Conducción del Niño
Capítulo 64—El hogar y la cruzada pro temperancia
La intemperancia está en plena acción—La intemperancia todavía efectúa sus estragos. La iniquidad, en toda forma, se levanta como una poderosa barrera para impedir el progreso de la verdad y de la justicia. Los errores sociales nacidos de la ignorancia y del vicio todavía causan incontables daños y arrojan su funesta sombra tanto sobre la iglesia como sobre el mundo. La depravación juvenil aumenta en vez de disminuir. Sólo un ferviente y continuo esfuerzo será efectivo para eliminar esta desoladora maldición. El conflicto con los intereses y apetitos, con los malos hábitos y las pasiones impías será violento y a muerte; sólo los que actúen movidos por principios pueden ganar la victoria en esta contienda.—Temperance, 234. CN 377.1
Aumenta la intemperancia a pesar de los esfuerzos hechos para dominarla. No podemos ser demás ado fervientes en procurar impedir su progreso, en levantar a los caídos y amparar a los débiles contra la tentación, Con nuestras frágiles manos humanas no podemos hacer sino poco, pero tenemos un Ayudador que no fracasa. No debemos olvidar que el brazo de Cristo puede alcanzar hasta las mismas profundidades de la miseria y la degradación humanas. El puede darnos ayuda para vencer aun a este terrible demonio de la intemperancia.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 21. CN 377.2
La abstinencia total es la respuesta—La única forma en que alguien puede estar seguro contra el poder de la intemperancia es absteniéndose completamente de vino, cerveza y bebidas fuertes. Debemos enseñar a nuestros hijos que deben abandonar esas cosas a fin de ser varoniles. Dios nos ha mostrado lo que constituye la verdadera virilidad. El que vence será honrado y su nombre no será borrado del libro de la vida.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 37. CN 377.3
Mediante fervientes y perseverantes esfuerzos, que no sean desviados por las prácticas de la vida social, los padres pueden edificar un baluarte moral en torno de sus hijos que los defenderá de las desgracias y crímenes causados por la intemperancia. No se debiera dejar que los hijos actúen a su capricho, desarrollando indebidamente rasgos que debieran ser cortados en flor; sino que debieran ser cuidadosamente disciplinados y educados para que se alisten de parte de lo correcto, de la reforma y la abstinencia. Entonces tendrán independencia moral en cada crisis para hacer frente a la tormenta de oposición que seguramente asaltará a los que se colocan del lado de la verdadera reforma.—Temperance, 214, 215. CN 378.1
Con frecuencia la intemperancia es el resultado de la complacencia en el hogar—Se hacen grandes esfuerzos en nuestro país para dominar la intemperancia, pero se encuentra que es difícil dominar y encadenar al león que ya ha crecido. Si la mitad de esos esfuerzos se dedicara a instruir a los padres en cuanto a su responsabilidad al formar los hábitos y caracteres de sus hijos, sería mil veces mejor el resultado que el que se obtiene ahora. Deseamos buena suerte a todos los obreros en la causa de la temperancia; pero los invitamos a mirar más profundamente la causa del mal contra el cual combaten y que avancen en la reforma más cabal y consistentemente.—The Review and Herald, 23 de septiembre de 1884. CN 378.2
A fin de llegar a la raíz de la intemperancia debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideal, las malas compañías, pueden ser las causas que predispongan a la intemperancia. A menudo se las halla en la mesa del hogar de las familias que se consideran estrictamente temperantes. Todo lo que desordene la digestión, que cree una excitación mental anormal, o que de cualquier modo enerve el organismo, perturbando el equilibrio de las facultades mentales y físicas, debilita el dominio de la mente sobre el cuerpo y tiende así hacia la intemperancia. Si se buscara el motivo de la caída de más de un joven promisorio, se llegaría a apetitos anormales creados por un régimen alimentario malsano.—La Educación, 198, 199. CN 378.3
