La Educación Cristiana

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Resultado de la obra de las escuelas de iglesia

Debidamente dirigidas, las escuelas de iglesia serán los medios de levantar el estandarte de la verdad en los lugares donde se hallan establecidas; pues los niños que están recibiendo una educación cristiana serán testigos de Cristo. Así como Jesús resolvió en el templo los misterios que sacerdotes y príncipes no habían discernido, en la obra final de esta tierra los niños que hayan sido debidamente educados pronunciarán, en su sencillez, palabras que asombrarán a hombres que ahora hablan de “educación superior”. Así como los niños cantaron en los atrios del templo: “¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor”, en estos últimos días las voces infantiles se levantarán para dar el último mensaje de amonestación a un mundo que perece. Cuando los agentes celestiales vean que no se permite más a los hombres presentar la verdad, el Espíritu de Dios descenderá sobre los niños y ellos harán en la proclamación de la verdad una labor que los obreros de mayor edad no podrán hacer, por cuanto su camino se hallará cerrado. ECR 189.1

Nuestras escuelas de iglesia han sido instituidas por Dios para preparar a los niños para esta gran obra. En ellas han de ser educados los niños en las verdades especiales para este tiempo y en la obra misionera práctica. Ellos han de alistarse en el ejército de obreros para auxiliar a los enfermos y a los que sufren. Los niños pueden tomar parte en la obra médica misionera y mediante sus jotas y tildes pueden contribuir a llevarla adelante. Sus aportes podrán ser pequeños, pero todo poquito ayuda, y por medio de sus esfuerzos muchas almas serán ganadas para la verdad. Por su intermedio se hará notorio el mensaje de Dios y su salud salvadora a todas las naciones. Por lo tanto, preocúpese la iglesia por los corderos del rebaño. Sean los niños educados y preparados para servir a Dios, pues ellos son la heredad del Señor. Hace años que debieran haberse levantado edificios apropiados para escuelas de iglesia, donde los niños y jóvenes podrían recibir verdadera educación. ECR 189.2

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Los libros de texto que se emplean en nuestras escuelas de iglesia han de ser de naturaleza tal que atraigan la atención hacia la ley de Dios. De esta manera, la luz, la fuerza y el poder de la verdad serán magnificados. Jóvenes procedentes del mundo, y hasta algunos cuyas mentes se han depravado, se unirán a estas escuelas y en ellas se convertirán. Su testimonio en pro de la verdad podrá ser detenido por algún tiempo por las falsas teorías acariciadas por los padres, pero al fin la verdad triunfará. Se me ha dado instrucción para que diga que esta clase de obra misionera tendrá una influencia eficaz en cuanto a difundir luz y conocimiento. ECR 190.1

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¡Cuán importante es que las familias que se radican donde hay una escuela, sean buenas representantes de nuestra fe! ECR 190.2

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Las iglesias en las cuales se han establecido escuelas pueden temblar al ver cómo se les confiaron responsabilidades morales demasiado grandes para que se puedan expresar en palabras. ¿Habrá de fracasar o languidecer por falta de obreros consagrados esta obra que se inició tan noblemente? ¿Hallarán cabida en esta empresa proyectos y ambiciones egoístas? ¿Permitirán los obreros que la falta de piedad y el amor a la ganancia y a la comodidad destierren a Cristo de su corazón y lo excluyan de la escuela? No lo permita Dios. La obra ya ha progresado mucho. En los ramos educativos todo está en orden para que se realice una reforma ferviente en pro de la educación más eficaz y verdadera. ¿Aceptará nuestro pueblo este cometido santo? ¿Se humillará a sí mismo al pie del Calvario, dispuesto a todo sacrificio y servicio? ECR 190.3

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Los padres y maestros deben procurar con todo fervor la sabiduría que Jesús está siempre dispuesto a darles; porque están tratando con mentes humanas en el momento más interesante e impresionable de su desarrollo. Deben procurar cultivar de tal manera las tendencias de los jóvenes, que en cada etapa de su vida puedan representar la belleza natural apropiada a ese período, desarrollándose gradualmente, como lo hacen las plantas y las flores en el jardín. ECR 191.1

La dirección e instrucción de los niños es la obra misionera más noble que cualquier hombre o mujer pueda emprender. Mediante el debido empleo de objetos, deben hacerse muy claras las lecciones, a fin de que puedan dirigir las mentes de la naturaleza al Dios de la naturaleza. Debemos tener en nuestras escuelas personas que posean tacto y habilidad para realizar este trabajo y sembrar así las semillas de verdad. Únicamente el gran día de Dios podrá revelar el bien que logrará esta obra. ECR 191.2

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Debe dedicarse talento especial a la educación de los pequeñuelos. Muchos ponen el pesebre a cierta altura, y dan alimento a las ovejas; pero es asunto más difícil poner el pesebre más bajo y apacentar a los corderos. Esta es una lección que necesitan aprender los maestros primarios. ECR 191.3

Es necesario educar el ojo de la mente, o el niño hallará placer en la contemplación del mal. ECR 191.4

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A veces los maestros deben participar en los deportes y juegos de los niños pequeños, y enseñarles a jugar. De esta manera estarán en situación de refrenar los sentimientos y los actos desprovistos de bondad, sin aparentar, criticar ni censurar. Este compañerismo vinculará los corazones de maestros y alumnos, y la escuela proporcionará deleite a todos. ECR 191.5

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Los maestros deben amar a los niños porque son los miembros más jóvenes de la familia del Señor. El Señor les preguntará a ellos como a los padres: “¿Dónde está el rebaño que te fué dado, la grey de tu gloria?” Jeremías 13:20. ECR 192.1

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En las localidades donde son pocos los creyentes, únanse dos o tres iglesias para erigir un humilde edificio como escuela primaria. Participen todos en el gasto. Es ya tiempo de que los observadores del sábado separen a sus hijos de las compañías mundanas, y los coloquen bajo los mejores maestros, que harán de la Biblia el fundamento de todo estudio.—Joyas de los Testimonios 2:452-464. ECR 192.2