La Educación
Capítulo 20—La enseñanza y el estudio de la Biblia
“Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría [...]. y la escudriñares como a tesoros”. Salmos 2:2-4.
En su niñez, juventud y adultez, Jesús estudió las Escrituras. En su infancia, su madre le enseñó diariamente conocimientos obtenidos de los pergaminos de los profetas. En su juventud, a la hora de la aurora y el crepúsculo, a menudo estuvo solo en la montaña o entre los árboles del bosque, para dedicar unos momentos a la oración y al estudio de la Palabra de Dios. Durante su ministerio, su íntimo conocimiento de las Escrituras dio testimonio de la diligencia con que las había estudiado. Y puesto que él obtuvo su conocimiento del mismo modo como podemos obtenerlo nosotros, su maravilloso poder mental y espiritual es una prueba del valor de la Biblia como medio educativo. ED 167.1
Nuestro Padre celestial, al dar su Palabra, no olvidó a los niños. ¿Puede hallarse entre los escritos de los hombres algo que tenga tanta influencia sobre el corazón, algo tan adecuado para despertar el interés de los pequeñuelos, como los relatos de la Biblia? ED 167.2
Mediante esas sencillas historias se pueden explicar los principios de la ley de Dios. Así, por medio de ilustraciones adecuadas a la comprensión del niño, los padres y maestros pueden empezar desde los primeros años a cumplir la orden del Señor en cuanto a sus leyes: “Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”1. ED 168.1
El uso de ilustraciones, pizarrones, mapas y figuras ayudará a explicar estas lecciones y grabarlas en la memoria. Los padres y maestros deben buscar constantemente mejores métodos. La enseñanza de la Biblia merece nuestros pensamientos más frescos, nuestros mejores métodos y nuestro más ferviente esfuerzo. ED 168.2
Para despertar y fortalecer el amor hacia el estudio de la Biblia, mucho depende del uso que se haga de la hora del culto. Las horas del culto matutino y del vespertino deben ser las más dulces y útiles del día. Entiéndase que no han de interferir con esa hora pensamientos perturbadores y poco amables. Reúnanse los padres y los niños para encontrarse con Jesús, y para invitar a los santos ángeles a estar presentes en el hogar. Los cultos tienen que ser breves y llenos de vida, adaptados a la ocasión, y variados. Todos deberían tomar parte en la lectura de la Biblia, y aprender y repetir a menudo la ley de Dios. Los niños tendrán más interés si a veces se les permite que escojan la lectura. Háganseles preguntas sobre lo leído y permítaseles que también las hagan ellos. Menciónese cualquier cosa que sirva para ilustrar su significado. Si el culto no es demasiado largo, permítase que los pequeñuelos oren y se unan al canto, aunque se trate de una sola estrofa. ED 168.3
A fin de dar al culto el carácter que debe tener, es necesaria cierta preparación. Los padres necesitan consagrar tiempo diariamente al estudio de la Biblia con sus hijos. Sin duda, se requerirá esfuerzo, reflexión y algún sacrificio para llevar a cabo esto, pero el esfuerzo será ricamente recompensado. ED 168.4
Dios ordena a los padres, como preparación para enseñar sus preceptos, que los guarden en su corazón. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón—dice Jehová—; y las repetirás a tus hijos”2. Para interesar a nuestros niños en la Biblia, nosotros mismos hemos de tener interés en ella. Para despertar en ellos el amor hacia su estudio, nosotros mismos debemos amarlo. La instrucción que les demos irá acompañada del peso de la influencia que le presten nuestro propio ejemplo y espíritu. ED 168.5
Dios llamó a Abraham para que fuera maestro de su palabra, lo escogió para que sea padre de una gran nación, porque vio que instruiría a sus hijos y a su casa en los principios de la ley de Dios. El poder de la enseñanza de Abraham se debió a la influencia de su vida. Formaban parte de su casa más de mil personas, muchas de las cuales eran jefes de familia y no pocas recién convertidas del paganismo. Semejante casa necesitaba que una mano firme manejara el timón. Los métodos débiles y vacilantes no servían. Dios dijo a Abraham: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí”. Sin embargo, ejercía su autoridad con tal sabiduría y ternura que cautivaba los corazones. El testimonio del Atalaya divino es: “Que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio”3. Y la influencia de Abraham se extendió más allá de su casa. En cualquier lugar levantaba su tienda, erigía un altar a su lado para ofrecer sacrificios y adorar. Cuando trasladaba la tienda a otro lugar, quedaba el altar, y más de un nómada cananeo que había llegado a conocer a Dios por medio de la vida de Abraham, su siervo, se detenía junto a ese altar para ofrecer un sacrificio a Jehová. ED 169.1
No será menos eficaz hoy la enseñanza de la Palabra de Dios cuando halle un reflejo tan fiel como ese en la vida del maestro. ED 169.2
No basta saber lo que otros han pensado o aprendido de la Biblia. En el juicio cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios, y cada uno debe aprender ahora por sí mismo cuál es la verdad. Pero para que el estudio sea eficaz, hay que despertar el interés del alumno. Y especialmente el que tiene que tratar con niños y jóvenes, que difieren muchísimo en carácter, educación y hábitos mentales, no ha de perder de vista este asunto. Al enseñar la Biblia a los niños, será conveniente observar la tendencia de sus mentes, los temas que les llaman la atención, y despertar su interés por ver lo que la Biblia dice sobre esos temas. El que nos creó y nos dotó de diferentes aptitudes, ha dado en su Palabra algo para cada cual. A medida que los alumnos vean que las lecciones de la Biblia se aplican a sus vidas, hay que enseñarles a considerarla su consejera. ED 169.3
