El Gran Movimiento Adventista

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La proclamación del tiempo, un bocado dulce

La proclamación del tiempo en 1844 fue en realidad una noticia gozosa para aquellos que creían, y quienes, sin duda, esperaban tan pronto la liberación eterna de todos los males, tristezas y dolores de este mundo pecaminoso. El pensamiento de que en unas pocas semanas serían glorificados, inmortalizados y estarían en la áurea ciudad de Dios, con su Rey, ciertamente inspiraba. Como lo expresó uno que tuvo esa experiencia: “Los que sinceramente aman a Jesús pueden apreciar los sentimientos de aquellos que esperaban con el interés más intenso la venida de su Salvador… Nos acercamos a esta hora con una serena solemnidad. Los verdaderos creyentes descansaron en una dulce comunión con Dios, un fervor por la paz que sería suya en el brillante porvenir. Aquellos que experimentaron esta esperanza y confianza nunca olvidarán aquellas preciosas horas de espera”. GMA 149.1

La posición peculiarmente difícil de aquellos que, en el undécimo día del mes séptimo, se encontraron todavía en este mundo oscuro de tentaciones y pruebas, donde debían afrontar el escarnio, las burlas y el ridículo de aquellos a quienes unas pocas horas antes habían exhortado a estar preparados para encontrarse con el Señor, encuentra una ilustración adecuada en el caso de María, cuando “estaba fuera llorando junto al sepulcro”; y cuando los ángeles se le acercaron con la pregunta: “Mujer, ¿por qué lloras?” les dijo: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”.5 GMA 149.2