Sermones Escogidos Tomo 2

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24—La esperanza del cristiano

«PEDRO, APÓSTOL de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas” [1 Ped. 1:1, 2]. SE2 219.1

Estas palabras tan llenas de significado nos aseguran que la gracia y la paz se multiplican para los escogidos a través «de la santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”. Sin esa gracia, ¿cuánto valor tendría toda nuestra lucha con Dios? Nuestros esfuerzos no tendrían valor alguno. Deberíamos apreciar en gran medida esas palabras que tanto iluminan la relación que Jesucristo mantiene con nosotros, por ser nuestro Redentor. SE2 219.2

«Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. SE2 219.3

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Sermón presentado en la capilla del Sanatorio, en Santa Helena, California, el 5 de octubre de 1901. Manuscrito 110, 1901.

Después de la crucifixión de Cristo, sus seguidores perdieron toda esperanza. Habían esperado que ascendiera al trono de David en Jerusalén, pero quedaron completamente chasqueados. Avanzada la tarde en el día de la resurrección, dos de los discípulos se dirigían a Emaús, una aldea situada a unos doce kilómetros de Jerusalén. SE2 220.1

Aquellos discípulos no habían ocupado un lugar prominente en la obra de Jesús, pero creían fielmente en él. Habían venido a la ciudad para la fiesta de la Pascua y se sentían totalmente perplejos por los acontecimientos que acababan de ocurrir. Esa mañana habían escuchado las noticias respecto a que el cuerpo de Cristo había sido sacado de la tumba, así como el informe de las mujeres que habían visto el ángel y se habían encontrado con Jesús. Estaban en camino a sus hogares con el fin de meditar y orar. Con tristeza emprendieron su caminata vespertina, hablando de las escenas del juicio y la crucifixión; repasando sus esperanzas no cumplidas respecto a Aquel que ciertamente habían creído que redimiría a Israel. SE2 220.2

Iban así comentando lo sucedido a su crucificado y sepultado Señor, cuando «sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”» (Luc. 24: 15-17). Respondieron diciendo: «¿No has escuchado que el profeta, poderoso en obra y en palabra fue apresado y crucificado por manos crueles y ahora está enterrado?». Comenzando desde el Génesis, el forastero les mencionó lo que había sido profetizado desde el principio respecto a Jesús. Mientras él consolaba sus corazones, ellos llegaron a la casa donde vivían, por lo que invitaron a su compañero para que entrara. Jesús hizo ademán de continuar más lejos, pero ellos prácticamente lo obligaron a que se quedara. SE2 220.3

Al sentarse para compartir la cena que había sido servida, los discípulos fueron impactados por los movimientos de las manos de su huésped que tomó el pan y comenzó a pedir la bendición. Los gestos eran extrañamente parecidos a los de su Maestro. Luego cuando él levantó sus manos, y vieron las las marcas de los clavos, ambos exclamaron: «¡Es el Señor Jesús! ¡Ha resucitado de los muertos!» SE2 220.4

Los dos se levantaron para echarse a sus pies y adorarlo, pero él desapareció de su vista. Al observar el lugar que había ocupado aquel cuyo cuerpo había estado en la tumba, se dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?». SE2 220.5

Como era imprescindible que compartieran con todos aquella trascendental noticia, les resultó imposible seguir sentados conversando. El cansancio y el hambre les desaparecieron. Dejaron su cena sin probar bocado y se apresuraron a regresar a la ciudad dando tropezones por la irregularidad del camino. No se habían percatado de que era el Salvador quien caminó con ellos. Al llegar a Jerusalén, se dirigieron a la casa donde los discípulos estaban reunidos. Al dar la señal apropiada, les abrieron la puerta. Los discípulos estaban escuchando el relato de las mujeres que habían ido a la tumba y que declaraban que Jesús había resucitado de entre los muertos. Pero los reunidos en aquel aposento no creían dicho relato. SE2 221.1

