Sermones Escogidos Tomo 2

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15—La levadura de la verdad

EL REINO DE LOS CIELOS puede experimentarse, pero no se puede ver. La obra interna del Espíritu de Dios se compara a la levadura. Cristo dijo: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado” [Mat. 13: 33]. Y luego: «De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» [Mat. 18: 3]. SE2 147.1

La levadura de la verdad, «escondida» en el corazón, no dará lugar a un espíritu de contienda, al gusto por la ambición, al deseo de ser el primero. Miles y miles de aquellos a quienes Dios les ha confiado talentos para que sean mejorados y aumentados, para que lleven sus consagradas habilidades al reino de Dios; se convierten en esclavos del oro y la plata y de las posesiones terrenales. Abusan de las capacidades que se les han confiado, y traman y hacen planes SE2 147.2

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Manuscrito 82, 1898. para obtener cosas que no tienen valor ante Dios. Compran y venden para obtener ganancias, pero descuidan asegurar lo realmente valioso que se halla a su alcance: el pan de vida, el adorno de un espíritu manso y humilde que a la vista de Dios es algo de gran precio.

«Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo». El dinero únicamente tiene valor cuando se utiliza como un medio prestado por Dios, si como mayordomos del Señor lo consideramos como un precioso don del cielo con el que podemos ser de bendición para los demás. Pero si se utiliza para complacer y satisfacer al yo, será una maldición y un estorbo y una tentación permanente. Se convertirá en piedra de tropiezo para que miles de almas caigan en tentación y en todo tipo de iniquidad. SE2 148.1

El capítulo 6 de 1 Timoteo habla de cierto tipo de personas que deshonran a Dios, que dan muestras de no saber lo que significa tener la levadura de la verdad en el corazón, moldeando los afectos y santificando el alma; en lugar de buscar la pureza de corazón, el amor y la unidad, mostrando que la levadura de la verdad ha estado «escondida» en sus almas. Están envanecidos, «nada saben y deliran acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, discusiones necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia» [1 Tim. 6: 4, 5]. El apóstol le advierte a Timoteo: «De los tales apártate» [v. 6]. SE2 148.2

Un cristiano genuino, práctico, se presentará como un creyente en la santificación y sus obras testificarán que ha nacido de Dios. El apóstol continúa: «Sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos» [1 Tim. 6: 11, 12]. SE2 148.3

Esta exhortación se dirige a todo ser humano. Cristo mediante aquella parábola quiere representar el corazón humano. La levadura de la verdad, obrando internamente, será revelada en la vida. El corazón debe ser limpiado de toda impureza. El hombre debe ser habilitado con los rasgos de carácter que le permitirán servir a Dios en cualquier renglón. El proceso por medio del cual la levadura que se ha incorporado, cambia la masa de harina, es invisible; pero trabaja hasta que la harina es convertida en pan. Igualmente el Espíritu de Dios debe obrar un cambio radical. No se conceden nuevas habilidades, sino que un cambio profundo se realiza al utilizar dichas habilidades. Las inclinaciones naturales son afinadas y puestas en sujeción. Se implantan nuevos pensamientos, nuevos sentimientos, nuevos motivos. Pero al mismo tiempo que cada facultad es regenerada. El ser humano no pierde su identidad. SE2 148.4

El apóstol Pablo dice: «Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, andando en los deseos de nuestra carne, haciendo la volun-tad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» [Efe. 2: 1-8]. SE2 149.1

Aquí se resalta el cambio que debe efectuarse en el corazón. «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Las Escrituras son el gran agente en dicha transformación. Cristo oró: «Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad» [Juan 17: 17]. En esta gran obra somos colaboradores de Dios. Debe haber una cooperación entre el instrumento humano y el agente divino. Cristo les dice a cada uno de sus seguidores: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” [Mat. 28: 18-20]. SE2 149.2

La harina donde se ha introducido la levadura representa el corazón que cree y recibe a Jesús. Cristo implementa los principios que únicamente él mismo puede implantar. El mundo considera a este grupo como un misterio que no puede resolver. El hombre egoísta, amante de las riquezas vive para comer, beber y para disfrutar de los bienes mundanales; pero no tiene en mente a la eternidad. No incluye al mundo de lo eterno en sus planes. Sin embargo, quienes reciben y creen en la verdad tienen esa fe que obra por amor y purifica el alma, de toda sensualidad. SE2 149.3

