Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)

24/47

Manuscrito 45—La lluvia tardía

Ha llegado el momento cuando debemos esperar que el Señor haga grandes cosas por nosotros. No tenemos que ceder en nuestros esfuerzos ni flaquear. Hemos de crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor. Antes de que concluya finalmente la obra y termine el sellamiento del pueblo de Dios, recibiremos el derramamiento del Espíritu de Dios. Ángeles del cielo estarán entre nosotros. [...] Ahora es el momento de prepararnos para el cielo, cuando cada uno de nosotros debe caminar en plena obediencia a todos los mandamientos de Dios.— Carta 30, 1907, pp. 2, 3 (al Sr. N. D. Faulkhead, 5 de febrero de 1907). MI1 169.1

Sé que debe hacerse una obra por el pueblo, o muchos no estarán preparados para recibir la luz del ángel que baja del cielo para iluminar toda la tierra con su gloria. No piensen que serán hallados como vasos para honra en el momento de MI1 169.2

_______________

Solicitado para su uso en relación con declaraciones sobre la «lluvia tar~ día” en un informe impreso del secretario ministerial de la Asociación General. la lluvia tardía, para recibir la gloria de Dios, si están saturando su alma de vanidades, hablando perversidades y acariciando en secreto raíces de amargura traídas del Congreso de Minneápolis. El desagrado de Dios estará ciertamente sobre toda alma que guarde y fomente esas raíces de disensión, o que tenga una actitud tan diferente del espíritu de Cristo.— Carta 24, 1889, p. 4 (a la Asociación General, alrededor de 1889).

Hermanos, tenemos poco tiempo para actuar. Ciertamente, es preciso que dejemos de quejamos de los demás y que abramos completamente nuestro corazón ante Dios para que podamos recibir el Espiritu Santo. Hace años que había llegado el momento de que el Espíritu Santo descendiera de forma especial sobre los fervientes y abnegados obreros de Dios. El Señor bendecirá grandemente a sus escogidos y probados, si están dispuestos a cooperar con él. Cuando el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés, fue como un viento recio que soplaba. No fue dado en una medida escasa, porque llenó todo el lugar donde los discípulos estaban reunidos. Así nos será dado cuando nuestro corazón esté preparado para recibirlo.— Ms 2, 1899, p. 1 («The Need for Greater Consecration» [La necesidad de mayor consagración], 24 de enero de 1899). MI1 170.1

«Ciertamente viene el día, ardiente como un homo, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa. Aquel día que vendrá, los abrasará, dice Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación. Saldréis y saltaréis como becerros de la manada» (Mal. 4: 1, 2). MI1 170.2

Aquí se ve claramente los que serán vasos de honra, porque recibirán la lluvia tardía. Toda alma que, con la luz que ahora brilla sobre nuestra senda, siga en el pecado será cegada y aceptará los engaños que provengan de Satanás. Ahora nos acercamos al final de la historia de esta tierra. ¿Dónde están los fieles vigías de los muros de Sion que no dormitarán, sino que anunciarán con fidelidad la hora de la noche? Cristo vuelve para ser contemplado por todos aquellos que creen. ¡Qué doloroso es contemplar que se mantiene al Señor Jesús en un segundo plano! ¡Qué pocos magnifican su gracia y exaltan su compasión y su amor infinitos! No habrá ni un ápice de envidia ni de celos en el corazón de los que buscan ser como Jesús en carácter.— Carta 15, 1892, p. 5 (al pastor Stephen N. Haskell, 25 de junio de 1892). MI1 170.3

Con los aguaceros de la lluvia tardía, muchas de las producciones e invenciones humanas serán barridas; el límite de la autoridad del hombre será como cañas rotas; y el Espíritu Santo hablará con poder convincente a través del instrumento humano. Nadie se fijará entonces en si las frases están bien rematadas o si la gramática es impecable. Las aguas vivas fluirán por los propios canales de Dios. Pero cuidemos ahora de no exaltar a los hombres, a sus dichos y a sus hechos; y que nadie considere algo extraordinario tener una experiencia espectacular que relatar, porque aquí hay un terreno fértil en el que se dará credibilidad a personas indignas.— Carta 102, 1894, p. 4 (a J. Edson White y su esposa Emma, 6 de febrero de 1894). MI1 170.4

