Joyas de los Testimonios 2

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No demos satisfacción a Satanás

Satanás procura constantemente mantener las mentes humanas ocupadas en aquellas cosas que les impedirán obtener el conocimiento de Dios. Trata de hacerlas dedicarse a aquello que obscurecerá el entendimiento y desalentará el alma. Estamos en un mundo de pecado y corrupción, rodeados de influencias que tienden a seducir o descorazonar a los que siguen a Cristo. El Salvador dijo: “Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará.” Mateo 24:12. 2JT 337.3

Muchos fijan los ojos en la terrible perversidad que existe en derredor de ellos, la apostasía y la debilidad que hay por todas partes, y hablan de estas cosas hasta que su corazón está lleno de tristeza y duda. Hacen predominar ante sus mentes la obra magistral del gran engañador, se espacian en los rasgos desalentadores de su experiencia, al par que parecen perder de vista el poder y el amor sin par del Padre celestial. Todo esto está conforme con la voluntad de Satanás. Es un error pensar en el enemigo de la justicia como revestido de poder tan grande, cuando nos espaciamos tan poco en el amor de Dios y en su poder. Debemos hablar del poder de Cristo. Somos completamente impotentes para rescatarnos de las garras de Satanás; pero Dios ha señalado una vía de escape. El Hijo del Altísimo tiene fuerza para pelear la batalla por nosotros; y por “Aquel que nos amó,” podemos hacer “más que vencer.” Romanos 8:37. 2JT 338.1

No obtenemos fuerza espiritual si sólo pensamos en nuestras debilidades y apostasías y lamentamos el poder de Satanás. Esta gran verdad debe ser establecida como principio vivo en nuestra mente y corazón: la eficacia de la ofrenda hecha en favor nuestro; que Dios puede salvar hasta lo sumo a cuantos acuden a él cumpliendo las condiciones especificadas en su Palabra. Nuestra obra consiste en poner nuestra voluntad de parte de la voluntad de Dios. Luego, por la sangre de la expiación, llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina; por Cristo somos hijos de Dios, y tenemos la seguridad de que Dios nos ama así como amó a su Hijo. Somos uno con Jesús. Vamos adonde Cristo nos conduce; él tiene poder para disipar las densas sombras que Satanás arroja sobre nuestra senda; y en lugar de las tinieblas y el desaliento, brilla el sol de su gloria en nuestro corazón. 2JT 338.2

Nuestra esperanza ha de quedar constantemente fortalecida por el conocimiento de que Cristo es nuestra justicia. Descanse nuestra fe sobre este fundamento, porque permanecerá para siempre. En vez de espaciarnos en las tinieblas de Satanás, y temer su poder, debemos abrir nuestro corazón para recibir luz de Cristo, y dejarla resplandecer para el mundo, declarando que Cristo está por encima del poder de Satanás; que su brazo sostenedor apoyará a todos los que confían en él. 2JT 338.3

Dijo Jesús: “El mismo Padre os ama.” Si nuestra fe está fija en Dios, por Cristo, resultará “como segura y firme ancla del alma, y que entra hasta dentro del velo; donde entró por nosotros como precursor Jesús.” Es cierto que vendrán desilusiones; debemos esperar tribulación; pero hemos de confiar todas las cosas, grandes y pequeñas, a Dios. El no se queda perplejo por la multiplicidad de nuestras aflicciones, ni le abruma el peso de nuestras cargas. Su cuidado vigilante se extiende a toda familia y abarca a todo individuo; él se interesa en todos nuestros quehaceres y pesares. Nota toda lágrima; le conmueve el sentimiento de nuestra flaqueza. Todas las aflicciones y pruebas que nos incumben aquí, son permitidas para que realicen sus propósitos de amor hacia nosotros, “para que recibamos su santificación,” y así participemos de aquella plenitud de gozo que se halla en su presencia. 2JT 339.1

“En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” 2 Corintios 4:4. Pero la Biblia presenta en los términos más enérgicos, la importancia de obtener un conocimiento de Dios. Dice Pedro: “Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús.” “Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud.” Y la Escritura nos invita: “Amístate ahora con él, y tendrás paz.” 2 Pedro 1:2, 3; Job 22:21. 2JT 339.2

Dios nos ha ordenado: “Sed santos, porque yo soy santo;” y un apóstol inspirado declara que sin la santidad “nadie verá al Señor.” 1 Pedro 1:16; Hebreos 12:14. La santidad consiste en concordar con Dios. Por el pecado la imagen de Dios en el hombre ha sido estropeada y casi borrada; es obra del Evangelio restaurar lo que se había perdido; y hemos de cooperar con el agente divino en esta obra. Y ¿cómo podemos volver a estar en armonía con Dios? ¿cómo recibiremos su semejanza a menos que obtengamos un conocimiento de él? Este conocimiento es lo que Cristo vino a revelarnos. 2JT 339.3