Historia del Sábado

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19 – El sábado y el primer día durante los primeros cinco siglos

Se contrasta el origen del sábado y del festival del sol – Entrada de ese festival en la iglesia – Los modernos con los antiguos – El sábado observado por los cristianos tempranos – El testimonio de Morer – de Twiss – de Giesler – de Mosheim – de Coleman – del Obispo Tayler El sábado pierde terreno frente al festival del domingo – Varios grupos de sabatarios decididos – El testimonio de Brerewood – La ley dominical de Constantino – El domingo un día de trabajo en la iglesia primitiva – El edicto de Constantino una ley pagana, y él mismo en ese tiempo, un pagano – El obispo de Roma confiere con autoridad el nombre de día del Señor sobre el domingo – Heylyn cuenta los pasos por los cuales el domingo subió al poder – Un cambio marcado en la historia de esa institución – El paganismo traído a la iglesia – El sábado debilitado por influencia de Constantino – Hechos notables con respecto a Eusebio – El sábado recupera fuerza otra vez – El Concilio de Laodicea pronuncia una maldición sobre los observadores del sábado – El progreso señalado de la apostasía – Se considera la autoridad de los concilios eclesiásticos – Crisóstomo – Jerónimo – Agustín – Edictos dominicales – Testimonio de Sócrates con relación al sábado a mediados del siglo quinto – De Sozómenos – Supresión efectiva del sábado a fines del siglo quinto

El origen del sábado y del festival del domingo se entienden ahora claramente. Cuando Dios hizo el mundo, dio al hombre el sábado para que no olvidara al Creador de todas las cosas. Cuando los hombres apostataron de Dios, Satanás los volvió hacia la adoración del sol, y, como un monumento permanente de su veneración por esta luminaria, los hizo dedicar en su honor el primer día de la semana. Cuando los elementos de la apostasía habían madurado lo suficiente en la iglesia cristiana, este antiguo festival se presentó como un rival del sábado del Señor. Ya mostramos la manera en la que obtuvo entrada en la iglesia cristiana; y se han dado muchos hechos que tienen importancia sobre la lucha entre estas dos instituciones rivales. En los capítulos precedentes, hemos dado declaraciones de los escritores cristianos más antiguos con respecto al sábado y al primer día en la iglesia temprana. Al rastrear ahora la historia de estos dos días durante los primeros cinco siglos de la era cristiana, daremos las declaraciones de historiadores eclesiásticos modernos, cubriendo el mismo terreno que el de los padres tempranos, y también citaremos como continuación de los escritores antiguos, los testimonios de los historiadores de la iglesia más tempranos. El lector podrá así descubrir cuán estrechamente concuerdan los antiguos y los modernos. De la observancia del sábado en la iglesia temprana, Morer habla así: HSPDS 211.1

“Los cristianos primitivos tuvieron una gran veneración por el sábado, y pasaban el día en devoción y sermones. Y no ha de dudarse que derivaron esta práctica de los apóstoles mismos, como aparece por varios escritos con ese propósito; quienes, guardando ambos ese día y el primer día de la semana, dieron ocasión a que en las edades subsiguientes se unieran ambos, e hicieran un solo festival, aunque no hubo la misma razón para la continuación de la costumbre como la que hubo al comienzo”.1 HSPDS 212.1

Un erudito escritor inglés, del primer día, del siglo diecisiete, William Twiss, D. D., afirma así la historia temprana de estos dos días: HSPDS 212.2

“Sin embargo por algunos siglos en la iglesia primitiva, no solo el día del Señor, sino también el séptimo día, se observaba religiosamente, no por Ebion y Cerinto solos, sino por cristianos piadosos, como escribe Baronio, y confiesa Gomarus, y Rivet también, que estaban dedicados bajo el evangelio, para permitir una proporción mejor de tiempo para el servicio de Dios, que lo que hacían los judíos bajo la ley, en vez de peor”.2 HSPDS 212.3

Que la observancia del sábado no estaba limitada a los conversos judíos, el erudito Giesler testifica explícitamente: HSPDS 212.4

“Mientras los judíos cristianos retenían la ley mosaica entera, y en consecuencia, los festivales judíos, los gentiles cristianos observaban también el sábado y la pascua,3 con referencia a las últimas escenas de la vida de Jesús, pero sin la superstición judía. En adición a éstos, el domingo, como el día de la resurrección de Cristo, estaba dedicado a servicios religiosos”.4 HSPDS 212.5

Se puede pensar que la declaración de Mosheim contradice la de Giesler. Él dice así: HSPDS 212.6

“El séptimo día de la semana también era observado como un festival, no por los cristianos en general, sino solo por aquellas iglesias que estaban compuestas principalmente por judíos conversos, ni los otros cristianos censuraron esta costumbre como criminal e ilegal”.5 HSPDS 212.7

Se observará que Mosheim no niega que los conversos judíos observaran el sábado. Él niega que esto lo hicieran los gentiles cristianos. La prueba sobre la que descansa esta negación él la expone así: HSPDS 212.8

“Las iglesias de Bitinia, de las que habla Plinio, en su carta a Trajano, tenían solo un día declarado para la celebración de la adoración pública; y ese, sin duda, fue el primer día de la semana, o lo que llamamos el día del Señor”.6 HSPDS 213.1

La proposición que debe probarse es esta: Los gentiles cristianos no observaban el sábado. La prueba se encuentra en el siguiente hecho: Las iglesias de Bitinia se reunían en un día declarado para la celebración del culto divino. Por lo tanto se ve que la conclusión es gratuita, y completamente no autorizada por el testimonio.7 Pero este caso muestra la destreza de Mosheim en sacar inferencias, y darnos algunas vislumbres de la clase de evidencia que apoya algunas de las amplias declaraciones en favor del domingo. ¿Quién puede decir que este “día declarado” no era el día mismo ordenado en el cuarto mandamiento? Acerca del sábado y del primer día en la era temprana de la iglesia, Coleman habla lo siguiente: HSPDS 213.2

“El último día de la semana se mantenía en estricta conexión con el del primer día, por mucho tiempo después de la destrucción del templo y su adoración. Hasta en el siglo quinto la observancia del sábado judío continuó en la iglesia cristiana, pero con un rigor y solemnidad que gradualmente disminuía hasta que fue totalmente discontinuado”.8 HSPDS 213.3

Este es un reconocimiento muy explícito de que el sábado bíblico fue observado por mucho tiempo por el cuerpo de la iglesia cristiana. Coleman es un escritor del primer día, y por lo tanto no es probable que afirme el caso demasiado sólidamente en favor del séptimo día. Él es un escritor moderno, pero ya hemos probado sus declaraciones como ciertas por los antiguos. Es cierto que Coleman habla también del primer día de la semana, pero su lenguaje subsecuente muestra que fue mucho antes de esto que este llegó a ser un día sagrado. Él dice: HSPDS 213.4

“Durante la época temprana de la iglesia nunca recibió el título ‘el sábado’, siendo esta palabra limitada al séptimo día de la semana, el sábado judío, que, como ya hemos dicho, se continuó observando por varios siglos por los conversos al cristianismo”.9 HSPDS 213.5

Este hecho está expresado más claramente por el siguiente lenguaje, en el que este historiador admite que el domingo no tiene más que ordenanza humana: HSPDS 213.6

“Ninguna ley o precepto parece haber sido dado por Cristo o los apóstoles, ya sea para la abrogación del sábado judío, o la institución del día del Señor, o la sustitución del primero en lugar del séptimo día de la semana”.10 HSPDS 213.7

Coleman no parece darse cuenta de que al hacer esta declaración verdadera reconoció directamente que el antiguo sábado todavía está en pleno vigor como una institución divina, y que la observancia del primer día solo está autorizada por las tradiciones de los hombres. Luego relata la manera en que este festival del domingo que se ha nutrido en el seno de la iglesia usurpó el lugar del sábado del Señor; una advertencia a todos los cristianos de la tendencia de las instituciones humanas, si son acariciadas por el pueblo de Dios, de destruir aquello que es divino. Ponderemos cuidadosamente este lenguaje importante. Él habla así: HSPDS 213.8

