Cada Día con Dios

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Celo por la verdad, 24 de mayo

Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides. Deuteronomio 31:8. CDCD 151.1

Nada en este mundo, ni los favores o placeres terrenales, puede ocupar el lugar de la presencia y el favor de Dios. Sin él como nuestro amigo y nuestra porción, ciertamente estamos solos. Podemos tener muchos otros amigos, pero jamás podrán ser para nosotros lo que es Cristo. CDCD 151.2

Los que desean encontrar perdón para sus pasadas transgresiones deben acudir a Cristo tal como están y decirle: “Señor, aunque he sido comprado por precio y soy propiedad tuya en lo pasado no he querido entregarme a ti. Ahora reconozco que no me pertenezco y que no puedo hacer conmigo mismo lo que me complace. Tómame como estoy, una criatura pobre y pecadora, y límpiame de todo pecado y pon mi pecado sobre ti mismo. No lo merezco, pero tú eres el único que me puede salvar. Quita mi pecado y dame tu justicia. No quiero vivir en pecado un solo día más. Impárteme tu justicia y guárdame de toda transgresión de tu santa ley”. CDCD 151.3

No limite usted al Santo de Israel. Albergue el deseo de ver más manifestaciones de su amor, para que pueda lograr que otros adquieran el conocimiento de su bondad... CDCD 151.4

El Señor ha prometido mediante la garantía de su gloriosa perfección que los que lo busquen con humildad de corazón, confesando sus pecados, descubrirán que es precioso para sus almas. Pero los que no quieren obedecer, por temor de desagradar a sus amigos terrenales, no pueden ser amigos de Dios. CDCD 151.5

Obedezca, obedezca por causa de Cristo y por causa de su propia alma. Obedezca lo que su conciencia le dice que es verdad. Acepte la gracia y la justicia de Cristo. Dios lo está invitando tiernamente con estas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30. Si rechaza la invitación al arrepentimiento, a la libertad del pecado, el gran día de Dios lo encontrará sin esperanza, desamparado, desobediente y transgresor de su ley. No podrá darle entonces un lugar en su reino. Dios le ayude a acudir ahora mismo, es mi oración.—Carta 80, del 24 de mayo de 1900, a un hermano de Australia. CDCD 151.6