La Educación Cristiana

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Dios y la naturaleza

Después de la Biblia, la naturaleza tiene que ser nuestro gran libro de texto. Pero no hay virtud en el hecho de deificar a la naturaleza, por cuanto esto es exaltar la hechura por encima del gran Arquitecto que trazó la obra y que a cada hora la mantiene en acción según su designio. Al sembrar la simiente y cultivar la planta, tenemos que recordar que Dios creó la semilla y la dió a la tierra. Por medio de su poder divino, cuida de esa semilla. En virtud de su mandato la semilla, al morir, da su vida al tallo y a la espiga que contiene en sí misma otras semillas que han de recogerse y ponerse nuevamente en la tierra para que rindan su fruto. Podemos estudiar también cómo la cooperación del hombre desempeña una parte. El agente humano tiene su parte que desempeñar, su trabajo que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña, y nosotros hemos de ver en ella una obra solemne y hermosa. ECR 306.3

Mucho se habla en cuanto a que Dios está en la naturaleza, como si el Señor estuviese limitado por las leyes de aquélla, al extremo de ser su esclavo. Muchas teorías pueden inducir a las inteligencias a suponer que la naturaleza sea una fuerza estable por sí misma con exclusión de la Deidad, que tenga su propio poder inherente con el cual obrar. En este respecto, los hombres no saben lo que dicen. ¿Supondrán que la naturaleza tenga el poder de existir por sí misma sin la mediación constante de Jehová? El Señor no obra por medio de sus leyes para invalidar las leyes de la naturaleza. El ejecuta su obra por medio de las leyes y propiedades de sus instrumentos, por lo que la naturaleza obedece a un “Así dice Jehová”. ECR 307.1

El Dios de la naturaleza obra continuamente. Su poder infinito obra inadvertido, pero se manifiesta en los efectos que produce su obra. El mismo Dios que dirige los planetas, obra en el plantío de frutales y en el huerto de verduras. Jamás hizo una espina, un cardo o una cizaña. Estas cosas son obra de Satanás, el resultado de la degeneración, introducida por éste entre las cosas preciosas; pero por la inmediata mediación de Dios cada pimpollo se abre para convertirse en flor. Cuando Cristo se hallaba en el mundo, revestido de humanidad, dijo: “Mi padre hasta ahora obra, y yo obro”. Juan 5:17. De modo que cuando los alumnos emplean su tiempo y vigor en trabajos de agricultura, se dice de ellos en el cielo: Sois coadjutores de Dios. 1 Corintios 3:9. ECR 307.2

Reténganse los terrenos próximos al colegio y la iglesia. Los que vienen a establecerse en Cooranbong pueden, si lo desean, buscar para sí casas en la vecindad o en partes de la propiedad de Avondale. Pero según la luz que se me ha dado, toda esa porción de tierra, desde el plantío del colegio hasta la carretera de Maitland y que se extiende hacia ambos lados de ella, desde la capilla hasta la escuela, debe convertirse en chacra y parque, embellecidos con fragantes flores y árboles de adorno. Debe haber plantíos de frutales, y se debe cultivar toda clase de productos que se adapten al terreno, a fin de que este lugar llegue a ser una lección objetiva para aquellos que vivan cerca y lejos de él. ECR 307.3

Manténgase, pues, a distancia todo aquello que no sea esencial a la obra del colegio, para que el carácter sagrado del lugar no sea perturbado por la proximidad de familias y edificios. Permanezca el colegio aislado. Será mejor para las familias particulares, no importa cuán devotas sean en el servicio del Señor, que se sitúen a alguna distancia del colegio. El colegio es propiedad del Señor y los terrenos que lo rodean son su labranza, donde el gran Sembrador podrá hacer de su huerto un libro de texto. Los resultados de las labores se verán en este orden: “Primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. La tierra entregará sus tesoros trayéndonos el gozo de una abundante cosecha; el producto cosechado por la bendición de Dios ha de usarse como libro de texto de la naturaleza, mediante el cual pueden explicarse las lecciones espirituales y ser aplicadas a las necesidades del alma. ECR 308.1