Joyas de los Testimonios 1

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Nuestro ejemplo

Durante el día trabajaba fervientemente, haciendo bien a otros para salvarlos de la destrucción. Sanaba a los enfermos y consolaba a los que lloraban; impartía alegría y esperanza a los desesperados y comunicaba vida a los muertos. Después de terminado su trabajo del día, salía por las noches y se alejaba de la confusión de la ciudad para postrarse en algún huerto apartado, donde oraba a su Padre. A veces los brillantes rayos de la luna resplandecían sobre su cuerpo postrado; luego nuevamente las nubes y las tinieblas le privaban de toda luz. El rocío y la helada de la noche caían sobre su cabeza y su barba mientras él estaba en actitud de súplica. Con frecuencia continuaba sus peticiones durante toda la noche. El es nuestro ejemplo. Si le recordáramos e imitáramos, seríamos mucho más fuertes en Dios. 1JT 219.1

Si el Salvador de los hombres, a pesar de su fortaleza divina, necesitaba orar, ¡cuánto más debieran los débiles y pecaminosos mortales sentir la necesidad de orar con fervor y constancia! Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás cristianos profesos, debieran los que profesan la verdad para estos últimos días imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se refiere. 1JT 219.2

“Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor.” Mateo 10:25. Nuestras mesas están con frecuencia cargadas de manjares malsanos e innecesarios, porque amamos esas cosas más que la abnegación, la salud y la sanidad mental. Jesús pedía fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender contra las potestades de las tinieblas, y hacer la obra que se nos ha encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la obtenga. 1JT 219.3