Conducción del Niño

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Sección 15—El atavio adecuado

Capítulo 65—Las bendiciones de la vestimenta correcta

Apropiado y que siente bien—En el vestido, lo mismo que en todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. El no sólo desea que nuestro vestido sea limpio y saludable, sino apropiado y sentador.—La Educación, 342. CN 387.1

Debemos tratar de sacar el mejor partido de nuestra apariencia. En el servicio del tabernáculo, Dios explicó todo detalle concerniente a las vestiduras de los que ministraban delante de él. Esto nos enseña que él tiene una preferencia con respecto a la indumentaria de los que le sirven. Fueron muy específicas las instrucciones dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran simbólicas. Asi la indumentaria de los que siguen a Cristo, debe ser simbólica. En todas las cosas, hemos de ser representantes de él. Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el aseo, la modestia y la pureza.—Joyas de los Testimonios 2:393, 394. CN 387.2

Las cosas de la naturaleza son ilustraciones—Por medio de las cosas de la naturaleza. Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la corrección que harán nuestro atavío agradable a Dios.—El Ministerio de Curación, 221. CN 387.3

El carácter se puede juzgar por el estilo del vestido—El vestido y su arreglo en la persona son generalmente un índice de lo que es el hombre o la mujer.—The Review and Herald, 30 de enero de 1900. CN 387.4

Juzgamos el carácter de una persona por el estilo del vestido que lleva. Una mujer modesta y piadosa se vestirá con modestia. El gusto refinado, la mente cultivada, se revelarán en la elección de un atavío sencillo y apropiado. . . . La que es sencilla y modesta en su vestido y en sus maneras, muestra que comprende que una verdadera mujer se caracteriza por el valor moral. Cuán encantadora, cuán interesante es la sencillez en el vestido, que en su gracia puede compararse con las flores del campo.—The Review and Herald, 17 de noviembre de 1904. CN 388.1

Se enuncian principios guiadores—Ruego a nuestros hermanos que se conduzcan cuidadosa y circunspectamente delante de Dios. Sigan las costumbres en el vestido mientras estén de acuerdo con los principios de salud. Vistanse nuestras hermanas sencillamente, como muchas lo hacen, que el vestido sea de material bueno y durable, apropiado para esta edad y que la cuestión del vestido no llene la mente. Nuestras hermanas debieran vestirse con sencillez. Debieran vestirse con una ropa modesta, con pudor y sobriedad. Dad al mundo una ilustración viviente del adorno interno de la gracia de Dios.—Manuscrito 167, 1897. CN 388.2

Síganse las costumbres prevalecientes si son modestas, saludables y convenientes—Los cristianos no debieran empeñarse en convertirse en un hazmerreír vistiéndose en forma diferente del mundo. Pero si al poner en práctica sus convicciones de lo que corresponde respecto a vestir modesta y saludablemente se encuentran fuera de moda, no debieran cambiar su vestido a fin de asemejarse al mundo. Debieran manifestar una noble independencia y valor moral de hacer lo correcto aunque todo el mundo difiera de ellos. CN 388.3

Si el mundo introduce una moda recatada, conveniente y saludable, que esté de acuerdo con la Biblia, no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo el adoptar tal estilo de vestido. Los cristianos debieran seguir a Cristo y hacer sus vestidos conforme a la Palabra de Dios. Debieran evitar los extremos. Humildemente debieran seguir un sendero recto, sin tomar en cuenta el aplauso o la censura y debieran aferrarse a lo correcto por ser correcto.—Testimonies for the Church 1:458, 459. CN 388.4

Evitad los extremos—No ocupéis vuestro tiempo esforzándoos por seguir todas las necias modas del vestido. Vestios pulcra y atractivamente, pero no os convirtáis en el objeto de observaciones ya sea por estar demasiado ataviados o por vestiros de una forma descuidada y desaseada. Proceded como si supierais que el ojo del cielo está sobre vosotros y que vivís bajo la aprobación o desaprobación de Dios.—Manuscrito 53, 1912. CN 389.1

El cuidado en el vestido no se debe confundir con el orgullo—Hay quienes continuamente insisten en el orgullo y el vestido, que descuidan sus propios atavíos, que piensan que la suciedad es una virtud y se visten sin prolijidad y sin gusto, y su vestimenta con frecuencia tiene la apariencia de una bolsa [saco] que los recubre. Sus atavíos son sucios, y sin embargo los tales siempre hablan contra el orgullo. Clasifican a la decencia y a la limpieza con el orgullo.—The Review and Herald, 23 de enero de 1900. CN 389.2

Los que son desprolijos y desaseados en el vestido rara vez se distinguen por su conversación elevada y poseen sentimientos poco refinados. A veces consideran que la extravagancia y la tosquedad son humildad.—The Review and Herald, 30 de enero de 1900. CN 389.3