“La observancia del día del Señor fue ordenada mientras todavía el sábado de los judíos continuaba; ni el último fue más tarde sustituido hasta que el primero había adquirido la misma solemnidad e importancia, que correspondía, al principio, a ese gran día que Dios originalmente ordenara y bendijera… Pero con el tiempo, después que el día del Señor estuvo completamente establecido, la observancia del sábado de los judíos fue gradualmente discontinuado, y finalmente denunciado como herético”.11 HSPDS 214.1

De este modo se ve el resultado de acariciar este inofensivo festival del domingo en la iglesia. Sólo pedía tolerancia al comienzo; pero ganó fuerza de a poco, gradualmente socavó el sábado del Señor, y finalmente denunció su observancia como herética. HSPDS 214.2

Jeremy Taylor, un distinguido obispo de la Iglesia Anglicana, y un hombre de gran erudición, pero un decidido opositor de la obligación sabática, confirma el testimonio de Coleman. Él afirma que el sábado fue observado por los cristianos de los primeros trescientos años, pero niega que lo hicieran por respeto a la autoridad de Dios o su ley. Pero hemos mostrado con los padres que aquellos que santificaron el sábado lo hicieron como un acto de obediencia al cuarto mandamiento, y que el decálogo era reconocido como una obligación perpetua, y como la perfecta regla de rectitud. Como el Obispo T. niega que esta fuera la razón de su observancia, debiera haber mostrado otra, lo que no hizo. Él dice: HSPDS 214.3

“El día del Señor no ocupó el puesto del sábado, sino el sábado fue totalmente abrogado, y el día del Señor fue meramente una institución eclesiástica. No fue introducido por virtud del cuarto mandamiento porque ellos por casi trescientos años juntos guardaron ese día que estaba en ese mandamiento; pero también lo hicieron sin ninguna opinión de obligación principal, y por lo tanto no supusieron que era moral”.12 HSPDS 214.4

Que tal opinión relativa a la obligación del cuarto mandamiento ha ganado terreno extensamente entre los líderes de la iglesia, tan temprano como por lo menos el cuarto siglo, y probablemente el tercero, está suficientemente atestiguado por la acción del concilio de Laodicea, año 364 d. C., que daba por anatema a los que observaran el sábado, como se notará en su momento. Muchos resistieron este concepto laxo de la moralidad del cuarto mandamiento, lo que se ve por la existencia de diversos grupos de sabatarios firmes en esa época, cuya memoria ha llegado hasta nosotros; y también por el hecho de que el concilio hizo un vigoroso esfuerzo para rebajar el sábado. Coleman ha descrito claramente la gradual depresión del sábado, mientras el festival del primer día aumentaba su fuerza, hasta que la observancia del sábado llegó a ser herética, cuando, por autoridad eclesiástica, el sábado fue suprimido y el festival del domingo llegó a estar completamente establecido como una institución nueva y diferente. La consecuencia natural de esto se ve en el surgimiento de sectas o cuerpos diferentes, que se distinguían por su observancia del séptimo día. Que ellos debían ser denunciados como heréticos y falsamente acusados con muchos errores no es sorprendente, cuando consideramos que su memoria ha sido trasmitida a nosotros por sus adversarios, y que los observadores del sábado en nuestro tiempo no son tratados infrecuentemente de esa misma manera. El primero de estos cuerpos sabatarios antiguos fueron los Nazarenos. De estos, Morer testifica que ellos HSPDS 214.5

“retuvieron el sábado; y aunque pretendían creer como los cristianos, no obstante ellos practicaban como judíos, y así en realidad no eran ni lo uno ni lo otro”.13 HSPDS 215.1

Y el Dr. Frances White, lord obispo de Ely, menciona a los Nazarenos como uno de los cuerpos antiguos de observadores del sábado que fueron condenados por los líderes de la iglesia por esa herejía; y él los clasifica como herejes como lo hizo Morer.14 No obstante, los Nazarenos tienen un derecho peculiar para nuestra consideración, al ser en realidad la iglesia apostólica de Jerusalén, y sus sucesores directos. De este modo testifica Gibbon: HSPDS 215.2

“Los conversos judíos, o, como fueron llamados posteriormente, los Nazarenos, quienes habían puesto los fundamentos de la iglesia, pronto se encontraron abrumados por las multitudes crecientes, que todas las diversas religiones del politeísmo se alistaban bajo el estandarte de Cristo… Los Nazarenos retirados de las ruinas de Jerusalén al pequeño pueblo de Pella más allá del Jordán, donde la antigua iglesia languideció por más de sesenta años en soledad y oscuridad”.15 HSPDS 215.3

No es extraño que esa iglesia que huyó de Judea según la palabra de Cristo16 retuviera por mucho tiempo el sábado, como parece que hicieron, aún tan tarde como el siglo cuarto. Morer menciona otra clase de observadores del sábado en el siguiente lenguaje: HSPDS 215.4

“Por el mismo tiempo estuvieron los Hipsistarios que cerraron con ellos en lo que concierne al sábado, pero que de ningún modo aceptaron la circuncisión como un testimonio demasiado claro de la antigua esclavitud. Todos estos fueron herejes, y así juzgados por la iglesia católica. Pero su hipocresía y laboriosidad fueron tales que les ganaron un considerable apoyo en el mundo cristiano”.17 HSPDS 215.5

El obispo de Ely nombra también a estos como un cuerpo de observadores del sábado cuya herejía fue condenada por la iglesia.18 El erudito Joseph Bingham, M. A. da el siguiente informe de ellos: HSPDS 216.1

“Hubo otra secta que se llamaban los Hipsistarianos, es decir, adoradores del Dios Altísimo, a quien adoraban como los judíos, sólo en una persona. Y ellos observaban sus sábados y usaban distinguir las carnes, limpias y no limpias, aunque no consideraban la circuncisión, como Gregorio Nacianceno, cuyo padre fue una vez de esta secta, da el informe de ellos.”19 HSPDS 216.2

Debe recordarse que estas personas, a quienes la iglesia católica atribuía ser herejes, no hablan por sí mismas: sus enemigos que los condenaron trasmitieron a la posteridad todo lo que se sabe de su historia. Sería bueno si los herejes, que se encontraban con poca misericordia a manos de los escritores eclesiásticos, pudieran por lo menos obtener la justicia imparcial de un registro veraz. HSPDS 216.3

Cox describe otra clase de esta manera en su elaborada obra titulada Las leyes sabáticas y los deberes del sábado: HSPDS 216.4

“De esta manera [es decir, presentando el testimonio de la Biblia sobre el tema] surgieron los antiguos sabatarios, un grupo bien conocido de muy considerable importancia con respecto tanto a números como a influencia, durante la mayor parte del siglo tercero y la primera parte del siglo siguiente”.20 HSPDS 216.5

La conclusión del siglo tercero presenció el sábado muy debilitado en su posesión de la iglesia en general, y el festival del domingo, aunque no poseía autoridad divina, ganaba firmemente en fuerza y santidad. El siguiente testimonio histórico de un miembro de la Iglesia de Inglaterra, Edward Brerewood, profesor en el Gresham College, Londres, da un buen panorama del asunto, aunque las ideas antisabatarias del autor están mezcladas con ese panorama. Él dice: HSPDS 216.6