El mundo no puede conocerlos porque ellos mantienen fija su vista en las realidades eternas. Un poder motivador trabaja internamente para transformar el carácter, una influencia poderosa recibida del cielo obra como la levadura introducida en la harina. El amor de Jesús ha llegado al corazón acompañado de su poder redentor para conquistar todo el ser: cuerpo, alma y espíritu. Si las influencias encontradas tratan de oponerse a la gracia de Cristo que aporta salvación, el amor de Cristo se sobrepondrá a cualquier otro impulso y elevará al agente humano por encima de las corruptoras influencias del mundo. SE2 149.4

El alma que cree entra en comunión con Cristo y se aferra a Jesús con fe y oración, debido a que contempla al que murió, con el fin de tener el poder que Cristo tiene para impartir. Su vida está escondida en Dios con Cristo. Este grupo está ampliamente alejado de los motivos que mueven y controlan al mundo y por eso el mundo no los conoce. SE2 150.1

Para el servidor de Cristo el amor al dinero no puede ser prioritario. Por amor a Cristo trabajará por él, se negará a sí mismo, eliminará todo deseo superfluo, eliminará todo gasto innecesario; y los recursos que obtenga los utilizará en la gran obra de salvar almas que están sin Cristo y sin esperanza en el mundo. De esa forma coopera con el Redentor del mundo, quien por amor a nosotros se hizo pobre, para que mediante su pobreza nosotros seamos hechos ricos. SE2 150.2

Él, nuestro gran Libertador, dejó los atrios celestiales. El Comandante de las huestes angélicas dejó a un lado sus vestiduras reales, su corona de honra. Revistió su divinidad de humanidad, para que lo humano se encontrara con el hombre y para que la divinidad se aferrara del poder divino de Dios para beneficio de la raza humana. SE2 150.3

El amor al ocio, a los placeres y a la exaltación propia no fueron las características de su vida. Fue «varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos». «Por damos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados». Y todos los que se entreguen sin reservas a Dios dirán de corazón: «Yo te seguiré, Maestro”. Ellos tendrán comunión con Cristo en los sufrimientos de él. SE2 150.4

¿Acaso la verdad que profesamos creer no santifica el alma? Si lo ha hecho, el resultado se pondrá de manifiesto. Así como el penetrante efecto de la levadura produce un cambio total en la harina, de esa misma forma la Palabra de Dios mediante su gracia efectuará una transformación en el alma. La verdad encerrada en las Escrituras no debe ser considerada únicamente como una teoría, tiene que producir un cambio en los corazones humanos. SE2 150.5

Pero surge una pregunta: ¿Por qué hay tantos que afirman creer en la verdad en los que no se ve una reforma en palabras, en espíritu y en carácter? No pueden tolerar oposición alguna a sus propósitos y planes. Manifiestan un temperamento no santificado sus palabras son ásperas, impetuosas y deshonestas. SE2 150.6

El Señor no nos ha transformado en jueces, pero debemos enfrentar esas dificultades en las iglesias. Esas personas no están convertidas, necesitan nacer de nuevo. La verdad no ha tenido oportunidad de realizar su obra en el corazón humano. No se ha permitido que los rayos de sol de la justicia de Cristo brillen en el templo del alma. Las tendencias naturales y cultivadas al mal no han sido dominadas por el poder de la verdad, y las opiniones preconcebidas son atesoradas como joyas de gran valor. Todo esto revela la ausencia de la gracia de Cristo, que no confía en el poder de Cristo para cambiar el carácter SE2 151.1

Es un error que alguien que muestra algunos defectos de carácter, y a quien el Señor ha puesto en contacto con aquellos que poseen una cierta experiencia religiosa, piense que las cosas pequeñas relacionadas con su obra, que sus métodos, planes y maneras de pensar y actuar, deberían ser aceptados sin objeción alguna. El Señor coloca a personas en esos puestos con el fin de que se conozcan a sí mismos y para que aprendan a prestarse atención. No se supone que transformen sus cargos, porque esto es algo determinado por Dios para que entren en contacto con otras personas; para que descubran las imperfecciones que hay en ellos y para que reconozcan la necesidad que tienen de hacer cambios bien precisos. SE2 151.2