Toda alma verdaderamente convertida estará intensamente deseosa de llevar a otros de las tinieblas del error a la maravillosa luz de la justicia de Jesucristo. El gran derramamiento del Espíritu de Dios que alumbra toda la tierra con su gloria se producirá cuando haya un pueblo esclarecido que sepa por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando tengamos una consagración completa y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios reconocerá el hecho derramando su Espíritu sin medida; pero esto no ocurrirá mientras la mayor parte de la iglesia no obre juntamente con Dios. El Señor no puede derramar su Espíritu cuando el egoísmo y la complacencia propia son tan manifiestos, cuando prevalece un espíritu que, si se expresara verbal-mente sería la respuesta de Caín: «¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?» (Gén. 4: 9).— Carta 31, 1894, p. 11 (al Sr. Harper, 23 de septiembre de 1894). MI1 171.1

No podemos ejercer la debida influencia cuando nos encontramos cubiertos por nubarrones de ansiedad o abatimiento. Es preciso que extendamos la mano de la fe y nos aferremos de la mano de nuestro Redentor. No debemos aguardar a la lluvia tardía. Viene sobre todos los que reconozcan y se apropien del rocío y de los aguaceros de la gracia que caen sobre nosotros. Cuando juntemos los fragmentos de luz, cuando apreciemos las seguras misericordias de Dios, a quien le complace que confiemos en él, se cumplirá toda promesa. «Porque como la tierra produce su renuevo y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová, el Señor, hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones» (Isa. 61: 11).— Carta 151, 1897, pp. 1, 2 (a J. Edson White y su esposa Emma, 29 de agosto de 1897). MI1 171.2

Cuando los obreros tengan a Cristo morando permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo haya sido sepultado, cuando no haya rivalidades ni contiendas por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo; entonces las lluvias de la gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca fallará ni en una jota ni una tilde. Pero cuando es menospreciada la labor de los demás, para que unos obreros puedan mostrar su propia superioridad sobre otros, esos demuestran que su propia actuación no lleva el sello legítimo. Dios no puede bendecirlos.— Ms 24, 1896, p. 4 («Unselfishness among Brethren» [La generosidad entre hermanos], 9 de septiembre de 1896). MI1 171.3

Descansa sobre mí la responsabilidad enormemente solemne de decirles: «Su única esperanza está en Dios». Antes de damos el bautismo del Espíritu Santo, nuestro Padre celestial nos probará para ver si podemos vivir sin deshonrarlo. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. No piensen, hijos míos, que han recibido toda la ayuda espiritual que necesitan. Y no piensen que pueden recibir grandes bendiciones espirituales sin satisfacer las condiciones que el propio Dios ha establecido. Santiago y Juan pensaron que, con solo pedirlo, podían tener el puesto más encumbrado en el reino de Dios. ¡Qué lejos estaban de haber captado la realidad! No se daban cuenta de que antes de que pudieran compartir la gloria de Cristo, debían llevar su yugo y aprender cada día de su mansedumbre y su humildad.— Carta 22, 1902, pp. 8, 9 (a J. Edson White y su esposa Emma, lº de febrero de 1902). MI1 172.1

Cristo usó el viento como símbolo del Espíritu de Dios. Igual que «el viento sopla de donde quiere, [...] pero no sabes de dónde viene ni adonde va. Así es con todo aquel que nace del Espíritu» (Juan 3: 8). No sabemos a través de quién se manifestará el Espíritu Santo. Pero no hablo mis propias palabras cuando digo que el Espíritu de Dios pasará de largo de aquellos que hayan tenido su día de prueba y de oportunidad, pero no hayan distinguido la voz de Dios ni apreciado la obra de su Espiritu. Entonces, en la hora undécima, miles verán y reconocerán la verdad. «Ciertamente vienen días, dice Jehová, cuando el que ara alcanzará al segador, y el que pisa las uvas al que lleve la simiente» (Amós 9: 13). Esas conversiones a la verdad se realizarán con una rapidez que sorprenderá a la iglesia, y únicamente el nombre de Dios será glorificado.— Carta 43, 1890, p. 5 (al hermano Olsen, 5 de diciembre de 1890). MI1 172.2