Luego los dos discípulos contaron lo que les había sucedido. Dijeron que Cristo había caminado con ellos y que sus corazones ardían en su interior, mientras él abría las Escrituras para que las entendieran. Aun así, algunos todavía no creían que el Señor realmente hubiera resucitado. Decían que no podían creer aquel relato, cuando de repente alguien se colocó delante de ellos. Todas las miradas se dirigieron al intruso, y enseguida los discípulos oyeron la voz de su Maestro, Con toda claridad distinguieron las palabras que salieron de sus labios: «¡Paz a vosotros!» SE2 221.2

«Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo”. SE2 221.3

«Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” [Juan 20: 20]. En lugar de incredulidad, al reconocer al Salvador resucitado, empezaron a manifestar una alegría y una fe, que no hay palabras que puedan describirlas. SE2 221.4

Una vez colocado el Salvador en el sepulcro de José hicieron rodar una gran piedra para tapar la entrada, y luego la sellaron. Mientras los soldados romanos encargados de custodiar la tumba se encontraban en sus puestos, un poderoso ángel encargado de rodar la piedra del sepulcro apareció en brillante y celestial gloria, disipando las tinieblas reinantes. Los sorprendidos centinelas vieron cómo movía la piedra con tanta facilidad como si hubiera sido un guijarro. La gloriosa luz hizo que cayeran a tierra como muertos, aunque estuvieron lo suficiente despiertos como para ver que Cristo salía de la tumba. SE2 221.5

Desde el violentado sepulcro de José, Cristo proclamó: «Yo soy la resurrección y la vida». Regocijémonos porque contamos con un Salvador resucitado. Precisamente antes de ascender a lo alto, llevando cautiva a la cautividad y dando dones a los hombres, él dijo a sus discípulos: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” [Mat. 28: 19, 20]. Con sus manos extendidas él los bendijo antes de que fuera llevado a unirse a los gloriosos ángeles que esperaban para escoltarlo en su ascenso. SE2 221.6

Dos ángeles quedaron atrás. Mientras los discípulos miraban la nube que se llevaba a su Señor y escuchaban la música de los ángeles «se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: “Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo”» (Hech. 1: 10, 11). SE2 222.1

En nuestro amor por Cristo anhelamos verlo como él es, y el tiempo pronto se acerca cuando lo veremos. Respecto a esa ocasión Juan el Revelador dice: «Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones» [Apoc. 22: 1, 2]. SE2 222.2

Los que se oponen a las leyes naturales que gobiernan al ser humano deben sufrir los resultados de su transgresión. El Salvador, sin embargo, se compadece de nosotros, aunque suframos por las dolencias causadas por nuestras propias actitudes. Para nosotros hay un poder de sanidad en él. Alabemos a Dios por el árbol de la vida, cuyas hojas son para sanidad de las naciones. SE2 222.3

«Y no habrá más maldición”. Por dondequiera se observan los resultados de la maldición. Alabemos a Dios porque en la tierra renovada «no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estarán en ella, sus siervos lo servirán, verán su rostro y su nombre estará en sus frentes” (v. 3). Hay algunos que no acaban de entender lo que significa el verdadero servicio. Los que esperan cantar en un concierto dedican tiempo a practicar, para familiarizarse con la música y la letra. Con el fin de aprender la forma de servir al Señor allá en el cielo, debemos entrar a su servicio ahora, familiarizándonos con él y aprendiendo a ser fieles servidores. Nadie puede servir a otro y al ejercer una influencia controladora sobre la mente ajena. Cada cual debe aprender por sí mismo el significado de un servicio en el temor de Dios. SE2 222.4

Observemos de manera especial el versículo que sigue: «Verán su rostro y su nombre estará en sus frentes». Cuando la gloria de Dios descanse sobre los redimidos, ellos reconocerán a Cristo porque lo verán como él es. La felicidad revelada en sus rostros será indescriptible. SE2 223.1

«Allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos”. Reinarán en el trono de él porque lo han servido de manera obediente en este mundo, edificando caracteres para el futuro, para la vida inmortal. «Me dijo: “Estas palabras son fieles y verdaderas. El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto ¡Vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”» [vers. 6, 7]. SE2 223.2

