Consejos para la Iglesia

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Capítulo 19—No se case con un incrédulo

Hay en el mundo cristiano una indiferencia asombrosa y alarmante para con las enseñanzas de la Palabra de Dios acerca del casamiento de los cristianos con los incrédulos. Muchos de los que profesan amar y temer a Dios prefieren seguir su propia inclinación antes que aceptar el consejo de la sabiduría infinita. En un asunto que afecta vitalmente la felicidad y el bienestar de ambas partes, para este mundo y el venidero, la razón, el juicio y el temor de Dios son puestos a un lado, y se deja que predominen el impulso ciego y la determinación obstinada. CPI 216.1

Hombres y mujeres que en otras cosas son sensatos y concienzudos cierran sus oídos a los consejos; son sordos a las súplicas y ruegos de amigos y parientes, y de los siervos de Dios. La expresión de cautela o amonestación es considerada como entrometimiento impertinente, y el amigo que es bastante fiel para hacer una reprensión, es tratado como enemigo. CPI 216.2

Todo esto está de acuerdo con el deseo de Satanás. El teje su ensalmo en derredor del alma, y ésta queda hechizada, infatuada. La razón deja caer las riendas del dominio propio sobre el cuello de la concupiscencia, la pasión no santificada predomina, hasta que, demasiado tarde, la víctima se despierta para vivir una vida de desdicha y servidumbre. Este no es un cuadro imaginario, sino un relato de hechos ocurridos. Dios no sanciona las uniones que ha prohibido expresamente. CPI 216.3

El Señor ordenó al antiguo Israel que no se relacionara por casamientos con las naciones idólatras que lo rodeaban. “Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo”. Se da la razón de ello. La sabiduría infinita, previendo el resultado de tales uniones, declara: “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto”. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra”. Deuteronomio 7:3, 4, 6. CPI 217.1

En el Nuevo Testamento hay prohibiciones similares acerca del casamiento de los cristianos con los impíos. El apóstol Pablo, en su primera carta a los corintios declara: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quienquiera, con tal que sea en el Señor”. También en su segunda epístola escribe: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque, ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre y vosotros me seréis hijos e hijas dice el Señor Todopoderoso”. 1 Corintios 7:39; 2 Corintios 6:14-18. CPI 217.2

Nunca debe el pueblo de Dios aventurarse en terreno prohibido. El casamiento entre creyentes e incrédulos ha sido prohibido por Dios, pero con demasiada frecuencia el corazón inconverso sigue sus propios deseos y se contraen casamientos que Dios no sanciona. Por esta causa muchos hombres y mujeres están sin esperanza y sin Dios en el mundo. Murieron sus aspiraciones nobles, y Satanás los sujeta en su red por una cadena de circunstancias. Los que son dominados por la pasión y el impulso tendrán que cosechar una mies amarga en esta vida, y su conducta puede resultar en la pérdida de su alma. CPI 218.1

Los que profesan la verdad pisotean la voluntad de Dios al casarse con incrédulos; pierden su favor y hacen obras amargas, de las que habrán de arrepentirse. La persona incrédula puede poseer un excelente carácter moral; pero el hecho de que no haya respondido a las exigencias de Dios y haya descuidado una salvación tan grande, es razón suficiente para que no se verifique una unión tal. El carácter de la persona incrédula puede ser similar al del joven a quien Jesús dirigió las palabras: “Una cosa te falta”, y esa cosa era la esencial. CPI 218.2