“El antiguo Sábado permaneció y fue observado junto con la celebración del día del Señor por los cristianos de la iglesia oriental por más de tres cientos años después de la muerte de nuestro Señor; y además de eso, ningún otro día por más siglos que yo mencioné antes, era conocido en la iglesia por el nombre de sábado pero que el resumen de ello y la conclusión de todo sea: El sábado del séptimo día en lo que se refiere a la asignación del tiempo solemne de Dios era ceremonial; que el sábado fue religiosamente observado en la iglesia oriental trescientos años y más después de la pasión de nuestro Salvador. Esa iglesia siendo la mayor parte del cristianismo, y teniendo la doctrina y el ejemplo de los apóstoles para instruirlos, la hubieran limitado si hubiera sido fatal”.21 HSPDS 216.7

Tal fue el caso en la iglesia oriental al final del siglo tercero; pero en lo que se refiere a las iglesias occidentales que simpatizaban con la iglesia de Roma, el sábado ha sido tratado como ayuno desde el comienzo de ese siglo, para expresar su oposición hacia los que lo observaban de acuerdo con el mandamiento. HSPDS 217.1

En la primera parte del siglo cuarto ocurrió un evento que no podría haber sido previsto, pero que arrojó un peso inmenso en favor del domingo en la balanza que ya oscilaba entre las instituciones rivales, el sábado del Señor y el festival del sol. Este evento no fue nada menos que un edicto del trono del Imperio Romano en favor del “venerable día del sol”. Fue emitido por el emperador Constantino en el año 321, y expresa: HSPDS 217.2

“Que todos los jueces y la gente de la ciudad, y la ocupación de todos los oficios descanse en el venerable día del sol; pero que los que están situados en el campo, libremente y en plena libertad atiendan sus ocupaciones de agricultura; porque a menudo sucede que ningún otro día es tan apropiado para sembrar las simientes y plantar las vides; no sea que, en los momentos críticos se lo deje pasar, y los hombres perdieran el producto otorgado por el Cielo. Dado el séptimo día de marzo; Crispo y Constantino eran los cónsules, cada uno de ellos por segunda vez”.22 HSPDS 217.3

De esta ley, una alta autoridad habla así: HSPDS 217.4

“Fue Constantino el Grande quien hizo una primera ley para la adecuada observancia del domingo; y quien, de acuerdo con Eusebio, designó que fuera celebrado regularmente en todo el imperio Romano. Antes de él, y aún en su tiempo, ellos observaban el sábado judío, así como el domingo; tanto para satisfacer la ley de Moisés, como para imitar a los apóstoles que solían reunirse en el primer día. Por la ley de Constantino, promulgada en 321, se decretó que para el futuro el domingo debía guardarse como un día de descanso en todas las ciudades y pueblos; pero se permitía que la gente del campo siguiera con su trabajo”.23 HSPDS 217.5

Otra eminente autoridad declara así el propósito de esta ley: HSPDS 217.6

“Constantino el Grande hizo una ley para todo el imperio (año 321) que el domingo debía ser guardado como un día de descanso en todas las ciudades y pueblo; pero se permitía a la gente del campo a seguir con su trabajo en ese día”.24 HSPDS 217.7

De este modo queda más allá de toda disputa que este decreto daba pleno permiso para hacer toda clase de labores agrícolas. El siguiente testimonio de Mosheim es por lo tanto digno de la más estricta atención: HSPDS 218.1

“El primer día de la semana, que era el tiempo ordinario y declarado para las asambleas públicas de los cristianos, era como consecuencia de una ley peculiar promulgada por Constantino, observada con mayor solemnidad de lo que había sido anteriormente”.25 HSPDS 218.2

¿Qué dirán a esto los defensores del carácter sagrado del primer día? Ellos citan a Mosheim con respecto a la observancia del domingo en el primer siglo –testimonio que ha sido cuidadosamente examinado en esta obra26– y ellos parecen pensar que su lenguaje en apoyo del carácter sagrado del primer día es casi igual en autoridad al lenguaje del Nuevo Testamento; de hecho, ellos consideran que suple una omisión importante en ese libro. No obstante, Mosheim declara con respecto a la ley dominical de Constantino, promulgada en el siglo cuarto, que restringe a los mercaderes y mecánicos, pero permite toda clase de labores agrícolas en ese día, que hizo que el día fuera “observado con mayor solemnidad de lo que había sido antes”. Por lo tanto, se sigue que como muestra el mismo Mosheim, ese domingo, durante los tres primeros siglos, no era un día de abstinencia del trabajo en la iglesia cristiana. Sobre este punto, el obispo Taylor testifica de este modo: HSPDS 218.3

“Los cristianos primitivos hicieron toda clase de labores en el día del Señor, aun en los tiempos de persecución, cuando ellos no eran los más estrictos observadores de todos los mandamientos divinos; pero en esto ellos sabían que no había ninguno; y por lo tanto, cuando Constantino el emperador hizo un edicto contra trabajar en el día del Señor, no obstante, exceptuó y todavía permitió toda la agricultura o labores de los granjeros”.27 HSPDS 218.4

Morer nos cuenta con respecto a los tres primeros siglos, que es decir, el período anterior a Constantino, que HSPDS 218.5

“El día del Señor no tenía ningún mandato de que debía ser santificado, pero quedó a manos del pueblo de Dios elegir este día o aquel día para la adoración pública. Y habiendo tomado y hecho un día de reuniones para ejercicios religiosos, no obstante por trescientos años no había ley que los obligara a ellos, y por falta de tal ley, el día no era totalmente de abstención de las tareas comunes; ni tampoco descansaban más de sus asuntos ordinarios (tales como eran las necesidades de aquellos tiempos) que durante el servicio divino”.28 HSPDS 218.6

Y Sir Wm. Domville dice: HSPDS 218.7

“Pasaron siglos de la era cristiana antes de que la iglesia cristiana observaran el domingo como un sábado. La historia no nos provee de una sola prueba o indicación de que fuera así observado en ningún momento previo al edicto sabático de Constantino en el año 321 d. C.”29 HSPDS 218.8

Lo que estos capaces escritores modernos plantean en cuanto al trabajo en domingo antes de que fuera promulgado el edicto de Constantino, lo hemos demostrado completamente en los capítulos precedentes de los escritores eclesiásticos antiguos. Que tal edicto no podía dejar de fortalecer la corriente ya fuertemente establecida en favor del domingo, y grandemente debilitar la influencia del sábado, no puede ser puesto en duda. De este hecho, un escritor capaz da testimonio: HSPDS 219.1

“Muy pronto después del período en que Constantino publicó su edicto ordenando la observancia general del domingo por todo el Imperio Romano, el grupo que había luchado por la observancia del séptimo día se redujo a la insignificancia. La observancia del domingo como festival público, durante el cual las tareas, con la excepción de los trabajos rurales, fueron interrumpidas, viniendo a ser más y más establecida en forma general aun después de este tiempo, por todas las iglesias tanto griegas como latinas. Sin embargo, no hay evidencia que en este período, o en algún período mucho más tarde, la observancia fuera considerada como derivada de alguna obligación del cuarto mandamiento; parece haber sido considerada como una institución que corresponde a la misma naturaleza que la Navidad, el Viernes Santo, y otros festivales de la iglesia; y como descansando sobre el campo de la autoridad eclesiástica y la tradición”.30 HSPDS 219.2

Este extraordinario edicto de Constantino hizo que el domingo fuera observado con mayor solemnidad de lo que había sido antes. No obstante, tenemos la prueba más indudable de que esta ley fue una acción pagana; que fue instituida en favor del domingo como una institución pagana y no como un festival cristiano; y que Constantino mismo no solo no poseía el carácter de un cristiano, sino que en ese tiempo era en verdad un pagano. Debe observarse que Constantino no designó el día que él ordenaba que los hombres guardaran como el día del Señor, el sábado cristiano, o el día de la resurrección de Cristo; ni asigna alguna razón para su observancia que indicara que era un festival cristiano. Por el contrario, él designa el antiguo festival pagano del sol en un lenguaje que no puede dar lugar a equivocarse. El Dr. Hessey apoya de este modo esta declaración: HSPDS 219.3

