Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)
Manuscrito 37—Declaraciones para Fruitage of Spiritual Gift
Después de mi boda, me fue indicado que debía mostrar un interés especial en huérfanos de padre y madre, tomando algunos bajo mi cuidado durante un tiempo y luego buscarles hogar. Así daría a otros un ejemplo de lo que podían hacer. MI1 135.1
Creo que es mi deber presentar delante de nuestro pueblo aquello por lo cual los miembros de cada iglesia deberían sentir una responsabilidad. Me he hecho cargo de niños de tres a cinco años de edad y les he dado una educación y una MI1 135.2
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Solicitada por el pastor L. H. Christian para ser usado en su libro The Fruitage of the Prophetic Gift [El fruto del don profético]. formación para que accedan a puestos de responsabilidad. De vez en cuando, he llevado a mi casa jóvenes de diez a dieciséis años de edad, dándoles cuidado maternal y formación para el servicio. Esos muchachos y muchachas ahora son adultos, y algunos desempeñan cargos de confianza en nuestras instituciones. Uno ha sido durante años tipógrafo jefe en nuestra casa editora Review and Herald. [...]
En Australia seguí haciendo lo mismo, acogiendo en la casa a huérfanos, que corrían el peligro de verse expuestos a tentaciones que hubieran podido causarles la pérdida de sus almas. MI1 136.1
Mientras estuvimos en Australia, trabajamos en labores médicas mi-sioneras en el más amplio sentido de la expresión. En ocasiones convertí mi hogar de Cooranbong en un lugar de acogida para enfermos y afligidos. Mi secretaria, que había recibido formación en el Sanatorio de Battle Creek, estuvo a mi lado y pudo hacer de enfermera misionera. No cobraba por sus servicios y nos ganamos la confianza de la gente por el interés que manifestamos por los enfermos y los dolientes.— Carta 55, 1905, pp. 6, 7 (al pastor O. A. Olsen, 30 de enero de 1905). MI1 136.2
Tuvimos un viaje muy agradable de College View a Battle Creek. Los amigos de Battle Creek nos dieron una muy cordial bienvenida [...]. Durante mi breve estancia en Battle Creek, hablé cinco veces: tres veces en el Tabernáculo, una vez a los estudiantes de la Facultad de Medicina, y una vez a los pacientes y los empleados del Sanatorio. Tenía un mensaje que transmitir, y parece que el Espíritu del Señor impresionó a los presentes. Sé que Dios me dio fuerza para hablar. El sábado hubo un asistencia al Tabernáculo de unas tres mil personas, y el domingo de unas dos mil. MI1 136.3
Muchos de los residentes en Battle Creek asistieron a la reunión del domingo por la tarde. Prestaron muchísima atención. En esa reunión tuve la oportunidad de indicar con toda claridad que mis puntos de vista no han cambiado. La bendición del Señor descansó sobre muchos de los que escucharon todo lo que dije. MI1 136.4
Me había dado cuenta de que había quienes estaban inquietos por saber si la Sra. White mantenía los mismos puntos de vista que años antes, cuando la habían oído hablar en la arboleda del Sanatorio, en el Tabernáculo y en los congresos campestres celebrados en los alrededores de Battle Creek. Les aseguré que el mensaje que transmito hoy es el mismo que vengo transmitiendo en los sesenta años de mi ministerio público. Estoy cumpliendo para el Maestro el mismo servicio que me fue encomendado siendo jovencita. Recibo lecciones del mismo Instructor. Lo que me ha sido indicado es: «Da a conocer a otros lo que te he revelado. Escribe los mensajes que te doy, para que la gente pueda conocerlos». Y esto es lo que me he esforzado en hacer. MI1 136.5
He escrito muchos libros, y han alcanzado amplia difusión. Por mí misma no podría haber sacado a relucir las verdades en esos libros, pero el Señor me ha otorgado la asistencia de su Santo Espíritu. Esos libros, que registran las instrucciones que el Señor me ha dado durante los últimos sesenta años, contienen luz del cielo, y soportarán la prueba de la investigación. MI1 137.1
