La Educación

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En la universidad del desierto

Moisés pasó cuarenta años en los desiertos de Madián, como pastor de ovejas. Aparentemente apartado para siempre de la misión de su vida, recibió la disciplina esencial para su realización. Mediante el dominio propio, debía obtener sabiduría para gobernar a una multitud ignorante e indisciplinada. En el cuidado de las ovejas y los tiernos corderitos, había de obtener la experiencia que iba a convertirlo en un fiel y tolerante pastor de Israel. Para llegar a ser representante de Dios, tenía que ser enseñado por él. ED 57.5

Las influencias que lo habían rodeado en Egipto, el afecto de su madre adoptiva, su posición como nieto del rey, el lujo y el vicio que atraían en mil formas distintas, el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una religión falsa, habían impresionado su mente y su carácter. Todo esto desapareció en la austera sencillez del desierto. ED 58.1

En medio de la solemne majestad de la soledad de las montañas, Moisés se encontró solo con Dios. Por todas partes estaba escrito el nombre del Creador. Moisés parecía hallarse en su presencia, bajo la sombra de su poder. Allí desapareció su engreimiento. En presencia del Ser Infinito se dio cuenta de lo débil, deficiente y corto de visión que es el hombre. ED 58.2

Allí obtuvo Moisés la fuerza que lo acompañó durante esos años de su vida que estuvieron llenos de trabajos y preocupaciones: el sentimiento de la presencia personal del Ser Divino. No solo vio a través de los siglos que Cristo sería manifestado en la carne; vio a Cristo acompañando a las huestes de Israel en todos sus viajes. Cuando era mal comprendido o se tergiversaban sus palabras, cuando tenía que aguantar reproches e insultos, hacer frente al peligro y a la muerte, podía soportarlo “porque se sostuvo como viendo al Invisible”12. ED 58.3

Moisés no solo pensaba en Dios, sino que lo veía. Dios era la visión constante que tenía delante de sí mismo. Nunca perdía de vista su rostro. ED 58.4

Para Moisés la fe no era una conjetura, sino una realidad. Creía que Dios gobernaba su vida en particular, y lo reconocía en todos sus detalles. Confiaba en él a fin de obtener fuerza para resistir todas las tentaciones. ED 58.5

Quería obtener el mayor éxito posible en el trabajo que se le había asignado, y depositaba toda su confianza en el poder divino. Sentía su necesidad de ayuda, la pedía, se aferraba a ella por la fe, y seguía adelante contando con la seguridad de una fuerza sostenedora. ED 58.6

Esta fue la experiencia que adquirió Moisés durante los cuarenta años de educación en el desierto. La sabiduría infinita no consideró este período como demasiado largo, ni como demasiado grande el precio que costaba impartir una experiencia semejante. ED 58.7

Los resultados de esa educación, de las lecciones allí enseñadas, están ligados, no solamente con la historia de Israel, sino con todo lo que desde ese día hasta hoy ha servido para progreso del mundo. El mayor testimonio dado sobre la grandeza de Moisés, el juicio pronunciado sobre su vida por la Inspiración, es: “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara”13. ED 59.1