Joyas de los Testimonios 2

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Hemos de representar el carácter de Dios

Toda la luz dada en lo pasado, toda la que resplandece actualmente y llega hasta lo futuro, según se revela en la Palabra de Dios, es para cada alma que quiera recibirla. La gloria de esa luz, que es la misma gloria del carácter de Cristo, ha de ser manifestada en el cristiano individual, en la familia, en la iglesia, en el ministerio de la Palabra, y en toda institución establecida por el pueblo de Dios. Dios desea que todos éstos sean símbolos de lo que puede ser hecho para el mundo. Han de ser ejemplos del poder salvador de las verdades del Evangelio. Son agentes en el cumplimiento del gran propósito de Dios para la especie humana. 2JT 366.1

Los hijos de Dios han de ser canales para la manifestación de la más alta influencia del universo. En la visión de Zacarías, se nos presentan las dos olivas que están delante de Dios, de las cuales fluye el aceite áureo por tubos de oro al vaso del santuario. De este recipiente son alimentadas las lámparas del santuario, a fin de que puedan dar una luz brillante, continua y resplandeciente. Así también de los ungidos que están en la presencia de Dios se imparte a su pueblo la plenitud de la luz divina, del amor y del poder, para que puedan comunicar a otros luz, gozo y refrigerio. Han de llegar a ser como conductos por medio de los cuales los instrumentos divinos comuniquen al mundo la ola del amor de Dios. 2JT 366.2

El propósito que Dios trata de lograr por medio de su pueblo hoy es el mismo que deseaba realizar por Israel cuando lo sacó de Egipto. Contemplando la bondad, la misericordia, la justicia y el amor de Dios revelados en la iglesia, el mundo ha de obtener una representación de su carácter. Y cuando la ley de Dios quede así manifestada en la vida, aun el mundo reconocerá la superioridad de los que aman, temen y sirven a Dios sobre todos los demás habitantes de la tierra. 2JT 366.3

Los ojos del Señor se fijan en cada uno de sus hijos; tiene planes acerca de cada uno de ellos. Es propósito suyo que aquellos que practican sus santos preceptos sean un pueblo distinguido. Al pueblo de Dios de la actualidad tanto como al antiguo Israel pertenecen las palabras que Moisés escribió por inspiración del Espíritu: “Porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios: Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra.” “Mirad, yo os he enseñado estatutos y derechos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para poseerla. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra: porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia en ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, gente grande es ésta. Porque ¿qué gente grande hay que tenga los dioses cercanos a sí, como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué gente grande hay que tenga estatutos y derechos justos, como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” Deuteronomio 7:6; 4:5-8. 2JT 367.1

Aun estas palabras no alcanzan a expresar la grandeza y la gloria del propósito que Dios ha de realizar por su pueblo. No sólo a este mundo sino al universo entero han de ser hechos manifiestos los principios de su reino. Escribiendo por el Espíritu Santo, el apóstol Pablo dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, es dada esta gracia de anunciar entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que crió todas las cosas. Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por la iglesia a los principados y potestades en los cielos.” Efesios 3:8-10. 2JT 367.2

Hermanos, “somos hechos espectáculo al mundo, y a los ángeles, y a los hombres.” “¿Qué tales conviene que vosotros seáis en santas y pías conversaciones, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios?” 1 Corintios 4:9; 2 Pedro 3:11, 12. 2JT 367.3

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A fin de manifestar el carácter de Dios, a fin de que no nos engañemos a nosotros mismos, a la iglesia y al mundo, con un cristianismo falsificado, debemos llegar a estar relacionados personalmente con Dios. Si tenemos comunión con Dios, somos sus ministros, aunque nunca prediquemos a una congregación. Colaboramos con Dios al presentar la perfección de su carácter en la humanidad. 2JT 368.1