A veces se suscita la pregunta: «¿Qué pasaría si muriera la Sra. White?». Respondo: «Los libros que ha escrito no morirán. Son un testimonio viviente de lo que enseñan las Escrituras». [...] MI1 137.2
Durante mi alocución dije que no reivindico ser profetisa. Algunos se sorprendieron de esa afirmación, y, dado que se dicen muchas cosas al respecto, voy a dar una explicación. Otros me han llamado profetisa, pero yo nunca adopté ese título. He considerado que no era mi deber designarme de esa manera. Los que osadamente se arrogan ser profetas en nuestra época son a menudo un baldón para la causa de Cristo. MI1 137.3
Mi obra incluye mucho más de lo que ese nombre significa. Me considero a mí misma una mensajera, a la que el Señor confía mensajes para su pueblo [...]. MI1 137.4
El Señor me ha dado abundante luz sobre la reforma prosalud. Unida a mi esposo, he tenido que dedicarme a la obra médica misionera. Era necesario que diera ejemplo a la iglesia acogiendo enfermos en mi hogar y cuidándolos. Y así lo he hecho, aplicando yo misma a mujeres y niños tratamientos muy intensos. Como mensajera designada por Dios, también había de hablar sobre el tema de la temperancia cristiana. Me dediqué a ello con entusiasmo, y he hablado ante grandes concurrencias sobre la temperancia en su sentido más amplio y verdadero. MI1 137.5
Recibí instrucciones de que siempre debía abogar entre los que profesan creer en la verdad la necesidad de practicar esa verdad. Esto significa santificación, y santificación significa el cultivo y el desarrollo de todos nuestros talentos para el servicio del Señor. MI1 137.6
Se me encargó que no descuidara a los que eran agraviados ni los dejara de lado. El Señor me presentó algunos casos, y, por desagradable que pueda resultar el deber, he de reprender al opresor e implorar justicia. He de presentar la necesidad de mantener la justicia y la equidad en todas nuestras instituciones.— Carta 55, 1905, pp. 1-5 (al pastor O. A. Olsen, 30 de enero de 1905). MI1 137.7
Se me ha formulado la pregunta: «¿Qué piensa de esta luz que presentan estos hombres [A. T. Jones y E. J. Waggoner]?». ¡Si yo llevo presentándosela a ustedes desde hace cuarenta años!: los inigualables encantos de Cristo. Esto es lo que he estado presentando a la consideración de todos.— Ms 5, 1889, p. 10 (sermón pronunciado en Rome, Nueva York, el 17 de junio de 1889). MI1 138.1
Corremos el peligro de caer en errores similares. Nunca habría que llevar como el asunto de la ley en Gálatas aquello que el Señor no ha dado como una prueba. He recibido la instrucción de que la terrible experiencia de Minneápolis es uno de los capítulos más tristes de la historia de los creyentes en la verdad presente. El Señor no desea que el tema de las dos leyes vuelva a provocar una agitación como la de entonces. Algunos aún no se han sanado de su deserción y quisieran volver a fondo con el tema otra vez. En el supuesto caso de que lo hicieran, las diferencias de opinión volverían a crear división. Todas esas cuestiones no debe volver a suscitarse.— Carta 179, 1902, p. 10 (a C. P. Bollman, 19 de noviembre de 1902). MI1 138.2
Lo que ahora queremos presentar es cómo podemos progresar en la vida cristiana. Oímos muchas excusas: «No puedo estar a la altura de esto, de eso otro, o de lo de más allá». ¿Qué se quiere decir con «esto, eso otro, o lo de más allá»? ¿Se refieren a que fue un sacrificio imperfecto el realizado en el Calvario por la raza caída, que no se nos concede suficiente gracia y suficiente poder para que podamos apartamos de nuestros defectos y nuestras tendencias naturales, que no se nos dio un Salvador completo? ¿O se pretende echar las culpas a Dios? Bueno, dirá alguno, el pecado fue de Adán: «Yo no tengo la culpa de eso, y no soy responsable de su culpa ni de su caída. Tengo en mí todas estas tendencias naturales y no tengo la culpa si exteriorizo estas tendencias naturales”. ¿Quién tiene la culpa? ¿Dios?— Ms 8, 1888, p. 2 (sermón predicado en el Congreso de Minneápolis de la Asociación General el sábado 20 de octubre de 1888, «Advancing in Christian Experience» [Avanzar en la experiencia cristiana]). MI1 138.3