Necesitan aprender que la levadura de la verdad no ha entrado en los corazones, en los caracteres, hábitos y prácticas; realizando una reforma en ellos. Han permitido que los hábitos y las prácticas de toda una vida tengan rienda suelta, porque han abrigado la idea de que están actuando correctamente. Han rehusado la corrección, porque se han acostumbrado a cerrar sus ojos para no ver sus propios defectos. Han pensado que sus hábitos y prácticas no necesitan ser cambiados, y se han aferrado sus propias ideas que según sus creencias son perfectas. SE2 151.3

No han hecho suya la fe que obra por amor. La levadura de la verdad no ha actuado en sus corazones a semejanza de como la levadura actúa en la harina. No permiten que sus pensamientos e ideas cambien, y el resultado es el Espíritu de Dios no puede trabajar a favor de ellos. Esto ha sido motivo de mucha inconformidad y de la falta de una acción armoniosa. SE2 151.4

El pueblo de Dios debe esforzarse por ser uno, como Cristo es uno con el Padre. Cada cual podría decir: «Eso es precisamente lo que queremos», considerando que su propia actitud, sus palabras y razonamientos son correctos y que no necesitan modificación alguna. ¿Cómo es posible que mantengan las mismas actitudes y juicios? Todos deben tratar de ponerse de acuerdo, recordando al mismo tiempo que ninguna opinión de obrero alguno debería ser aceptada sin haberla analizado. SE2 151.5

La religión de Jesucristo únicamente puede ser una bendición cuando obra e influye de la misma forma que la levadura transforma la masa. El apóstol dice: SE2 152.1

«Por tanto, si hay algún consuelo en Cristo, si algún estímulo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás” (Fil. 2: 1-5). SE2 152.2

«Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados. Él anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, y la quitó de en medio clavándola en la cruz. Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados” (Col. 3: 12-16). SE2 152.3

«Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. «Los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agradamos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación, porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: “Los vituperios de los que te vituperaban cayeron sobre mí”. Las cosas que se escribieron antes, para nuestra en-señanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Y el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibios los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios» (Rom. 12: 3-10; 15: 1-7). SE2 152.4

«Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer” (1 Cor. 1: 10). SE2 153.1

«Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros» (2 Cor. 13: 11). SE2 153.2

«Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Rom. 12: 16). SE2 153.3

«Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No busquemos la vanagloria, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gál. 5: 22-26). SE2 153.4

El apóstol Santiago al escribir al respecto dice: «¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y rivalidad en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. No es esta la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal, diabólica, pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” [Sant. 3: 13-18]. Asimismo Cristo declara: «En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando»; «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 15: 8-14; 13: 34, 35). SE2 153.5

¡Qué amplio, qué completo es ese amor! Los discípulos no entendieron lo nuevo de aquel mandamiento, que debían amarse mutuamente, del mismo modo que Cristo los había amado. Esas eran credenciales que Cristo, la esperanza de gloria, había formado en ellos. Después de los sufrimientos de Cristo, luego de su crucifixión y resurrección y de proclamar sobre la tumba abierta de José: «Yo soy la resurrección y la vida»; después de sus palabras ante los quinientos que se habían reunido en Galilea para verlo, y luego de su ascensión al cielo, los discípulos se dieron una idea de lo que implicaba el amor de Dios, y del amor que debían manifestar el uno por el otro. Cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos el día de Pentecostés, ese amor fue revelado y Juan pudo decir a sus condiscípulos: «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. «Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero. Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”» (1 Juan 3: 16-18; 4: 16-21). SE2 154.1

Aquí están fielmente retratadas nuestras obligaciones religiosas para con los demás creyentes. La prueba y la medida de una experiencia religiosa legítima y de la santificación a través de la verdad, están claramente definidas. Nuestra forma de actuar, en todo momento debe ser modelada de acuerdo con el patrón divino. La enseñanza de la Palabra es clara y explícita respecto al amor mutuo que deberíamos cultivar. El amor de Cristo en el corazón será semejante a la levadura. Las grandes verdades de la Biblia deben ser nuestro pan para la vida espiritual. La levadura de la verdad, a través de su poder vivificador, hace que la mente, el alma y las fuerzas se coloquen en total armonía con la vida divina. SE2 154.2

