El Mensaje del Tercer Ángel, 1893

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El Mensaje del Tercer Ángel – Nº 19

Pastor A. T. Jones
Impreso en el Boletín Diario de la Conferencia General, 1º de marzo de 1893, pp. 437-441.

Esta noche comenzaremos con el primer versículo de Apocalipsis 14: MTA-1893 235.1

“Después miré, y vi que el Cordero estaba de pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente”. Se cita ese mismo número en el capítulo 7, versículo 4; no obstante leeré desde el versículo 1: “Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplara viento alguno sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre árbol alguno. Vi también otro ángel, que subía desde donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Clamó a grande voz a los cuatro ángeles a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: ‘No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios’. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil”. MTA-1893 235.2

He leído esas dos escrituras relacionadas la una con la otra, a fin de mostrar que el sello y el nombre de Dios van inseparablemente unidos. Los 144.000 tenían el nombre de su Padre en sus frentes, y estaban sellados en sus frentes con el sello del Dios viviente. Más adelante en nuestro estudio, cuando consideremos en qué consiste el nombre de Dios, comprenderemos qué es el sello de Dios. El sello de Dios es precisamente aquello que nos trae su nombre, aquello que pone su nombre en nuestras mentes, sobre nosotros y en nosotros. MTA-1893 235.3

Vayamos ahora a Éxodo 3:13 y 14. Se trata del episodio en que el Señor apareció a Moisés en la zarza ardiente, enviándolo a que librara de Egipto a su pueblo. “Dijo Moisés a Dios: –Si voy a los hijos de Israel y les digo: ‘Jehová, el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros’, me preguntarán: ‘¿Cuál es su nombre?’. Entonces, ¿qué les responderé? Respondió Dios a Moisés: –‘Yo soy el que soy’. Y añadió: –Así dirás a los hijos de Israel: ‘“Yo soy” me envió a vosotros’”. Hasta aquí el Señor no le había dicho más que eso, tal como leemos en el versículo 6: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. MTA-1893 235.4

Repito: Moisés pregunta: ‘Cuando vaya a los hijos de Israel diciéndoles que el Dios de sus padres me ha enviado a ellos y me pregunten cuál es su nombre, ¿qué les responderé? Entonces Dios dijo a Moisés: “‘Yo soy el que soy’. Y añadió: –Así dirás a los hijos de Israel: ‘“Yo soy” me envió a vosotros’. Además, dijo Dios a Moisés: –Así dirás a los hijos de Israel: ‘Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos” (vers. 15). MTA-1893 235.5

¿Cuál es su nombre? “YO SOY EL QUE SOY”. Dijo –y ellos lo sabían-, que era “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”, y el Dios de sus padres. Los israelitas sabían que sus padres tenían un Dios al que adoraban. Habían oído hablar del Dios de sus padres. Lo recordaban, aunque de forma lejana, pero ahora les es revelado que el Dios de sus padres es el Dios cuyo nombre es “YO SOY EL QUE SOY”, y precisamente ese “es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos”. MTA-1893 235.6

Por consiguiente, el nombre y el memorial de Dios van juntos. Pero su nombre no es simplemente “Yo soy”, sino “Yo soy el que soy”. ‘Yo soy {precisamente} aquello que soy’. No consideró suficiente con decir a los hombres que él es, sino que a fin de que nuestro conocimiento de él nos haga un bien, necesitamos saber que él es quien es {necesitamos saber quien / cómo es}. No nos basta simplemente con saber acerca de la existencia de Dios, sino que necesitamos saber quién es y el sentido de su existencia en relación con nosotros. Por lo tanto, no dijo meramente “Yo soy”, sino “Yo soy el que soy”, o ‘Yo soy lo que soy’. Ese es su nombre, y si queremos realmente conocerlo, hemos de saber, no solamente que él existe, sino que él es quien es; y no lo conocemos hasta que no sepamos quién es él. MTA-1893 236.1

En Hebreos 11:6 se expresa el mismo pensamiento: “Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan”. ¿Cuál es la recompensa que Dios da al que le busca? –Es Dios mismo! Él mismo, todo lo que él es, con todo lo que tiene. Si tuviéramos todo lo que él tiene sin tenerlo a él, ¿qué bien nos haría? Comprendedlo: si tuviéramos todo lo que él tiene pero siguiéramos siendo nosotros, vendríamos a ser lo más parecido a demonios. Dar a un ser humano todo lo que Dios tiene, permitiendo que permanezca como la misma persona que era, sería algo terrible. Por lo tanto, significaría muy poco si Dios nos diera todo lo que tiene sin darnos lo que él es, es decir, sin dársenos él mismo. Así pues, cuando nos da lo que él es, cuando se nos da él mismo, su carácter, su naturaleza y disposición, entonces podemos hacer uso de lo que él es tanto como de lo que él tiene, y “es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe”, y que es tal como realmente es. MTA-1893 236.2