Es muy posible que el pastor Jones o el pastor Waggoner puedan ser vencidos por las tentaciones del enemigo; pero, en el supuesto caso de que así ocurriera, eso no demostraría que no habían tenido ningún mensaje proveniente de Dios, ni que lo que han llevado a cabo sea todo erróneo. Pero, en el supuesto caso de que sucumbieran a la tentación, ¡cuántos adoptarían esta postura, cayendo en un engaño fatal, porque no se encuentran bajo el control del Espíritu de Dios! Caminan tras las chispas que ellos mismos hacen saltar y no pueden distinguir entre el fuego que han prendido y la luz que Dios ha dado, y andan a ciegas, como hicieron los judíos.— Carta 24, 1892, p. 5 (a Urías Smith, 19 de septiembre de 1892). MI1 138.4
Estoy muy sorprendida de encontrarme tan bien como estoy. Tenía mucho miedo de que mi trabajo en verano me debilitara para el invierno, pero he de decir para gloria de Dios que él me ha hecho superar mis dolencias. Estoy mucho mejor de lo que he estado durante muchos meses, mejor que el año pasado. MI1 139.1
Venimos celebrando encuentros extraordinarios. El espíritu que imperó en las reuniones de Minneápolis no se está manifestando aquí. Todo se está desarrollando con armonía. Hay una gran concurrencia de delegados. Nuestra reunión de las cinco de la mañana está muy concurrida, y las reuniones son buenas. Todos los testimonios que he escuchado son de carácter edificante. Dicen que el año pasado ha sido el mejor de su vida; la luz que emana de la Palabra de Dios ha sido clara y nítida: la justificación por la fe; Cristo, justicia nuestra. Las experiencias han sido muy interesantes. MI1 139.2
He asistido a todos los encuentros matinales, excepto a dos. A las ocho, el hermano Jones habla del tema de la justificación por la fe y se ve que hay gran interés. Hay un crecimiento en la fe y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Hay unos cuantos que no han tenido ocasión de oír de este tema con anterioridad, y están empapándose de todo, alimentándose con magníficas porciones de la mesa del Señor. El testimonio de todos los que han hablado ha sido que este mensaje de luz y de verdad que ha venido a nuestro pueblo es, sencillamente, la verdad presente y, dondequiera que van entre las iglesias, está garantizado que entran la luz, el consuelo y la bendición de Dios. MI1 139.3
Tenemos un festín de manjares suculentos y cuando vemos almas que se aferran a la luz nos regocijamos, contemplando a Jesús, el Autor y el Consumador de nuestra fe. Cristo es el gran modelo; su carácter ha de ser nuestro carácter. Toda excelencia está en él. Apartándonos de todo hombre y de cualquier otro modelo, a rostro descubierto contemplamos a Jesús en toda su gloria. Sus pensamientos rebosan de grandes y penetrantes ideas acerca de la excelencia de Cristo; cualquier otro tema se hunde en la insignificancia, y en lo que atañe a la disciplina moral se pierde todo lo que no promueva su semejanza a la imagen de Cristo. Veo alturas y profundidades que podemos alcanzar al aceptar cada rayo de luz y avanzar a una luz mayor. El fin está cerca, y no permita Dios que en este momento estemos dormidos. MI1 139.4
Estoy muy agradecida al ver a nuestros pastores dispuestos a escudriñar las Escrituras por sí mismos. Ha habido una gran falta de investigación profunda de las Escrituras para atesorar gemas de verdad en nuestra memoria. Cuánto perdemos todos porque no hacemos el esfuerzo mental de escudriñar, con mucha oración, en busca de la iluminación divina a fin de entender la santa Palabra de Dios. Creo que habrá un gran progreso en nuestro pueblo, un empeño más serio por seguir el paso del mensaje del tercer ángel.— Ms 10, 1889, p. 1 («The Excellence of Christ» [La excelencia de Cristo], circa 1889). MI1 140.1
Una y otra vez el Espíritu del Señor entró en la reunión con poder de convicción, a pesar de la incredulidad manifestada por algunos presentes.— Carta 51a, 1895, p. 1 (a Harmon Lindsay, lº de mayo de 1895). MI1 140.2