Tenemos el privilegio de entender la bendita Palabra de Dios. Hemos caído, es cierto; pero no tenemos que permanecer para siempre en el pecado. La nuestra es una situación de privilegio. El Señor Dios del cielo «ha dado a su Hijo unigénito para que todo el que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». ¡Qué preciosa esperanza tenemos en Cristo! SE2 223.3

«Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final». SE2 223.4

No somos guardados por nuestra inteligencia, mediante nuestras palabras o por nuestras riquezas. No hay seguridad en nada de esto. Somos únicamente guardados mediante el poder de Dios a través de la fe en la salvación. Estamos viviendo en un tiempo durante el cual debemos aliarnos por fe con el Dios infinito, de otra forma no podremos vencer los fuertes poderes de las tiniebla que intentan destruirnos. El Espíritu Santo es como una luz que brilla en nuestra senda. Pongamos nuestra fe en Cristo, que siempre está a nuestro lado dispuesto a ayudamos. Cobremos ánimo poniendo nuestra confianza y fe en él. Él no nos ha dejado solos. SE2 223.5

«Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» [1 Ped.1:6,7]. SE2 224.1

Vendrán tentaciones. Pero cuando Satanás proyecte su infernal sombra sobre de nosotros, debemos por fe alcanzar la luz de vida a través de esa sombra; a aquel que no solamente ha creado al hombre, sino que lo ha redimido por su propia sangre. Somos la preciosa herencia de Cristo. Debemos cooperar con él mediante una fe viva luchando por nuestra propia salvación. Entre las pruebas y las tentaciones, su mano nos eleva y nos sostiene. Los que descansan en Cristo Jesús jamás se encuentran faltos de paz o turbados. Él cumple lo que promete cuando nos invita a consagrarle el cuidado de nuestras almas como fiel Creador. SE2 224.2

Los que se aferren a su fe hasta el fin saldrán del crisol como oro refinado purificado siete veces. Refiriéndose a esto el profeta Isaías dice: «Haré más precioso que el oro fino al varón y más que el oro de Ofir al ser humano» [Isa. 13: 12]. Cuando nos hallemos en peligro, recordemos que la fe probada en el crisol de la aflicción es más preciosa que el oro probado con fuego. Recuerden que hay alguien que vela cada acción con el fin de comprobar cuando la última partícula de escoria será eliminada de sus caracteres. Será entonces que ustedes serán considerados como más preciosos que el oro de Ofir. Al esconderse con Cristo en Dios, el hombre caído alcanza ese estado de pureza. SE2 224.3

Los que aman las riquezas de este mundo deberían recordar que la fe en Cristo es más preciosa que el oro, porque incluso el oro perece. Los santos del Dios vivo poseen una gloriosa esperanza, cuya culminación es una vida de inmortalidad. Estoy muy agradecida por la segura esperanza de la vida eterna. SE2 224.4

A Jesucristo, al que «amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso» [1 Ped. 1: 8]. SE2 224.5

¿Creen ustedes que Cristo, habiendo ofrecido su preciosa vida para redimir a los seres que creó, no les vaya a conceder suficiente poder para que obtengan la victoria mediante la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio? Él tiene poder para salvar todo el mundo. En el momento de su ascensión dijo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» [Mat. 28: 18]. Para redimirnos se le ha dado, al que estaba a la cabeza de la humanidad, todo el poder. Durante casi seis semanas el Varón sin pecado luchó contra los poderes de las tinieblas en el desierto de la tentación, alcanzado la victoria no solamente para él, sino para nosotros; haciendo posible de esa forma que cada hijo e hija de Adán triunfe a través de los méritos de su pureza. SE2 224.6

En Cristo «os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” [1 Ped. 1: 8-12]. Los ángeles les comunicaron a los hombres las profecías, pero no vieron su cumplimiento como nosotros lo podemos ver hoy. Cada generación ha podido ver el poder y la gloria de Dios, pero especialmente esta generación puede ver y constatar con claridad el cumplimiento de la profecía. SE2 225.1

