La Educación Cristiana

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La Biblia

Sobre todo, tomad tiempo para leer la Biblia, el Libro de los libros. Un estudio diario de las Escrituras tiene una influencia santificadora y elevadora sobre la mente. Ligad el Santo Volumen a vuestros corazones. Resultará para vosotros un amigo y un guía en la perplejidad. ECR 178.3

Tanto los ancianos como los jóvenes descuidan la Biblia. No hacen de ella su estudio, la regla de su vida. Especialmente los jóvenes son culpables de tal negligencia. La mayoría de ellos hallan tiempo para leer otros libros, pero no estudian diariamente el Libro que señala el camino hacia la vida eterna. Leen atentamente las historias inútiles, mientras que descuidan la Biblia. Este libro es el Guía que nos lleva a una vida más elevada y más santa. Los jóvenes declararían que es el libro más interesante que leyeron alguna vez, si su imaginación no hubiese quedado pervertida por la lectura de historias ficticias. ECR 178.4

Las mentes juveniles no alcanzan su desarrollo más noble cuando descuidan la fuente más elevada de sabiduría: la Palabra de Dios. Que estamos en el mundo de Dios, en presencia del Creador; que somos hechos a su semejanza; que él vela sobre nosotros y nos ama y cuida; éstos son maravillosos temas de reflexión y conducen la mente a amplios y exaltados campos de meditación. El que abre la mente y el corazón a la contemplación de estos temas, no se quedará nunca satisfecho con asuntos triviales y sensacionales. ECR 179.1

Es difícil estimar la importancia de procurar un conocimiento cabal de las Escrituras. “Inspirada divinamente”, capaz de hacernos sabios “para la salvación” a fin de que el hombre de Dios sea “perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (2 Timoteo 3:15-17), la Biblia exige nuestra atención más reverente. No debemos quedar satisfechos con un conocimiento superficial, sino procurar aprender el pleno significado de las palabras de verdad, beber profundamente del espíritu de los Santos Oráculos.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 125-131. ECR 179.2