Hijos e Hijas de Dios

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La cruz y la obediencia, 21 de agosto

¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los caminos de Jehová son rectos, y los justos andarán por ellos; mas los rebeldes caerán en ellos. Oseas 14:9. HHD 242.1

La muerte de Cristo había de ser el argumento convincente y eterno de que la ley de Dios es tan inmutable como su trono... El hecho de que su propio Hijo, la seguridad del hombre, no fue escatimado, es un argumento que permanecerá por toda la eternidad ante el santo y el pecador, ante el universo de Dios, como testimonio de que no excusará al transgresor de su ley. Cada ofensa contra la ley de Dios, por pequeña que sea, se anota en los registros, y cuando se tome la espada de la justicia, será para realizar sobre el impenitente transgresor la obra que fue hecha sobre el divino Sufriente.—The S.D.A. Bible Commentary 3:1166. HHD 242.2

Por medio de la justicia imputada de Cristo, el pecador puede sentir que está perdonado, y puede saber que la ley no lo condena más, porque está en armonía con todos sus preceptos. Es su privilegio considerarse inocente cuando lee en cuanto a la retribución que sobrevendrá al incrédulo y al pecador, y piensa en ella. Se aferra por fe de la justicia de Cristo, y responde con amor y gratitud al gran amor de Dios manifestado en el don de su Hijo unigénito, quien murió a fin de sacar a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Sabiéndose pecador y transgresor de la santa ley de Dios, considera la perfecta obediencia de Cristo, su muerte en el Calvario por los pecados del mundo, y tiene la seguridad de que es justificado por la fe en los méritos y en el sacrificio de Cristo. Comprende que la ley fue obedecida en su favor por el Hijo de Dios, y que el castigo de la transgresión no puede caer sobre el pecador creyente. La activa obediencia de Cristo reviste al pecador creyente de la justicia que llena las demandas de la ley.—The Youth’s Instructor, 29 de noviembre de 1894. HHD 242.3