Hijos e Hijas de Dios

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Damos fruto unidos a él, 10 de octubre

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15:4. HHD 292.1

Nos entregamos descuidadamente al pecado porque no vemos a Jesús. No consideraríamos tan livianamente el pecado, si apreciáramos el hecho de que él hiere a nuestro Señor... Una justa apreciación del carácter de Dios nos capacitaría para representarlo ante el mundo. La aspereza, la rudeza en las palabras o las maneras, la conversación necia y las palabras apasionadas no pueden existir en el alma que mira continuamente a Jesús. El que mora en Cristo vive en una atmósfera que proscribe al pecado, y no permite la menor excusa para nada semejante. La vida espiritual no se alimenta desde adentro, sino que obtiene su alimento de Cristo, como el pámpano lo toma de la vid. A cada momento dependemos de él, nuestra fuente de abastecimiento. Todas nuestras formalidades exteriores; las oraciones, los ayunos, y las limosnas, no pueden ocupar el lugar de la obra interior del Espíritu de Dios en el corazón humano.—The Youth’s Instructor, 10 de febrero de 1898. HHD 292.2

Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación... El es un sarmiento de la Vid verdadera y produce ricos racimos de fruta para gloria de Dios. ¿Cuál es el carácter del fruto producido?—El fruto del Espíritu es “caridad”, no odio; “gozo”, no descontento y aflicción; “paz”, no irritación, ansiedad y pruebas fabricadas. Es “tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.—Obreros Evangélicos, 304. HHD 292.3