Tras el Congreso de Minneápolis ¡cuán maravillosamente ha obrado el Espíritu de Dios! Hubo quienes confesaron que habían robado a Dios reteniendo diezmos y ofrendas. Muchas almas se convirtieron. Entraron en la tesorería miles de dólares. Aquellos cuyo corazón estaba radiante del amor de Dios relataron experiencias preciosas.— Ms 22, 1890, pp. 10, 11 (Diario, 10 de enero de 1890). MI1 140.3
Cuatro ángeles poderosos retienen las potencias terrenales hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Las naciones del mundo están ávidas por combatir; pero son contenidas por los ángeles. Cuando sea retirado ese poder restrictivo, vendrá un tiempo de angustia y de dificultades. Se inventarán mortíferos instrumentos bélicos. Barcos serán sepultados en la gran profundidad con su cargamento viviente. Todos los que no tienen el espíritu de la verdad se unirán bajo la dirección de agentes satánicos. Pero han de ser retenidos hasta que llegue el tiempo de la gran batalla del Armagedón. MI1 140.4
Hay ángeles que circundan el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la supremacía, las que él presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos las voces de esos ángeles, ni vemos con los ojos físicos su actuación; pero sus manos están unidas alrededor del mundo, y en permanente vigilia mantienen a raya a las huestes satánicas hasta que se complete el sellamiento del pueblo de Dios.— Carta 79, 1900, pp. 12, 13 (a William Kerr, 10 de mayo de 1900). MI1 140.5
No confío en la práctica de echar suertes. [...] Echar suertes para elegir a los cargos de la iglesia no es el plan de Dios.— Carta 37, 1900, pp. 1, 3 (a la Sra. de M. R. Colcord, 4 de marzo de 1900). MI1 140.6
Acabamos de celebrar el segundo encuentro de nuestro congreso en Nueva Gales del Sur; y la bendición del Señor descansó sobre los reunidos. Vinieron muchos más de los que se suponía que vendrían. Todas las iglesias han estado representadas. MI1 140.7
Nos regocijamos al ver al hermano Radley en este encuentro. Vino el domingo, y se quedó hasta que terminaron las reuniones, el miércoles. Hemos sentido gran preocupación por él. Su esposa aceptó la verdad primero, y él se fue incorporando más lentamente. Era muy cauto a la hora de comprometerse. Lo visitamos y vimos que era hombre de pocas palabras, y rara vez asistía a nuestras reuniones. Hablé con él personalmente en cuanto a sus responsabilidades como esposo y padre. Tiene dos hijos varones pequeños y tres niñas. Todos resultan interesantes, y tienen una edad en la que necesitan la dirección y la guía de un padre. La madre ha hecho cuanto podía. MI1 141.1
Celebramos reuniones en la casa del hermano Radley, pero manifestó tan poco interés en ellas que se suspendieron. Su corazón no estaba inclinado a aceptar íntegramente la fe: Pero hablé con él como si estuviera plenamente con nosotros, presentándole sus responsabilidades con sus vecinos. Le dije: «Usted tiene la luz de la verdad, y tiene una labor que cumplir para iluminar a los demás. A usted le encanta leer. Estudie, entonces, para el presente y para la eternidad. El tiempo del que cualquiera de nosotros dispone para trabajar es breve. Tenemos que cumplir con nuestra parte en el servicio de Dios”. Le dije lo que podía realizar para hacer avanzar el conocimiento de la verdad. Su respuesta fue un simple gesto de asentimiento. MI1 141.2
Esto ocurrió en 1894. El hermano Starr estaba conmigo. Cuando ya habíamos salido, el hermano Starr me dijo: «Me sorprendió oírla a usted hablarle como si estuviera plenamente con nosotros. ¡Si ni guarda el sábado! Sus empleados trabajan». Respondí: «Me dirigí a él precisamente de la forma debida. Le presenté sus solemnes obligaciones con Dios en punto de influencia, poniendo el asunto ante él como alguien que debería situarse en la vanguardia y levantar el muro y elevar el sábado del cuarto mandamiento hasta su exaltado nivel». MI1 141.3
