Consejos para los Maestros

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Capítulo 12—Comportamiento de los estudiantes

Los estudiantes que profesan amar a Dios y obedecer la verdad deben poseer un grado de dominio propio y fortaleza en los principios religiosos que los habilite para permanecer inconmovibles en medio de las tentaciones y para destacarse por Jesús en el colegio, en sus casas de pensión o dondequiera que estén. La religión no está destinada a ser llevada simplemente como un manto en la casa de Dios; los principios religiosos deben caracterizar toda la vida. Los que están bebiendo de la fuente de la vida no manifestarán, como los mundanos, un deseo vehemente de cambio y de placer. En su comportamiento y carácter se verán el reposo, la paz y la felicidad que han hallado en Jesús, echando diariamente sus perplejidades y cargas a sus pies. Demostrarán que en la senda de la obediencia y el deber hay contentamiento y gozo. Ejercerán sobre sus condiscípulos una influencia que sentirá toda la escuela. CM 95.1

Los que componen este ejército fiel, refrigerarán y fortalecerán a los maestros, al apagar toda especie de infidelidad, discordia y negligencia en cuanto a cumplir las reglas y los reglamentos. Su influencia será salvadora, y sus obras no perecerán en el gran día de Dios, sino que los seguirán al mundo futuro; y el ejemplo de su vida terrenal se hará sentir a través de las edades sin fin de la eternidad. Un joven ferviente, concienzudo y fiel en una escuela es un tesoro inestimable. Los ángeles del cielo lo miran con amor, y en el libro mayor del cielo se registra toda obra de justicia, cada tentación resistida, cada mal vencido. Ese joven está echando un buen fundamento para el futuro, a fin de poder obtener la vida eterna. CM 95.2

De los jóvenes cristianos depende en gran medida la conservación y perpetuidad de las instituciones que Dios dispuso como medio de hacer progresar su obra. Nunca hubo un período en el cual, de una generación de hombres, dependiesen resultados tan importantes. Por lo tanto, ¡cuán importante es que los jóvenes estén calificados para esta gran obra, a fin de que Dios pueda usarlos como instrumentos suyos! Su Hacedor tiene sobre ellos derechos que superan a todos los demás. CM 96.1

Dios es quien ha dado la vida, y toda dote física y mental que posean los jóvenes. Les ha concedido capacidades que ellos pueden perfeccionar sabiamente, a fin de hacer una obra tan duradera como la eternidad. En reconocimiento de sus grandes dones, él pide que cultiven y ejerciten debidamente las facultades intelectuales y morales. No les dio estas facultades simplemente para que se divirtieran, ni para que abusaran de ellas obrando contra su voluntad y su providencia, sino para hacer progresar el conocimiento de la verdad y la santidad en el mundo. En respuesta a su continua e infinita benevolencia y misericordia, él reclama su bondad, su veneración y su amor. El requiere con justicia obediencia a sus leyes y a todos los reglamentos sabios que refrenarán y protegerán a la juventud contra las trampas de Satanás, y la conducirán por sendas de paz. CM 96.2

El carácter desenfrenado y temerario de muchos jóvenes de esta época del mundo causa pena. Si los jóvenes pudiesen ver que al cumplir con las leyes y reglamentos de nuestras instituciones no están haciendo sino algo que mejorará su posición en la sociedad, elevará su carácter, ennoblecerá su mente y acrecentará su felicidad, no se rebelarían contra las reglas justas y los requisitos sanos, ni se dedicarían a crear sospechas y prejuicios contra estas instituciones. CM 96.3

Con energía y fidelidad los jóvenes deben arrostrar las exigencias que se les hacen; y eso será una garantía de éxito. Los jóvenes que nunca hayan triunfado en los deberes temporales de la vida estarán igualmente sin preparación para dedicarse a los deberes superiores. La experiencia religiosa se obtiene solamente por el conflicto, por los chascos, por severa disciplina propia y por la oración ferviente. Los pasos que llevan hacia el cielo deben darse uno a la vez; y cada paso nos da fuerza para el siguiente. CM 96.4