Joyas de los Testimonios 2

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El don inestimable*

“Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: según nos escogió en él, ... para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, ... para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia.” Efesios 1:3-7. 2JT 326.1

“Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo; ... y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” Efesios 2:4-7. 2JT 326.2

Tales son las palabras con que “Pablo el anciano,” “prisionero de Cristo Jesús,” escribiendo desde su cárcel de Roma, se esforzó por presentar a sus hermanos, aquello para cuya presentación plena el lenguaje le resultaba inadecuado: “las inescrutables riquezas de Cristo,” el tesoro de la gracia que se ofrecía sin costo a los caídos hijos de los hombres. El plan de la redención se basaba en un sacrificio, un don. Dice el apóstol: “Porque ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito.” Cristo “se dió a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad.” Y tenemos como bendición culminante de la redención, “la dádiva de Dios” que “es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” 2 Corintios 8:9; Juan 3:16; Tito 2:14; Romanos 6:23. 2JT 326.3

“Cosas que ojo no vió, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman.” Por cierto que nadie, al contemplar las riquezas de su gracia, podrá menos que exclamar con el apóstol: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” 1 Corintios 2:9; 2 Corintios 9:15. 2JT 327.1