Cada Día con Dios

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Preparación individual, 5 de junio

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. Juan 13:34. CDCD 163.1

Estas palabras no son de hombre, sino de nuestro Redentor ¡Y que importante es que cumplamos la instrucción que nos ha dado! Nada puede debilitar tanto la influencia de la iglesia como la falta de amor. Cristo dice: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16. Si hemos de enfrentar la oposición de nuestros enemigos, representados por lobos, tengamos cuidado de no manifestar el mismo espíritu entre nosotros. CDCD 163.2

El enemigo sabe muy bien que si no tenemos amor mutuo, puede alcanzar su objetivo, y herir y debilitar la iglesia, al provocar diferencias entre los hermanos. Los puede inducir a sospechar el mal, a hablar del mal, a acusar, condenar y aborrecerse. De esta manera se deshonra la causa de Dios, se arroja baldón sobre el nombre de Cristo, y se le hace un daño indecible a las almas de los hombres. CDCD 163.3

¡Cuán cuidadosos deberíamos ser de que todas nuestras palabras y todos nuestros actos estén en armonía con la sagrada verdad que Dios nos ha encomendado! La gente del mundo nos está contemplando para ver qué influencia ejerce nuestra fe sobre nuestros caracteres y nuestras vidas. Nos está vigilando para ver si tiene un efecto santificador sobre nuestros corazones, si nos estamos transformando a la semejanza de Cristo. Están alerta para descubrir cada defecto en nuestras vidas, cada inconsecuencia en nuestros actos. No les demos la oportunidad de arrojar baldón sobre nuestra fe. CDCD 163.4

No es la oposición del mundo lo que nos va a poner en mayor peligro; es el mal albergado en nuestro seno lo que provoca nuestros más graves desastres. Es la vida carente de consagración, de los medio convertidos, lo que atrasa la obra de la verdad y arroja sombras sobre la iglesia de Dios... CDCD 163.5

El Señor quiere que cada uno de nosotros se ubique donde nos pueda proporcionar su amor. Le ha fijado al hombre un precio elevado y nos ha redimido mediante el sacrificio de su unigénito Hijo, y por lo tanto debemos ver en nuestros semejantes a seres adquiridos por la sangre de Cristo. Si nos amamos así los unos a los otros, creceremos en el amor a Dios y a la verdad (Review and Herald, 5 de junio de 1888). CDCD 163.6