Hay importantes principios que se nos presentan en la Palabra de Dios, pero los mismos no deben ser considerados demasiados puros y santos como para ser aplicados en el mundo de los negocios. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador personal, las preciosas y demás que contiene la Palabra de Dios se convierten en hilos de oro que nos unen a Cristo y a los demás. Al amamos mutuamente como Cristo nos amó a los seres humanos, recibimos la santificación del alma y obtenemos esa fe que obra por amor y purifica el alma. Cuando la levadura de la verdad se implanta en el corazón, asimilará las cualidades de la mente y del alma así como sus fuerzas; implanta en el alma una nueva naturaleza, y la gracia de Cristo se desarrolla cada vez más. SE2 155.1

Los capítulos 12 y 13 de 1 de Corintios deberían ser memorizados, grabados en la mente y en el corazón. El Señor, mediante su siervo Pablo, ha colocado esos temas ante nosotros para que los estudiemos y aquellos que tienen el privilegio de reunirse en una congregación se unirán en forma consciente e inteligente. La imagen de los miembros que forman parte de un cuerpo representa a la iglesia de Dios y la relación que los miembros deben tener mutuamente. SE2 155.2

¿Se está estudiando y asimilando este capítulo, o acaso es pasado por alto por el profeso pueblo de Dios que se reúne como iglesia? La mayor necesitad de los miembros de la iglesia es caminar humildemente con Dios en la senda de obediencia. El apóstol dice: SE2 155.3

«Con todo, si alguno quiere discutir, sepa que ni nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre. Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. En primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Es preciso que entre vosotros haya divisiones, para que se pongan de manifiesto entre vosotros los que son aprobados” (1 Cor. 11: 16-19) SE2 155.4

«En aquel tiempo los discípulos se acercaron, a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Así que cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. “A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar”» (Mat. 18: 1-6). SE2 155.5

Cuando la levadura de la verdad se implanta en el corazón se convierte en un poder vital que obra para amoldar todas las cualidades personales. La mente, los sentimientos, los motivos —todas las fuerzas—, se transforman gracias a la verdad. Todo es enmendado por el mismo Espíritu. Porque Dios no produce confusión, sino paz. Las verdades de la Palabra de Dios se unen en una gran necesidad práctica: la conversión del alma mediante la fe. SE2 156.1

Cuando el creyente se une a Cristo esa fe se manifiesta en la santidad del carácter, en la obediencia a toda palabra que sale de la boca de Dios. Las verdades que recibimos de la Palabra de Dios son verdades que llegan al cielo y abarcan la eternidad y la influencia de dichas verdades pueden entretejerse en la vida humana. La influencia de la Palabra de Dios tendrá un resultado santificador en nuestra forma de hablar, en nuestras acciones, en la relación con cada miembro de la familia, y con los extraños. La levadura de la verdad debe mantener en sujeción al carácter y a la lengua. En el hogar y en la iglesia hay asuntos que son considerados «cosas sin importancia», pero todas esas pequeñeces tienen grandes efectos. Son las «pequeñas cosas” las que disciplinan el alma y preparan a los hombres para que actúen con sen-cillez al desempeñar grandes responsabilidades. SE2 156.2

Como miembros de una familia real, hemos entrado en solemne pacto con Dios para exaltar y promover la piedad en la iglesia. Dedicarse a pensar y a hablar en lo malo está representado por la cizaña que ha sido sembrada en medio del trigo. Algunos se han convertido en miembros de la iglesia que lo único que hace es dedicarse a analizar a los demás. Creen que pueden evaluar acertadamente los motivos ajenos y discernir muchas cosas que no son ciertas. Emiten sus juicios, pero su visión es defectuosa. Son del todo ignorantes en lo que respecta a sus propios defectos. SE2 156.3

