Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161)
Manuscrito 159—1. La unidad del Espíritu
2. Edificar firmemente sobre la Roca
3. Cristo es nuestro ayudador en el momento de la tentación
1. La unidad del Espíritu 2MI 317.1
El Señor desea que seamos un canal de la influencia divina, y lo único que puede impedir que se cumplan los designios divinos es que cerremos el corazón a la luz de la vida. La apostasía hizo que el Espíritu Santo se alejara de la humanidad, pero gracias al plan de redención ese don del cielo ha de ser restaurado a quienes lo deseen con sinceridad. El Señor ha prometido «dar buenas dádivas” a 2MI 317.2
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Solicitado para su empleo en la revista Ministry. quienes las pidan, y toda dádiva se dice que va acompañada del don del Espíritu Santo [Luc. 11: 13; Mat. 7: 11]. En la medida que reconozcamos nuestra real necesidad, nuestra verdadera pobreza, desearemos el don del Espíritu Santo; nuestras almas se transformarán no en un canal de ambición y presunción, sino en el canal de fervientes súplicas para ser iluminados por el cielo. Debido a que no reconocemos nuestra necesidad, no nos damos cuenta de nuestra miseria, y por eso no elevamos fervientes súplicas rogando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, para que se nos conceda dicha bendición.
Esto es lo que precisamente se necesita en el Sanatorio [de Santa Helena]. Si los empleados que trababan allí tan solo reconocieran su necesidad, sus clamores ascenderían en forma continua y persistente, para que el Espíritu de Dios descansara sobre ellos. No verían sino tan solo el peligro de caminar en medio de las chispas de su propia leña. Maquinar y hacer planes sin que el Señor haga planes con ustedes, equivale a ser entrampado por el enemigo. Que cada uno busque al Señor. 2MI 318.1
Jesús dijo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» [Mat. 7: 7]. Es en proporción con nuestro reconocimiento de la necesidad y el valor de las cosas espirituales que procuraremos alcanzarlas. «Separados de mí nada podéis hacer” [Juan 15: 5], dice Jesús, y sin embargo muchos creen que el ser humano puede lograrlo todo contando con su fuerza y sabiduría finitas. Satanás está presto a ofrecer su consejo, con el fin de ganar almas en el juego de la vida. En el momento que alguien no sienta la necesidad de recibir el consejo de sus hermanos, algo anda mal; esa persona confía en su propia sabiduría. Es fundamental que los hermanos se apoyen mutuamente. Durante los últimos cuarenta y cinco años se me ha exhortado para que insista en ello. Una y otra vez, se ha reiterado la instrucción: que aquellos que están comprometidos en labores fundamentales en la obra de Dios no deberían actuar de acuerdo con sus propias ideas, sino aconsejarse mutuamente. Pueden considerar que sus planes no tienen fallas, o podrían inclinarse ante sugerencias y consejos de quienes no reconocen la verdad; pero otras mentes pueden ser iluminadas en algunos aspectos que ellos no pueden ver. El Señor puede tener planes diferentes que no estén de acuerdo con los planes de los seres humanos finitos. 2MI 318.2
El Señor no le ha concedido a una misma persona todas las aptitudes necesarias para realizar el trabajo requerido en nuestras instituciones. Alguien puede ser diestro en algún aspecto y débil en otros puntos, y Satanás sabe cómo aprovechar ese punto débil. Por otro lado, alguien puede ser fuerte en algún otro sentido, compensando la deficiencia de su hermano. Que nadie crea que posee tanta suficiencia, con una mente tan amplia para asumir la pesada responsabilidad de dirigir instituciones como la editorial, el colegio, o las instituciones de salud. «La seguridad depende de los muchos consejeros» [Prov. 11: 14, RVC]. 2MI 318.3
Es fundamental que quienes ocupan puestos de responsabilidad en cualquier ramo de la obra de Dios, aprovechen los ritos religiosos y los recursos de la gracia con el fin de obtener todos los consejos del cielo que puedan. Los profesionales de la salud deberían realizar esfuerzos especiales para colocarse en el canal de la luz, debido a que están continuamente expuestos a muy diversas tentaciones. 2MI 319.1
