Hijos e Hijas de Dios

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Nos gloriamos en su resurrección, 18 de agosto

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. Juan 11:25, 26. HHD 239.1

Después de la crucifixión de Cristo, los sacerdotes y dirigentes no experimentaron la misma sensación de victoria que habían esperado. No se regocijaron por el éxito que habían obtenido al silenciar la voz del gran Maestro. Tenían temor. Ya su muerte estaba llamando la atención a su vida y carácter. Los sacerdotes se convencieron de que sus intentos de venganza habían fallado; y temieron al Cristo muerto, mucho más de lo que habían temido al vivo... HHD 239.2

La luz de lo alto rodeó la tumba, y todo el cielo se iluminó con la gloria del ángel. Se aproximó al sepulcro, y quitando la piedra como si hubiera sido un guijarro, se sentó en ella. Entonces se oyó su voz diciendo: “Hijo de Dios, sal fuera; tu Padre te llama”. Y Jesús salió de la tumba con el paso de un poderoso Vencedor. Se sintió un clamor de triunfo, porque la familia celestial estaba esperando para recibirlo, y el poderoso ángel, seguido del ejército del cielo, se postró en adoración frente a él, el monarca del cielo, mientras él proclamaba sobre la abierta Tumba de José: “Yo soy la resurrección y la vida”.—The Youth’s Instructor, 28 de julio de 1898. HHD 239.3

Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, cuán amplias sean sus facultades, reciben nueva vida de la Fuente de toda vida. El es el Manantial, la Fuente de la vida.—The Youth’s Instructor, 4 de agosto de 1898. HHD 239.4