Continuamos: ¿Qué es Dios primeramente, para toda cosa y persona en el universo? [Congregación: “Creador”]. ¡Ciertamente! Lo primero que él es para todo objeto, animado o inanimado, es Creador, ya que por él existen todas las cosas. Él es el autor de todo. Por lo tanto, lo primero para los seres humanos, ángeles o cualquier otra criatura inteligente, es conocerlo como Creador. Ahora dice: “YO SOY EL QUE SOY”, por lo tanto, lo primero que llega a toda criatura en lo relativo a lo que él es, es decir, en comprender su nombre, es que es su Creador. Vemos pues que su nombre es inseparable de su memorial. Por lo tanto, “este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos”. MTA-1893 236.3

Vayamos a Ezequiel 20:20. El texto os es familiar: “Santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios”. ¿De qué es, pues, señal el sábado? –De que él es Jehová, el Señor nuestro Dios. Pero el que él sea el Señor Dios simplemente desde el punto de vista de su existencia, no es lo que constituye su nombre. Es más que eso. Siendo el sábado la señal de que él es Dios el Señor, ¿no es acaso la señal de que él es tal cual es, tanto como de que él es {que existe}? [Congregación: “Sí”]. Pensad en ello. Siendo que el sábado es la señal de que él es el Dios verdadero, y habiéndonos dicho que él es lo que es, resulta que el sábado ha de ser la señal de cómo es Dios, tanto como de que Dios existe. ¿Lo comprendéis? [Congregación: “Sí”]. Por lo tanto, dado que su nombre es “YO SOY EL QUE SOY”, y que el sábado es la señal de que él es quien es, ¿veis que ese es su nombre por siempre, y también su memorial por siempre? El Señor dio el sábado –“Acuérdate del sábado para santificarlo”– como un memorial de que él es el Señor. En consecuencia, “este es mi nombre para siempre”, ese es su memorial. MTA-1893 236.4

[Una voz: “Por favor, explíquelo de nuevo”]. Bien. Volvamos desde el principio. Del sábado, nos dice: “lo santificaréis” y os será por señal. Meramente el séptimo día de la semana, no es una señal del verdadero Dios. El día séptimo no es nada en sí mismo. Un hombre puede guardar el séptimo día de la semana sin conocer al Señor para nada, tal como podría guardar el domingo o cualquier otro día. Pero nadie puede guardar el Sábado sin conocer al Señor. Hay en el mundo tres clases de observadores de días: (1) guardadores del día siete de la semana, (2) guardadores del día primero (domingo), y (3) guardadores del Sábado. Guardadores del Sábado es lo que Dios quiere. Pero demasiados guardadores del día séptimo de la semana han pretendido estar guardando el Sábado. Es un engaño de los últimos días. MTA-1893 237.1

“Santificad mis sábados, y sean por señal”. Ese es el punto de partida. El sábado es, pues, una señal que él ha dispuesto para nosotros; que él mismo nos ha dado, “para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios”. El sábado es la señal de que él es Dios el Señor; no simplemente de que existe, sino de que él es quien es, puesto que ese es su nombre. ¿Lo comprendéis? “Yo soy el que soy”: –Yo soy Aquel que es Dios el Señor’. El sábado es una señal de que él es Dios, el Señor. Por lo tanto, el sábado es una señal de que él existe, tanto como de que él es quien es {su carácter y atributos}. Ahora bien, su nombre –nos dice– es “YO SOY EL QUE SOY”. “Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos”. ¿Cuál es la señal de que él es lo que es? [Congregación: “El sábado”]. Pero el Señor nos dice: ‘el sábado es mi memorial’, ‘hizo memorial para sus obras prodigiosas’, etc. ¿Podéis ver que aquello {el sábado} que es la señal de que él es lo que es (siendo ese su nombre por siempre), es su memorial por siempre? ¿Queréis que lo repita? [Voz: “No: ahora lo entiendo”]. ¿Lo comprendéis ahora? [Congregación: “Sí”]. MTA-1893 237.2

