Consejos para los Maestros

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El peligro de la educación mundana

Muchos de los que colocan a sus hijos en nuestras escuelas tendrán grandes tentaciones porque desean para ellos lo que el mundo considera la educación más esencial. A los tales quiero decirles: Presentad a vuestros hijos la sencillez de la Palabra, y ellos estarán seguros. Este Libro es el fundamento de todo verdadero conocimiento. La más alta educación que pueden recibir consiste en aprender a añadir a su “fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan—declara la Palabra de Dios—, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo... porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 2 Pedro 1:5-11. CM 16.1

Cuando se pone a un lado la Palabra de Dios, por libros que apartan del Señor y confunden el entendimiento acerca de los principios del reino de los cielos, la educación impartida es una perversión del vocablo. A menos que el estudiante reciba alimento mental puro, cabalmente limpio de todo lo que se llama “educación superior” y está impregnado de incredulidad, no puede conocer verdaderamente a Dios. Únicamente los que cooperan con el cielo en el plan de salvación, pueden saber lo que significa en su sencillez la verdadera educación. CM 16.2

Los que procuran la que el mundo estima tanto, se ven gradualmente alejados de los principios de la verdad, hasta llegar a ser personas educadas mundanalmente. ¡Y qué precio han pagado por su educación! Se han apartado del Santo Espíritu de Dios. Han preferido aceptar lo que el mundo llama conocimiento en lugar de las verdades que Dios ha confiado a los hombres por sus ministros, apóstoles y profetas. CM 17.1

Y hay personas que, habiendo obtenido esta educación mundana, creen que pueden introducirla en nuestras escuelas. Existe el constante peligro de que los que trabajan en nuestras escuelas y sanatorios alberguen la idea de que deben ponerse a la par del mundo, estudiar las cosas que el mundo estudia, y familiarizarse con las cosas comunes para el mundo. Cometeremos graves errores a menos que dediquemos especial atención al estudio de la Palabra. En nuestras escuelas la Biblia no debe introducirse entre enseñanzas de la incredulidad. Debe ser el fundamento y la materia principal de la educación. Es verdad que sabemos mucho más de esta Palabra de lo que sabíamos en lo pasado, pero tenemos todavía mucho que aprender. CM 17.2

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Aquel con quien están “la sabiduría y el poder”, y de cuya boca “viene el conocimiento y la inteligencia”, imparte la verdadera educación superior. Job 12:13; Proverbios 2:6. Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de Dios. Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier cosa que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos con el sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente del hombre se pone en comunión con la mente de Dios, lo finito con lo infinito. El efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo y el alma sobrepasa todo cálculo. La Educación, 12. CM 17.3

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En el Maestro enviado de Dios halla su centro toda verdadera obra educativa. De la obra de hoy, lo mismo que de la que estableció hace mil ochocientos años, el Salvador dice: “Yo soy el primero y el último”. “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin”. Apocalipsis 1:17; 21:6. CM 18.1

En presencia de semejante Maestro, de semejante oportunidad para obtener educación divina, es una necedad buscar una educación fuera de él, esforzarse por ser sabio, aparte de la Sabiduría; ser sincero, mientras se rechaza la Verdad; buscar iluminación aparte de la Luz, y existencia sin la Vida; apartarse del Manantial de aguas vivas, y cavar cisternas rotas que no pueden contener agua. La Educación, 79. CM 18.2

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Amados maestros, cuando consideréis vuestra necesidad de fuerza y dirección, necesidad que ninguna fuente humana puede suplir, os ruego que penséis en las promesas de Aquel que es un maravilloso Consejero. “He aquí—dice—, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”. Apocalipsis 3:8. “Clama a mí, y yo te responderé”. “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. Jeremías 33:3; Salmos 32:8. “He aquí que estoy yo con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo”. Mateo 28:20, VM. Como la preparación superior para vuestro trabajo os aconsejo las palabras, la vida, los métodos del Príncipe de los maestros. Os ruego que le consideréis. El es vuestro verdadero ideal. Contempladlo, meditad en él, hasta que el Espíritu del Maestro divino tome posesión de vuestro corazón y vuestra vida. “Mirando... en un espejo la gloria del Señor”, seréis transformados “en la misma semejanza”. 2 Corintios 3:18. Este es el secreto del poder sobre vuestros alumnos. Reflejad a Cristo. La Educación, 273, 274. CM 18.3

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El progreso en la verdadera educación no armoniza con el egoísmo. El verdadero conocimiento proviene de Dios, y vuelve a él. Sus hijos han de recibir para poder dar a su vez. Los que por la gracia de Dios han recibido beneficios intelectuales y espirituales, deben llevar a otros consigo a medida que avanzan hacia una excelencia superior. Y esta obra, hecha en beneficio de los demás, tendrá la cooperación de agentes invisibles. A medida que continuemos fielmente el trabajo, tendremos altas aspiraciones de justicia, santidad, y un conocimiento perfecto de Dios. En esta vida nos hacemos completos en Cristo, y llevaremos con nosotros a los atrios celestiales nuestras capacidades aumentadas. CM 19.1