Consejos para los Maestros

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Capítulo 51—La necesidad que tiene el maestro de la ayuda del Espíritu Santo

El Espíritu Santo nos ha sido dado como una ayuda en el estudio de la Biblia. Jesús prometió: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26. Cuando se hace de la Biblia un libro de texto, y se suplica fervientemente la dirección del Espíritu, y al mismo tiempo se entrega completamente el corazón para que sea santificado por la verdad, se logrará todo lo que Cristo ha prometido. Tal estudio de la Biblia producirá mentes bien equilibradas. Vivificará el entendimiento y despertará las sensibilidades. La conciencia se sensibilizará; las simpatías y los sentimientos se purificarán; se creará una mejor atmósfera moral; y se impartirá un nuevo poder para resistir a la tentación. Los maestros y los alumnos se volverán activos y fervientes en la obra de Dios. CM 343.1

De parte de muchos maestros hay disposición a no ser esmerados en el impartimiento de la instrucción religiosa. Se conforman con un servicio tibio, sirviendo al Señor únicamente para escapar al castigo del pecado. Su tibieza afecta su enseñanza. No anhelan ver a sus alumnos adquirir la experiencia que ellos no desean para sí mismos. Han arrojado a un lado como elemento peligroso lo que les fue dado como bendición. Las visitas que el Espíritu Santo ofrece hacer son recibidas con las palabras de Félix a Pablo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”. Hechos 24:25. Desean otras bendiciones; pero no lo que Dios está más dispuesto a prodigar que un padre a dar buenas dádivas a sus hijos, o sea, lo que se ofrece en abundancia, según la infinita plenitud de Dios, y que, si se recibiese, traería todas las demás bendiciones en su estela. ¿Qué palabras usaré para expresar suficientemente lo que se ha hecho respecto a ello? El Mensajero celestial ha sido rechazado por la voluntad resuelta. Los maestros han dicho virtualmente: “Hasta aquí irás con mis alumnos, pero de ahí no pasarás. No necesitamos entusiasmo en nuestra escuela, ni excitación. Estamos mucho mejor satisfechos con trabajar nosotros mismos por los alumnos”. Y así se ha despreciado al misericordioso Mensajero de Dios. CM 343.2

¿No están los maestros de nuestras escuelas en peligro de blasfemar, de acusar al Espíritu Santo de ser un poder engañador, y de conducir al fanatismo? ¿Dónde están los educadores que prefieren la nieve del Líbano que baja de la roca de la montaña o las aguas frías que corren y brotan del manantial, en vez de las turbias aguas del valle? CM 344.1

Una sucesión de raudales de aguas vivas ha caído sobre vosotros en Battle Creek. Cada lluvia fue un impartimiento consagrado de la influencia divina; pero no lo reconocisteis como tal. En vez de beber copiosamente de los raudales de salvación tan gratuitamente ofrecidos por el Espíritu Santo, os apartasteis para satisfacer la sed de vuestra alma con las aguas contaminadas de la ciencia humana. Como resultado, ha habido corazones sedientos en la escuela y en la iglesia. Los que se quedan satisfechos con poca espiritualidad han ido lejos en cuanto a descalificarse para apreciar las profundas influencias del Espíritu de Dios... CM 344.2

Los maestros necesitan convertirse de corazón. Es necesario que se realice en ellos un sincero cambio de pensamientos y métodos de enseñanza para colocarlos donde estarán en relación personal con un Salvador vivo. Una cosa es asentir a la obra del Espíritu en la conversión, y otra cosa aceptar la intervención del Espíritu como reprensor que llama al arrepentimiento. Es necesario que tanto el maestro como los alumnos, no sólo asientan a la verdad, sino que tengan un conocimiento profundo y práctico de las operaciones del Espíritu. Sus prevenciones vienen por causa de la incredulidad de aquellos que profesan ser cristianos... Vosotros, como los que hace mucho han perdido el espíritu de oración, orad, orad fervorosamente: “Compadécete, oh Padre de misericordia, compadécete de tu causa que sufre, compadécete de la iglesia, compadécete de los creyentes individuales. Quita de nosotros todo lo que contamina. Niéganos lo que tú quieras, pero no nos quites tu Espíritu Santo”. CM 344.3

Hay hoy, y siempre habrá, quienes no obran sabiamente; quienes, si se pronuncian palabras de duda o incredulidad, desecharán la convicción, y decidirán seguir su propia voluntad; y a causa de sus deficiencias, Cristo ha sufrido oprobio. Seres mortales, pobres y finitos han juzgado el rico y precioso derramamiento del Espíritu, y pronunciado sentencia sobre él, como los judíos sobre la obra de Cristo. Entiendan todos los que están en nuestras instituciones que ellos no han sido comisionados para dirigir la obra del Espíritu Santo y decir cómo éste se ha de representar. Han sido culpables de hacer esto. El Señor nos perdone, es mi oración. En vez de reprimirlo y rechazarlo, como se ha hecho, se debiera dar la bienvenida al Espíritu y favorecer su presencia. CM 345.1

Cuando os santifiquéis por la obediencia a la Palabra, el Espíritu Santo os dará vislumbres de las cosas celestiales. Cuando busquéis a Dios con humillación y fervor, las palabras que habéis hablado en acentos helados, arderán en vuestro corazón; la verdad no languidecerá entonces sobre vuestras lenguas... CM 345.2

Maestros, confiad en Dios y avanzad. “Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9), es la promesa del gran Maestro. Aprended la inspiración de las palabras, y nunca habléis con duda e incredulidad. Sed enérgicos. No hay servicio a medias en la religión pura y sin mancha. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas”. Marcos 12:30. De aquellos que creen en la Palabra de Dios, se exige la más alta y santificada ambición. CM 345.3

Decid a vuestros alumnos que el Señor Jesús ha hecho toda provisión para que vayan adelante, como vencedores y para vencer. Inducidlos a confiar en la promesa divina: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Santiago 1:5... CM 346.1

De Dios, fuente de sabiduría, procede todo conocimiento que es de valor para el hombre, todo lo que el intelecto puede asir o retener. El fruto del árbol que representa el bien y el mal no ha de ser arrancado ávidamente porque lo recomiende el que fue una vez un brillante ángel de gloria. El ha dicho que si los hombres comen de él, conocerán el bien y el mal; pero no lo toquéis. El verdadero conocimiento no proviene de los hombres incrédulos o perversos. La Palabra de Dios es luz y verdad. La verdadera luz resplandece de Jesucristo, que “alumbra a todo hombre”. Juan 1:9. Del Espíritu Santo procede el conocimiento divino. El sabe que la humanidad necesita fomentar la paz, la felicidad y el descanso aquí en este mundo, y asegurarse el descanso eterno en el reino de Dios. Special Testimonies on Education, 26-31; escrito en Cooranbong, N. S. W., Australia, el 12 de junio de 1896. CM 346.2

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