Las comidas de nuestro pueblo norteamericano [y esto tiene indudable aplicación en muchos otros países] están generalmente preparadas de tal manera que forman ebrios. El apetito es el principio dominante para muchos. Cualquiera que complazca el apetito comiendo con demasiada frecuencia y alimentos que no sean saludables, está debilitando su poder para resistir las atracciones del apetito y la pasión en otros respectos, en la misma proporción en que ha fortalecido la propensión a hábitos incorrectos en la alimentación.—Testimonies for the Church 3:563. CN 379.1
El té y el café son factores que hay que tomar en cuenta—Debido a la intemperancia que comienza en el hogar, los órganos digestivos primero se debilitan y pronto el alimento común no satisface el apetito. Se crean condiciones malsanas y hay un anhelo de alimento más estimulante. El té y el café producen un efecto inmediato. El sistema nervioso se excita bajo la influencia de estos venenos y en algunos casos, por un momento, el intelecto parece vigorizarse y la imaginación hacerse más vivida. Debido a que estos estimulantes producen resultados tan agradables, muchos llegan a la conclusión de que los necesitan realmente, pero hay siempre una reacción. El sistema nervioso ha tomado prestada energía de sus recursos futuros para usarla en el momento y todo ese vigor pasajero es seguido por una depresión consiguiente. La rapidez del alivio obtenido por el té y el café es una evidencia de que lo que parece ser energía es tan sólo excitación nerviosa y, por lo tanto, debe ser un daño para el organismo.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 31. CN 379.2
El tabaco, un veneno sutil—El uso del tabaco es un hábito que frecuentemente afecta el sistema nervioso de una manera más poderosa que el uso del alcohol. Ata a su víctima con ligaduras más fuertes y esclavizantes que la copa que embriaga. El hábito es más difícil de vencer. En muchos casos, el cuerpo y la mente están más completamente intoxicados con el uso del tabaco que con los licores espirituosos, pues es un veneno más sutil.—Testimonies for the Church 3:562. CN 380.1
El tabaco . . . afecta al cerebro y nubla la sensibilidad de manera que la mente no puede discernir con claridad las cosas espirituales, especialmente aquellas verdades que tendrían la tendencia de corregir esta sucia complacencia. Los que usan tabaco en cualquier forma no están limpios delante de Dios. En esa sucia práctica les es imposible glorificar a Dios en su cuerpo y espíritu que son de él.—Counsels on Health, 81. CN 380.2
El tabaco debilita el cerebro y paraliza su delicada sensibilidad. Su uso excita una sed de bebidas fuertes y en muchísimos casos establece el fundamento del hábito de beber licores.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 17. CN 380.3
Efectos de estimulantes y narcóticos—El efecto de estimulantes y narcóticos es disminuir la fuerza física, y todo lo que afecte el cuerpo afectará la mente. Durante un tiempo, un estimulante puede despertar las energías y producir actividad mental y física, pero cuando ha desaparecido la influencia estimulante, tanto la mente como el cuerpo estarán peor que antes. Los licores embriagantes y el tabaco han demostrado ser una terrible maldición para nuestra raza humana, no sólo debilitan el cuerpo y confunden la mente, sino que rebajan la moral. Al ponerse a un lado el dominio de la razón, predominan las pasiones animales. Mientras más abundantemente se usen estos venenos, más brutal se volverá la naturaleza.—The Signs of the Times, 13 de septiembre de 1910. CN 380.4
Enseñad a los niños a que aborrezcan los estimulantes—Enseñad a vuestros hijos que aborrezcan los estimulantes ¡Cuántos están fomentando ignorantemente en ellos un apetito por estas cosas!—Cristian Temperance and Bible Hygiene, 17. CN 381.1
Dios demanda de los padres que protejan a sus hijos contra la complacencia del apetito y especialmente contra el uso de estimulantes y narcóticos. Las mesas de los padres cristianos nunca debieran estar cargadas con alimentos que contienen condimentos y especias. Han de estudiar para preservar el estómago de cualquier abuso.—The Review and Herald, 27 de junio de 1899. CN 381.2
En esta era disoluta, mientras menos excitante sea el alimento tanto mejor. La temperancia en todas las cosas y un firme dominio del apetito es el único sendero seguro.—Testimonies for the Church 3:561. CN 381.3