Estas personas deberían darse cuenta de que el Señor nos les ha concedido sus talentos para que se dediquen a analizar los caracteres ajenos. Cada uno tiene un «yo” que supervisar. Deben cuidar que la levadura de la envidia, de los celos, de encontrar faltas no se apodere de su alma y afecte todo su ser. A todos los que han dedicado sus vidas a este tipo de actuación, ya sean pastores o laicos, se les aplican las palabras de Cristo a Nicodemo: «Debes nacer de nuevo». Es como si un cristal ahumado se colocara ante el ojo de la mente, y todo se contemplara a través de él. SE2 156.4

La levadura de la verdad debe tener vida en sí misma, de otro modo no expulsará del corazón los errores que en él anidan. La Palabra de Dios exhorta a los creyentes: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros» [Fil. 4: 8, 9]. Si cada miembro de iglesia practicara la verdad según le es presentada ¿cuánto sufrimiento no se ahorrarían tanto él como los demás? SE2 157.1

La verdad debe ejercer su influencia sobre la vida práctica. Las cosas grandes y las pequeñas siempre están vinculadas. El hecho de que las cosas pequeñas no se vean y estén vinculadas con las grandes y con todo lo más trascendental, es la causa del fracaso de muchos miembros de iglesia. Existen grandes defectos en las vidas de muchos profesos cristianos. Sus palabras no son leudadas por la verdad. Hay muchos cuyos caracteres están siendo pesados en las balanzas del santuario, y son hallados «faltos” porque no han puesto en práctica la verdad. SE2 157.2

La levadura de la verdad es un principio vivo, y debe ser aplicado en las cosas pequeñas, ejerciendo una influencia en la vida cotidiana. Pero muchos actúan como si las verdades de la Palabra de Dios no existieran. Al igual que los mundanos, se observan en sus vidas el mismo amor al yo, la misma indulgencia egoísta, el mismo temperamento e imprudencia al hablar. Se observan el mismo orgullo sensible, la misma anuencia ante las inclinaciones naturales, las mismas deficiencias de carácter como si la verdad fuera algo totalmente desconocido para ellos. Han cerrado las ventanas y corrido las cortinas del alma, cerrando el paso a la luz del sol de la justicia de Cristo, y luego se quejan de que no disfrutan un gozo apacible, seguridad y felicidad al aceptar la verdad. Pero el pecado yace ante sus propias puertas. No han introducido la levadura de la verdad en el corazón. SE2 157.3

Cuando el agua de vida fluye en corrientes puras y apacibles hasta el reseco terreno del corazón, habrá un desarrollo de frutos para la gloria de Dios. Entonces la verdad no será puesta en entredicho por una incorrecta actitud, las defectuosas tendencias heredadas y cultivas se revelarán luego en palabra y acción. SE2 157.4

Ojalá que codo nuestro pueblo entienda el daño que provocan al realizar pequeños actos absurdos. Hay algunos que sienten un gran peso por las almas de sus amigos. Intentan llevar la verdad con ellos, para conmover sus corazones, pero no hay coherencia en sus palabras y espíritu, y su influencia echa por tierra lo que habían querido edificar. Podría ser que su amargura se ponga de manifiesto en cómo dicen las cosas, que su intransigencia se manifieste en sus dictámenes. Recuerden que las actitudes constituyen el lenguaje no hablado de los sentimientos y que todo ello obra alejando de Cristo y testificando a diario en contra de ustedes, endureciendo los corazones que ustedes desean salvar. SE2 158.1

¿No debería la consideración todo esto estimulamos a los cristianos a tomar la firme determinación de ser más fieles? Las palabras del apóstol deberían conmovemos: «Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: “Sed santos, porque yo soy santo”» (1 Ped. 1: 13-16). SE2 158.2

¿Estamos obedeciendo la Palabra de Dios como hombres y mujeres que profesamos santidad? ¿Ha penetrado la levadura de la verdad en nuestro corazón, obrando en nuestro carácter y moldeando nuestro ser entero según la voluntad y los caminos de Dios? Nuestras iglesias necesitan el poder transformador de Dios. La levadura del mal que se manifiesta en desobediencia y negación de la verdad debe ser erradicada y la levadura de la Palabra de Dios debe ser implantada en el corazón. Esto obrará con gran efectividad, restaurando en nosotros la imagen perdida de Dios. SE2 158.3

Una vez que la transformación, mediante la levadura de la verdad, haya surtido su efecto se nos confiará una obra. Cristo nos asigna una tarea: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. SE2 158.4