“Otros han mirado la transacción en una luz totalmente diferente, y rehúsan descubrir en el documento, o suponer que estaba en la mente de su autor, cualquier reconocimiento del día del Señor como un asunto de obligación divina. Ellos notan, y muy ciertamente, que Constantino lo designó por su título astrológico o pagano, Dies Solis, e insisten que el epíteto venerabilis, con el cual es introducido, hace referencia a los ritos realizados en ese día en honor de Hércules, Apolo y Mitra.31 HSPDS 219.4

Sobre este punto importante, Milman, el erudito editor de Gibbon, testifica así: HSPDS 220.1

“El decreto ordenando la celebración del sábado cristiano, no hace ninguna alusión a su peculiar santidad como una institución cristiana. Es el día del sol que ha de ser observado para la veneración general; los tribunales deben estar cerrados, y el ruido y el tumulto de los trabajos públicos y los litigios legales no debían por más tiempo violar el reposo del día sagrado. Pero el creyente en el nuevo paganismo, del cual la adoración del sol es la característica, podría aceptar sin escrúpulos la santidad del primer día de la semana”.32 HSPDS 220.2

Y él añade en un capítulo subsiguiente: HSPDS 220.3

“En realidad, como hemos observado antes, el día del sol sería voluntariamente santificado en casi todo el mundo pagano, especialmente esa parte que tenía tendencias reconocidas hacia la teología oriental”.33 HSPDS 220.4

El siete de marzo, Constantino publicó su edicto ordenando la observancia del ese antiguo festival pagano, el venerable día del sol. Al día siguiente, ocho de marzo,34 emitió un segundo decreto en todo sentido digno de su edicto predecesor pagano.35 El propósito de él era este: Que si algún edificio real fuera golpeado por un rayo, debían practicarse las antiguas ceremonias de propiciar a la deidad, y se debería consultar a los arúspices para conocer el significado de ese terrible portento.36 Los arúspices eran adivinos que predecían eventos futuros ¡examinando las entrañas de animales sacrificados a los dioses!37 El estatuto de marzo siete ordenando la observancia del venerable día del sol, y el del octavo día del mismo mes ordenaba la consulta de los arúspices, constituye un noble par de edictos paganos bien unidos. Que Constantino mismo era pagano en ese tiempo cuando promulgó los edictos, se ve no solo por la naturaleza de los edictos mismos, sino por el hecho de que su conversión nominal al cristianismo Mosheim la ubica dos años después de su ley dominical. Así él dice: HSPDS 220.5

“Después de considerar bien el tema, he llegado a la conclusión de que posteriormente a la muerte de Licinio en el año 323 cuando Constantino se encontró como el único emperador, él llegó a ser un cristiano absoluto, o uno que cree que ninguna religión sino la cristiana era aceptable para Dios. Previamente él había considerado la religión de un Dios como más excelente que las otras religiones, y creía que Cristo debía especialmente ser adorado: no obstante él suponía que había también deidades inferiores, y que a éstas debía rendirse cierta adoración, a la manera de los padres, sin faltas o pecado. Y quién no sabe que en aquellos tiempos, muchos otros también combinaban la adoración de Cristo con la de los antiguos dioses, a quienes ellos consideraban como los ministros del Dios supremo en el gobierno de los asuntos humanos y terrenales”.38 HSPDS 220.6

Como pagano, Constantino era adorador de Apolo o del sol, un hecho que arroja mucha luz sobre su edicto ordenando a los hombres a adorar el venerable día del sol. De esto testifica Gibbon: HSPDS 221.1

“La devoción de Constantino era más específicamente dirigida al genio del sol, el Apolo de la mitología griega y romana, y él se agradaba de que lo representaran con los símbolos del dios de la luz y de la poesía… Los altares de Apolo estaban coronados con las ofrendas votivas de Constantino; y a la multitud crédula se le enseñaba a creer que el emperador podía ver con ojos mortales la visible majestad de su deidad tutelar… El sol era universalmente celebrado como el guía invencible y el protector de Constantino”.39 HSPDS 221.2

Su carácter como profesante del cristianismo se describe así: HSPDS 221.3

“La sinceridad del hombre, que en un período breve efectuó cambios tan sorprendentes en el mundo religioso, es mejor conocido para Aquel que escudriña el corazón. Es seguro que su vida subsecuente no proporcionó evidencias de su conversión a Dios. Él cruzó vadeando sin remordimiento los mares de sangre, y fue un príncipe muy tiránico”.40 HSPDS 221.4

Unas pocas palabras con respecto a su carácter como hombre, completarán nuestra visión de su adecuación para legislar para la iglesia. Este hombre, cuando fue elevado a la cumbre del poder terrenal, hizo que su hijo mayor, Crispo, fuera asesinado en secreto, no fuera que la fama del hijo eclipsara la del padre. En el mismo tenor su sobrino Licinio fue involucrado, “cuyo rango era su único crimen”, y esto fue seguido por la ejecución de “tal vez de una esposa culpable”.41 HSPDS 221.5

Ese era el hombre que elevó el domingo al trono del Imperio Romano; y esa era la naturaleza de la institución que él elevó así. Un escritor inglés reciente dice de la ley dominical de Constantino que “parecería haber sido más bien para promover la adoración pagana que la cristiana”. Y él muestra como este emperador pagano llegó a ser cristiano, y cómo ese edicto pagano llegó a ser una ley cristiana. Dice: HSPDS 221.6

“En un PERÍODO POSTERIOR, llevado por la corriente de opinión, se declaró un converso a la iglesia. El cristianismo, entonces, o lo que a él le gusta llamar por ese nombre, llegó a ser la ley del país, y el edicto del año 321, no habiendo sido revocado, fue impuesto como una ordenanza cristiana”.42 HSPDS 221.7

De esta manera se ve que una ley, promulgada en apoyo de una institución pagana, después de unos pocos años llegó a ser considerada una ordenanza cristiana; y Constantino mismo, cuatro años después de su edicto dominical, fue capaz de controlar la iglesia, representada en el Concilio de Nicea, como para hacer que los miembros de ese concilio establecieran su festival anual de la pascua en domingo.43 El paganismo había preparado la institución desde los días antiguos, y ahora la había elevado al poder supremo; su obra se había completado. HSPDS 222.1

Hemos probado que el festival del domingo en la iglesia cristiana no tenía un carácter sabático antes del tiempo de Constantino. También hemos mostrado que el paganismo, en la persona de Constantino, primero le dio al domingo su carácter sabático, y, en el mismo acto de hacer esto, lo designó como un festival pagano, no cristiano, estableciendo así un sábado pagano. Ahora era la parte del papado, dotado de autoridad, efectuar su transformación en una institución cristiana; una obra que no fue lenta en realizar. Silvestre era el obispo de Roma mientras Constantino fue emperador. Cuán fielmente actuó su parte en transformar el festival del sol en una institución cristiana se ve en que, por su autoridad apostólica, él cambió el nombre del día, dándole el imponente título de DÍA DEL SEÑOR.44 Los defensores de la observancia del primer día deben mucho a Constantino y Silvestre. El uno lo elevó de un festival pagano al trono del imperio, haciéndolo un día de descanso para la mayor cantidad de trabajos; el otro lo cambió en una institución cristiana, dándole la apelación dignificada de Día del Señor. No es una razón suficiente para negar que el papa Silvestre, no lejos del año 325, con autoridad confirió al domingo el nombre de día del Señor, si decimos que uno de los padres, tan temprano como el año 200 d. C., llama al día por ese nombre, y que se puede mencionar que siete diferentes escritores, entre los años 200 y 325, (Tertuliano, Orígenes, Cipriano, Anatolio, Comodio, Victorino, y Pedro de Alejandría), también dieron este nombre al domingo. HSPDS 222.2

