La Educación Cristiana

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Capítulo 36—La integridad de Daniel probada

El Profeta Daniel fué un personaje ilustre. Fué un ejemplo brillante de lo que los hombres pueden llegar a ser cuando se unen con el Dios de sabiduría. Ha quedado un breve relato de la vida de este santo de Dios para aliento de aquellos que más tarde debieran ser llamados a arrostrar la prueba y la tentación. ECR 265.1

Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sus sacerdotes, fueron llevados en cautiverio, cuatro de entre ellos fueron escogidos para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de éstos fué Daniel, quien desde temprano dió muestras de la notable capacidad desarrollada en años ulteriores. Estos jóvenes eran todos del linaje real de los príncipes y se les describe como muchachos en quienes no había “tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabiduría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento, e idóneos”. Notando los talentos superiores de estos jóvenes cautivos, el rey Nabucodonosor determinó instruirlos para que ocupasen puestos de importancia en su reino. A fin de que pudiesen estar perfectamente preparados para su vida en la corte, se les debía enseñar, según la costumbre oriental, el idioma de los caldeos y someterlos durante tres años a un curso completo de disciplina física e intelectual. ECR 265.2

Los jóvenes de esa escuela de preparación no sólo eran admitidos en el palacio real sino que se dispuso que comiesen de la comida de la mesa del rey y bebiesen del vino de su beber. En todo esto el rey consideró que no solamente estaba confiriéndoles un grande honor sino asegurándoles asimismo el mejor desarrollo físico y mental posible. ECR 265.3

Entre las viandas que se ponían delante del rey había carne de cerdo y otras carnes declaradas inmundas por la ley de Moisés y cuyo consumo había sido prohibido expresamente a los hebreos. En este punto Daniel fué puesto frente a una prueba severa. ¿Se adheriría a las enseñanzas de sus padres, referentes a comidas y bebidas y ofendería al rey, perdiendo, probablemente, no sólo su posición sino también su vida, o desatendería el mandamiento del Señor y retendría el favor del rey, asegurándose así grandes beneficios intelectuales y las más halagadoras perspectivas mundanas? ECR 265.4

Daniel no vaciló mucho. Se decidió a permanecer firme en su integridad, fuesen cuales fueren los resultados. “Propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber”. ECR 266.1

Hoy hay muchos cristianos profesos que afirmarían que Daniel fué demasiado escrupuloso y lo tildarían de mojigato y fanático. Consideran el asunto de comer y beber como cosa de poca importancia para requerir una actitud tan decidida que implique el probable sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero los que razonan de esta manera hallarán en el día del juicio que se han apartado de los expresos requerimientos de Dios y establecido sus propias opiniones como norma de lo bueno y de lo malo. Verán que lo que a ellos les parecía sin importancia no era considerado así por Dios. Sus requerimientos debieran ser religiosamente obedecidos. Los que aceptan y obedecen uno de sus preceptos porque conviene hacerlo así, en tanto que rechazan otro porque su observancia exigiría sacrificio, rebajan la norma de lo justo, y por su ejemplo encaminan a otros a considerar con liviandad la santa ley de Dios. “Así dice Jehová” debe ser nuestra regla en todas las cosas. ECR 266.2

Daniel estuvo sujeto a las más severas tentaciones que puedan asaltar a los jóvenes de hoy; con todo, fué fiel a la instrucción religiosa que recibió en la infancia. Estuvo rodeado de influencias calculadas para trastornar a quienes vacilasen entre los principios y la inclinación; pero, no obstante, la Palabra de Dios lo presenta como un personaje intachable. Daniel no osó confiar en su propio poder moral. La oración era una necesidad para él. Hizo a Dios su fortaleza y el temor de Dios estaba de continuo delante de él en todos los asuntos de su vida. ECR 266.3

Daniel poseía el don de la verdadera mansedumbre. Era fiel, firme y noble. Procuraba vivir en paz con todos, al paso que era inflexible como el cedro gigantesco siempre que se trataba de principios. En todo lo que no estuviese en pugna con su lealtad hacia Dios, era respetuoso y obediente con aquellos que tenían autoridad sobre él; sin embargo, tenía tan elevado concepto de los derechos de Dios, que consideraba los requerimientos de los gobernantes terrenales de un orden inferior. Por ningún motivo egoísta sería inducido a desviarse de su deber. ECR 267.1

El carácter de Daniel se presenta al mundo como un ejemplo notable de lo que la gracia de Dios puede hacer de los hombres caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. La historia de su vida noble y abnegada es un estímulo para nuestra baja humanidad. De ella podemos hacer acopio de fortaleza para resistir noblemente la tentación y con firmeza y mansedumbre ponernos del lado de lo recto en las pruebas más severas. ECR 267.2

