Hijos e Hijas de Dios

25/374

Nos enseña, 24 de enero

Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. 1 Juan 2:27. HHD 32.1

Es el mismo Espíritu el que enseña e ilumina. La más poderosa predicación de la Palabra, la lectura de las Escrituras, no será capaz de transformar el carácter y salvar el alma a menos que el Espíritu obre en los instrumentos humanos y por medio de ellos. Los planes que se tracen no debieran ser de tal carácter que atraigan la atención sobre el yo. La Palabra es un poder, una espada en las manos del agente humano, pero el Espíritu Santo con su poder vital es el elemento eficaz que causa impresión a la mente. “Y serán todos enseñados de Dios”. Es Dios quien hace que la luz ilumine el corazón... Es esencial que Dios sea reconocido como la Fuente de toda fortaleza, como el Consolador. La razón por la cual Dios puede hacer tan poco en favor de nosotros es porque nosotros olvidamos que el poder viviente del Espíritu Santo debe combinarse con el instrumento humano.—Manuscrito 115a, 1897. HHD 32.2

Con la gran verdad que hemos tenido el privilegio de recibir, debiéramos, y gracias al poder del Espíritu Santo podemos, convertirnos en canales de luz. Entonces podríamos acercarnos al propiciatorio, y al contemplar el arco de la promesa, arrodillarnos allí con corazón contrito, y buscar el reino de los cielos con un fervor espiritual que produciría su propia recompensa. La tomaríamos por fuerza, como lo hizo Jacob. Entonces nuestro mensaje sería poder de Dios para salvación. Nuestras súplicas estarían llenas de fervor, llenas de una comprensión de nuestra gran necesidad; y no seríamos rechazados. La verdad sería expresada mediante la vida y el carácter, y los labios estarían tocados con el carbón ardiente del altar de Dios.—The Review and Herald, 14 de febrero de 1899. HHD 32.3