Ninguno de estos padres alguna vez pretendió darle a ese título autoridad apostólica; y ya se ha mostrado que ellos no pudieron creer que el día fuera el día del Señor por designación divina. Por lo tanto, tan lejos de tener un conflicto el uso de este término por estas personas como nombre del domingo con la declaración de que Silvestre, por su autoridad apostólica, estableció este nombre como el título apropiado para ese día, que muestra que el acto de Silvestre era exactamente el apropiado para las circunstancias del caso. De hecho, Nicéforo asegura que Constantino, que se consideraba a sí mismo tanto cabeza de la iglesia como el papa, “indicó que el día que los judíos consideraban el primer día de la semana, y que los griegos dedicaban al sol, debiera ser llamado el día del Señor”.45 Las circunstancias del caso le dan el más elevado grado de probabilidad a las declaraciones de Lucio y Nicéforo. Ellos ciertamente no indicaban que el papa consideraba tal acto de su parte como innecesario. Tomen un evento reciente en la historia papal como una ilustración de este caso. Solo hace pocos años, Pío IX decretó que la virgen María nació sin pecado. Esto había sido afirmado hacía mucho por muchos escritores distinguidos en la iglesia papal, pero le faltaba autoridad como un dogma de esa iglesia hasta que el papa, en el año 1854, dio su sanción oficial.46 Fue la obra de Constantino y de Silvestre en la primera parte del siglo cuarto la de establecer el festival del sol, para ser un día de descanso, por autoridad del imperio, y para hacerlo una institución cristiana por autoridad de San Pedro. HSPDS 222.3

Lo siguiente del Dr. Heylyn, un distinguido miembro de la Iglesia Anglicana, es digna de atención especial. En un lenguaje muy fuerte, él repasa los pasos por los cuales el festival del domingo surgió al poder, contrastándolo en este respecto con el antiguo sábado del Señor; y luego, con igual veracidad y franqueza, él reconoce que, como el festival del domingo fue establecido por el emperador y la iglesia, el mismo poder puede quitarlo cuando lo vea conveniente. Dice esto: HSPDS 223.1

“De este modo vemos sobre qué base se encuentra el día del Señor; en una costumbre, primero, y en consagración voluntaria para reuniones religiosas; esa costumbre tolerada por la autoridad de la iglesia de Dios, que tácitamente la aprobó; y finalmente confirmada y ratificada por los príncipes cristianos a través de su imperio. Y como un día de descanso de las labores y abstención de trabajos en ese día, recibió su mayor fortaleza del supremo magistrado mientras retuvo aquel poder que le correspondía; como después de los cánones y decretos de concilios, las decretales de los papas y las órdenes de prelados específicos, cuando la sola administración de los asuntos eclesiásticos les fueron encomendadas. HSPDS 223.2

“Yo espero que no haya sido así con el anterior sábado, que ni tomó su origen en las costumbres, que la gente no se adelantó para darle un día a Dios; ni requirió ninguna aprobación o autoridad de los reyes de Israel para confirmarlo y ratificarlo. El Señor había hablado la palabra, que él tendría un día en siete, precisamente el séptimo día de la creación del mundo, para ser un día descanso para todo su pueblo; que decía, no hay más para hacer sino someterse alegremente y obedecer su voluntad… Pero así no se hizo en nuestro trabajo presente. El día del Señor no tenía tal mandato para que fuera santificado, sino que se dejó claramente al pueblo de Dios que eligiera sobre esto, o cualquier otro, para uso público. Y habiendo tomado entre ellos y hecho un día de reunión en la congregación para ejercicios religiosos; pero por trescientos años no hubo ni ley que los obligara a ello, ni ningún descanso del trabajo o de las tareas mundanas requeridas en él. HSPDS 223.3

“Y cuando pareció bien a los príncipes cristianos, los padres protectores de la iglesia de Dios, poner restricciones sobre su pueblo, pero al principio ellas no fueron generales; sino solo a ciertos hombres en ciertos lugares que debieran dejar de lado sus trabajos ordinarios y diarios, para asistir al servicio de Dios en la iglesia; aquellos cuyos empleos eran más pesados y más repugnantes a la verdadera naturaleza del sábado, dejándoles seguir y realizar sus trabajos porque eran más necesarios para el bien público. HSPDS 223.4

“Y en los tiempos siguientes, cuando como el príncipe y el prelado, en sus lugares propios procuraron restringirlos también de eso, que anteriormente ellos habían permitido, y prohibiendo casi toda clase de trabajo corporal en ese día; no fue logrado sin mucha lucha y oposición del pueblo; habiendo pasado más de mil años, después de la ascensión de Cristo, antes de que el día del Señor obtuviera el estado en el cual se encuentra ahora… Y siendo llevado a ese estado, en el cual ahora se encuentra, no está firme y en terreno seguro, pero que aquellos poderes que lo elevaron podrían bajarlo si quisieran, sí, casi eliminarlo hasta el tiempo, y fijarlo en cualquier otro día que a ellos les pareciera mejor”.47 HSPDS 224.1

El edicto de Constantino marca un cambio radical en la historia del festival del domingo. El Dr,. Heylyn testifica de este modo: HSPDS 224.2

“Hasta aquí hemos hablado del día del Señor como tomado por consenso común de la iglesia; no instituido ni establecido por ningún texto de la Escritura, o edicto de emperador, o decreto de concilio… En lo que sigue, encontraremos tanto emperadores como concilios muy frecuentemente ordenando cosas acerca de este día y de su servicio”.48 HSPDS 224.3

Después de su profesada conversión al cristianismo, Constantino ejerció todavía más su poder, en favor del venerable día del sol, ahora alegremente transformado en el día del Señor, por la autoridad apostólica del obispo romano. Heylyn testifica de este modo: HSPDS 224.4

“Tan natural es un poder en un príncipe cristiano ordenar cosas acerca de la religión, que él no solo tomó sobre sí ordenar el día, sino también prescribir el servicio”.49 HSPDS 224.5

La influencia de Constantino contribuyó poderosamente a ayudar a aquellos líderes de la iglesia que estaban decididos a introducir las formas de la adoración pagana en la iglesia cristiana. Gibbon registra los motivos de estos hombres, y el resultado de su acción: HSPDS 224.6

“Los más respetables obispos se habían persuadido que los rústicos ignorantes renunciarían más alegremente a la superstición del paganismo, si encontraban algún parecido, alguna compensación, en el seno del cristianismo. La religión de Constantino logró en menos de un siglo, la conquista final del Imperio Romano: pero los ganadores mismos fueron insensiblemente dominados por las artes de sus rivales vencidos”.50 HSPDS 224.7

El cuerpo de cristianos nominales, que resultó de esta extraña unión de ritos paganos con la adoración cristiana, se arrogaron a sí mismos el título de iglesia católica, mientras el verdadero pueblo de Dios, que resistió estas innovaciones peligrosas, fueron etiquetados como heréticos, y expulsados de la iglesia. HSPDS 225.1

No es extraño que el sábado perdiera terreno en tal cuerpo, en su lucha con su rival, el festival del sol. En realidad, después de un período breve, la historia del sábado será encontrada solo en los casi obliterados registros de aquellos a quienes la iglesia católica expulsó y estigmatizó como herejes. Del sábado en el tiempo de Constantino, Heylyn dice: HSPDS 225.2

“En cuanto al sábado, que retuvo su acostumbrado crédito en las iglesias orientales, poco inferior al día del Señor, si no claramente igual; no como un sábado, no piensen eso; sino como un día designado para reuniones sagradas”.51 HSPDS 225.3

No hay dudas que, después de la gran inundación de mundanalidad que entró en la iglesia en el tiempo de la pretendida conversión de Constantino, y después de todo lo que él mismo hizo y por lo que hizo Silvestre en favor del domingo, la observancia del sábado para muchos, es sólo algo nominal. Pero la acción del concilio de Laodicea, al cual llegaremos ahora, prueba concluyentemente que el sábado todavía se observaba, no sencillamente como un festival, como sugiere Heyly, sino como un día de abstinencia del trabajo, como lo ordena el mandamiento. La obra de Constantino, sin embargo, marca una época en la historia del sábado y del domingo. Constantino era hostil al sábado, y su influencia pesó poderosamente contra él sobre todos aquellos que procuraban el progreso mundanal. El historiador Eusebio fue un amigo especial y panegirista de Constantino. Este hecho no debe perderse de vista al pesar su testimonio con respecto al sábado. Él habla de ese día como sigue: HSPDS 225.4

