Consejos Sobre la Salud

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Preparados para toda buena obra

El Señor escuchará y contestará la oración del médico cristiano, y éste podrá alcanzar una norma elevada si tan sólo se aferra de la mano de Cristo y decide no soltarla. Hay oportunidades doradas que se abren para el médico cristiano, porque puede ejercer una preciosa influencia sobre las personas con quienes se relaciona. Puede guiar y modelar las vidas de sus pacientes mediante el acto de presentarles los principios celestiales. CSI 337.1

El médico debiera dejar que los hombres vean que él no considera su obra como algo de poca importancia, sino como una obra elevada y noble, que lleva aparejada la sagrada responsabilidad de tratar tanto con las almas como con los cuerpos de aquellos por quienes Cristo pagó el precio infinito de su preciosísima sangre. Si el médico tiene la mente de Cristo, tendrá una disposición gozosa, esperanzada y feliz, pero no liviana. Comprenderá que los ángeles celestiales lo acompañan en el cuarto de los enfermos y encontrará palabras de verdad para sus pacientes, que los alegrarán y bendecirán. Su fe abundará en sencillez y en una confianza infantil en el Señor. Podrá repetir al alma arrepentida las amorosas promesas de Dios y así colocar la mano temblorosa de los afligidos en la mano de Cristo, para que encuentren descanso en Dios. CSI 337.2

En esta forma, mediante la gracia que le ha sido impartida, el médico cumplirá las expectativas que su Padre celestial tiene en él. En las operaciones delicadas y peligrosas, sabrá que Jesús se encuentra a su lado para aconsejarlo, fortalecerlo y habilitarlo para actuar con precisión y habilidad en sus esfuerzos por salvar la vida humana. Si la presencia de Dios no se manifiesta en el cuarto del enfermo, Satanás estará allí para sugerir experimentos peligrosos y procurará alterar los nervios para que la vida sea destruida y no salvada.* CSI 337.3

Un médico ocupa una posición muy importante porque tiene que ver con las almas mórbidas, las mentes enfermas y los cuerpos afligidos, más que el ministro del Evangelio. El médico puede presentar una norma del carácter cristiano, si habla en sazón y fuera de sazón. De este modo es un misionero para el Señor, que hace fielmente la obra del Maestro, y recibirá una recompensa en el momento debido. CSI 338.1

Que los cristianos sean reservados y no divulguen secretos a los incrédulos. Que no comuniquen ningún secreto que desmerezca al pueblo de Dios. Deben cuidar sus pensamientos y cerrar la puerta a la tentación. Deben trabajar como si estuvieran a la vista del Observador divino. Deben trabajar pacientemente, esperando que por la gracia de Cristo, puedan tener éxito en su profesión. Deben mantener en su lugar las barreras que el Señor ha erigido para su seguridad. Deben proteger sus corazones con toda diligencia, porque de ellos mana la vida, o la muerte. CSI 338.2

Un médico debiera atender estrictamente su trabajo profesional. No debiera permitir que nada aparte su mente de su obra, o distraiga su atención de las personas que se vuelven a él en busca de alivio del sufrimiento. Las palabras de seguridad y esperanza habladas oportunamente al que sufre, con frecuencia aliviarán su mente y ganarán un lugar de confianza para el médico. La bondad y la cortesía debieran manifestarse; pero la conversación común e insulsa que se oye de costumbre entre los que pretenden ser cristianos, no debiera escucharse en nuestras instituciones. La única forma como podemos llegar a ser verdaderamente corteses, sin afectación, sin familiaridad indebida, es beber en el Espíritu de Cristo, y obedecer esta orden: “Sed santos, porque yo soy santo”. 1 Pedro 1:16. Si obramos siguiendo los principios establecidos en la Palabra de Dios, no tendremos inclinación a manifestar una familiaridad indebida. CSI 338.3

Los obreros en nuestras instituciones debieran ser ejemplos vivientes de lo que desean que lleguen a ser los pacientes de la institución. Un espíritu correcto y una vida santa constituyen una instrucción constante para los demás. La cortesía vacía del mundo carece de valor a la vista de Aquel que pesa las acciones. No debieran existir parcialidad ni hipocresía. El médico debiera estar listo para llevar a cabo toda buena obra. Si su vida está oculta con Cristo en Dios, será un misionero en sentido más elevado. CSI 339.1

Cuando los médicos cristianos se encuentran juntos, deben comportarse como hijos de Dios. Deben comprender que han sido contratados para trabajar en la misma viña, por lo que destruirán las barreras egoístas. Manifestarán un profundo interés mutuo desprovisto de todo egoísmo. El que es un reformador puede realizar mucho bien al procurar que otros acepten la reforma. Mediante precepto y ejemplo puede ser un sabor de vida para vida. Si se pudiera descorrer la cortina, veríamos lo interesados que están los ángeles de Dios en las instituciones para el tratamiento de los enfermos. La obra que realiza el médico, mantenerse entre los vivos y los muertos, es de importancia especial. CSI 339.2

Dios ha puesto una gran obra en las manos de los médicos. Los afligidos hijos de los hombres se encuentran en cierta medida a su merced. Los pacientes observan con interés a los que cuidan de su bienestar físico. Estudian las acciones y las palabras, y hasta las expresiones del rostro del médico. El corazón del que sufre rebosa de gratitud cuando se alivia su dolor mediante los esfuerzos de su fiel médico. El paciente siente que su vida está en las manos del que lo atiende, y el médico o la enfermera pueden así comentar con él fácilmente los temas religiosos. Si el que sufre se encuentra bajo el control de la influencia divina, el médico o la enfermera cristianos pueden dejar caer suavemente las preciosas semillas de la verdad en el huerto del corazón. Pueden presentar la promesa de Dios ante los desvalidos. Si el médico práctica la religión, puede impartir la fragancia de la gracia divina al corazón ablandado y subyugado de la persona que sufre. Puede dirigir los pensamientos de su paciente hacia el Gran Médico. Puede presentar a Jesús al alma enferma por el pecado. CSI 339.3

Con frecuencia el médico es hecho un confidente y el paciente le cuenta sus aflicciones y pruebas. En esas ocasiones tiene oportunidades preciosas para pronunciar palabras de consuelo y seguridad en el temor y amor de Dios, y de impartir consejo cristiano. El médico debiera sentir un profundo amor por las almas por las cuales Cristo murió. Digo en el temor de Dios que únicamente el médico cristiano puede cumplir correctamente los deberes de esta profesión sagrada. CSI 340.1