Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)
Manuscrito 59—La iglesia de Oakland
Me ha sido indicado que tenemos una obra importante que hacer en Oakland en el momento actual. En la planificación de esta obra se necesitan consejeros prudentes. El Señor busca obreros, obreros serios, entregados a la oración y fieles, que hagan lo que hay que hacer. Necesitamos muchos obreros consagrados para llevar a cabo obra misionera en Oakland. En las poblaciones circundantes, donde debería producirse un llamamiento a los que andan por los caminos y las veredas, también hay intereses que deberían ser atendidos. MI1 239.1
Debería ponerse a trabajar en Oakland a gente con energía; debería introducirse como educadores a hombres de experiencia, y deberían formarse obreros para que la obra pueda avanzar de acuerdo con una planificación clara y coherente.— Ms 67, 1906, p. 1 («The Work in Oakland” [La obra en Oakland], 6 de agosto de 1906). MI1 239.2
Los miembros del pueblo de Dios han de alzarse como luminarias en el mundo. Tienen que darse cuenta de que en ellos recae la solemne responsabilidad de reflejar rayos de luz sobre la senda de los que no guardan los mandamientos de Dios. El propio Cristo declaró: «Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5: 14). Hemos de procurar ser portaantorchas. Y cuando la luz de la verdad divina resplandezca con nitidez de las palabras y las obras de los hijos de Dios, ¿se verán acaso enfrentamientos o murmuración entre los portaantorchas? El mundo no verá ninguna disensión en la vida de aquellos que esparcen la luz del cielo. Hermanos y hermanas, cuando ustedes dejen brillar su luz ante los hombres, ellos verán sus buenas obras y glorificarán «a vuestro Padre que está en los cielos» (Mat. 5: 16). Surgirá una magnífica influencia de esas buenas obras que llevará salvación a los que la contemplen. Dios desea que mantengamos nuestra luz brillando constantemente.— Ms 95, 1906, p. 3 («Lessons from the Fifteenth of Romans» [Lecciones del capítulo 15 de Romanos], 20 de octubre de 1906). MI1 239.3
En mi sueño me parecía que hablaba ante congregaciones numerosas en Oakland y otros lugares. Les leía párrafos de los capítulos 40 y 41 de Isaías, y me espaciaba en su significación. Sentí que el Espíritu del Señor se derramaba sobre mí en gran medida. Yo sabía que los santos ángeles estaban en la reunión. Aunque algunos de los presentes se mostraban indiferentes a lo que se estaba diciendo, había otros que se esforzaban por ser libres en Cristo. El rostro de estos se iluminó. El Señor estaba en medio de nosotros. MI1 240.1
El pueblo de Dios llevará a cabo una gran obra si sus integrantes trabajan unidos, con abnegación y con humildad de corazón. Debe verse y desecharse toda exaltación de uno mismo. Únicamente la verdad y la justicia soportarán la prueba para este tiempo. Es preciso que tengamos el Espíritu de Dios con nosotros cada día para poder ser protegidos de todos los malos pensamientos y de los actos imprudentes, y de llenamos de vanidad. Deberíamos tener temor, no vaya a ser que nuestros ojos se vuelvan ciegos a nuestras necesidades espirituales individuales en estos tiempos peligrosos. Muchos profesos creyentes han permitido verse absortos en la satisfacción propia de intereses egoístas. Despertemos ahora del sueño.— Carta 46, 1909, p. 4 (al pastor S. N. Haskell, 26 de febrero de 1909). MI1 240.2
He recibido la orden de que haga resonar mi voz como una trompeta y que hable con claridad sobre los peligros que rodean a nuestros niños y nuestros jóvenes. Satanás está obrando activamente, poniendo piedras de tropiezo en el camino de su avance cristiano. El diablo tiene muchas argucias con las que engañar a las almas y arruinar el discer nimiento espiritual para que el mal pueda ser interpretado como justicia. Una de sus argucias de más éxito es poner a su alcance cualquier novela insustancial para que la lea, cuando necesitan el poder convincente de la Palabra del Dios viviente para que el Señor coloque su impronta en el cerebro y en el corazón. MI1 240.3