Avancemos. Dado que el sábado es la señal de que él es, y de que él es quien es, y considerando que en primer lugar es el Creador, lo primero que el sábado ha de significar es que él es el Creador. Pero ¿es eso lo único que ha de significar? –No, puesto que él es más que eso: no más en el sentido de ser diferente de eso, puesto que ahí están incluidas todas las cosas; pero lo que él es está revelado más extensamente en otros lugares, de forma que podemos saber en mayor plenitud lo que él es. Leamos Éxodo 31:17: “Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel. Es una señal “para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios”. ¿Y por qué es la señal? ¿No es acaso “porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y descansó”? Puesto que es una señal de eso que hizo, es una señal de él mismo, que fue quien lo hizo. MTA-1893 237.3

Ahora relacionad ambas cosas. Es una señal de que él es el Señor, porque “en seis días” hizo “los cielos y la tierra”. Por lo tanto, como ya hemos visto, lo primero que Dios es, es Creador; lo primero que significa el sábado es ‘Creador’, puesto que es señal de lo que él es. Ahora bien, el mandamiento del sábado dice: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna... porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar , y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó”. MTA-1893 237.4

Pensad ahora en el sábado. ¿Qué es el sábado? Tal como ya hemos leído en Ezequiel 20:20, es una “señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios”. Es como si dijese: ‘Recordad aquello {el sábado} cuyo significado es que yo soy vuestro Dios. ¿No es pues ese el memorial que trae el Señor a la memoria de las personas? Porque tal es el propósito de todo memorial: traer a la memoria. Dios quiere que sus criaturas lo recuerden, y les ha dado aquello que lo hará posible. Y ahora nos dice: ‘Acordaos de aquello {el sábado} que hará que me recordéis’. MTA-1893 238.1

Un pensamiento en este punto: Hemos de acordarnos de aquello que traerá al Señor a nuestra memoria, es decir, a nuestra mente. Cuando él está presente en nuestra mente, no lo está meramente como Aquel que existe, sino como siendo lo que es. Pero cuando ‘siendo lo que es’ es traído a nuestra mente, es traído su nombre {“Yo soy el que soy”}. ¿Dónde está su nombre {según Apocalipsis}? [Congregación: “En la frente”]. Dios quiere estar en las mentes de las personas, y el sábado es el que lo trae a ellas; no una teoría sobre Dios, sino que lo trae a él mismo a la memoria. Eso es así debido a que el sábado es la señal de que “Yo soy Jehová, vuestro Dios”. Acordaos de la señal {“Acuérdate del sábado para santificarlo” (Éxodo 20:8)}, acordaos de aquello que traerá a vuestra mente al Señor vuestro Dios. Y ‘él es lo que es’. Acordarse del sábado lo trae a él, con todo lo que él es, a vuestra mente. ¿No es ese su memorial? MTA-1893 238.2

El propósito de un memorial es traer a la mente el objeto de dicho memorial. Habéis visto que el nombre de Dios y el sábado del Señor –su memorial– no pueden jamás separarse. Por lo tanto, cuando el Señor dijo a Moisés “Yo soy el que soy” –que es su nombre por siempre-, le estaba dando en ello también su memorial {“con él se me recordará por todos los siglos”}, ya que su memorial lo trae a la mente, y trayendo a la mente a Aquel que ‘es lo que es’, eso lo trae a la mente en su auténtico nombre. En resumen: el nombre del Padre en las mentes de sus hijos {como menciona Apocalipsis 7 y 14}, constituye el sello del Dios viviente en sus frentes. MTA-1893 238.3

Lo primero, pues, que está significado en el sábado es: Creador; su poder creador. Eso es traído a la mente mediante las cosas creadas. Es una señal de que él es el Señor, puesto que hizo todas esas cosas. En consecuencia el sábado es la señal, el memorial del Señor nuestro Dios, tal como se manifiesta en la creación. MTA-1893 238.4

Estudiemos ahora brevemente cómo se manifestó en la creación. Hebreos 1:1 y 2: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo”. MTA-1893 238.5

Leamos también los primeros versículos del evangelio según Juan: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho”. Y ahora el versículo 14: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. MTA-1893 238.6

Leeremos aún otro texto en esa misma línea, si bien expresado de forma diferente. Es la última parte de Efesios 3:9: “Dios, quien creó todas las cosas mediante Jesucristo” (KJV). MTA-1893 238.7

