su causa. HHD 76.2

En todas las edades, Satanás persiguió a los hijos de Dios. Los atormentó y ocasionó su muerte; pero al morir alcanzaron la victoria. En su fe constante se reveló Uno que es más poderoso que Satanás. Este podía torturar y matar el cuerpo, pero no podía tocar la vida escondida con Cristo en Dios. Podía encarcelar, pero no podía aherrojar el espíritu. Más allá de la lobreguez, podían ver la gloria y decir: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”... HHD 76.3

La iglesia de Dios, perseguida y aborrecida por el mundo, se educa y se disciplina en la escuela de Cristo. En la tierra, sus miembros transitan por sendas estrechas y se purifican en el homo de la aflicción. Siguen a Cristo a través de conflictos penosos; se niegan a sí mismos y sufren ásperas desilusiones; pero los dolores que experimentan les enseña la culpabilidad y la desgracia del pecado, al que miran con aborrecimiento. Siendo participantes de los padecimientos de Cristo, están destinados a compartir también su gloria.—El discurso maestro de Jesucristo, 29, 30. HHD 76.4