Una exhortación a los padres—Los padres quizá han transmitido a sus hijos tendencias al apetito y la pasión, que harán más dificil la obra de educar y preparar a esos hijos para que sean estrictamente temperantes y tengan hábitos puros y virtuosos. Si el deseo de alimentos malsanos y de estimulantes y narcóticos les ha sido transmitido como un legado de sus padres, ¡qué tremendamente solemne responsabilidad descansa sobre los padres para contrarrestar las malas tendencias que han dado a sus hijos! ¡Cuán ferviente y diligentemente debieran trabajar los padres para cumplir con su deber, con fe y esperanza, en favor de sus descendientes infortunados!—Testimonies for the Church 3: 567, 568. CN 381.4
Deben educarse los gustos y el apetito—Los padres debieran considerar como su primera ocupación el comprender las leyes de la vida y la salud, a fin de que no hagan nada en la preparación del alimento, o por medio de cualquier otro hábito, que desarrolle tendencias erróneas en sus hijos. Cuán cuidadosamente debieran estudiar las madres a fin de presentar sus mesas con los alimentos más sencillos y saludables, para que no se debiliten los órganos digestivos, no se desequilibre la energía nerviosa y no se contrarreste la instrucción que debieran dar a sus hijos debido al alimento que se coloca delante de ellos. Este alimento debilita o fortalece el estó-mago y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral de los hijos que son propiedad de Dios comprada con sangre.—Testimonies for the Church 3: 568. CN 382.1
¡Qué sagrado encargo es entregado a los padres, resguardar la naturaleza física y moral de sus hijos de modo que el sistema nervioso sea bien equilibrado y no se ponga en peligro el alma!—Testimonies for the Church 3:561. CN 382.2
Nuestras hermanas pueden hacer mucho en la obra de la salvación de los demás, al poner sobre sus mesas únicamente alimentos sanos y nutritivos. Pueden dedicar su precioso tiempo a educar los gustos y apetitos de sus hijos, a hacerles adquirir hábitos de temperancia en todas las cosas y a estimular la abnegación y la benevolencia para beneficio de los demás.—Joyas de los Testimonios 1:419, 420. CN 382.3
Son responsables los padres negligentes—Para evitar la tarea de educar pacientemente a sus hijos en hábitos de abnegación, muchos padres los complacen dándoles de comer y beber lo que les plazca. El deseo de satisfacer el gusto y complacer las inclinaciones no disminuye con el correr de los años y esos jóvenes mimados, al crecer, son gobernados por el impulso, son esclavos del apetito. Cuando ocupan su lugar en la sociedad y comienzan la vida por sí mismos, no tienen poder para resistir la tentación. En el glotón, el aficionado al tabaco, . . . y el ebrio, vemos los malos resultados de la educación errónea. . . . CN 382.4
Cuando oímos los tristes lamentos de hombres y mujeres cristianos por los terribles males de la intemperancia, inmediatamente surgen las preguntas: ¿Quiénes han educado a los jóvenes? ¿Quiénes han fomentado en ellos esos deseos ingobernables? ¿Quiénes han descuidado la solemne responsabilidad de formar sus caracteres para la utilidad en esta vida y para la compañía de los ángeles celestiales en la venidera?—Christian Temperance and Bible Hygiene, 76. CN 383.1
La verdadera obra comienza en el hogar—Es en el hogar donde debe comenzar la verdadera obra. La mayor responsabilidad descansa sobre los que tienen la misión de educar a los jóvenes, de formar su carácter. Esta es una obra para las madres, ayudar a sus hijos a formar hábitos correctos y gustos puros. a desarrollar fibra moral, verdadero valor moral. Enseñadles que no deben ser arrastrados por otros. que no han de doblegarse ante influencias erróneas, sino que deben influir sobre otros para bien, para ennoblecer y elevar a aquellos con quienes se relacionan. Enseñadles que si se unen con Dios, tendrán fortaleza de él para resistir las más fieras tentaciones.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 21, 22. CN 383.2
La temperancia no es un asunto de broma—Muchos hacen del tema de la temperancia un asunto de broma. Pretenden que al Señor no le preocupan asuntos tan insignificantes como nuestro comer y beber. Pero si el Señor no se preocupase por estas cosas, no se hubiera revelado a la esposa de Manoa dándole instrucciones definidas y ordenándole dos veces que tuviera cuidado para que no las desobedeciera. ¿No es ésta evidencia suficiente de que Dios se preocupa de estas cosas?—Temperance, 233, 234. CN 383.3
