Consejos para los Maestros

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Capítulo 20—Nuestra responsabilidad

No hay nada de mayor importancia que la educación de nuestros niños y jóvenes. La iglesia debe despertarse, y manifestar un profundo interés en esta obra; porque ahora como nunca antes, Satanás y su hueste están determinados a alistar a la juventud bajo el negro estandarte que conduce a la ruina y a la muerte. CM 157.1

Dios ha designado a la iglesia como atalaya, para que ejerza un cuidado celoso sobre los jóvenes y niños, y que como centinela vea cómo se acerca el enemigo y advierta del peligro. Pero la iglesia no comprende la situación. Duerme estando de guardia. En este tiempo de peligro, los padres deben despertarse y trabajar como por su vida, o muchos de los jóvenes se perderán para siempre. CM 157.2

Aunque debemos hacer esfuerzos fervientes por las masas que nos rodean, y hacer avanzar la obra en los campos extranjeros, ningún caudal de trabajo en este ramo puede sernos una disculpa por descuidar la educación de nuestros niños y jóvenes. Se los ha de educar para que lleguen a ser obreros de Dios. Tanto los padres como los maestros, por su precepto y ejemplo, han de inculcar los principios de la verdad y honradez en la mente y el corazón de los jóvenes, a fin de que lleguen a ser hombres y mujeres tan fieles a Dios y a su causa como el acero. CM 157.3

Los padres y maestros no aprecian la magnitud de la obra que les ha sido confiada en la preparación de los jóvenes. La experiencia de los hijos de Israel fue escrita para nosotros “a quienes han alcanzado los fines de los siglos” 1 Corintios 10:11. Como en su tiempo, ahora quiere el Señor que saquemos a los niños de escuelas donde prevalecen las influencias mundanales, y los coloquemos en nuestras propias escuelas, donde la Palabra de Dios es el fundamento de la educación. CM 157.4

Si alguna vez hemos de trabajar con fervor, es ahora. El enemigo nos está apremiando por todos lados, como una inundación. Únicamente el poder de Dios puede salvar a nuestros hijos de ser arrebatados por la marea del mal. La responsabilidad que descansa sobre padres, maestros y miembros de las iglesias, en cuanto a hacer su parte cooperando con Dios, es mayor de lo que puede expresarse en palabras. CM 158.1

Preparar a los jóvenes para que lleguen a ser fieles soldados del Señor Jesucristo es la obra más noble que haya sido confiada alguna vez al hombre. Únicamente deben ser escogidos como maestros de las escuelas de iglesia hombres y mujeres devotos y consagrados, que amen a los niños y puedan ver en ellos almas que tienen que salvarse para el Maestro. Los maestros que estudian la Palabra de Dios como se debe sabrán algo del valor que tienen las almas confiadas a su cuidado, y de ellos recibirán los niños una verdadera educación cristiana. CM 158.2

En las escenas finales de la historia de esta tierra, muchos de estos niños y jóvenes asombrarán a la gente por su testimonio de la verdad, que darán con sencillez, pero con espíritu y poder. Se les habrá enseñado el temor de Jehová y su corazón habrá sido enternecido por un estudio cuidadoso de la Biblia, acompañado de oración. En el cercano futuro, muchos niños serán dotados del Espíritu de Dios, y harán en la proclamación de la verdad al mundo, una obra que en aquel entonces no podrán hacer los miembros adultos. CM 158.3

El Señor quiere usar la escuela de iglesia para ayudar a los padres en la educación y preparación de sus hijos para el tiempo que nos espera. Por lo tanto, dedíquese la iglesia con fervor a la obra de esta escuela, y haga de ella lo que el Señor quiere que sea. CM 158.4

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No podemos permitir que se separe la preparación espiritual de la intelectual. Bien pueden los padres temer la grandeza intelectual para sus hijos, a menos que sea equilibrada por un conocimiento de Dios y sus caminos. Esto forma la base de todo verdadero conocimiento. En lugar de una rivalidad profana en busca de honores terrenales, sientan nuestros estudiantes la más alta ambición de salir de su vida escolar como misioneros para Dios, educadores que enseñarán lo que han aprendido. Los estudiantes que salgan de la escuela con este propósito, atraerán a Cristo no solamente a hombres y mujeres, sino también a niños y jóvenes. Harán en el mundo una obra que no podrá ser contrarrestada por todas las potestades del mal. CM 159.1

Maestros, despertad y ved vuestras responsabilidades, vuestros privilegios. Bien podéis preguntar: “¿Quién basta para estas cosas?” “Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9), es la promesa del gran Maestro. Si no le tenéis en cuenta, ni buscáis su ayuda, vuestra tarea es verdaderamente desesperada. Pero en su sabiduría y fuerza podéis alcanzar noblemente el éxito. CM 159.2