Capítulo 25—La enseñanza por la naturaleza
Aunque la Biblia debe ocupar el primer lugar en la educación de los niños y jóvenes, el libro de la naturaleza le sigue en importancia. Las obras creadas por Dios testifican de su amor y poder. El ha llamado al mundo a la existencia, con todo lo que contiene. Dios ama lo bello; y en el mundo que ha preparado para nosotros, no sólo nos ha dado todo lo necesario para nuestra comodidad, sino que ha llenado los cielos y la tierra de belleza. Vemos su amor y cuidado en los ricos campos del otoño, y su sonrisa en la alegre luz del sol. Su mano ha hecho las rocas como castillos y las sublimes montañas. Los altos árboles crecen a su orden; él ha extendido la verde y aterciopelada alfombra de la tierra, y la ha tachonado de arbustos y flores.
CM 177.1
¿Por qué revistió él la tierra y los árboles de verde vivo, en vez de un marrón oscuro y sombrío? ¿No es acaso para que fuesen más agradables a la vista? ¿Y no se llenará nuestro corazón de gratitud al ver las evidencias de su sabiduría y amor en las maravillas de su creación?
CM 177.2
La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue manifestándose en el sostenimiento del universo y en la continuación de las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios guía los planetas en su marcha ordenada a través de los cielos. No se debe a un poder inherente que la tierra continúe su movimiento en derredor del sol año tras año, y produzca sus bendiciones. La palabra de Dios controla los elementos. El cubre los cielos de nubes y prepara lluvia para la tierra. Hace fructíferos los valles, y “hace a los montes producir hierba”. Salmos 147:8. Por su poder florece la vegetación, aparecen las hojas y se abren las flores.
CM 177.3
Todo el mundo natural está destinado a ser intérprete de las cosas de Dios. Para Adán y Eva en su hogar del Edén, la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios, rebosante de instrucción divina. Para sus oídos atentos, hacía repercutir la voz de la sabiduría. La sabiduría hablaba al ojo y era recibida en el corazón; porque ellos comulgaban con Dios en sus obras creadas. Tan pronto como la santa pareja transgredió la ley del Altísimo, el esplendor del rostro de Dios se apartó de la faz de la naturaleza. Esta, ahora está arruinada y mancillada por el pecado. Pero las lecciones objetivas de Dios no se han obliterado; aun ahora, cuando se la estudia e interpreta correctamente, habla de su Creador...
CM 178.1
La manera más eficaz de enseñar acerca de Dios a los paganos que no le conocen, es por medio de sus obras. De esta manera, mucho más fácilmente que por cualquier otro método, puede hacérseles comprender la diferencia que hay entre sus ídolos, obras de sus manos, y el verdadero Dios, el Hacedor de los cielos y la tierra... En estas lecciones que provienen directamente de la naturaleza, hay una sencillez y pureza que las hacen del más alto valor para otros, además de los paganos. Los niños y los jóvenes, y todas las clases de alumnos, necesitan las lecciones que se derivan de esta fuente. La belleza de la naturaleza, por sí misma, aparta al alma del pecado y de las atracciones mundanas, y la lleva hacia la pureza, la paz y Dios.
CM 178.2
Por esta razón, el cultivo del suelo es un buen trabajo para los niños y jóvenes. Los pone en contacto directo con la naturaleza y el Dios de ella. Y para que tengan esta ventaja, debe haber, en cuanto sea posible, en relación con nuestras escuelas, grandes jardines y extensos terrenos para el cultivo.
CM 178.3
Una educación recibida en tal ambiente está de acuerdo con las indicaciones que Dios ha dado para la instrucción de los jóvenes; pero está en directo contraste con los métodos empleados en la mayoría de las escuelas... La mente de los jóvenes se ha ocupado con libros de ciencia y filosofía, donde las espinas del escepticismo están tan sólo parcialmente ocultas; con historias de cuentos de hadas, vagos y fantásticos; o con las obras de autores que, aunque escriben acerca de temas bíblicos, entretejen con ellos sus interpretaciones caprichosas. La enseñanza de tales libros es semilla sembrada en el corazón. Crece, lleva fruto, y se produce una abundante mies de incredulidad. El resultado se ve en la depravación de la familia humana.
CM 178.4
Un regreso a métodos más sencillos será apreciado por los niños y jóvenes. El trabajo en el jardín y el campo proporcionará un cambio agradable de la rutina cansadora de lecciones abstractas a las cuales no se debieran nunca limitar las mentes juveniles. Será especialmente valioso para los niños y los jóvenes nerviosos que hallan agotadoras y difíciles de recordar las lecciones de los libros. Hay salud y felicidad para ellos en el estudio de la naturaleza; y las impresiones hechas no se desvanecerán de su mente, porque quedarán asociadas con objetos que están continuamente delante de sus ojos.