Lejos estoy de creer yo que merece la confianza que puse en él. Oramos con la familia y tuve la preciosa bendición del Señor. Así, lo visitábamos de vez en cuando, y siempre nos trataba con cortesía, pero no se identificaba plenamente con nosotros. No obstante, yo siempre hablaba con él como con alguien que conocía y amaba la verdad, siempre dispuse ante él planes con lo que él pudiera ser colaborador con Dios. Le dije que nuestra responsabilidad ante Dios y nuestra obligación de rendirle cuentas eran motivos sumamente significativos y trascendentales, que deberían llevarnos a obtener el mejor conocimiento posible, la formación más elevada. Si él así lo hacía, podría ayudar a otras mentes con una fuerza proporcional a su inteligencia y a su devoción religiosa, y ser una luz brillante y resplandeciente para su vecindario. MI1 141.4
Le dije: «Hermano Radley, el Señor quiere que usted coopere con él. Usted tiene un gran campo de naranjos, limoneros, melocotoneros y otros árboles frutales. Les dedica tiempo y atención para que puedan dar fruto y no lo decepcionen. Bien, usted es el plantío de Dios; usted es el edificio de Dios y él lo considera a usted su instrumento humano, a través de quien puede comunicar la verdad a otros. Lo usará a usted, a través de lo mejor de sus facultades mentales y morales, para convencer a otros que piensan diferente. En este período de su vida, mientras su cerebro funcione a pleno rendimiento y siga siendo susceptible a la influencia de la gracia divina, Dios lo seguirá llamando. Cualquier influencia egoísta a la que entregue su mente pronto empequeñecerá su comprensión y le endurecerá el corazón”. MI1 142.1
Le rogué que cultivara sus talentos. Le pregunté si tenía Patriarcas y profetas y El conflicto de los siglos. Dijo que no, pero que estaban en la biblioteca, y que se proponía sacarlos y leerlos. Entonces advertí que nunca los había visto en su mesa aún. MI1 142.2
El vivía a dieciocho kilómetros de Granville, y rara vez lo veía en la reunión de la iglesita de Castle Hill, que estaba aproximadamente a once kilómetros de donde él vivía. MI1 142.3
Una noche el Señor me dio un mensaje para él y me levanté a medianoche para escribirle una página tras otra. Yo sabía que el Señor lo llamaba. Le envié el mensaje para que les fuera leído a él y a su vecino, el hermano Whiteman, que se encontraba en una situación similar a la suya, tentado y seducido a alejarse de la verdad. Creo que fue el hermano el que le leyó el mensaje, y él dijo: «¿Por qué me escribió MI1 142.4
esto? Yo no soy creyente. No quiero separarme de mis vecinos. No puedo contrariar a las personas a cuyo lado llevo viviendo veinte años». MI1 142.5
Dije al hermano que le dejara el mensaje. Su caso me fue presentado de nuevo. Reflexioné: «¿Qué más puedo hacer, Señor? No quiere recibir la luz. ¿Qué puedo hacer?». Se me indicó que hiciera algo más: Poner mis libros en su mano como un regalo; primero, El camino a Cristo; después, Patriarcas y profetas, y luego El conflicto de los siglos. Así lo hice y leyó Patriarcas y profetas de principio a fin tres veces, y dijo que no pudo encontrar en él ni una sola frase que criticar. Todo estaba exactamente como debía estar. MI1 142.6
Cuando puse en sus manos El conflicto de los siglos, presentó objeciones a aceptarlo, diciendo que había uno en la biblioteca que él podía sacar. Dije: «No importa. Quiero entregar este libro a su familia para que sea suyo y pueda ser una bendición para ustedes y para sus hijos. El Señor me ha dado luz, y me propongo que todos tengan la luz, si es posible». Aceptó el regalo. MI1 142.7
Me ha sido mostrado que nos desanimamos con demasiada facilidad por las almas que parece que no aceptan el mensaje de inmediato. Sin embargo, los que ministran no deben frustrarse ni desanimarse. Los motivos cristianos nos exigen que actuemos con un propósito firme, un interés imperecedero y una inasequible perseverancia por las almas que Satanás busca destruir. Ninguna decepción, ninguna apariencia externa pueden enfriar la energía ferviente y anhelante que busca la salvación de los demás. La eficacia del Espíritu Santo cooperará con el esfuerzo humano, y ese amor fluye sobre el alma por la cual Cristo murió con una fuente inagotable de la que depender. MI1 143.1