También hay que ayudarles a apreciar su maravillosa belleza. Se recomienda o a lo menos se permite la lectura de muchos libros que no son de verdadero valor, libros excitantes y malsanos, solo por su supuesto valor literario. ¿Por qué hemos de invitar a nuestros niños a beber de esos manantiales contaminados, cuando pueden tener libre acceso a las fuentes puras de la Palabra de Dios? La Biblia tiene una inagotable abundancia, fuerza y profundidad de significado. Hay que animar a los niños y jóvenes a buscar sus tesoros, tanto de significado como de expresión. ED 169.4
A medida que la belleza de estas cosas preciosas atraiga la mente, un poder transformador y subyugante conmoverá el corazón. Serán atraídos a Aquel que se les reveló de ese modo. Y pocos serán los que no sientan deseos de conocer más sus obras y caminos. ED 170.1
Debe enseñarse al estudiante de la Biblia a acercarse a ella con el espíritu del que aprende. Debemos escudriñar sus páginas, no en busca de pruebas que apoyen nuestras opiniones, sino para saber lo que Dios dice. ED 170.2
Únicamente se puede obtener un verdadero conocimiento de la Biblia mediante la ayuda del Espíritu que dio la Palabra. Y a fin de obtener ese conocimiento hemos de vivir de acuerdo con él. Debemos obedecer todo lo que la Palabra de Dios manda. Podemos reclamar todas sus promesas. Mediante su poder, necesitamos vivir la vida que ella recomienda. Solo si se la considera de este modo, se la puede estudiar eficazmente. ED 170.3
El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y nuestra más perseverante meditación. Con el mismo afán y la misma persistencia con que el minero excava la tierra en busca del tesoro, debemos buscar nosotros el tesoro de la Palabra de Dios. ED 170.4
En el estudio diario, el método que consiste en examinar un versículo tras otro es a menudo de mucha utilidad. Tome el estudiante un versículo, concentre la mente para descubrir el pensamiento que Dios encerró para él allí, y luego medite en él hasta hacerlo suyo. Un pasaje estudiado en esa forma, hasta comprender su significado, es de más beneficio que la lectura de muchos capítulos sin propósito definido y sin que se obtenga verdadera instrucción. ED 170.5
Una de las principales causas de la ineficacia mental y la debilidad moral es la falta de concentración para lograr fines importantes. Nos enorgullecemos de la inmensa difusión de las publicaciones, pero esa gran cantidad de libros—incluso los que en sí mismos no son perjudiciales—pueden ser definidamente dañina. Con la inmensa corriente de material impreso que sale constantemente de las prensas, tanto los adultos como los jóvenes adquieren el hábito de leer en forma apresurada y superficial, y la mente pierde la facultad de elaborar pensamientos vigorosos y coordinados. Además, gran parte de los periódicos y libros que, como las ranas de Egipto, se esparcen por la tierra, no son solamente vulgares, inútiles y debilitantes, sino que corrompen y destruyen el alma. La mente y el corazón indolentes, que no tienen propósito definido, son presa fácil del maligno. El hongo se arraiga en organismos enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente ociosa. Diríjase la mente a ideales elevados y santos, dese a la vida un propósito noble, absorbente, y el enemigo hallará poco terreno para afirmarse. ED 170.6
Enséñese, pues a los jóvenes a estudiar detenidamente la Palabra de Dios. Una vez que haya sido recibida en el alma, será una poderosa barricada contra la tentación. “En mi corazón he guardado tus dichos—declara el salmista—, para no pecar contra ti”. “Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos”4. ED 171.1
La Biblia es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto. El estudiante ha de aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe entre sus partes. Tiene que adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la redención. Necesita comprender la naturaleza de los principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas de la historia y la profecía, hasta la gran culminación. Deber verificar cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo en su mismo caso todo acto de su vida revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar. ED 171.2
Toda la Biblia es inspirada por Dios. Tanta atención merece el Antiguo Testamento como el Nuevo. Al estudiar el Antiguo Testamento hallaremos manantiales vivos que brotan de lugares donde el lector indiferente tan solo encuentra un desierto. ED 171.3
El libro de Apocalipsis, junto con el de Daniel, merece estudio especial. Todo maestro temeroso de Dios debe considerar cómo comprender y presentar más claramente el evangelio que nuestro Salvador en persona dio a conocer a su siervo Juan: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”5. Nadie debe desanimarse al estudiar el Apocalipsis a causa de sus símbolos aparentemente místicos. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”6. ED 171.4
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”7. ED 171.5