Cristo nos advirtió—Cristo hizo resaltar la devoción al vestido y previno, sí, ordenó a sus seguidores que no se preocuparan demasiado por él. “Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. . . . El orgullo y la extravagancia en el vestido son pecados a los cuales están propensas especialmente las mujeres. De ahí que estas advertencias se refieran directamente a ellas. ¡De cuán poco valor son el oro, las perlas, o el atavío costoso cuando se comparan con la humildad y el encanto de Cristo!—Christian Temperance and Bible Hygiene, 93, 94. CN 389.4

Instrucción bíblica para el pueblo de Dios—Se me indicaron los siguientes pasajes. Dijo el ángel: “Han de instruir al pueblo de Dios” (1 Timoteo 2:9, 10): “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Pedro 3:3-5): “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres”.—Testimonies for the Church 1:189. CN 390.1

Muchas consideran que esas órdenes son demasiado anticuadas para que se les preste atención; pero el que las dio a sus discípulos, comprendía los peligros que entrañaría en nuestro tiempo el amor al vestido, y nos envió la consiguiente amonestación. ¿Le prestaremos atención y seremos sabios?—Joyas de los Testimonios 1:594. CN 390.2

Los que realmente tratan de seguir a Cristo tendrán concienzudos escrúpulos en cuanto a la ropa que usan; se esforzarán por satisfacer los requisitos de esa orden tan claramente dada por el Señor. [1 Pedro 3:3-5.]—Mensajes para los Jóvenes, 343, 344. CN 390.3

Peligros del amor al vestido—El amor al vestido hace peligrar la moralidad, y hace de la mujer lo contrario de una dama cristiana, caracterizada por la modestia y la sobriedad.—Joyas de los Testimonios 1:600. CN 391.1

El vestido ostentoso y extravagante con demasiada frecuencia fomenta la concupiscencia en el corazón del que lo lleva y despierta bajas pasiones en el corazón del que mira. Dios ve que la ruina del carácter es precedida frecuentemente por la complacencia del orgullo y de la vanidad en el vestido. Ve que los atavíos costosos sofocan el deseo de hacer el bien.—Testimonies for the Church 4:645. CN 391.2

El testimonio de la sencillez en el vestido—El vestido simple, sencillo y sin ostentación será una recomendación para mis hermanas jóvenes. De ninguna forma mejor podéis hacer brillar vuestra luz a otros que mediante vuestra sencillez en el vestido y vuestro comportamiento. Podéis mostrar a todos que. en comparación con las cosas eternas, colocáis una estimación adecuada en las cosas de esta vida.—Testimonies for the Church 3:376. CN 391.3

El recato protegerá de mil peligros—Mis hermanas. evitad aun la apariencia de mal. En esta era disoluta, saturada de corrupción, no estáis seguras a menos que estéis protegidas. La virtud y el recato son raros. Os exhorto, como seguidoras de Cristo que hacéis una elevada profesión, que acariciéis la preciosa y sin par gema del recato. Ella preservará la virtud.—Testimonies for the Church 2:458. CN 391.4

La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de conducta será de mucho mayor influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada que será para ella un escudo contra miles de peligros.—La Educación, 242. CN 391.5

Una idea anticuada—Se piensa que es una idea completamente extravagante y anticuada el preparar a los niños para que caminen por la angosta senda de la pureza y la santidad. Esto prevalece aun entre los padres que profesan adorar a Dios, pero sus obras testifican que son adoradores de Mammón. Tienen la ambición de competir con sus vecinos y de resaltar, en su vestimenta y en la de sus hijos, dentro de los miembros de la iglesia a la cual pertenecen.—The Signs of the Times, 10 de septiembre de 1894. CN 391.6

El único vestido que se admite en el cielo—Hay un vestido que cada niño y cada joven puede buscar inocentemente. Es la justicia de los santos. Si tan sólo fueran tan dispuestos y perseverantes en obtener esto, como son en arreglar sus vestidos de acuerdo con las modas de la sociedad mundana, pronto estarían revestidos con la justicia de Cristo y sus nombres no serían borrados del libro de la vida. Las madres, tanto como las jóvenes y niñas, necesitan orar: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi”. Salmos 51:10. Esta pureza de corazón y gracia del espíritu son más preciosas que el oro, tanto para este tiempo como para la eternidad. Sólo los puros de corazón verán a Dios. CN 392.1

Por lo tanto, madres, enseñad a vuestras hijas, línea sobre linea y precepto sobre precepto, que la justicia de Cristo es el único vestido con el que podrán ser admitidas en el cielo y que revestidas con este atavío continuamente realizarán sus deberes en esta vida glorificando a Dios.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 95. CN 392.2