Tomando en cuenta estas cosas: «Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: “Sed santos, porque yo soy santo”» [1 Ped. 1: 13-16]. SE2 225.2

Unicamente los que practiquen la santidad en esta vida verán al Rey en su hermosura. Pongan a un lado toda vanidad, conversación ociosa, y todo lo lo frívolo o sensacionalista. No recarguen sus mentes con ideas vinculadas a placeres y diversiones mundanos. Aplíquense a la tarea de salvar su alma. Si ustedes pierden su propia alma, sería mejor que no hubieran nacido. Pero ustedes no necesitan perder sus almas. Podemos dedicar cada momento de la vida que Dios les concede para gloria de su nombre. Fortalézcanse para resistir los poderes de las tinieblas para que no consigan derrotarlos. SE2 225.3

«Si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducios en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” [1 Ped. 1:17]. Esto no implica un temor esclavizante. El temor de Dios es el principio de toda sabiduría. Si ustedes comienzan a temerlo, ustedes serán de los hombres más sensatos de la tierra, ya que sus infinitos brazos los rodean a ustedes, y el enemigo no podrá entramparlos ni hacerles daño. Una fe que está centrada en Dios no puede ser conmovida. SE2 225.4

«Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. Él estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por amor de vosotros. Por medio de él creéis en Dios, quien lo resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios» [1 Ped. 1: 18-21]. SE2 226.1

Observemos los resultados: «Al obedecer a la verdad, mediante el Espíritu, habéis purificado vuestras almas para el amor fraternal no fingido. Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro, pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” [1 Ped. 1: 22, 23]. SE2 226.2

Si nos tratáramos bondadosa, tierna y compasivamente, amando a los demás como Cristo nos ha amado, ¡cómo cambiaría el mundo! ¡Qué transformación no se efectuaría en la vida familiar! En esta iglesia hay familias enteras que necesitan ser educadas y adiestradas para la vida futura e inmortal. Es necesario todo el poder que puede ser obtenido de lo alto para guiar sus pies por sendas seguras. SE2 226.3

Los miembros de esta iglesia necesitan estudiar la Biblia. Aliméntense de la Palabra de Dios y encontrarán que realmente ella es el pan de vida. Cristo afirmó: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (Juan 6: 54). Y para que lo entendieran dijo: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» [v. 63]. SE2 226.4

Las Escrituras son como hojas del árbol de la vida. La Biblia está llena de promesas, de principio a fin. Durante casi cuatro semanas no he podido conciliar el sueño antes de la una. Noche tras noche he estado despierta, suplicando a Dios que me bendiga para así estar capacitada para presentar al pueblo la verdad en toda su belleza y amor, y poder ayudarlos a reconocer su fuerza y poder. SE2 226.5

Cristo no puede cooperar con una iglesia muerta. Él desea que su iglesia esté llena de vitalidad para que se aferre de la fe viva de su poder. Vendrán pruebas sobre la iglesia verdadera. Algunos miembros se alejarán de la fe, prestando atención a espíritus seductores. Satanás mismo simulará ser Cristo, declarando que él es el Hijo de Dios. Alguien dirá: «Cristo se ha aparecido en tal lugar”, otros dirán: «Está en tal otro sitio», y otros afirmarán: «Anda por acá o por allá». Pero todos deberíamos saber que él está con nosotros, y que nos salvará mediante su justicia. SE2 226.6

Ni siquiera hemos comenzado a alcanzar la elevada norma que Dios ha colocado ante nosotros. Podemos ser «participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones». Tenemos el privilegio de estar en un terreno firme ante Dios, para estar llenos de esperanza, de alabanzas, de jovialidad, de gozo, de acción de gracias. Esforcémonos por alabarlo y por glorificar su nombre. Llevemos más espiritualidad a nuestros corazones al alimentamos de su Palabra. SE2 227.1