He dado al hermano Radley los libros Christian Education y Christian Temperance. Me he puesto en contacto con Battle Creek y he encargado que a los hermanos Radley, Whiteman y Thompson se les envíen la Review, el Sabbath School Worker, el Sentinel y el Youth’s Instructor y pedí que me los cargaran a mí. MI1 143.2
Sería difícil que las ideas de nadie siguieran resistiéndose a todos estos esfuerzos. ¡Qué contenta estoy al decir que el hermano Radley ha resultado ser decidido, firme y leal! Ahora es uno de los dirigentes de la iglesia de , y crece en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Disfruta de las reuniones. Creo que su corazón ve con simpatía la empresa de desarrollar la obra. Con toda la energía de su alma y con su influencia, coopera gozosamente en esta gran obra de máxima trascendencia. Ahora esperamos que esa benevolencia y un firme deseo de hacer el bien a otras almas ocupen el lugar de la mundanalidad y el estrecho egoísmo. MI1 143.3
A medida que el amor de Dios emplee todas las energías y la estabilidad de los principios cristianos del lado del trabajo altruista y perseverante por el Maestro, el hermano Radley será un instrumento en las manos de Dios para salvar las almas de sus propios hijos, y alistarlos bajo el estandarte ensangrentado del príncipe Emanuel, y la influencia de ellos se extenderá, más allá de la propia familia, a sus vecinos. A medida que trabaje, Dios trabajará con él y aportará a su alma más que eficiencia humana. La mente se volverá creativa, vigilante y un poder para ganarse a los demás. MI1 143.4
He presentado este caso ante ustedes de forma completa para que puedan saber cómo he actuado. Esto lo hemos hecho en muchos casos, con los mejores resultados. Hemos proporcionado material de lectura a aquellos que tienen inquietudes. No obstante, las tentaciones son tan fuertes que no quieren ceder a la verdad. MI1 143.5
El hermano Radley tiene una gran finca que le resulta rentable. En esta zona del país no hay ningún creyente en la verdad que esté tan bien situado como el hermano Radley. MI1 144.1
Vengo entregando literatura al jefe de correos de Cooranbong. En ausencia del pastor, la literatura ocupa su lugar. Con ocasión de las charlas que dimos el pasado abril, se convenció de la verdad; pero un pastor que parece ser un segundo Canright se acercó con todas sus falsas afirmaciones y teorías e hizo que todo cambiara, de modo que quienes habían estado interesados volvieron sus oídos de la verdad a las fábulas. También he regalado al jefe de la estación de ferrocarril El conflicto de los siglos y algunos libros para sus niños, y he suministrado libros y revistas a otras familias. Puede que este material de lectura les haga bien en algún momento. La luz debe introducirse en las familias mediante la literatura si no logramos que vengan a escuchar. Me alegra decir que como consecuencia de nuestras labores en Cooranbong y en sus inmediaciones, varias familias guardan ahora el sábado. Esperamos seguir visitándolos cuando estemos de vuelta en casa.— Carta 55, 1896, pp. 1-6 (al hermano Kellogg y su esposa, 14 de noviembre de 1896). MI1 144.2
Quiero decir que el mensaje del tercer ángel es el evangelio y que la reforma prosalud es el medio por el cual puede penetrar la verdad. No hemos de hacer afirmaciones abruptas de ninguna fase de nuestra verdad, pero ha de practicarse la verdad como es en Jesús.— Carta 56, 1896, p. 1 (al Dr. J. H. Kellogg, 19 de enero de 1896). MI1 144.3
Cuando los médicos ponen de manifiesto que piensan más en el salario que en la misión de la institución, demuestran que no son dignos de confianza como siervos de Cristo abnegados, temerosos de Dios y fieles en realizar la obra del Maestro. MI1 144.4
Quienes están controlados por deseos egoístas no deberían seguir relacionados con nuestras instituciones [...]. El egoísta y codicioso, ansioso por apoderarse de hasta el último dólar que pueda de nuestras instituciones por sus servicios, está limitando la obra de Dios; ciertamente, ya ha tenido su recompensa [...]. MI1 144.5
