Consejos Sobre la Salud

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Médico de males espirituales

La obra del médico cristiano no acaba al curar las dolencias del cuerpo; sus esfuerzos deben extenderse a las enfermedades de la mente, a salvar el alma. Tal vez no tenga el deber de presentar los puntos teóricos de la verdad a menos que se lo pidan, pero puede conducir a sus pacientes a Cristo. Las lecciones del divino Maestro son siempre apropiadas. Debe llamar la atención de los quejosos a las evidencias siempre nuevas del amor y el cuidado de Dios, a su sabiduría y bondad según se manifiestan en sus obras creadas. La mente puede entonces ser conducida por la naturaleza al Dios de la naturaleza, y concentrarse en el cielo que él ha preparado para los que le aman. CSI 320.3

El médico debe saber orar. En muchos casos debe intensificar el dolor para salvar la vida; y sea el paciente cristiano o no, siente mayor seguridad si sabe que su médico teme a Dios. La oración dará a los enfermos una confianza permanente; y muchas veces, si sus casos son presentados al gran Médico con humilde confianza, esto hará más para ellos que todas las drogas que se les puedan administrar. CSI 321.1

Satanás es el originador de la enfermedad; y el médico lucha contra su obra y poder. Por doquiera prevalece la enfermedad mental. El noventa por ciento de las enfermedades que sufren los hombres tienen su fundamento en esto. Puede ser que alguna aguda dificultad del hogar esté royendo como un cáncer el alma y debilitando las fuerzas vitales. A veces el remordimiento por el pecado mina la constitución y desequilibra la mente. Hay también doctrinas erróneas, como la de un infierno que arde eternamente y el tormento sin fin de los impíos, que, al presentar ideas exageradas y distorsionadas del carácter de Dios, han producido el mismo resultado en las mentes sensibles. Los incrédulos han sacado partido de estos casos desgraciados para atribuir la locura a la religión. Pero ésta es una grosera calumnia, y no les agradará tener que enfrentarla algún día. Lejos de ser causa de locura, la religión de Cristo es uno de sus remedios más eficaces; porque es un calmante poderoso para los nervios. CSI 321.2

El médico necesita sabiduría y poder más que humanos para saber atender a los muchos casos aflictivos de enfermedades de la mente y del corazón que está llamado a tratar. Si ignora el poder de la gracia divina, no puede ayudar al afligido, sino que agravará la dificultad; pero si tiene firme confianza en Dios, podrá ayudar a la mente enferma y perturbada. Podrá dirigir sus pacientes a Cristo, enseñarles a llevar todos sus cuidados y perplejidades al gran Portador de cargas. CSI 321.3

Dios ha señalado la relación que hay entre el pecado y la enfermedad. Ningún médico puede ejercer durante un mes sin ver esto ilustrado. Tal vez pase por alto el hecho; su mente puede estar tan ocupada en otros asuntos que no se dé cuenta de ello; pero si quiere observar sinceramente, no podrá menos que reconocer que el pecado y la enfermedad llevan entre sí una relación de causa a efecto. El médico debe reconocer pronto este hecho y actuar de acuerdo con él. Después de conquistar la confianza de los afligidos al aliviar sus sufrimientos, y de rescatarlos del borde de la tumba, puede enseñarles que la enfermedad es el resultado del pecado; y que es el enemigo caído el que procura inducirlos a seguir prácticas que destruyen la salud y el alma. Puede inculcar en sus mentes la necesidad de abnegación y de obedecer a las leyes de la vida y la salud. Especialmente en la mente de los jóvenes puede implantar los principios correctos. CSI 322.1

Dios ama a sus criaturas con un amor a la vez tierno y fuerte. Ha establecido las leyes de la naturaleza; pero sus leyes no son exigencias arbitrarias. Cada “No harás,” sea en la ley física o moral, contiene o implica una promesa. Si obedecemos, las bendiciones acompañarán nuestros pasos; si desobedecemos, habrá como resultado peligro y desgracia. Las leyes de Dios están destinadas a acercar más a sus hijos a él. Los salvará del mal y los conducirá al bien, si quieren ser conducidos; pero nunca los obligará... CSI 322.2

Los médicos que aman y temen a Dios son pocos comparados con los infieles y los abiertamente irreligiosos; y se debe buscar la ayuda de los primeros en lugar de preferir a los últimos. Bien se puede desconfiar del médico que no tiene temor de Dios. Ante él se abre una puerta hacia la tentación, y el astuto enemigo le sugerirá la comisión de pensamientos y acciones bajos. Únicamente el poder de la gracia divina puede aquietar la pasión turbulenta y fortalecer contra el pecado. A los que son moralmente corruptos no les faltan oportunidades para mancillar las mentes puras. ¿Pero cómo se presentará el médico licencioso en el día de Dios? Mientras profesaba cuidar a los enfermos, ha traicionado sus responsabilidades sagradas. Ha degradado tanto el alma como el cuerpo de las criaturas del Señor y ha encaminado sus pies por el sendero que conduce a la perdición. ¡Cuán terrible es tener que confiar a nuestros seres amados en las manos de hombres impuros, que pueden envenenar las costumbres y arruinar el alma! ¡Cuán fuera de lugar está junto a la cama del enfermo el médico que no tiene temor de Dios! CSI 322.3