CM 179.1
En el mundo natural, Dios ha puesto en las manos de los hijos de los hombres la llave que ha de abrir el alfolí de su Palabra. Lo invisible queda ilustrado por lo que se ve; la sabiduría divina, la verdad eterna y la gracia infinita se entienden por las cosas que Dios ha hecho. Por lo tanto, permítase a los niños y a los jóvenes que se familiaricen con la naturaleza y sus leyes. Desarróllese la mente hasta el máximo de su capacidad, y adiéstrense las facultades físicas para los deberes prácticos de la vida. Pero enseñadles también que Dios ha hecho hermoso este mundo porque se deleita en nuestra felicidad; y que está preparando para nosotros un hogar más hermoso aún en aquel mundo donde no habrá más pecado. La Palabra de Dios declara: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2:9.
CM 179.2
Especialmente los niñitos debieran acercarse a la naturaleza. En vez de aherrojarlos con las modas, déjeselos libres como los corderitos, para que jueguen bajo los dulces y alegres rayos solares. Mostradles los arbustos y las flores, la humilde yerba y los altos árboles, y dejadlos familiarizarse con sus hermosas, múltiples y delicadas formas. Enseñadles a ver la sabiduría y el amor de Dios en sus obras creadas; y mientras sus corazones se ensanchen de gozo y amor agradecido, dejadlos unirse a las aves en sus cantos de alabanza.
CM 180.1
Educad a los niños y jóvenes a considerar las obras del gran Artífice y Maestro y a imitar las gracias atrayentes de la naturaleza en la edificación de su carácter. A medida que el amor de Dios conquiste sus corazones, dejadlos impregnar sus vidas con la hermosura de la santidad. Así usarán sus capacidades para beneficiar a otros y para honrar a Dios. Special Testimonies on Education, 58-62; escrito el 20 de mayo de 1896.
CM 180.2
La naturaleza está llena de las lecciones del amor de Dios. Correctamente comprendidas, ellas conducen al Creador. Llevan de la naturaleza al Dios de la naturaleza, enseñando aquellas sencillas y santas verdades que purifican la mente, y la ponen en íntima relación con Dios.
CM 180.3
El gran Maestro ordena a la naturaleza que refleje la luz que inunda el umbral del cielo, para que hombres y mujeres puedan ser inducidos a obedecer su palabra. Y la naturaleza cumple la orden del Creador. Para el corazón enternecido por la gracia de Dios, el sol, la luna, las estrellas, los altos árboles, las flores del campo, emiten su palabra de consejo y advertencia. La siembra de la semilla recuerda a la mente la siembra espiritual. El árbol se yergue y declara que un buen árbol no puede llevar malos frutos, ni un árbol malo llevar buenos frutos. “Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Aun la cizaña tiene una lección que enseñar. Es siembra de Satanás, y si se la deja crecer libremente, arruinará el trigo por su desarrollo sin freno.
CM 180.4
Cuando el hombre está reconciliado con Dios, las cosas de la naturaleza le dirigen palabras de sabiduría celestial, dando testimonio de la verdad eterna de la Palabra de Dios. A medida que Cristo nos da el significado de las cosas que hay en la naturaleza, la ciencia de la verdadera religión irradia y explica la relación que tiene la ley de Dios con el mundo natural y el espiritual.
CM 181.1
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La golondrina y la cigüeña obedecen los cambios de las estaciones. Migran de un país a otro para hallar un clima adecuado a su conveniencia y felicidad, según el Señor quiso que lo hicieran. Son obedientes a las leyes que gobiernan sus vidas. Pero los seres formados a la imagen de Dios no le honran obedeciendo a las de la naturaleza. Despreciando las leyes que gobiernan el organismo humano, se descalifican para servir a Dios. El les manda advertencias por violar las leyes de la vida; pero el hábito es fuerte, y ellos no quieren escucharle. Sus días se llenan de dolor corporal e inquietud mental, porque están resueltos a seguir los malos hábitos y las malas prácticas. No quieren razonar de causa a efecto; sacrifican la salud, la paz y la felicidad a su ignorancia y egoísmo.
CM 181.2
El sabio dirige estas palabras al indolente: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. Proverbios 6:6-8. Las habitaciones que las hormigas se construyen, demuestran habilidad y perseverancia. Pueden manejar un solo granito a la vez, pero por la diligencia y la perseverancia realizan maravillas.
CM 181.3
Salomón señala la laboriosidad de la hormiga como un reproche para los que malgastan horas en la ociosidad y las prácticas que corrompen el alma y el cuerpo. La hormiga hace provisión para las estaciones futuras; pero muchos seres dotados de facultades de raciocinio no se preparan para la vida futura inmortal.
CM 182.1
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El sol, la luna, las estrellas, las rocas sólidas, el arroyo que corre, el amplio y agitado océano, enseñan lecciones que todos harían bien en escuchar.
CM 182.2
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CM
Consejos para los Maestros
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