Los médicos no disfrutan de muchas oportunidades para asistir a reuniones que son vitales, donde podrían obtener una mejor comprensión de lo que implica ser obrero en la causa de Dios. Pero pueden actuar mucho mejor si tiene un plan concreto y bien definido. No prestan atención a los informes relacionados con la obra, se pierden los llamamientos directos dirigidos al corazón, de forma que puedan reconocer la voz de Dios hablando mediante advertencias, en testimonios de su Espíritu para que reciban la seguridad de que el Capitán de su salvación está dirigiendo a su pueblo. Pierden de vista la importancia y el poder de las verdades espirituales y fracasan al no lograr una fe ardiente. Los que están en esa situación necesitan consejeros prudentes que se alternen en asistir a las reuniones religiosas para beneficio de las iglesias. Llenos del Espíritu de Dios, podrían captar la santa inspiración y repetir los mensajes de advertencia, manteniendo frescas en sus mentes las maravillas de Dios, mientras viven vidas de pureza y fe, y de gozo espiritual. 2MI 319.2
El Señor está obrando en diversas formas para unificar a su pueblo. Mediante agentes celestiales y humanos, Dios obra para que sus profesos seguidores puedan llegar «a ser participantes de la naturaleza divina» [2 Ped. 1: 4], para que su iglesia pueda ser llevada al más elevado nivel de excelencia cristiana. Dios ha establecido con claridad la línea divisoria entre la iglesia y el mundo, y él desea que quede bien clara y que la aceptemos [...] 2MI 319.3
Los creyentes de todas las edades deben ser uno, y el Espíritu Santo es el agente activo que unifica, revitaliza y permea todo el cuerpo de seguidores de Cristo. 2MI 319.4
Las responsabilidades que recaen sobre los miembros de la iglesia de Cristo corresponden a tareas fijadas por el Señor, y aunque cada uno de los obreros es apenas un átomo, una fracción de un tejido maravilloso, habitado por el Espíritu Santo, ¡cuán sagradas son esas responsabilidades! 2MI 320.1
Los judíos contaban con un cuerpo de guardia cuya ocupación era custodiar el templo día y noche. Aunque estaba formado por un gran número de individuos, cada uno consideraba su propia obligación permanecer en su puesto y lugar, ya que se le había confiado una solemne responsabilidad. Supongamos que se hubiera despachado a ese numeroso grupo de guardias, y que toda la responsabilidad se colocara en un solo hombre, y que en esos momentos se hubiera presentado un especial peligro, debido a los esfuerzos de un vigilante enemigo. Eso sería presuntuoso. ¿No estaría el solitario guardián en peligro de ser vencido, ya que había sido sobrecargado? 2MI 320.2
Gracias a Dios, que los asuntos trascendentales no dependen de una sola mente, o de la decisión de una sola persona. Cada cual debe permanecer alerta para captar cualquier advertencia, para tomar nota de todo movimiento de parte del enemigo, que pueda poner en peligro a la tarea asignada por Dios. Ese es el espíritu que debería caracterizar a cada obrero del Sanatorio, ya que a cada uno de ustedes le ha sido confiada la sagrada responsabilidad de apoyarse mutuamente, dándose ánimos los unos a los otros, al cuidar de la fortaleza. Debe existir una mayor consagración a la edificación mutua en la fe, y nadie debe sentirse en lo más mínimo autorizado a criticar a sus prójimos. El Espíritu Santo debe morar en cada obrero, de otra forma «en vano vela la guardia” [Sal 127: 1]. 2MI 320.3
Que todos cumplan con su parte como para Dios, y no para los hombres. Que su conducta concuerde con la sagrada responsabilidad que les ha sido confiada a todos ustedes. Y lo pueden lograr, ya que la fuente de vida ha sido abierta para ustedes, y los principios de un nuevo y celestial gobierno deben controlar su espíritu y sus acciones. Que nadie se vaya a quedar con la impresión de que se puede establecer concierto alguno con los mundanos. No se debe estimular el establecimiento de vínculos de confianza con aquellos que son enemigos de Cristo. No debe hacerse ningún acuerdo con el enemigo. 2MI 320.4
¿Son ustedes centinelas del Señor? De ser así, sean cuidadosos para no traicionar al pueblo de Dios, entregándolo en las manos del enemigo. Satanás procura insinuar alguna maquinación que dé como resultado que Dios se separe de sus obreros, pero escuché la voz del Señor que dijo: «Que cada uno permanezca en su puesto y lugar, y que cumpla con la tarea que se le asignó con una inconmovible fidelidad, y verá y reconocerá el cumplimiento de los misericordiosos designios del Señor». 2MI 320.5
