Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Subordinad todo interés mundano

Queridos hermanos, os hablo con amor y ternura. Todo interés mundano debe subordinarse a la gran obra de redención. Recordad que en las vidas de los seguidores de Cristo deben verse la misma devoción y la misma sujeción a la obra de Dios de cada interés social y de cada afecto terreno, como se vio en su vida. Siempre hay que dar el lugar, el más destacado, a las pretensiones de Dios. “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí”. Mateo 10:37. La vida de Cristo constituye nuestro libro de texto. Su ejemplo debe inspirarnos a desplegar un esfuerzo incansable y abnegado para el bien de otros... CMC 57.1

Toda facultad de los siervos de Dios debe mantenerse en ejercicio continuo a fin de llevar a muchos hijos e hijas a Dios. En su servicio no ha de existir la indiferencia ni el egoísmo. Cualquier alejamiento de la abnegación hacia la complacencia, cualquier disminución de las súplicas fervientes por las obras del Espíritu Santo, significa que el enemigo recibe así tanto poder. Cristo está pasando revista a su iglesia. ¡Cuántos hay cuya vida religiosa constituye su propia condenación! CMC 57.2

Dios exige lo que no le damos: una consagración sin reserva. Si cada cristiano hubiera sido fiel a la promesa hecha al aceptar a Cristo, no se habría dejado en el mundo perecer a tantos en el pecado. ¿Quién responderá por las almas que han descendido a la tumba sin estar preparadas para encontrarse con su Señor? Cristo se ofreció como un sacrificio completo hecho en nuestro favor. ¡Con cuánto fervor trabajó para salvar a los pecadores! ¡Pero qué poco hemos hecho! ¡Cuán incansables fueron sus esfuerzos a fin de preparar a sus discípulos para el servicio! Y la influencia de lo poco que hemos hecho ha sido terriblemente debilitada por el efecto neutralizador de lo que hemos dejado sin hacer, o que una vez comenzamos sin nunca terminarlo, y por nuestros hábitos de descuidada indiferencia. ¡Cuánto hemos perdido por dejar de esforzarnos para cumplir nuestra obra dada por Dios! Como cristianos profesos deberíamos estar aterrados ante la perspectiva.—The Review and Herald, 30 de diciembre de 1902. CMC 57.3