Consejos para los Maestros

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El peligro que entrañan los maestros sabios según el mundo

Todos los tesoros del cielo fueron confiados a Jesucristo, a fin de que impartiese estos preciosos dones a los que los buscasen con diligencia y perseverancia. El nos es hecho “sabiduría, justificación, santificación y redención”. 1 Corintios 1:30. Pero las oraciones de muchos están tan cargadas de formalidad que no ejercen influencia alguna para el bien. No son un sabor de vida. CM 357.2

Si los maestros quisiesen humillar sus corazones delante de Dios, y comprender las responsabilidades que han aceptado al encargarse de los jóvenes con el objeto de educarlos para la vida inmortal futura, se vería en su actitud un cambio notable. Sus oraciones no serían áridas y sin vida, sino que orarían con el fervor de las almas que sienten su peligro. Aprenderían diariamente de Jesús, tomando la Palabra de Dios como su libro de texto, teniendo un sentido vivo de que es la voz de Dios, y la atmósfera que rodea sus almas cambiaría materialmente. En las lecciones aprendidas diariamente en la escuela de Cristo, apagarían el deseo de ser los primeros. No se apoyarían con tanta confianza en su propio entendimiento... CM 357.3

Los maestros de nuestras escuelas están hoy en peligro de seguir las mismas huellas que los judíos en los tiempos de Cristo. Cualquiera que sea su situación, por mucho orgullo que tengan acerca de su capacidad de enseñar, a menos que abran las cámaras del templo del alma para que reciban los rayos brillantes del Sol de Justicia, están anotados en los libros del cielo como incrédulos. Por el precepto y el ejemplo interceptan los rayos de luz que habrían de llegar a sus almas. Su peligro consiste en concentrarse en sí mismos, y ser demasiado sabios para recibir instrucción. CM 358.1

Estamos viviendo en un mundo lleno de corrupción, y si no recibimos al Cristo vivo en nuestros corazones, creyendo y ejecutando sus palabras, seremos y permaneceremos tan ciegos como los judíos. Todos los maestros necesitan aprovechar cada rayo de la luz celestial derramada en su senda, porque como instructores necesitan luz. Algunos dicen: “Sí, creo que anhelo esto”; pero se engañan. ¿De dónde recibís vuestra luz? ¿De qué fuente habéis estado bebiendo? El Señor me ha comunicado que no pocos de los maestros han abandonado las aguas de las nieves del Líbano, por los arroyos turbios del valle. Dios solo puede guiarnos con seguridad por sendas que nos conduzcan a la patria mejor. Pero los maestros que no están buscando con fervor e inteligencia esa patria mejor, están induciendo a los que están bajo su influencia a ser negligentes, y a descuidar la gran salvación comprada para ellos a un precio infinito. CM 358.2

Todos nuestros maestros deben mantener una relación viva con Dios. Si Dios mandase a su Espíritu Santo a nuestras escuelas para amoldar los corazones, elevar el intelecto y dar sabiduría divina a los estudiantes, habría quienes, en su estado actual, se interpondrían entre Dios y los que necesitan la luz. No comprenderían la obra del Espíritu Santo; nunca la han comprendido; en lo pasado ha sido para ellos un misterio tan grande como lo fueron para los judíos las lecciones de Cristo. Su obra no consiste en crear curiosidad. No toca a los hombres decidir si pondrán las manos sobre las manifestaciones del Espíritu de Dios. Debemos dejar a Dios obrar. CM 358.3

Cuando los maestros estén dispuestos a sentarse en la escuela de Cristo y aprender del gran Maestro, reconocerán que saben mucho menos de lo que creen saber ahora. Cuando Dios llegue a ser el Maestro, será reconocido como tal, su nombre será magnificado. Los estudiantes serán como los jóvenes de las escuelas de los profetas, sobre los cuales venía el Espíritu de Dios y profetizaban. CM 359.1

El gran adversario de las almas está procurando crear una atmósfera espiritual muerta y sin vida en todas nuestras instituciones. Obra para torcer toda circunstancia para su propia ventaja, y excluir a Jesucristo. Hoy, como en los días de Cristo, Dios no puede hacer muchas obras poderosas a causa de la incredulidad de los que ocupan puestos de responsabilidad. Necesitan el poder convertidor de Dios antes de entender su Palabra y estar dispuestos a humillarse delante de él como discípulos. CM 359.2