Dios apela constantemente al corazón humano, pidiéndole que re-conozca su amor y su misericordia, y acepte su justicia en lugar de los principios del mal. Este ha sido su ruego a toda la humanidad en todas las épocas. En los días de Noé, Cristo habló a los hombres a través de un instrumento humano y predicó a los que eran esclavos del pecado. Acudió a Israel envuelto en una columna de nube de día y en una columna de fuego de noche. Precisamente él educó a aquella vasta multitud en su peregrinaje por el desierto. [...] MI1 241.1
Estudien el capítulo 9 de Ezequiel. Esas palabras se cumplirán lite-ralmente; no obstante, el tiempo pasa y la gente sigue dormida. Se niegan a humillar su alma y convertirse. El Señor no será paciente mucho más tiempo con quienes les fueron reveladas tan grandes y solemnes verdades pero que se niegan a llevar esas verdades a su experiencia individual. El tiempo es corto. Dios está llamando. ¿Escucharán su voz ustedes? ¿Recibirán su mensaje? ¿Se convertirán antes de que sea demasiado tarde? Pronto, muy pronto, cada caso quedará decidido para la eternidad.— Carta 106, 1909, pp. 2, 3, 5, 6 (a «las iglesias de Oakland y Berkeley”, 26 de septiembre de 1909). MI1 241.2
Bien podemos sentir temor y temblar por las cosas que acontecerán en el futuro. Muchos de los ciudadanos de Oakland serán pesados en la balanza y hallados faltos. ¿Quieren acaso ustedes ser de esos? Hemos de mostrar ahora en la vida y el carácter la santificación del evangelio, y que realmente creemos en la pronta venida de Cristo en poder y gran gloria. ¿No vamos a demostrar nuestra confianza por medio de la fe genuina en las señales de la segunda venida del Señor? MI1 241.3
Hemos de llevar la verdad a todas nuestras obras; hemos de ser san-tificados por la verdad, y mostrar a un mundo muerto en delitos y pecado que somos una nación santa, un pueblo peculiar, una generación escogida, celosos de buenas obras. MI1 241.4
La muerte de Cristo tuvo lugar para hacernos cristianos genuinos a través de la fe en él. Somos portadores de un mensaje de verdad sagrada y, a través de la justicia de Cristo, hemos de convertirnos en uno con él, separados del mundo, distinguiéndonos por las características de nuestra fe que nos hacen herederos de Dios y coherederos con Cristo. Somos testigos de Cristo. Por medio de nuestro voto bautismal nos hallamos bajo el solemne compromiso de dar testimonio a favor de él. Por los méritos de Cristo, hemos de hacer que nuestra luz brille ante el mundo para que todos, viendo nuestras buenas obras, puedan glorificar a nuestro Padre que está en el cielo.— Carta 10, 1907, pp. 2, 3 (a «miembros de la iglesia de Oakland», 18 de enero de 1907). MI1 241.5
La influencia de la oración de fe es de alcance eterno. El Señor bendecirá a todos los que lo busquen de todo corazón y a quienes con alma humilde y perseverancia luchen por seguir el ejemplo de Cristo. A los que así busquen convertirse en participantes de la naturaleza divina se dirigen las palabras: «No os canséis de hacer bien» (2 Tes. 3: 13). «Creciendo en la obra del Señor siempre” (1 Cor. 15: 58). Andémonos con cuidado, no vaya a mezclarse la autosuficiencia con nuestros esfuerzos por alcanzar la vida eterna. MI1 242.1
Que ahora se hagan poderosos llamamientos procedentes de los que temen a Dios y lo honran. El que trabaje con fe y humildad, aferrándose a las promesas de Dios, prevalecerá. La majestad del reino debajo de todo el cielo será dada a los hijos de Dios fieles y creyentes.— Carta 198, 1908, p. 4 (a «nuestros hermanos de Oakland», 16 de junio de 1908). MI1 242.2
Patrimonio White, Washington, D. C., 10 de noviembre de 1953
El número 60 se usó en Conducción del niño.
El número 61 se usó en el material suplementario del tomo 3 del Comentario bíblico adventista.
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