La Educación Cristiana

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Capítulo 15—La salvaguardia de los jóvenes

Los jóvenes necesitan, desde su infancia, que se levante una firme barrera entre ellos y el mundo, a fin de que no los afecten sus influencias corruptoras. Los padres deben velar incesantemente a fin de que sus hijos no se pierdan para Dios. Los votos de David, registrados en el Salmos 101, deben ser los votos de todos los que tienen la responsabilidad de custodiar las influencias del hogar. El salmista declara: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta: Aborrezco la obra de los que se desvían: ninguno de ellos se allegará a mí. Corazón perverso se apartará de mí; no conoceré al malvado. Al que solapadamente infama a su prójimo, yo le cortaré; no sufriré al de ojos altaneros, y de corazón vanidoso. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo: el que anduviere en el camino de la perfección, éste me servirá. No habitará dentro de mi casa el que hace fraude: el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos”. Salmos 101:3-7. ECR 122.1

A los jóvenes no se les debe dejar aprender sin discriminación el bien y el mal, pensando los padres que en alguna oportunidad futura el bien predominará y el mal perderá su influencia. El mal crecerá más rápidamente que el bien. Es posible que el mal que aprendan los niños pueda desarraigarse después de muchos años, pero ¿quién puede confiar en ello? Descuiden los padres cualquier otra cosa, pero no dejen nunca libres a sus hijos para extraviarse por las sendas del pecado. ECR 122.2