Dios, en la creación, se manifestó en y a través de Jesucristo. Por lo tanto en la creación Dios puede conocerse solamente en Jesucristo. Así pues, aquel que no conoce a Jesucristo, ¿podrá albergar conceptos correctos sobre las cosas creadas, sobre la creación? [Congregación: “No”]. No encontrará a Dios allí; no encontrará allí las ideas sobre Dios, puesto que en la creación Dios se manifestó en Cristo. MTA-1893 238.8

Pero hay más: ¿Cómo se manifestó Dios en Cristo en la creación? –¡Creando! ¿Cómo sucedió? Salmo 33:6 y 9: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca”. “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió”. Existió entonces y allí. MTA-1893 239.1

Hebreos 11:3: “Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Hemos dicho que la manifestación de Dios en la creación es lo primero que permite que se de a conocer lo que él es. Pero Dios se manifiesta creando en Jesucristo, y se manifiesta creando en Jesucristo, por su palabra. Esa palabra mediante la cual creó todas las cosas, posee en ella misma el poder para hacer que se vea aquello que antes no podía de ninguna forma verse, puesto que no existía. “El universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. ¿Lo comprendéis? Después que Dios habló, se vieron cosas que era absolutamente imposible que se vieran antes de que él hablara. Nadie las podía ver {dado que no existían}. Por lo tanto en la palabra que Dios habla en Jesucristo, hay poder capaz de crear cosas. Dicho de otro modo: en la palabra está el poder para producir aquello que nombra la palabra que él declara. Por consiguiente, Dios puede llamar las cosas que no son como si fueran, sin mentir. Un hombre puede hablar de las cosas que no son como si fueran, pero no hay poder en su palabra para producir aquello acerca de lo que habla, por lo tanto miente. MTA-1893 239.2

Muchos hacen precisamente eso: hablan de lo que no es como si fuera –mintiendo-. La razón por la cual es mentira, es porque no hay en ellos ni en sus palabras poder alguno para hacer que aparezca aquello que no existe. Les encantaría que pudiera ser así, que aquello de lo que hablan cobrara realidad. Pero no es el caso, y cuando hablan de lo que no existe como si existiera, por más que deseen que sea verdad, es mentira. Cuando pronuncian las palabras, no hay en ellas poder alguno para hacer aquello que su mente desea. MTA-1893 239.3

Pero no sucede así con Dios. Cuando él expresa su pensamiento en la palabra, esa palabra produce lo que había en su mente. La energía creadora, el poder divino, está en la propia palabra que Dios pronuncia. Así, no existiendo los mundos en absoluto, Dios habló en Jesucristo, y los mundos aparecieron. Ahí están todavía, debido a que en su día pronunció la palabra. MTA-1893 239.4

Ahora vamos a leer dos versículos que contienen esos pensamientos. No es simplemente que Dios, al pronunciar su palabra, produce aquello que está en su mente. Además, esa misma palabra lo mantiene en la existencia una vez que fue creado, y lo mantiene en el preciso lugar que Dios le asignó. Quiero que veáis cómo la palabra que Dios pronuncia tiene en ella misma todo ese poder. MTA-1893 239.5

Leamos en Colosenses 1:14-17. Se está refiriendo a Cristo, el Hijo de Dios, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos, y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. ¿Qué fue lo que las hizo? ¿Cómo hizo a este mundo? Por el poder de su palabra. [Una voz: “Él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió”]. El mundo es grande, conteniendo innumerables elementos; pero cuando él habló, vino a existir, con todos sus ingredientes. Por lo tanto, la misma palabra que lo produjo, hace que subsista en su forma actual. MTA-1893 239.6

Bien, vayamos ahora al segundo pensamiento, en Hebreos 1:1-3: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. ¿Qué es lo que sustenta todas esas cosas desde que fueron creadas? [Congregación: “La palabra de su poder”]. ¿Ha tenido el Señor necesidad de continuar hablando todo el tiempo desde que pronunció la palabra en aquella ocasión, a fin de mantener en su lugar todas esas cosas? [Congregación: “No”]. ¿Ha tenido que estar hablando cada día al mundo, con el fin de sostenerlo? ¿Lo tiene que hacer con todos los mundos y los planetas, a fin de que se mantengan en sus órbitas? No; la palabra que los hizo existir al principio, tiene en ella el poder creador que los sustenta y preserva. MTA-1893 240.1

