Capítulo 79—Los jóvenes han de llevar cargas
“Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno”. 1 Juan 2:14.
CM 521.1
A fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. El ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. Para hacer planes con mente clara y ejecutarlos con mano valerosa, se requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud, para que por el ejercicio de sus poderes, por reflexión aguda y acción vigorosa, le tributen gloria, e impartan salvación a sus semejantes.
CM 521.2
En vista de su alta vocación, nuestros jóvenes no tienen que buscar diversiones ni vivir para la complacencia egoísta. La salvación de las almas debe ser el motivo que los inspire a obrar. En la fuerza que Dios les ha dado, han de elevarse por encima de todo hábito esclavizador y degradante. Deben medir bien la senda de sus pies, recordando que adonde ellos vayan, otros los seguirán. Nadie vive para sí; todos ejercen una influencia para bien o para mal. Debido a esto, el apóstol exhorta a los jóvenes a ser sobrios y serios. ¿Cómo pueden ser de otra manera si recuerdan que han de ser colaboradores con Cristo, participartes con él de su abnegación y sacrificio, de su longanimidad y benevolencia misericordiosa?
CM 521.3
A los jóvenes de hoy, tan ciertamente como a Timoteo, se dirigen las palabras: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz”. 2 Timoteo 2:15, 22. “Sé ejemplo de los fieles en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. 1 Timoteo 4:12.
CM 521.4
Los que entre nosotros han estado llevando cargas van siendo segados por la muerte. Muchos de los que estuvieron al frente, realizando las reformas instituidas por nosotros como pueblo, han pasado ya el meridiano de la vida, y están decayendo en su fuerza física y mental. Con la más profunda preocupación se puede preguntar: ¿Quiénes ocuparán sus puestos? ¿A quiénes serán confiados los intereses vitales de la iglesia cuando caigan los actuales portaestandartes? No podemos sino mirar ansiosamente a los jóvenes de hoy como quienes deben llevar las cargas y responsabilidades. Ellos deben reanudar la obra donde otros la dejan, y su conducta determinará si la moralidad, la religión y la piedad vital prevalecerán, o si la inmoralidad y la incredulidad corromperán y agostarán todo lo valioso.
CM 522.1
Los que tienen más edad deben enseñar a los jóvenes, por el precepto y el ejemplo, a desempeñar los requerimientos que les hacen la sociedad y su Hacedor. Sobre estos jóvenes han de recaer graves responsabilidades. La cuestión es: ¿Son ellos capaces de gobernarse a sí mismos y mantenerse de pie en la pureza de la virilidad que Dios les dio, aborreciendo todo lo que sepa a maldad?
CM 522.2
Nunca antes hubo tanto en juego; nunca dependieron resultados tan importantes de una generación, como de la que ahora entra en el escenario de acción. Ni por un momento deben pensar los jóvenes que pueden ocupar aceptablemente algún puesto de confianza sin un buen carácter. Sería tan razonable esperar cosechar uvas de los espinos, o higos de los cardos.
CM 522.3
Un buen carácter debe construirse ladrillo tras ladrillo. Estas características que habilitan a los jóvenes a trabajar con éxito en la causa de Dios deben ser obtenidas por el ejercicio diligente de sus facultades, por el aprovechamiento de toda ventaja que la Providencia les da, y por su relación con la Fuente de toda sabiduría. No deben quedar satisfechos con una norma baja. Tanto el carácter de José como el de Daniel son buenos modelos para ellos, y en la vida del Salvador tienen un dechado perfecto.
CM 522.4
A todos se les da oportunidad de desarrollar el carácter. Todos pueden ocupar sus puestos señalados en el gran plan de Dios. El Señor aceptó a Samuel desde su infancia porque su corazón era puro. Había sido dado a Dios como ofrenda consagrada, y el Señor hizo de él un conducto de luz. Si los jóvenes de hoy quieren consagrarse como fue consagrado Samuel, el Señor los aceptará y los empleará en su obra. Acerca de su vida podrán decir con el salmista: “Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas”. Salmos 71:17.
CM 523.1
Los jóvenes deberán pronto llevar las cargas que están llevando ahora los obreros de más edad. Hemos perdido tiempo y descuidado de impartir a los jóvenes una educación sólida y práctica. La causa de Dios está progresando constantemente, y debemos obedecer la orden: Avanzad. Se necesitan jóvenes que no sean arrastrados por las circunstancias, que anden con Dios, oren mucho, y hagan esfuerzos fervientes para obtener toda la luz que puedan.
CM 523.2
El que trabaja para Dios debe emplear las más altas energías mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios le han dotado; pero el éxito será proporcional al grado de consagración y abnegación con que haga su obra, más bien que a sus dotes naturales o adquiridas. Necesita hacer un esfuerzo continuo y ferviente para adquirir la preparación que lo hará útil; pero a menos que Dios obre con la humanidad, ésta no puede realizar bien alguno. La gracia divina es el gran elemento del poder salvador; sin ella todo esfuerzo humano es inútil.
