Consejos para los Maestros

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El ideal de Dios para el hombre

Nunca degrada la religión de Cristo al que la recibe. Nunca lo hace tosco o grosero, descortés, apasionado o de duro corazón ni orgulloso. Por el contrario, refina el gusto, santifica el juicio, purifica y ennoblece los pensamientos, poniéndolos en sujeción a Jesucristo. CM 351.1

El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que cuanto pueda alcanzar el pensamiento humano más sublime. El Dios vivo ha dado en su santa ley un trasunto de su carácter. El mayor Maestro que el mundo haya conocido es Jesucristo; y ¿cuál es la norma que ha fijado para todos los que creen en él? “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Así como Dios es perfecto en su alta esfera de acción, el hombre puede ser perfecto en su esfera humana. CM 351.2

El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Se abre delante de nosotros una senda de progreso continuo. Tenemos un objeto que alcanzar, una norma que cumplir, que incluye todo lo bueno, puro, noble y elevado. Debemos esforzarnos de continuo y progresar constantemente hacia adelante y hacia arriba, hacia la perfección del carácter... CM 351.3

Sin la acción divina, el hombre no puede hacer cosa buena alguna. Dios invita a todo hombre a arrepentirse. Sin embargo, el hombre no puede hacerlo a menos que el Espíritu Santo obre sobre su corazón. Pero el Señor no quiere que ningún hombre aguarde hasta pensar que se ha arrepentido, antes de dar el paso hacia Jesús. El Salvador está induciendo continuamente a los hombres al arrepentimiento; lo único que necesitan es someterse a su atracción y que su corazón se enternezca penitentemente. CM 351.4

Se le concede al hombre una parte en esta gran lucha por la vida eterna: debe responder a la acción del Espíritu Santo. Se requerirá una lucha para vencer a las potestades de las tinieblas, y el Espíritu obra en él para lograrlo. Pero el hombre no es un ser pasivo, que se haya de salvar en la indolencia. Está llamado a esforzar todo músculo y ejercitar toda facultad en la lucha por la inmortalidad; sin embargo, es Dios quien imparte la eficiencia. Ningún ser humano puede salvarse en la indolencia. El Señor nos ordena: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”. Lucas 13:24. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Mateo 7:13, 14. CM 352.1