“Ellos [los patriarcas], por lo tanto, no consideraron la circuncisión, ni observaron el sábado, ni lo hacemos nosotros; ni nos abstenemos de ciertos alimentos, ni consideramos otros mandatos, que Moisés subsecuentemente entregó para ser observados como tipos y símbolos, porque tales cosas como éstas no corresponden a los cristianos”.52 HSPDS 225.5

Este testimonio muestra precisamente los conceptos de Constantino y el partido imperial con respecto al sábado. Pero no nos da los pensamientos de los cristianos como un todo; porque hemos visto que el sábado había sido extensamente retenido hasta este punto, y pronto tendremos ocasión de citar otros historiadores, contemporáneos y sucesores de Eusebio, quienes registran su observancia continua. Constantino ejerció una influencia controladora en la iglesia, y estaba decidido a “no tener nada en común con esa plebe muy hostil de los judíos”. Feliz hubiera sido si su aversión hubiera estado dirigida contra los festivales de los paganos más bien que contra el sábado del Señor. HSPDS 225.6

Antes del tiempo de Constantino, no hay rastros de la doctrina del cambio del sábado. Por lo contrario, tenemos evidencia decisiva de que el domingo era un día en el cual el trabajo ordinario era considerado legal y adecuado. Pero Constantino, mientras todavía era pagano, ordenó que cada clase de trabajo excepto la agricultura debía ser puesta a un lado en ese día. Su ley designaba el día como un festival pagano, lo que realmente era. Pero después de solo cuatro años de su promulgación, Constantino había llegado a ser, no meramente un converso profeso a la religión cristiana, sino, en muchos sentidos, prácticamente la cabeza de la iglesia, como lo mostró claramente el curso de los acontecimientos en el concilio de Nicea. Su ley dominical pagana, que no fue revocada, desde entonces fue impuesta en favor de ese día como un festival cristiano. Esta ley le dio al festival del domingo, por primera vez, algo de carácter sabático. Ahora era un día de descanso de la mayor cantidad de labores por la ley del Imperio Romano. El día de reposo de Dios, de allí en adelante molestaba más que nunca antes. HSPDS 226.1

Pero ahora viene un hecho de notable interés. Se había preparado el camino, como acabamos de ver, para la doctrina del cambio del sábado, y las circunstancias del caso demandaba que se produjera, fue en este mismo momento planteado por primera vez. Eusebio, el amigo especial y adulador de Constantino, fue el hombre que primero expresó esta doctrina. En su Comentario de los Salmos hace la siguiente declaración sobre el Salmo 112 con respecto al cambio del sábado: HSPDS 226.2

“Por lo cual como ellos [los judíos] la rechazaron [la ley del sábado] la Palabra [Cristo], por el nuevo pacto, TRASLADÓ y TRANSFIRIÓ la fiesta del sábado a la luz matutina, y nos dio el símbolo del verdadero reposo, o sea, el salvífico día del Señor, la primera luz [del día] en la que el Salvador del mundo, después de todas sus labores entre los hombres, obtuvo la victoria sobre la muerte, y pasó los portales del Cielo, habiendo realizado una obra superior a la de la creación en seis días.53 HSPDS 226.3

“En este día, que es el primero [día] de la luz y del verdadero Sol, nos reunimos, después de un intervalo de seis días, y celebramos los sábados santos y espirituales, todas las naciones redimidas por todo el mundo, y hacemos aquellas cosas de acuerdo con la ley espiritual, que fue decretada por los sacerdotes para hacer en el sábado”.54 HSPDS 226.4

“Y todas las cosas que era el deber hacer en el sábado, estas las hemos transferido al día del Señor, como más apropiadas que le corresponden, porque él tiene precedencia y está primero en rango, y es más honorable que el sábado judío”.55 HSPDS 226.5

Eusebio estaba bajo la más fuerte tentación de agradar y aún de adular a Constantino, porque él vivía a la luz solar del favor imperial. En una ocasión, él fue tan lejos como para decir que la ciudad de Jerusalén, que Constantino había reedificado, ¡podría ser la Nueva Jerusalén predicha en las profecías!56 Pero tal vez no hubo acto de Eusebio que pudiera darle a Constantino mayor placer que su publicación de una doctrina como esta con respecto al cambio del sábado. Por la ley civil, el emperador había dado al domingo un carácter sabático. Aunque él había hecho esto mientras todavía era pagano, encontró que era en su interés mantener esta ley después de haber obtenido una posición de mando en la iglesia católica. Por lo cual, cuando Eusebio salió y declaró que Cristo transfirió el sábado al domingo, una doctrina nunca antes oída, y en apoyo de la cual no tenía pasaje de la Escritura para citar, Constantino no podía sino sentirse adulado en el más elevado grado de que su propio edicto dominical correspondía al mismísimo día que Cristo había ordenado que fuera el sábado en lugar del séptimo. Era una prueba convincente de que Constantino había sido llamado divinamente a su elevado cargo en la iglesia católica, de que identificara exactamente su obra con la de Cristo, aunque él no tenía, en ese tiempo, conocimiento de que Cristo hubiera hecho ninguna cosa de esa clase. HSPDS 226.6

Como ningún escritor antes de Eusebio siquiera insinuó la doctrina del cambio del sábado, y como hay la prueba más convincente, como hemos mostrado, que antes de su tiempo el domingo no poseía ningún carácter sabático, y como Eusebio no pretende que su doctrina esté afirmada en las Escrituras, ni en ningún escritor eclesiástico precedente, es seguro que él fue el padre de la doctrina. Esta nueva doctrina no fue planteada sin algún motivo. Ese motivo no podía haber sido presentar algunos pasajes olvidados de las Escrituras; porque él no cita un solo texto en su apoyo. Pero las circunstancias del caso revelan claramente el motivo. La nueva doctrina se adaptaba exactamente al nuevo orden de cosas que introdujo Constantino. Además, era específicamente apropiada para adular el orgullo del emperador, exactamente lo que Eusebio estaba bajo la más fuerte tentación de hacer. HSPDS 227.1

Es notable, sin embargo, que Eusebio, en la misma conexión en la que anuncia esta nueva doctrina, sin querer expone su falsedad. Él primero afirma que Cristo cambió el sábado, y luego virtualmente lo contradice al indicar los verdaderos autores del cambio. Él dice esto: HSPDS 227.2

“Por lo cual todas las cosas que era el deber de hacer en el sábado, éstas NOSOTROS las hemos transferido al día del Señor”.57 HSPDS 227.3

Las personas aquí referidas como los autores de esta tarea son el Emperador Constantino, y obispos como Eusebio, quien amaba el favor de los príncipes, y Silvestre, el pretendido sucesor de San Pedro. Dos hechos refutan la aseveración de Eusebio de que Cristo cambió el sábado. 1. Que Eusebio, quien vivió trescientos años después del pretendido cambio, es el primer hombre que menciona tal cambio; 2. Que Eusebio testifica que él mismo y otros hicieron este cambio, que ellos no hubieran podido hacer si Cristo lo hubiera hecho al comienzo. Pero, aunque la doctrina del cambio del sábado fue anunciada por Eusebio, no tuvo apoyo de ningún escritor de esa época. La doctrina nunca se había oído antes, y Eusebio tenía simplemente su propia afirmación, pero ningún pasaje de las Santas Escrituras para ofrecer en su apoyo. HSPDS 227.4