Si ustedes se impacientan, como lo hicieron Abraham y Sara, y establecen sus propios planes, con el fin de que se cumplan las promesas de Dios, una situación que ustedes consideran beneficiosa de acuerdo con las preferencias e ideas de ustedes, encontrarán que el resultado es tristeza, miseria y pecado. 2MI 321.1
Jesús se acerca a ustedes como el Espíritu de verdad; fíjense en el carácter del Espíritu, consulten al Señor, sigan sus caminos. Si ceden a los dictados de la mente y de la carne, el espíritu de ustedes perderá su carácter y equilibrio apropiados, y no podrá discernir ni apreciar el poder moral. Entonces ustedes intentarán aplicar los dictados de los mundanos. Sus voces se escuchan por todo lado: «Esta es la senda del éxito”. Si ustedes obedecen esas sugerencias, sus mentes se deformarán, se inclinarán a los deseos camales y considerarán la iluminación del Espíritu Santo como una mera invención humana. Dios los llama a ustedes a cerrar la puerta a las invenciones humanas y abrir la puerta a la iluminación divina. Cuídense de resistir al Espíritu de Dios en su sagrada obra en el templo del alma. Propónganse agradar a Dios, exaltar su nombre y disfrutar de la dulce influencia de su gracia. 2MI 321.2
Es necesario dedicar por completo nuestra vida a Dios en todos los sentidos. No coloquen ningún talento en el altar de Satanás. No habrá obreros que se entreguen a Dios, ya sea que tengan muchos o pocos talentos, que no puedan ser santificados y capacitados para el servicio a él. Ríndanle todo lo que poseen y todo lo que son, ya que todo ello es nada si se hallan desprovistos de los méritos de la sangre que santifica cada talento. Si los que ocupan puestos de responsabilidad multiplicaran mil veces sus talentos, el servicio de ellos no tendría méritos ante Dios, a menos que Cristo sea parte de todas sus ofrendas. Permitan que toda la gloria de lo que se logre, redunde para gloria de Dios, ya que es a él a quien le pertenece. 2MI 321.3
El mundo no puede entender a Jesús, por tanto no debo estar ansiosa por unirme al mundo no sea que yo también me ciegue como los mundanos, al punto de no ver la hermosura de la verdad. Al contemplar y estudiar los ambiciosos planes y proyectos del mundo, me inclinaré más y más a sus métodos, y estaré más dispuesta a escuchar las sugerencias del enemigo, aceptando los chantajes de Satanás, en lugar de rechazarlos de plano como hizo Jesús cuando fue tentado. 2MI 321.4
Hay algunos que hablan como lamentándose respecto a las restricciones que la religión de la Biblia impone a quienes siguen sus enseñanzas. Parece que creen que una restricción es una gran desventaja. Tenemos, al contrario, motivos para agradecer a Dios de todo corazón porque él ha levantado una barrera divina entre nosotros y el campo enemigo. Hay ciertas tendencias del corazón humano a las que muchos creen que deben someterse, con el fin de que ocurra un completo desarrollo personal. No obstante, lo que el ser humano considera conveniente, Dios no lo ve como algo beneficioso; aunque los seres humanos puedan creer que lo sea; puesto que, precisamente el desarrollo de esos rasgos de carácter, los incapacitarían para habitar las mansiones celestiales. 2MI 322.1
El Señor pone a los seres humanos a prueba y los examina, con el fin de que la escoria sea separada del oro, aunque él no obliga a nadie. Dios no ata con cadenas, cuerdas, ni grilletes; ya que aumentan la deslealtad en lugar de disminuirla. El remedio para el mal se encuentra en Cristo cuando mora internamente como Salvador. Ahora bien, para que Cristo pueda morar en nosotros, tenemos que primero vaciarnos del yo; y ese vacío ha de ser llenado por el Espíritu Santo. 2MI 322.2
El Señor purifica el corazón igual que cuando ventilamos una habitación. No cerramos las puertas y ventanas y echamos alguna sustancia purificadora; sino que abrimos las puertas y ventanas, y permitimos que la atmósfera purificadora del cielo entre. El Señor dice: «el que practica la verdad viene a la luz” [Juan 3: 21]. Las ventanas de los impulsos, de los sentimientos, deben abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y de la mundanalidad será expulsado. La gracia de Dios debe barrer las dependencias de la mente, la imaginación ha de emplearse en contemplar temas celestiales, y todo aspecto de la personalidad debe ser purificado y revitalizado por el Espíritu de Dios. 2MI 322.3