Si los hombres desean ser muy estimados entre los hombres, si buscan los puestos más encumbrados y exigen la remuneración más alta que puedan obtener en esta vida, tendrán precisamente esos caracteres en la vida futura. Todo el cielo los considerará inhabilitados para el reino, indignos de cualquier puesto de confianza en la gran obra de Dios en los atrios celestiales. [...] MI1 144.6
En toda institución entre nosotros, en cada rama y en todos los ámbitos de la obra, Dios pone a prueba el espíritu que mueve al obrero. ¿Tiene la mente que había en Cristo, el espíritu vivo y la devoción ferviente, la pureza y el amor que deberían caracterizar a quien trabaja para Dios? ¿Produce los frutos de abnegación que se veían en la vida de nuestro divino Señor? Se requiere en los que trabajan en la causa que el corazón esté comprometido en la empresa, para que puedan dar su servicio no meramente por un salario, ni por la honra, sino para la gloria de Dios: la salvación de los perdidos.— Carta 41, 1890, pp. 1-6 (al Dr. J. H. Kellogg, 24 de diciembre de 1890). MI1 145.1
Sabemos perfectamente cómo se inició esta obra. Hemos estudiado desde todos los ángulos maneras y medios a fin de que pudiéramos tener algo para llevarnos de lugar en lugar en la causa de la verdad. Para llegar al mismísimo primer congreso que tuvimos, en el Estado de Connecticut, mi esposo trabajó cortando haces de leña por veinticinco centavos cada uno. No estaba habituado a ese trabajo y el reumatismo le atacó las muñecas, de modo que, una noche tras otra, era incapaz de conciliar el sueño debido al dolor. Nuestras oraciones ascendían todas la noches para que Dios le aliviara el dolor. [...] MI1 145.2
He caído desmayada al suelo con un niño enfermo en mis brazos más de dos veces por falta de comida. Entonces llegó la pregunta: «¿No pueden venir ustedes a celebrar un encuentro con nosotros en Connecticut?». Cuando mi esposo saldó cuentas con su patrono, contaba con diez dólares y con eso nos encaminamos a aquel congreso. MI1 145.3
Allí precisamente empezó a diversificarse el trabajo, y justamente entonces empezó a imprimir su primera publicación. Cojeaba por haberse fracturado el tobillo cuando era joven, pero caminaba catorce kilómetros hasta la imprenta para transportar la revista. En otra ocasión tomó su guadaña y salió al campo a segar heno para conseguir recursos que nos llevaran al congreso de Nueva York. Y así la verdad de Dios empezó a difundirse en Nueva York, y esta es una pequeña muestra de cómo empezamos a introducir la verdad en diferentes lugares. MI1 145.4
Mi esposo trabajó durante meses acarreando piedra hasta que se le gastó la piel de los dedos y le sangraban las yemas. Esto fue en los mismísimos lugares en los que había hablado desde el pulpito ante millares. Aun entonces no obtenía pago por su duro trabajo. ¿Saben ustedes que el recuerdo de esto es en gran medida la mejor parte de mi experiencia? Atravesó las calles de Brunswick, Maine, con un costal sobre los hombros que contenía algo de arroz y de harina de maíz y frijoles para no morirnos de hambre. Cuando entró en casa cantando, dije: MI1 145.5
—¿A esto hemos llegado, esposo? ¿Nos ha abandonado el Señor, y a nuestro trabajo? MI1 146.1
—No digas eso, no lo digas; el Señor no nos ha abandonado —me respondió negando con un gesto. MI1 146.2
Yo estaba tan débil que en cuanto hubo dicho él eso, me resbalé del asiento y caí al suelo. Al día siguiente recibimos una carta que nos rogaba que fuéramos a otro lugar a celebrar un congreso, pero él dijo: «No tengo ni un centavo. ¿Qué voy a hacer?». Fue a correos y volvió con una carta que contenía cinco dólares. Nos sentimos muy agradecidos. Reunimos a la familia, nos inclinamos ante el Señor y dimos gracias. Aquella noche emprendimos viaje a Boston. Así comenzamos esta obra.— Ms 14, 1885, pp. 1,2 (alocución ante la Junta en Europa el domingo 20 de septiembre de 1885). MI1 146.3
Patrimonio White, Washington, D. C.