CM 523.3
Siempre que el Señor tiene una obra que hacer, pide, no sólo oficiales de comando, sino toda clase de obreros. Hoy está llamando a jóvenes, fuertes y activos de mente y cuerpo. Desea que ellos aporten las facultades sanas y vigorosas de su cerebro, sus huesos y músculos al conflicto contra los principados, las potestades y las malicias espirituales en las alturas. Pero deben tener la preparación necesaria. Algunos jóvenes que no tienen idoneidad para la obra insisten para que se los acepte en ella. No comprenden que necesitan ser enseñados antes que ellos puedan enseñar. Mencionan a hombres que tuvieron poca preparación y que han trabajado con cierta medida de éxito. Pero si estos hombres tuvieron éxito fue porque pusieron su corazón y alma en la obra. Y ¡cuánto más eficaces podrían haber sido sus labores si desde el principio hubiesen recibido una preparación adecuada!
CM 524.1
La causa de Dios necesita hombres eficientes. La educación y adiestramiento son considerados correctamente como una preparación esencial para la vida comercial; y cuánto más esencial es la preparación cabal para la obra de presentar el último mensaje de misericordia al mundo. Esta preparación no puede adquirirse solamente por escuchar la predicación. En nuestras escuelas, los jóvenes deben llevar cargas para Dios. Han de recibir una preparación cabal bajo maestros experimentados. Necesitan hacer el mejor uso posible de su tiempo en el estudio, y poner en práctica el conocimiento adquirido. Se necesita estudio y trabajo arduo para tener éxito como ministro o como obrero en cualquier ramo de la causa de Dios. Nada que no sea un cultivo constante desarrollará el valor de los dones que Dios ha concedido para que sean sabiamente aprovechados.
CM 524.2
A menudo se ocasiona un gran perjuicio a nuestros jóvenes permitiéndoles que comiencen a predicar cuando aún no tienen suficiente conocimiento de las Escrituras para presentar nuestra fe de una manera inteligente. Algunos de los que entran en el campo son novicios en las Escrituras. En otras cosas son también incompetentes y deficientes. No pueden leer las Escrituras sin vacilar, pronunciar mal las palabras, y acumularlas de tal manera que maltratan la Palabra de Dios. Los que no pueden leer correctamente deben aprender a hacerlo, y necesitan hacerse aptos para enseñar antes de intentar ponerse frente a un auditorio.
CM 524.3
Los maestros de nuestras escuelas están obligados a aplicarse debidamente al estudio, a fin de prepararse para instruir a otros. Estos maestros no son aceptados hasta haber pasado un examen crítico, y su capacidad para enseñar debe ser probada por jueces competentes. No debiera ejercerse menos cautela en el examen de los ministros; los que están por ingresar en la obra sagrada de enseñar la verdad bíblica al mundo, deben ser examinados cuidadosamente por hombres fieles y experimentados.
CM 525.1
La enseñanza impartida en nuestras escuelas no ha de ser la misma que se da en otros colegios y seminarios. No ha de ser de un orden inferior; el conocimiento esencial destinado a preparar a un pueblo que pueda subsistir en el gran día de Dios debe ser considerado como el tema de suma importancia. Los estudiantes han de ser aptos para servir a Dios, no solamente en esta vida, sino en la futura. El Señor requiere que nuestras escuelas preparen alumnos para el reino hacia el cual se dirigen. Así estarán preparados para participar en la santa y feliz armonía de los redimidos.
CM 525.2
Muchos maestros corren el peligro de mecanizar su enseñanza. Hay peligro de que un servicio ceremonial reemplace la obra genuina que debe hacerse en el corazón. En tal caso la religión llegará a ser poco más que una forma. Los estudiantes de nuestras escuelas y los miembros de nuestras iglesias necesitan algo más profundo que esto. Una religión intelectual no satisfará el alma. La preparación intelectual no debe ser descuidada, pero no basta. A los estudiantes se les debe enseñar que están en este mundo para prestar servicio a Dios. Hay que enseñarles a poner su voluntad de parte de la voluntad de Dios.
CM 525.3
Ocupen ahora prestamente sus lugares en la obra del Señor los que han sido preparados para el servicio. Se necesitan quienes trabajen de casa en casa. El Señor pide que se hagan esfuerzos decididos en lugares donde la gente no conoce la verdad bíblica. Se necesita cantar, orar y dar estudios bíblicos en los hogares de la gente. Ahora, ahora mismo, es el momento de obedecer a la comisión: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Mateo 28:20. Los que hagan esta obra deben tener un conocimiento apropiado de las Escrituras. El “Escrito está” debe ser su arma de defensa. Dios nos ha dado luz respecto a su Palabra, para que podamos dar esta luz a nuestros semejantes. La verdad pronunciada por Cristo alcanzará los corazones. Un “Así dice el Señor” caerá en el oído con poder, y fructificará dondequiera que se preste un servicio honrado. (Escrito en 1882.)
CM 526.1
162
CM
Consejos para los Maestros
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