Muchos parecen creer que la religión hace que quien la practica tienda a empequeñecerse y apocarse. La religión genuina, sin embargo, no tiende a la privación. Es la falta de religión la que frustra los talentos y estrecha la mente. Cuando alguien es corto de miras, esa es una evidencia de que necesita la gracia de Dios; la unción celestial, ya que el cristiano es alguien que nuestro Dios, el Señor de los ejércitos, puede transformar para que se mantenga en sus caminos en la tierra, y manifieste la voluntad divina a la humanidad.— Manuscrito 3, 1892, 14, 69 («Relationship of Institutional Workers” [Las relación entre los obreros de las instituciones], s. f.). 2MI 322.4
2. Edificar firmemente sobre la Roca 2MI 323.1
Me pregunto qué debo hacer o decir para que cambie su actitud. He sentido una gran preocupación por usted, y ruego que el Señor guíe mi pluma. El Señor lo ha escogido a usted y los ángeles de Dios han sido sus ayudadores. He escrito que el Señor lo colocó en el elevado puesto que ocupa, no porque usted sea infalible, sino porque él dirigiría la mente suya a través de su Santo Espíritu. 2MI 323.2
Usted no debería comprometerse ni mezclarse en ninguna actividad que ponga en peligro su influencia ante los adventistas del séptimo día, ya que el Señor lo ha elegido para que ocupe un puesto que él ha determinado; para que se destaque ante los profesionales de la medicina; no para ser usted moldeado, sino para moldear las mentes de los demás. 2MI 323.3
A diario usted debería colocarse bajo la dirección divina. El es su Creador, su Redentor. Dios tiene una obra para que usted la lleve a cabo, no separado de los adventistas del séptimo día; sino para que sea una gran bendición para sus hermanos en unidad y en armonía con ellos, al impartirles el conocimiento que Dios le ha dado a usted. 2MI 323.4
Somos un gran edificio de Dios. Cada esfuerzo, cada piedra co locada en el edificio es tan solo parte de un todo. A cada obrero le corresponde ser precisamente lo que Dios ha determinado que sea, al edificar su propia vida mediante acciones puras, nobles, correctas; para que al final él mismo sea una estructura simétrica, un templo hermoso, honrado por Dios y por los hombres. Dios debe guiar esta obra. «Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios» [1 Cor. 3:9]. A través de usted él ha obrado, y obrará confiándole mayores responsabilidades, para honra de su nombre. «Nosotros somos colaboradores de Dios» [1 Cor. 3: 9], y Dios lo usará a usted y a mí, y a todo aquel que se comprometa a servirle. Cada cual debe permanecer en su atalaya, atendiendo con atención a lo que el Espíritu tiene que indicarle, ya que cada palabra y acto crea una impresión no tan solo en nuestros caracteres, sino en los caracteres de los demás que se ha comprometido en la obra. 2MI 323.5
El Señor espera que usted permanezca firme como Daniel; que cada aspecto de su carácter se someta a la dirección divina; que día tras día usted crezca como una estructura que ha de estar en pie, no como perfecta en sí misma, sino conectada con la obra de otros obreros escogidos; como un hermoso templo para el Señor; como un testigo viviente del valor, de la estabilidad y de la nobleza de alguien que se preocupa por la gloria de Dios. 2MI 323.6
Sus talentos son únicos y especiales, no obstante todos dependemos de otros para un buen desenvolvimiento. Por tanto, a diario Dios obra en labor de edificación, golpe a golpe, con el fin de perfeccionar la estructura, que de esa forma crece para ser un templo santo para el Señor. Una piedra mal colocada afecta a toda la estructura. Esa figura representa el carácter humano, que debe ser forjado, paso a paso. No debe haber falla alguna en el mismo, ya que es una edificación de Dios. Cada piedra debe ser perfectamente colocada, con el fin de que soporte la carga que se coloca sobre ella. El Señor le advierte a usted, así como a todo obrero que se preocupe por la forma como construye, de manera que sus estructuras puedan soportar la prueba de la tormenta y de la tempestad, debido a que estén cimentada en la Roca eterna. Cuiden de la forma en que edifican. Cada hora debe ser dedicada a colocar la piedra en el seguro fundamento, preparados para el día de prueba y de la manifestación, cuando seremos vistos según realmente somos. 2MI 324.1