Pero después de Constantino, el sábado comenzó a recuperar fuerza, por lo menos en las iglesias orientales. El Prof. Stuart, al hablar del período desde Constantino hasta el concilio de Laodicea, año 364 d. C., dice: HSPDS 228.1

“La práctica de ella [la observancia del sábado] la continuaron los cristianos que eran celosos por el honor de la ley mosaica, y finalmente, porque, como hemos visto, predominaba en toda la cristiandad. Se suponía en general que el cuarto mandamiento requería la observancia del sábado del séptimo día (no meramente una séptima parte del tiempo), y razonando como cristianos del día presente, están dispuestos a hacer, o sea, que todo lo que pertenece a los diez mandamientos era inmutable y perpetuo, las iglesias en general vinieron gradualmente a considerar el sábado del séptimo día como totalmente sagrado”.58 HSPDS 228.2

Sin embargo, el Prof. Stuart, conecta con esto la declaración de que el domingo fue honrado por todos los grupos. Pero el concilio de Laodicea asestó un fuerte golpe a esta observancia del sábado en la iglesia oriental. El Sr. James, al dirigirse a la universidad de Oxford, dio este testimonio: HSPDS 228.3

“Cuando la práctica de observar los sábados el séptimo día, que había llegado a ser muy general hacia fines de este siglo, estuvo evidentemente ganando terreno en la iglesia oriental, se promulgó un decreto en el concilio celebrado en Laodicea [año 364] ‘que los miembros de la iglesia no deben descansar del trabajo en el sábado como los judíos, sino deben trabajar en ese día, y promover el honor el día del Señor, entonces si está en su poder deben descansar del trabajo como cristianos”.59 HSPDS 228.4

Esto muestra en forma concluyente que en ese período la observancia del sábado de acuerdo con el mandamiento estaba muy difundida en las iglesias orientales. Pero el concilio de Laodicea, no solo prohibió la observancia del sábado, ¡hasta pronunció una maldición sobre los que obedecían el cuarto mandamiento! Prynne testifica: HSPDS 228.5

“Es seguro que Cristo mismo, sus apóstoles, y los primeros cristianos por un buen espacio de tiempo, observaron constantemente el sábado en el séptimo día;… los evangelistas y S. Lucas en los Hechos siempre nombrándolo el día sábado… y mencionándolo… solemnizado por los apóstoles y otros cristianos, … siendo todavía solemnizado por muchos cristianos después del tiempo de los apóstoles, aún hasta el concilio de Laodicea [364 d. C.], como testifican escritores eclesiásticos y el canon veintinueve de ese concilio , el que dice así:60 ‘Por cuanto los cristianos no deben judaizar, y descansar en el sábado, sino trabajar en ese día (lo que muchos en ese tiempo rehúsan hacer). Pero dando honor al día del Señor (habiendo entonces una gran controversia entre los cristianos cuál de esos dos días… debía tener la precedencia) si ellos deseaban descansar debían hacerlo como cristianos. Por lo cual si se los encontrara judaizando, sean ellos malditos por Cristo’… El sábado del séptimo día fue… solemnizado por Cristo, los apóstoles y los cristianos primitivos, hasta que el concilio de Laodicea en cierta forma abolió la observancia de él… El concilio de Laodicea [361 d. C.]… primero estableció la observancia del día del Señor, y prohibió… la observancia del sábado judío bajo un anatema”.61 HSPDS 228.6

La decisión de este concilio no extirpó el sábado de las iglesias orientales, aunque materialmente debilitó su influencia, e hizo que su observancia, para muchos, llegara a ser algo nominal, mientras en forma muy efectiva fortaleció el carácter sagrado y la autoridad del festival del domingo. Que eso no extinguió totalmente la observancia del sábado es certificado por un antiguo escritor inglés, John Ley: HSPDS 229.1

“Desde el tiempo de los apóstoles hasta el concilio de Laodicea, que sucedió por el año 364, la santa observancia del sábado de los judíos continuó, como puede probarse por muchos autores; sí, a pesar del decreto de ese concilio contra élla”.62 HSPDS 229.2

Y Gregorio, obispo de Nisa, por el año 372, usó esta protesta: HSPDS 229.3

“¿Con qué ojos puedes contemplar el día del Señor, cuando desprecias el sábado? ¿No percibes que son hermanos, y que al despreciar el uno, afrentas al otro?”.63 HSPDS 229.4

Este testimonio es valioso porque señala el progreso de la apostasía con respecto al sábado. El festival del domingo entró en la iglesia, no como una institución divina, sino como una observancia voluntaria. Aun tan tarde como el año 200 d. C., Tertuliano dijo que solo tenían tradiciones y costumbres como apoyo.64 HSPDS 229.5

Pero en el año 372, este festival humano había llegado a ser el hermano e igual a ese día que Dios santificó al principio y ordenó solemnemente en la ley moral. Cuán digno fue realmente de ser llamado hermano del sábado es el festival del domingo, puede juzgarse por lo que siguió. Cuando este así llamado hermano hubo ganado una posición reconocida en la familia, expulsó al otro, y lo pisoteó en el polvo. En nuestros días, el festival del domingo pretende ser el día verdadero designado en el cuarto mandamiento. HSPDS 229.6

Los siguientes testimonios exhiben la autoridad de los concilios de la iglesia en su verdadera luz. Cox cita a Jortin como diciendo: HSPDS 229.7

“En tales asambleas, los hombres mejores y más moderados rara vez tienen ascendiente, y a menudo son conducidos o impulsados por otros que son muy inferiores a ellos en buenas cualidades”.65 HSPDS 229.8

El mismo escritor nos da la opinión de Baxter sobre la famosa Asamblea de Westminster. Baxter dice: HSPDS 230.1

“He vivido para ver una asamblea de ministros, donde tres o cuatro líderes eran tan dominantes que dieron forma a una confesión en nombre de todo el grupo, que tenía en ella lo que algunos miembros específicos negaban. Y cuando acerca de un artículo controvertido, un hombre me acusó intensamente de cuestionar las palabras de la iglesia, otros, que estaban en la formación de ese artículo habían dejado todo sobre el mismo hombre, el resto no estaba dispuesto a luchar con él; y así fue que él mismo era la iglesia cuya autoridad él tanto impulsaba”.66 HSPDS 230.2

Esa ha sido la naturaleza de los concilios de todas las épocas; no obstante siempre han pretendido infalibilidad, y han usado mayormente la infalibilidad en la supresión del sábado y el establecimiento del festival del domingo. Acerca del carácter sagrado del primer día antes de Crisóstomo, y hasta ese tiempo, Kitto testifica esto: HSPDS 230.3

“Aunque en tiempos posteriores encontramos considerables referencias a un tipo de consagración del día, no parece que en ningún período de la iglesia antigua ha asumido la forma de esa observancia como han pretendido algunas comunidades religiosas modernas. Ni esos escritores en ningún caso pretenden aducir ningún mandato divino, o siquiera una práctica apostólica, en apoyo de ella… Crisóstomo (360 d. C.) concluye una de sus homilías al despedir a su audiencia a sus ocupaciones ordinarias respectivas”.67 HSPDS 230.4

Se ha reservado a los teólogos modernos el descubrir la autoridad divina o apostólica para la observancia del domingo. Los antiguos doctores de la iglesia no sabían que existiera ninguna autoridad tal; y por ello ellos estimaban que fuera legal y apropiado ocuparse en los asuntos mundanos usuales en ese día cuando su adoración religiosa hubiera terminado. De este modo, Heylyn da testimonio con respecto a S. Crisóstomo que él HSPDS 230.5

“confesara que era legal que un hombre se ocupara de sus asuntos mundanos en el día del Señor, después que la congregación se despidiera”.68 HSPDS 230.6

S. Jerónimo, unos pocos años después de esto, al iniciarse el quinto siglo, en su felicitación a la señora Paula, muestra su propia opinión sobre el trabajo dominical. Él dice: HSPDS 230.7