2 Pedro 3:1-7: “Amados, esta es la segunda carta que os escribo. En ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas”. ¿De qué se debe tener memoria? De las palabras que los santos profetas dijeron. ¿Por qué hemos de recordarlas? Porque el Señor quiere que descubramos el poder de esas palabras, y que recordándolas obtengamos en nuestras mentes, en nuestras vidas, el poder y la fuerza de las palabras. Eso es así porque las palabras de los profetas eran las palabras de Dios, que pronunciaron por “el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Ped. 1:11). MTA-1893 240.2

Teniendo, por lo tanto, memoria de esas palabras, “y del mandamiento del Señor y Salvador, dado por vuestros apóstoles. Sabed ante todo que en los últimos días vendrán burladores, andando según sus propias pasiones y diciendo: ‘¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación’. Estos ignoran voluntariamente –es decir, los que hablan de ese modo, los que consideran que todas las cosas continúan como al principio– que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos y también la tierra, que proviene del agua y por agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua”. ¿Bajo qué orden pereció el mundo de entonces anegado en agua? [Congregación: “Por la palabra de Dios”]. Dios habló. “Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego”. ¿A qué está llamando nuestra atención, con respecto a esa “misma palabra” que nos quiere recordar? Quiere que tengamos una consideración suprema hacia las palabras de Dios, ya que esa palabra creó en el principio los mundos, esa palabra los mantiene en su sitio, la misma palabra trajo el diluvio, ella misma rescató al mundo del diluvio, y es ella quien lo sostiene aún hoy. Por lo tanto, esa palabra capaz de crear mundos, de preservarlos, de destruir mundos y de rescatarlos, es la palabra que el Señor quiere que tengamos bien presente en nuestras mentes, a fin de que comprendamos el poder de su palabra. MTA-1893 240.3

Veis pues repetida la misma idea: que la palabra que lo creó todo, es la misma palabra que lo sustenta todo, que lo preserva, hasta que Dios vuelva otra vez a hablar. Cuando lo haga, todo resultará conmovido {Hebreos 12:26}. Cuando llegue ese día en que saldrá “una gran voz del santuario del cielo, desde el trono”, que diga: “¡Consumado es!”, habrá “relámpagos, voces, truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra”; tan grande, que “toda isla huyó y los montes ya no fueron hallados”, que “las ciudades de las naciones cayeron”, que el propio cielo se enrolló como un pergamino (Apocalipsis 16:17-19; 6:14). Os digo que cuando ese día llegue, todo el que haya recibido y asimilado la palabra que obra todos esos prodigios, estará guardado en perfecta seguridad. Cuando confío plenamente en esa palabra que produce las obras, poco importa si la tierra desaparece, porque su palabra permanece para siempre. MTA-1893 240.4

Así pues, Dios se manifestó en Cristo mediante su palabra en la creación, y se sigue manifestando de igual manera en las cosas creadas: por haber sido creadas, por preservarlas y por sustentarlas. La fuerza de la gravedad nos habla de Dios en Jesucristo. La ciencia nos dice que la ley de la gravedad mantiene en su trayectoria a los cuerpos celestes, pero ¿qué es la gravedad? Hay una mejor respuesta que la convencional “tendencia de los cuerpos a atraerse mutuamente, y a atraer a otros cuerpos hacia su centro”. Esta es la mejor respuesta: es el poder de Dios manifestado en Jesucristo en la creación. Eso es la gravitación. MTA-1893 241.1

La ciencia se refiere a la cohesión como a la fuerza que mantiene unidas las partículas que componen la materia. Pero ¿qué es la cohesión? Si preguntáis a un lingüista os dirá que viene del latín co y haerere, que significa algo así como mantener coligado. Esa es su respuesta. Pero hay otra mejor; es la respuesta de Dios, y nos dice que la cohesión es el poder de Dios manifestado en Jesucristo en la creación, ya que en él todas las cosas subsisten, se mantienen en su integridad o estado de cohesión. MTA-1893 241.2

El origen de todas las cosas nada tiene que ver con la generación espontánea ni con la evolución. Se trata, por el contrario, del poder de Dios manifestado en Jesucristo mediante su palabra, que creó –hizo existir– todas las cosas que antes no existían, “de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Por lo tanto, Dios, en Jesucristo, es el origen de todas las cosas: en eso consiste la creación. Dios, en Jesucristo, es el preservador de todas las cosas: en eso consiste la cohesión. Dios, en Jesucristo, es el sustentador de todas las cosas, en eso consiste la gravitación. MTA-1893 241.3