Daniel podía haber hallado una excusa plausible para apartarse de sus estrictas costumbres de temperancia; pero amaba más la aprobación de Dios que el favor de los más poderosos potentados terrenales, más que la vida misma. Habiendo obtenido por su conducta cortés el favor de Melsar, funcionario encargado de los jóvenes hebreos, Daniel solicitó que se les permitiese no comer de la comida del rey ni beber de su vino. Melsar temió que si satisfacía ese pedido, podría desagradar al rey y poner en peligro su propia vida. Como muchos hombres de la actualidad, creía que una dieta abstinente daría a esos jóvenes un aspecto pálido y enfermizo y los haría deficientes en fuerza muscular, mientras que los suculentos alimentos de la mesa del rey los harían rosados y hermosos y favorecerían la actividad física y mental. ECR 267.3

Daniel solicitó que el asunto fuese decidido por una prueba de diez días, permitiéndose que los jóvenes hebreos comieran, durante ese breve período, alimentos sencillos, mientras que sus compañeros participaran de los manjares del rey. La petición fué al fin concedida y Daniel se sintió seguro de haber ganado la partida. Aunque era joven, había visto los dañosos efectos del vino y de la vida regalada sobre la salud física y mental. ECR 268.1

Al fin de los diez días se vió que el resultado era muy opuesto a lo que esperaba Melsar. No solamente en la apariencia personal sino en la actividad física y en el vigor mental, los que habían sido temperantes en sus costumbres, mostraban una marcada superioridad sobre sus compañeros que habían gratificado el apetito. Como resultado de esta prueba, se permitió a Daniel y a sus compañeros que continuasen con su régimen sencillo durante todo el curso de su preparación para los deberes del reino. ECR 268.2

El Señor miró con aprobación la firmeza y abnegación de estos jóvenes hebreos y su bendición los acompañó. “Dióles Dios conocimiento e inteligencia en todas letras y ciencia: mas Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Al expirar los tres años de preparación, cuando su capacidad y conocimiento fueron examinados por el rey, “no fué hallado entre todos ellos otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; y así estuvieron delante del rey. Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó, hallólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”. ECR 268.3

La vida de Daniel es una ilustración inspirada de lo que constituye un carácter santificado. Presenta una lección para todos y especialmente para los jóvenes. Un estricto cumplimiento de los requerimientos de Dios es beneficioso para la salud del cuerpo y de la mente. Para alcanzar la norma más alta de moral y conquistas intelectuales, es necesario buscar en Dios sabiduría y fortaleza y observar estricta temperancia en todos los hábitos de la vida. En lo que le sucedió a Daniel y a sus compañeros tenemos un ejemplo del triunfo de los principios sobre la tentación de gratificar el apetito. Ese ejemplo nos muestra que merced a los principios religiosos los jóvenes pueden triunfar de la concupiscencia de la carne y quedar fieles a los requerimientos de Dios aun cuando les cueste un gran sacrificio. ECR 268.4

¿Qué hubiera sido si Daniel y sus compañeros hubiesen transigido con esos funcionarios paganos y cedido a la presión de las circunstancias comiendo y bebiendo según la costumbre de los babilonios? El simple hecho de apartarse de los principios, habría debilitado su sentido de la justicia y su odio al mal. La complacencia del apetito habría implicado el sacrificio del vigor físico, la claridad de la inteligencia y el poder espiritual. Un paso errado habría llevado probablemente a otros, hasta que, siendo cortada su relación con el cielo, habrían sido arrastrados por la tentación. ECR 269.1

Dios ha dicho: “Honraré a los que me honran”. Mientras Daniel se asía de Dios con inmutable confianza, el espíritu del poder profético vino sobre él. En tanto que era instruido por el hombre acerca de los deberes de la vida cortesana, era enseñado por Dios a leer los misterios de los siglos futuros y a presentar a generaciones venideras, mediante figuras y símbolos, las cosas maravillosas que habrían de acontecer en los últimos días.—The Signs of the Times, 28 de septiembrede 1882. Reproducido en Fundamentals of Christian Education, 77-81. ECR 269.2

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Los jóvenes debieran recordar que son responsables de todos los privilegios de que han gozado, del empleo ventajoso del tiempo y del debido uso de sus aptitudes. Podrán preguntar: ¿No hemos de divertirnos o recrearnos? ¿Debemos trabajar, trabajar y trabajar sin variación? ECR 269.3

Toda diversión que podáis comenzar pidiendo sobre ella la bendición de Dios con fe, no será peligrosa. Pero cualquier otra que os inhabilite para la oración secreta, para la devoción ante el altar de la oración o para tomar parte en el culto de oración, no es segura sino peligrosa. ECR 269.4

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“El que piensa estar firme, mire no caiga”. 1 Corintios 10:12. No puede haber presunción más fatal que la que lleva a los hombres a aventurarse por caminos de complacencia propia. En vista de esta solemne advertencia de Dios, ¿no tendrán cuidado los padres y las madres? ¿No indicarán fielmente a los jóvenes los peligros que surgen de continuo para apartarlos de Dios? ECR 270.1