“Paula, con las mujeres, tan pronto como regresaron a casa en el día del Señor, se sentaron cada una a su trabajo, e hicieron ropas para sí mismas y para otros”.69 HSPDS 230.8

Morer justifica ese trabajo en domingo en los siguientes términos: HSPDS 230.9

“Si leemos que ellos hicieron algún trabajo en el día del Señor, debe recordarse que esta aplicación a las tareas diarias no ocurría hasta que su adoración hubiera terminado, cuando podría con inocencia suficiente retomarlas, porque la longitud de tiempo o el número de horas asignadas para la piedad no se había explicado bien como en tiempos posteriores. El estado de la iglesia es vastamente diferente de lo que era en aquellos días tempranos. Los cristianos entonces por algunos siglos de años estaban bajo persecución y pobreza; y además de sus propias necesidades, muchos de ellos tenían amos severos que los obligaban a trabajar, y hacían que tuvieran menos tiempo para asuntos espirituales de lo que de otro modo podían tener. En la época de S. Jerónimo su condición era mejor, porque el cristianismo había llegado al trono así como al imperio. Pero por todo esto, la santificación entera del día del Señor avanzó lentamente; y que fue obra del tiempo llevarla a la perfección, resulta de varios pasos que dio la iglesia en sus constituciones, y de los decretos de emperadores y otros príncipes, por los que las prohibiciones de los asuntos serviles y civiles avanzaron por grados de una especie a otra, hasta el día que recibieron considerable figuración en el mundo. Por lo tanto, ahora, siendo tan alterado el caso, el uso más apropiado de citar aquellos ejemplos antiguos es solo, en cuanto a doctrina, para mostrar que el trabajo ordinario, en cumplimiento de la providencia para el sostén de la vida natural, no es pecaminoso aun en el día del Señor, cuando la necesidad es fuerte, y las leyes de esa iglesia y nación donde vivimos no están en contra de ello. Esto es lo que los primeros cristianos tuvieron para decir por sí mismos, en las obras que hicieron en ese día. Y si aquellas obras han sido entonces juzgadas como una profanación del festival, yo me atrevo a creer, ellos habrían sufrido el martirio más bien que ser culpables”.70 HSPDS 230.10

El obispo de Ely testifica esto: HSPDS 231.1

“En los días de S. Jerónimo, y en el mismo lugar donde él residía, los cristianos devotos realizaban trabajos ordinariamente en el día del Señor, cuando el servicio de la iglesia hubo terminado”.71 HSPDS 231.2

S. Agustín, el contemporáneo de Jerónimo, da un resumen del argumento en esa época para la observancia del domingo, en las palabras siguientes: HSPDS 231.3

“Surge de las sagradas Escrituras, que este día era solemne; era el primer día de la época, es decir de la existencia de nuestro mundo; en él los elementos del mundo se formaron; en él fueron creados los ángeles; en él, Cristo resucitó también de los muertos; en él el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles como el maná había hecho en el desierto. Por estas y otras circunstancias se distingue el día del Señor; y por lo tanto, los santos doctores de la iglesia han decretado que toda la gloria del sábado judío sea transferida a él. Por lo tanto, guardemos el día del Señor como se les ordenó a los antiguos a hacer en el sábado”.72 HSPDS 231.4

Se ha de observar que Agustín no asigna entre sus razones para la observancia del primer día, el cambio del sábado por Cristo o sus apóstoles, o que los apóstoles observaron ese día, o que Juan le había dado el nombre de día del Señor. Estos argumentos modernos para el primer día eran desconocidos para Agustín. Él dio el crédito de su trabajo, no a Cristo o a sus apóstoles inspirados, sino a los santos doctores de la iglesia quienes, por su propio concierto, habían transferido la gloria del sábado antiguo al venerable día del sol. El primer día de la semana era considerado, en el siglo quinto, el día más apropiado para dar santas órdenes, es decir, para las ordenaciones, y cerca de mediados del siglo, dice Heylyn, HSPDS 231.5

“León, entonces papa de Roma, promulgó una ley, y en general desde entonces, fue adoptada en la iglesia occidental, y no eran conferidas en ningún otro día:”.73 HSPDS 232.1

De acuerdo con el Dr. Justin Edwards, este mismo papa hizo también un decreto en favor del domingo: HSPDS 232.2

“ORDENAMOS, de acuerdo con el verdadero sentido del Espíritu Santo, y de los apóstoles como fueron por él dirigidos, que en el día sagrado en el cual nuestra propia integridad fue restaurada, todos descansen y cesen de trabajar”.74 HSPDS 232.3

Pronto después de este edicto del papa, el emperador León, en el año 469, promulgó el siguiente decreto: HSPDS 232.4

“Es nuestra voluntad y placer, que los días santos dedicados el Dios altísimo, no sean pasados en recreaciones sensuales, o profanados de otra manera por juicios legales, especialmente el día del Señor, que decretamos ser un día venerable, y por lo tanto, libre de toda citación, ejecuciones, reclamos y actos similares. Que no se abran el circo o el teatro, ni se vean combates de bestias en ellos… Si cualquiera procurara ofender en esos lugares, sea un militar, que pierda su comisión; o si es otro, que sus posesiones y bienes sean confiscados”.75 HSPDS 232.5

Y este emperador decidió sanar la brecha en la ley de Constantino, y así prohibió la agricultura en domingo. Así que él añadió: HSPDS 232.6

“Ordenamos, por lo tanto, a todos, a los agricultores y a otros, a dejar el trabajo en este día de nuestra restauración”.76 HSPDS 232.7

Los santos doctores de la iglesia habían por este tiempo despojado muy efectivamente toda la gloria del sábado, transfiriéndola al día del Señor del papa Silvestre; como testifica Agustín; no obstante, la observancia sabática no estaba totalmente extinguida aún en la iglesia católica. El historiador Sócrates, quien escribió a mediados del siglo quinto, testifica así: HSPDS 232.8

“Porque aunque casi todas las iglesias a través del mundo celebran los misterios sagrados en el sábado de cada semana, pero los cristianos de Alejandría y en Roma, por causa de algunas antiguas tradiciones, rehúsan hacerlo. Los egipcios en el vecindario de Alejandría, y los habitantes de Tebas, realizan sus reuniones religiosas en el sábado, pero no participan de los misterios de la manera usual entre los cristianos en general: pues después de haber comido y haberse satisfecho con comidas de todas clases, en la tarde, haciendo sus oblaciones, participan de los misterios”.77 HSPDS 232.9

Como la iglesia de Roma había transformado el sábado en un ayuno unos doscientos años antes, a fin de oponerse a su observancia, es probables que esta fuera la tradición antigua a la que se refiere Sócrates. Y Sozomeno, el contemporáneo de Sócrates, habla de este modo sobre el mismo punto: HSPDS 233.1

“El pueblo de Constantinopla, y de varias otras ciudades, se reúnen en el sábado, así como al día siguiente; costumbre que nunca se observa en Roma, ni en Alejandría. Hay varias ciudades y aldeas en Egipto donde, contrariamente a los usos establecidos en otras partes la gente se reúne los sábados de tarde; y aunque han cenado previamente, participan de los misterios”.78 HSPDS 233.2

Sobre las declaraciones de estos historiadores, Cox observa: HSPDS 233.3

“Era la práctica de ellos sabatizar en sábado, y celebrar el domingo como un día de regocijo y festividad. Sin embargo, entretanto en algunos lugares se respetaba generalmente a ambos días, la práctica judaizante de observar el sábado era condenada expresamente en las iglesias principales, y todas las doctrinas conectadas con él eran resistidas firmemente”.79 HSPDS 233.4

Ha llegado el momento cuando, como lo afirma Coleman, la observancia del sábado fue considerada herética; y el final del siglo quinto presenció su supresión efectiva en el gran cuerpo de la iglesia católica. HSPDS 233.5