Si todos los que se ocupan de la Palabra de Dios, atendiendo al pueblo, están dispuestos a limpiar su corazón de toda iniquidad y toda con-taminación, y acuden a Dios con un limpio propósito de corazón, como niñitos, verán la salvación de Dios. Jesús caminará en medio de nosotros. Ahora tenemos las invitaciones de la misericordia a convertirnos en vasos de honra, y entonces no es preciso que nos preocupemos de la lluvia tardía; lo que tenemos que hacer es mantener la vasija limpia, preparada y dispuesta para la recepción de la lluvia celestial, y además seguir orando: «Que la lluvia tardía llene mi vasija. Que la luz del ángel glorioso que se une con el tercer ángel brille sobre mí. Dame, Señor, una parte en la obra; permíteme que haga sonar el clarín; cóncedeme ser colaborador de Jesucristo”. Déjenme que les diga que, buscando así a Dios, él los dota continuamente dándoles su gracia. No tienen por qué preocuparse. No es preciso que crean que va a llegar un momento especial cuando han de ser crucificados; el tiempo para ser crucificado es precisamente ahora. MI1 172.3

Cada día, cada hora, ha de morir el yo; ha de crucificarse el yo, y entonces, cuando llegue el momento en que de verdad sobrevenga la prueba al pueblo de Dios, los brazos eternos nos rodearán. Los ángeles de Dios forman un muro de fuego en tomo a nosotros y nos libran. La crucifixión del yo no tendrá ninguna efectividad entonces. Tiene que producirse antes de que se haya decidido el destino de las almas. Ahora precisamente debe crucificarse el yo, cuando hay una misión que cumplir; cuando podemos hacer uso de cada talento recibido. Precisamente ahora hemos de vaciar y limpiar el vaso por completo de su impureza. Justamente ahora hemos de ser santificados para Dios. Esta es nuestra obra ahora mismo. No hemos de aguardar ningún momento especial para que se realice una obra maravillosa; es hoy. Hoy me entrego a Dios.— Ms 35, 1891, pp. 16, 17 («Work and Baptism of Holy Spirit Needed» [Se precisan acción y el bautismo del Espíritu Santo], 26 de septiembre de 1891). MI1 173.1

El Señor exige acción concertada. Deben realizarse esfuerzos bien organizados para conseguir obreros. Hay pobres, honradas y humildes almas, a las que el Señor pondrá en el lugar de ustedes, que nunca han tenido las oportunidades que ustedes han tenido, y no pudieron tenerlas porque el Espíritu Santo no obró en ustedes. Podemos tener la seguridad de que, cuando el Espíritu Santo sea derramado, los que no hayan recibido ni apreciado debidamente la lluvia temprana, no se percatarán ni entenderán el valor de la lluvia tardía. Cuando estemos realmente consagrados a Dios, su amor permanecerá en nuestro corazón por la fe, y con gozo cumpliremos con nuestro deber de acuerdo con la voluntad de Dios.— Carta 8, 1896, p. 9 (a mis hermanos de Estados Unidos, 6 de febrero de 1896). MI1 173.2

Cuando se dé el mensaje del tercer ángel con gran voz, toda la tierra será iluminada con su gloria, el Espíritu Santo será derramado sobre su pueblo. El rédito de la gloria viene acumulándose para esta obra final del mensaje del tercer ángel. Ni una se ha perdido de las oraciones que han estado ascendiendo para el cumplimiento de la promesa del derramamiento del Espíritu Santo. Cada oración se ha venido acumulando, lista para desbordarse y producir una inundación sanadora de influencia celestial y luz acumulada sobre el mundo entero.— Carta 96a, 1899, p. 2 (a la hermana Henry, 19 de julio de 1899). MI1 173.3

Patrimonio White, Washington, D. C, 30 de agosto de 1950

_______________

El número 46 se saltó.
El número 47 es idéntico al 25 (pp. 53-59).