La reforma comienza con la madre—En las Escrituras se explica el cuidado con que la madre debe vigilar sus propios hábitos de vida.—El Ministerio de Curación, 288. CN 384.1
La reforma debiera comenzar con la madre antes del nacimiento de sus hijos, y si se obedecieran fielmente las instrucciones de Dios, no existiría la intemperancia.—The Signs of the Times, 13 de septiembre de 1910. CN 384.2
En las instrucciones del ángel a los padres hebreos iban incluidos no sólo los hábitos de la madre. sino la educación del niño. No bastaba que Sansón, el niño que iba a libertar a Israel, tuviera una buena herencia al nacer, sino que a su nacimiento debía seguir una esmerada educación. Desde la niñez había que enseñarle hábitos de estricta templanza. . . . Las prescripciones dadas respecto a los niños hebreos nos enseñan que nada de lo que afecte al bienestar físico del niño debe descuidarse. Nada carece de importancia. Toda influencia que afecte a la salud del cuerpo repercute en el espíritu y en el carácter.—El Ministerio de Curación, 293. CN 384.3
La temperancia y el dominio propio debieran enseñarse desde lacuna. Sobre la madre descansa en gran medida el peso de este trabajo y, ayudada por el padre, puede llevarlo adelante con éxito.—The Review and Herald, 9 de julio de 1901. CN 384.4
Continúense las lecciones en el hogar y en la escuela—Es un asunto dificilísimo desaprender los hábitos que han sido consentidos durante la vida y han educado el apetito. No se vence fácilmente al demonio de la intemperancia. Tiene fuerza gigantesca y es difícil de vencer. Pero comiencen los padres una cruzada contra la intemperancia en sus propios hogares, en sus propias familias, en los principios que enseñan a sus hijos para que los sigan desde su misma infancia, y pueden tener esperanza de éxito. Madres, os será provechoso usar las preciosas horas que Dios os da para formar, desarrollar y preparar los caracteres de vuestros hijos, y para enseñarles a adherirse estrictamente a los principios de temperancia en el comer y el beber.—Testimonies for the Church 3:567. CN 384.5
Debería practicarse esa costumbre en todas las escuelas y en todos los hogares. Los jóvenes y los niños deberian comprender el efecto que el alcohol, el tabaco y otros venenos similares tienen en la ruina del cuerpo, el entorpecimiento de la mente y la sensualización del alma. Debería explicarse que ninguno que use estas cosas poseerá por mucho tiempo toda la fuerza de sus facultades físicas, mentales o morales.—La Educación, 198. CN 385.1
Preséntese con claridad el efecto de las pequeñas desviaciones—Es el comienzo del mal lo que debería evitarse. En la instrucción de los jóvenes debería explicarse el efecto que tienen las desviaciones de lo recto, por pequeñas que parezcan. . . .Incúlquese en los jóvenes el pensamiento de que deben ser amos y no esclavos. Dios los ha hecho reyes del reino que hay dentro de ellos y deben tomar posesión del trono asignado por el cielo. Si se da fielmente esta instrucción, los resultados se extenderán más allá de los jóvenes mismos. La influencia ejercida salvará a miles de hombres y mujeres que están al borde mismo de la ruina.—La Educación, 199, 200. CN 385.2
Fórmese fibra moral para resistir la tentación—Para vencer el creciente mal de la intemperancia se necesita esfuerzo individual del lado de lo correcto. ¡Ojalá pudiéramos encontrar palabras que se abrieran camino derritiendo y quemando hasta entrar en el corazón de cada padre del país!—Pacific Health Journal, mayo de 1890. CN 385.3
A los padres les es posible echar para sus hijos los cimientos de una vida sana y feliz. Pueden darles en el hogar la fuerza moral necesaria para resistir a la tentación, así como valor y fuerza para resolver con éxito los problemas de la vida. Pueden inspirar-les el propósito, y desarrollar en ellos la facultad de hacer de sus vidas una honra para Dios y una bendición para el mundo. Pueden enderezar los senderos para que caminen en días de sol como en días de sombra hacia las gloriosas alturas celestiales.—El Ministerio de Curación, 271. CN 386.1
Dios nos exige que nos establezcamos sobre la amplia plataforma de la temperancia en comer, beber y vestir. Padres, ¿no despertaréis a vuestras responsabilidades dadas por Dios? Estudiad los principios de la reforma pro salud y enseñad a vuestros hijos que el camino de la sujeción del yo es la única senda segura.—Manuscrito 86, 1897. CN 386.2