Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Capítulo 64—Desplazando la responsabilidad sobre otros

Los hermanos observadores del sábado que desplazan la responsabilidad de su mayordomía hacia las manos de sus esposas, mientras ellos mismos son capaces de administrar la misma, son imprudentes, y esta transferencia desagrada a Dios. La mayordomía del esposo no puede transferirse a la esposa. Sin embargo esto se intenta en algunos casos, para gran perjuicio de ambos. CMC 347.1

Un esposo creyente algunas veces transfiere sus bienes a su compañera incrédula esperando complacerla por este medio, desarmar su oposición y finalmente inducirla a creer en la verdad. Pero esto no es ni más ni menos que un intento de comprar la paz, o de sobornar a la esposa para que crea en la verdad. Los recursos que Dios ha prestado para promover su causa, el esposo los transfiere a una que no tiene simpatía por la verdad. ¿Qué cuentas rendirá tal mayordomo cuando el gran Señor requiera lo que es suyo con los intereses? CMC 347.2

Los padres creyentes con frecuencia han transferido sus bienes a sus hijos incrédulos, y en esta forma han puesto fuera de su alcance la posibilidad de devolver a Dios las cosas que son suyas. Al obrar de este modo, deponen esa responsabilidad que Dios les ha dado, y colocan en las filas del enemigo los recursos que Dios les ha confiado para que se los devuelvan invirtiéndolos en su causa cuando él así lo requiera de ellos. CMC 347.3

No obran de acuerdo con la voluntad de Dios los padres que son capaces de administrar sus propios negocios y que abandonan el control de sus propiedades para entregarlo aun a hijos que son de la misma fe. Estos pocas veces poseen tanta devoción hacia la causa como deberían, y no han sido enseñados en la adversidad y la aflicción como para atribuir un gran valor al tesoro eterno y menos valor al tesoro terreno. Los recursos colocados en las manos de éstos constituyen el más grande de los males. Es una tentación para ellos colocar sus afectos sobre lo terrenal, confiar en los bienes, y pensar que necesitan muy poco más aparte de esto. Cuando entran en posesión de recursos que no han obtenido por sus propios esfuerzos, raras veces los utilizan sabiamente. CMC 348.1

El esposo que transfiere su propiedad a su esposa, abre para ella una amplia puerta a la tentación, sea ella creyente o incrédula. Si es creyente, y si es naturalmente tacaña, inclinada al egoísmo y tiene tendencia a adquirir, la lucha será mucho más difícil para ella con la mayordomía de su esposo y la suya propia. A fin de salvarse, debe vencer todos estos rasgos peculiares y malignos, e imitar el carácter del Señor divino, buscando la oportunidad de hacer bien al prójimo y de amar a otros tal como Cristo nos amó. Debería cultivar el precioso don del amor que nuestro Salvador poseía en tanta abundancia. Su vida se caracterizó por una dadivosidad noble y desinteresada. Toda su vida no fue manchada ni siquiera por un sólo acto egoísta. CMC 348.2

Cualesquiera sean los motivos del esposo, éste ha colocado una terrible piedra de tropiezo en el camino de su esposa, lo cual la estorbará en la lucha para vencer. Y si la transferencia se hace a los hijos, se producirán estos mismos males. Dios lee sus motivos. Si él es egoísta y ha hecho la transferencia para ocultar su codicia y excusarse por no hacer nada para promover la causa, la maldición del cielo seguramente seguirá a esta acción. CMC 348.3

Dios lee los propósitos y las intenciones del corazón, y prueba los motivos de los hijos de los hombres. Puede ser que no se manifieste su desagrado en forma visible como en el caso de Ananías y Safira, y sin embargo en el fin el castigo no será en ningún caso más liviano que el que se les infligió a ellos. Al tratar de engañar a los hombres, estaban mintiendo a Dios. “El alma que pecare, esa morirá”. Ezequiel 18:20... CMC 348.4

Los que se hacen la ilusión de que pueden transferir su responsabilidad sobre la esposa o los hijos, están siendo engañados por el enemigo. Una transferencia de bienes no disminuirá su responsabilidad. Son responsables por los recursos que el cielo ha confiado a su cuidado y de ningún modo podrán excusarse de esta responsabilidad, hasta que sean exonerados al devolver a Dios lo que él les había confiado.—Testimonies for the Church 1:528-530. CMC 349.1