En el caso suyo Dios me presenta esta advertencia como algo fundamental. El lo ama a usted con un amor inmensurable. El Señor ama a sus hermanos en la fe, y trabaja con ellos con el mismo objetivo que aplica con usted. Su iglesia en la tierra debe adquirir una dimensión divina ante el mundo, como un templo formado por piedras vivas: cada una de ellas emitiendo luz. Este edificio debe ser la luz del mundo: «una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder» [Mat. 5: 14]. Está formada por piedras colocadas cerca unas de otras, una piedra ajustada a otra, constituyendo una sólida estructura. Todas las piedras no son de la misma forma ni aspecto. Algunas son grandes, otras pequeñas; pero cada una tiene su propio hueco que llenar. La importancia de cada piedra viene determinada por la luz que refleja ante el mundo. Esto es parte del plan de Dios, y él hará que todos los que profesen creer en su Palabra, procedan a llenar sus espacios en la inmensa y grandiosa obra para este tiempo. 2MI 324.2
Nosotros, querido y muy amado hermano, vivimos en medio de los peligros de los últimos días. Cada talento mental y físico tiene que ser cultivado, ya que todo poder es fundamental para hacer de la iglesia una estructura que represente la sabiduría y el carácter del gran Diseñador. Hemos de cultivar los talentos que Dios nos da; son dones de Dios, y deben ser utilizados en total armonía con los demás, de manera que se constituya un don perfecto. Dios da los dones, los poderes de la mente; nosotros formamos el carácter. La mente es el huerto del Señor, y ha de ser concienzudamente cultivado, a fin de formar un carácter según la semejanza divina. 2MI 324.3
El Señor ha trabajado con usted, mi muy respetado hermano, permitiéndole que se desempeñe como obrero suyo. Pero hay otros obreros que deben hacer su parte como agentes de Dios, sus miembros, que ayudan a constituir el cuerpo entero. Tenga bien presente, que todos deben permanecer unidos como parte de una gran maquinaria. La iglesia del Señor está formada por sus agentes vivos que reciben su poder del «autor y consumador de la fe» [Heb. 12: 2], para actuar. La gran obra que se asigna a cada obrero de Dios debe ser llevada a cabo armoniosamente. [...] 2MI 325.1
El pueblo de Dios no debe vivir en confusión, desordenadamente; falto de armonía, equilibrio y atractivo. El Señor es muy deshonrado cuando no existe unidad en su pueblo. Me he sentido impresionada con las luchas, la discordia y el haberse conformado a la sociedad. Los que creen en la verdad para ese tiempo, deben saber que la verdad es un todo. Expresiones emocionales espasmódicas no son fruto de la inspiración. La unidad que Dios demanda debe ser cultivada a diario; los labios deben ser santificados, la lengua y la voz deben ser adiestrados para realizar un servicio correcto, si es que deseamos contestar la oración de Jesús [Juan 17: 11,22]. 2MI 325.2
La desunión que ha existido entre los que afirman creer en el último mensaje de misericordia que ha de ser proclamado a nuestro mundo, es un gran impedimento para el avance de nuestra obra. Todos han de ser uno en Cristo como él es uno con el Padre; sus poderes serán iluminados, inspirados y santificados para formar un todo completo. Dios es deshonrado por las diferencias que existen en su pueblo. Quienes aman a Dios y guardan sus mandamientos no deben separarse, sino mantenerse unidos [Fil. 2: 14]. 2MI 325.3
El Señor no se olvida de usted, mi hermano. Tenga en mente que este mundo es el peregrinaje que experimentamos, que el mundo futuro es el hogar a donde nos dirigimos. Tenga fe en Dios.— Carta 73, 1899, pp. 15 (a John H. Kellogg, 17 de abril de 1899). 2MI 325.4
3. Cristo es nuestro ayudador el momento de la tentación 2MI 325.5
«Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» [Sant. 1: 24]. 2MI 325.6
Las tentaciones que asaltan a los hijos de Dios deben ser consideradas como las expresiones de la ira de Satanás contra Cristo, «quien se dio a sí mismo” como un sacrificio «por nuestros pecados”, y «para redimirnos», con su sangre, «de toda maldad» [Gál. 1: 4, Tito 2: 14]. Satanás está lleno de ira contra Jesús. Pero él no puede hacer daño al Salvador, a menos que conquiste a aquellos por quienes Cristo murió. El diablo sabe que cuando a través de sus artimañas las almas sean arruinadas, el Salvador será herido. 2MI 325.7
