La Educación

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Capítulo 32—La preparación necesaria

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado”. 2 Timoteo 2:15.

El primer maestro del niño es la madre. En las manos de ella se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo. A ella se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o para mal. Ella debería apreciar el valor de esa oportunidad y, más que cualquier otro maestro, debería estar preparada para usarla de la mejor manera posible. Sin embargo, no hay otro ser a cuya educación se preste tan poca atención. La persona cuya influencia en materia de educación es más poderosa y abarcante, es la que recibe menos preparación sistemática. ED 247.1

Aquellos a quienes se confía el cuidado del niñito desconocen a menudo sus necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o de los principios relativos al desarrollo. Tampoco están mejor preparados para atender su desenvolvimiento mental y espiritual. Pueden poseer cualidades que les permitan actuar bien en los negocios o brillar en sociedad; pueden haber hecho progresos en la literatura y la ciencia; pero saben poco de la educación de un niño. Se debe principalmente a esta falla, en especial al descuido en los comienzos del desarrollo físico, el hecho de que una gran proporción de los miembros de la especie humana muera en la infancia, y de que entre los que llegan a la madurez haya tantos para quienes la vida es una carga. ED 247.2

Sobre los padres y las madres descansa la responsabilidad de la primera educación del niño, como asimismo de la ulterior, y por eso ambos padres necesitan urgentemente una preparación cuidadosa y cabal. Antes de aceptar las responsabilidades de la paternidad y la maternidad, los hombres y las mujeres necesitan familiarizarse con las leyes del desarrollo físico: con la fisiología y la higiene, con la importancia de las influencias prenatales, con las leyes que rigen la herencia, la salud, el vestido, el ejercicio y el tratamiento de las enfermedades; han de comprender también las leyes del desarrollo mental y de la educación moral. ED 248.1

El Ser infinito consideró tan importante la obra de la educación, que desde su trono envió mensajeros para que respondieran la pregunta de una futura madre: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?”1, e instruir a un padre en cuanto a la educación de un hijo prometido. ED 248.2

La educación nunca logrará lo que podría y debería llevar a cabo, hasta que se reconozca plenamente el trabajo de los padres y estos reciban una preparación que los capacite para desempeñar sus sagradas responsabilidades. ED 248.3

Se admite universalmente la necesidad de la educación preparatoria del maestro; pero pocos reconocen el carácter de la preparación más esencial. El que aprecia la responsabilidad implícita en la educación de la juventud, se dará cuenta de que no es suficiente la instrucción literaria y científica. El maestro debe tener una educación más amplia que la que se obtiene por medio del estudio de los libros. Tiene que poseer no solo fuerza, sino amplitud de mente; no tan solo un alma íntegra, sino también un gran corazón. ED 248.4

Solo el que creó la mente y formuló sus leyes puede comprender perfectamente sus necesidades o dirigir su desarrollo. Los principios de la educación que él ha dado constituyen la única guía segura. Una cualidad esencial para todo maestro es el conocimiento de estos principios y que los haya aceptado de tal manera que sean un poder dominante en su propia vida. ED 248.5

La experiencia en la vida práctica es indispensable. El orden, la prolijidad, la puntualidad, el dominio propio, el genio alegre, la invariabilidad de disposición, la abnegación, la integridad y la cortesía, son cualidades esenciales. ED 249.1

Por lo mismo que hay tanta bajeza, y tanta impostura rodea a los jóvenes, hay una gran necesidad de que las palabras, el comportamiento y la conducta del maestro representen lo elevado y lo verdadero. Los niños son perspicaces para descubrir la hipocresía o cualquier otra debilidad o defecto. No hay para el maestro otro modo de conquistar el respeto de sus alumnos que el de revelar en su propio carácter los principios que trata de enseñarles. Únicamente al hacerlo, mientras se relaciona diariamente con ellos, puede ejercer una influencia benéfica y permanente sobre ellos. ED 249.2

En cuanto a casi todas las demás cualidades que contribuyen a su buen éxito, el maestro depende en gran manera de su fortaleza física. Cuanto mejor sea su salud, mejor será su trabajo. ED 249.3

Tan agotadoras son sus responsabilidades, que se requiere de su parte un esfuerzo especial para conservar la salud y la lozanía. A menudo se siente descorazonado y mentalmente fatigado, con una tendencia casi irresistible a la depresión, la indiferencia y la irritabilidad. No solo tiene el deber de resistir esos estados de ánimo, sino de evitar su causa. Necesita conservar el corazón puro, afable, confiado y lleno de amor. A fin de estar siempre tranquilo, firme y animado, necesita conservar la fuerza mental y nerviosa. ED 249.4

Puesto que en su tarea la calidad es tanto más importante que la cantidad, debe evitar el exceso de trabajo, el tratar de hacer demasiadas cosas, el aceptar otras responsabilidades que lo incapacitan para su trabajo, y el dedicarse a entretenimientos y actividades sociales más agotadoras que restauradoras. ED 249.5

El ejercicio al aire libre, especialmente el que se hace al realizar un trabajo útil, es uno de los mejores medios de recreación para el cuerpo y la mente, y el ejemplo del maestro inspirará en sus alumnos interés y respeto por el trabajo manual. ED 249.6