Cristo sufrió por nosotros la prueba de negar el apetito. ¿No sufriremos también esa prueba por amor a él, y para nuestro beneficio? Arruinamos los órganos digestivos al alimentamos mal. Muchos dañan sus mentes al usar tabaco, licor y otros estimulantes. Nadie está obligado a hacer eso. Dios desea tomamos de la mano para que su Espíritu nos purifique. Él nos fortalecerá para resistir al diablo que intenta destruimos mediante la lujuria. Que Dios nos ayude a reflexionar sobre todo esto. SE2 227.2

Los que acuden al sanatorio ubicado en esta colina, deberían ver en los empleados de la institución el mejor ejemplo de genuino cristianismo. Los auxiliares, ya sea que trabajen en los edificios o en la huerta, deberían revelar mediante palabra y acción que atesoran la bendita esperanza confiada a los discípulos. Sus corazones deberían desbordarse de amor por la salvación de aquellos que no tienen esperanza; deberían en lo más profundo del alma su responsabilidad por los dolientes, orando con ellos para ayudarlos a vencer la tentación del apetito. SE2 227.3

Las enfermeras deberían familiarizarse con las Escrituras, de modo que de ese rico almacén puedan obtener palabras de alivio y consuelo para sus pacientes. Cristo desea que los pacientes se alimenten del pan de vida, de las hojas del árbol de la vida para que tengan algo que brindar a los enfermos y dolientes que los rodean. Las enfermeras tienen el privilegio de orar por los enfermos pidiendo que la bendición de Dios descanse sobre ellos. Esta institución debería estar impregnada del Espíritu del Dios vivo. SE2 227.4

Hay momentos cuando nos vemos obligados a pasar por dificultades; pero cuando estén fuertemente tentados no pongan su esperanza en brazos de carne, sino en el Dios vivo. Tengan fe en Aquel que está al lado de ustedes, listo para decirles qué pasos dar en momentos de perplejidad y pruebas. Lo tiene todo previsto y, si su pueblo confía en él, Dios les revelará su poder y gloria. SE2 227.5

Estamos viviendo en los últimos días. Las escenas finales de la historia del mundo, que nuestro Salvador predijo acontecerían precisamente antes de su venida, se están viendo ante nosotros. Respecto a este tiempo él dijo: «Pero como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre». Los habitantes del mundo antediluviano estaban del todo desapercibidos, y en el momento señalado vino el diluvio y se los llevó a todos. Si hubieran creído en la advertencia presentada por Noé, no lo habrían arriesgado todo al continuar en su maldad. A pesar de su incredulidad vino la destrucción. La incredulidad no cambiará la certeza de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo con poder y gran gloria. SE2 228.1

Estamos esperando la segunda venida de Cristo. Nuestra esperanza de su pronto regreso en las nubes del cielo con poder y gran gloria llena nuestros corazones de gozo. Cuando el Salvador regrese, aquellos que estén preparados para encontrarlo exclamarán: «¡He aquí, este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y nos salvará. ¡Este es Jehová, a quien hemos esperado! Nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” [Isa. 25: 9]. SE2 228.2

Amo al Señor porque él primero me amó. Alabo a mi Padre celestial porque puedo saber que Cristo está a mi lado en todo momento, porque su promesa es: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¿Creen ustedes que hay algo en este mundo que me tiente a apartarme de la Palabra de Dios? ¡Desde luego que no! Tengo una fe tan firme en Jesucristo que anticipo el momento cuando pueda ver al Rey en su hermosura, y contemplar sus dones inefables. Pronto las puertas de la ciudad de Dios girarán sobre sus brillantes goznes y las naciones que han guardado la verdad entrarán y escucharán las palabras: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor”. Tañendo sus arpas de oro harán que por todo el cielo resuenen dulces melodías y alabanzas al Cordero. SE2 228.3

Una corona de vida que no se marchita está reservada en el cielo para los redimidos, que en el cielo serán reyes y sacerdotes de Dios. Esa es la esperanza que está ante nosotros. ¡Qué gran esperanza es esa! ¡Ojalá que todos puedan estar listos para la venida de Cristo! ¡Que Dios nos conceda ser parte de los vencedores! SE2 228.4