Capítulo 42—El tiempo para comenzar la disciplina
Los hijos desobedíentes son una señal de los últimos días—Una de las señales de los “postreros días” es la desobediencia de los hijos a los padres. ¿Comprenden los padres su responsabilidad? Muchos parecen haber perdido de vista la vigilancia que debieran ejercer sobre sus hijos y les permiten que complazcan sus malas pasiones y los desobedezcan.—The Review and Herald, 19 de septiembre de 1854.
CN 213.1
Los hijos son la heredad del Señor, y a menos que los padres los eduquen en forma de capacitarlos para guardar los caminos del Señor, descuidan un solemne deber. No es la voluntad ni el propósito de Dios que los hijos lleguen a ser incultos, ásperos, descorteses, desobedientes, ingratos, impíos, implacables, infatuados, amantes de los placeres más que de Dios. Las Escrituras declaran que ésta sería la condición de la sociedad como una señal de los últimos días.—The Signs of the Times, 17 de septiembre de 1894.
CN 213.2
Los padres indulgentes quedan descalificados para el orden del cielo—Hay perfecto orden en el cielo, perfecta armonía y acuerdo. Si los padres descuidan que sus hijos estén aquí bajo la debida autoridad, ¿cómo pueden esperar que sean considerados aptos para acompañar a los santos ángeles en un mundo de paz y armonía?—Testimonies for the Church 4:199.
CN 213.3
Los que no respetan el orden o la disciplina en esta vida, no respetarían el orden que se observa en el cielo. No podrán nunca ser admitidos allí; porque todos los que sean dignos de entrar en el cielo amarán el orden y respetarán la disciplina. Los caracteres formados en esta vida determinarán el destino futuro. Cuando venga Cristo, no cambiará el carácter de ninguna persona. . . . Los padres no deben descuidar ningún deber de su parte para beneficiar a sus hijos. Deben educarlos de tal manera que sean una bendición para la sociedad aquí, y puedan cosechar la recompensa de la vida eterna.—Joyas de los Testimonios 1:538, 539.
CN 213.4
Cuándo debiera empezar la disciplina—El momento en que el niño comienza a elegir su propia voluntad y sus propios caminos, es el momento cuando debe comenzar su educación en la disciplina. Esta puede llamarse una educación inconsciente. Entonces es cuando debe comenzar una obra consciente y poderosa. Necesariamente descansa sobre la madre la mayor parte del peso de esta obra. Ella tiene la primera responsabilidad sobre el niño y ha de establecer el fundamento de una educación que lo ayude a desarrollar un carácter fuerte y simétrico. . . .
Con frecuencia meros bebés demuestran una voluntad muy determinada. Si esa voluntad no es dominada por una autoridad más sabia que los deseos indóciles del niño, Satanás se posesiona de la mente y dispone el carácter en armonía con su voluntad.—Carta 9, 1904.
CN 214.1
El descuido de la obra de disciplinar y educar hasta que un carácter perverso se ha fortalecido, está provocando en los niños un mal gravísimo, pues crecen egoístas, exigentes y antipáticos. . . . La obra de la madre debe comenzar en una edad muy precoz, sin dar a Satanás la oportunidad de dominar la mente y el carácter de sus pequeños.—Manuscrito 43, 1900.
CN 214.2
Reprimid las primeras manifestaciones del mal—Padres, debéis principiar vuestra primera lección de disciplina cuando vuestros hijos son aún niños mamantes en vuestros brazos. Enseñadles a conformar su voluntad a la vuestra. Esto puede hacerse con serenidad y firmeza. Los padres deben ejercer un dominio perfecto sobre su propio genio, y con mansedumbre, aunque con firmeza, doblegar la voluntad del niño hasta que no espere otra cosa sino el deber de ceder a sus deseos.
CN 214.3
Los padres no empiezan a tiempo. No subyugan la primera manifestación de mal genio del niño, y éste nutre una terquedad que aumentará con el crecimiento y se fortalecerá a medida que él mismo adquiera fuerza.—Joyas de los Testimonios 1:78.
CN 215.1
“¿Son demasiado jóvenes para ser castigados?”—Eli no administró su casa de acuerdo con los reglamentos que Dios dio para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio. El padre indulgente pasó por alto las faltas y los pecados de sus hijos en su niñez, lisonjeándose de que después de algún tiempo, al crecer, abandonarían sus tendencias impías. Muchos están cometiendo ahora un error semejante. Creen conocer una manera mejor de educar a sus hijos que la indicada por Dios en su Palabra. Fomentan tendencias malas en ellos y se excusan diciendo: “Son demasiado jóvenes para ser castigados. Esperemos que sean mayores, y se pueda razonar con ellos”. En esta forma se permite que los malos hábitos se fortalezcan hasta convertirse en una segunda naturaleza. Los niños crecen sin freno, con rasgos de carácter que serán una maldición para ellos durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en otros.
CN 215.2
No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a los niños que hagan su propio voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por sus padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre, y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás.—Patriarcas y Profetas, 625, 626.
CN 215.3
Colóquese en primer lugar la educación en el hogar—Muchos señalan a los hijos de los pastores, de los maestros y de otros hombres de elevada reputación por su sabiduría y piedad y dicen que si esos hombres, con todas sus ventajas, fracasan en el gobierno de su familia, los que son menos favorecidos no pueden tener esperanza de tener éxito. La pregunta que debe dilucidarse es ésta: ¿Esos hombres han dado a sus hijos lo que les corresponde por derecho: un buen ejemplo, instrucción fiel y adecuada restricción? El descuido de esos puntos esenciales es lo que hace que tales padres proporcionen a la sociedad hijos que no están bien equilibrados en su mente, impacientes ante la restricción e ignorantes de los deberes de la vida práctica. En esto hacen al mundo un daño que sobrepuja todo el bien realizado por sus labores. Esos hijos transmiten su propia perversidad de carácter como una herencia a sus descendientes y al mismo tiempo su mal ejemplo e influencia corrompen a la sociedad y trastornan a la iglesia. No podemos creer que hombre alguno, no importa cuán grande sea su habilidad y utilidad, sirva mejor a Dios o al mundo mientras dedique su tiempo a otros propósitos descuidando a sus propios hijos.—The Signs of the Times, 9 de febrero de 1882.
CN 216.1
Se promete la cooperación celestial—Dios bendecirá una disciplina justa y correcta. Pero Cristo dice “sin mí nada podéis hacer”. Los seres celestiales no pueden cooperar con los padres y madres que descuidan la educación de sus hijos, permitiendo que Satanás maneje esa maquinaria infantil, esa mente juvenil, como un instrumento mediante el cual puede obrar para contrarrestar la acción del Espíritu Santo.—Manuscrito 126, 1897.
CN 216.2
157
CN
Conducción del Niño
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