Todo el universo está observando con profundo interés el conflicto entre Cristo y sus santos y el gran engañador. Los que reconocen y resisten las tentaciones, están peleando las batallas del Señor. A ellos se los felicita: «Bienaventurado el hombre que soporta la tentación” [Sant. 1: 12]. Soportar la tentación significa cultivar la paciencia. El alma tentada, acosada, no puede confiar en su propia determinación. Al sentirse totalmente desvalida, escapará a la fortaleza diciendo: «Mi Salvador, mi indefensa alma la entrego a ti». Cuanto más fuerte la tentación, con más fuerza se aferra al Todopoderoso. Por fe traspasa la tentación a Cristo, y la deja allí. La fe en el poder del Salvador, lo hace más que vencedor. Es el poder milagroso de Jesús el que arma al cristiano con la fortaleza para vencer como Cristo venció. 2MI 326.1
La tentación no es pecado a menos que sea acariciada. Al mirar a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, hará que el alma se llene de paz y firme confianza. «Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él» [Isa. 59: 19, RV60]. 2MI 326.2
Hace pocas horas escuché las quejas de un alma atribulada. Satanás se le acercó sorpresivamente. Creyó que había blasfemado contra el Salvador debido a que el tentador continuamente puso en su mente la idea que Cristo era únicamente un hombre, tan solo un buen hombre. Creyó que las insinuaciones de Satanás eran los sentimientos de su propio corazón, y eso la horrorizó. Pensó que estaba negando a Cristo, y cayó en una extenuante agonía. Le aseguré que aquellas sugerencias del enemigo no eran las ideas de ella, y que Cristo la entendía y la aceptaba; que ella debía considerar que dichas sugerencias provenían enteramente de Satanás; y que la lealtad de esa persona debía aumentar según la fuerza de la tentación. Ella debía decir. «Soy una hija de Dios. Me entrego a Jesús en alma y cuerpo. Detesto estos vanos pensamientos”. Le dije que ni por un momento debería admitir que aquellos pensamientos provenían de ella, y que no permitiera que Satanás hiriera a Cristo al sumirla en la incredulidad y en el desánimo. 2MI 326.3
A los que son tentados les digo: «Ni por un momento admitan que las tentaciones de Satanás armonizan con sus propias ideas. Apártense de ellas como se apartarían del mismo adversario”. La obra de Satanás es llevar desaliento al alma. La obra de Cristo es inspirar el corazón mediante la fe y la esperanza. Satanás procura perturbar nuestra confianza. Él nos dice que nuestras esperanzas están asentadas en falsas premisas, en lugar de cimentarse en la segura e inmutable Palabra de Aquel que no puede mentir. 2MI 326.4
Los cristianos más veteranos y experimentados han sido asediados por las tentaciones de Satanás, pero han triunfado mediante la confianza en Jesús. De igual modo lo hará el alma que con fe fije su mirada en Cristo. 2MI 327.1
Nadie puede colocar sus pies en la senda de santidad sin que los impíos y los ángeles malos se unan en su contra. Los ángeles malos conspiran con los impíos para destruir a los siervos de Dios. Los que son reprendidos por sus malos pensamientos, odiarán al que reprende al pecado, e intentarán desarraigarlo del servicio de Cristo. El conflicto puede ser largo y doloroso, pero tenemos la palabra empeñada por el Eterno de que Satanás no podrá derrotarnos a menos que nos sometamos a su control. 2MI 327.2
Cristo fue crucificado como un malhechor; sin embargo, él era la luz y la vida del mundo; soportó la oposición que los pecadores ejercieron contra él. 2MI 327.3
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» [Juan 3: 16]. 2MI 327.4
¿Acaso podremos medir el amor de Dios? Pablo declara que el mismo «sobrepasa todo entendimiento” [Fil. 4: 7]. Nosotros, los que hemos sido hechos partícipes del don celestial, ¿seremos acaso descuidados e indiferentes, olvidando la gran salvación obrada en favor nuestro? ¿Permitiremos que se nos aparte de Cristo perdiendo la recompensa inmortal, el gran don de la vida eterna? ¿No aceptaremos la enemistad que Cristo ha colocado entre el hombre y la serpiente? ¿Acaso no comeremos la carne y beberemos la sangre del Hijo de Dios, que significa vivir «de toda palabra que sale de la boca de Dios» [Mat. 4: 4]? ¿O nos haremos terrenales, comiendo la carne de la serpiente, que es el egoísmo, la hipocresía, sospechas infundadas, envidia y codicia? Tenemos el derecho a decir: «Saldré vencedor gracias a Cristo que me fortalece. No seré vencido por las argucias de Satanás».— Manuscrito 31, 1911, 1619 («Praising God” [Alabando a Dios], diario, 19 de noviembre de 1911). 2MI 327.5
Patrimonio White, Washington D.C.,
23 de abril de 1964