La Educación Cristiana

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La unidad en el gobierno

Unidos y con oración, el padre y la madre deben llevar la grave responsabilidad de guiar correctamente a sus hijos. Incumbe mayormente a la madre el trabajo de educar al niño; pero el padre no debe dejarse absorber tanto por sus negocios o el estudio de los libros, que no pueda tomar tiempo para estudiar la naturaleza de sus hijos y sus necesidades. Debe ayudar a idear maneras para mantenerlos atareados en trabajos útiles, que concuerden con sus diversas disposiciones. ECR 129.1

El padre de niños varones debe tratar íntimamente con sus hijos, darles el beneficio de su experiencia mayor, y hablar con ellos con tanta sencillez y ternura, que los vincule con su corazón. Debe dejarles ver que todo el tiempo busca sus mejores intereses y su felicidad. Como sacerdote de la familia, es responsable ante Dios por la influencia que ejerce sobre todo miembro de ella. ECR 129.2

La madre debe sentir la necesidad de la dirección del Espíritu Santo, sentir que ella misma debe experimentar verdadera sumisión a los caminos y a la voluntad de Dios. Entonces, por la gracia de Cristo, puede ser una maestra sabia, bondadosa y amante. Para hacer debidamente su obra, se requieren de ella, talento, habilidad, paciencia, cuidado reflexivo, desconfianza de sí misma y oración ferviente. Procure cada madre cumplir sus obligaciones por esfuerzo perseverante. Lleve a sus pequeñuelos en los brazos de la fe a los pies de Jesús, y cuéntele su gran necesidad y pídale sabiduría y gracia. Fervorosa, paciente y valientemente, ella debe procurar mejorar su propia capacidad, a fin de usar correctamente las facultades más elevadas de la mente en la educación de sus hijos. ECR 129.3

Como gobernantes unidos del reino del hogar, sientan el padre y la madre bondad y cortesía el uno hacia el otro. Nunca debe su comportamiento militar contra los preceptos que procuran inculcar. Deben conservar la pureza del corazón y la vida si quieren que sus hijos sean puros. Deben educar y disciplinar el yo si quieren que sus hijos se sometan a la disciplina. Deben dar a sus hijos un ejemplo digno de imitación. Si son remisos al respecto, ¿qué responderán si los hijos confiados a ellos se presentan delante del tribunal del cielo como testigos de su negligencia? ¡Cuán terrible será la comprensión de su fracaso y pérdida, al encontrarse frente al Juez de toda la tierra! ECR 129.4

Una razón por la cual hay tanto mal en el mundo hoy, estriba en que los padres ocupan su mente en otras cosas, con exclusión de la obra que es de suma importancia: la tarea de enseñar a sus hijos el camino del Señor con paciencia y bondad. Los padres no deben permitir que cosa alguna les impida dar a sus hijos todo el tiempo necesario para hacerles comprender lo que significa obedecer al Señor y confiar plenamente en él. ECR 130.1

Vuestros hijos están antes que las visitas, antes que toda otra consideración. El tiempo usado en costuras inútiles, Dios quisiera que lo dedicaseis a educarlos en las cosas esenciales. Descuidad más bien esa prenda innecesaria que estáis haciendo, ese plato adicional que pensáis preparar, antes que la educación de vuestros hijos. La labor debida a vuestro hijo durante sus primeros años no admite negligencia. No hay en su vida un momento en que pueda olvidarse la regla: renglón sobre renglón, precepto sobre precepto, un poco aquí un poco allá. Negad a vuestros hijos cualquier cosa antes que la instrucción que, si se sigue fielmente, los hará miembros buenos y útiles para la sociedad, y los preparará para ser ciudadanos del reino de los cielos. ECR 130.2