Hijos e Hijas de Dios

164/374

El trabajo brinda felicidad, 11 de junio

Porque te habrá bendecido Jehová tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre. Deuteronomio 16:15. HHD 171.1

Siempre es elevador el fiel cumplimiento de los deberes del hogar, si uno desempeña en la mejor forma posible en el lugar que le corresponda ocupar. Esta influencia divina es necesaria. En ella hay paz y gozo sagrado. Posee un poder sanador. Secreta e insensiblemente curará las heridas del alma y aun los sufrimientos del cuerpo. La paz mental, que procede de motivos y actos puros y santos, le dará un tono de libertad y vigor a todos los órganos del cuerpo. La paz interior y una conciencia libre de ofensas a Dios, vivificará y vigorizará el intelecto, como el rocío que cae sobre las tiernas plantas. Entonces se dirige y se controla directamente la voluntad, y se hace más resuelta y libre de perversidad. Las meditaciones son placenteras porque están santificadas. La serenidad mental que poseeréis será una bendición para todas vuestras relaciones... Mientras más probéis esta paz y quietud de mente celestial, más crecerá. Es un placer animado y viviente, que no arroja todas las energías morales en el estupor, sino que las despierta a una creciente actividad. La paz perfecta es un atributo del cielo que los ángeles poseen.—Testimonies for the Church 2:326, 327. HHD 171.2

Algunas madres cometen el error de desligar a sus hijas de las faenas y los cuidados. Al hacer esto, las animan en la indolencia. La excusa que a veces presentan estas madres es: “Mis hijas no son fuertes”. Pero ellas tienen la culpa de que sean débiles e ineficientes. El trabajo bien orientado es precisamente lo que necesitan para ser fuertes, vigorosas, alegres, felices y valientes para afrontar las diversas pruebas que nos acosan en esta vida.—Conducción del Niño, 328. HHD 171.3