Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)
Manuscrito 56—Los objetivos de nuestra obra médica y la Escuela de Médicos Evangelistas
La tarea de promover los principios de la reforma prosalud no ha de ser dejada al azar, ya que ha de ser profunda y amplia, trascendental y esencial, cuyo prestigio se sustentan en sus logros prácticos. Por el hecho de que seamos reformadores de la salud, no hemos de arremeter agresivamente contra los hábitos y las prácticas de los demás; pues eso supone atacar demasiado directamente los dioses que muchos adoran. En vez de ello, hemos de ofrecerles algo mejor. ¿Para qué hemos establecido instituciones de la reforma prosalud? Para poder ofrecer a la gente una demostración práctica de los principios que sustentamos [...]. MI1 211.1
Los ángeles celestiales están profundamente interesados en los que están peleando «la buena batalla de la fe» (1 Tim. 6: 12). Nuestro Salvador observa con interés la MI1 211.2
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Solicitado para una compilación sobre los objetivos de nuestra obra mé-dica y la Escuela de Médicos Evangelista. lucha entre las fuerzas del bien y las del mal. Satanás obra constantemente para suscitar intereses que cautiven los pensamientos de la gente y así eliminen la eternidad de sus cálculos. Los que ocupan puestos elevados están tan intensamente ocupados en lo referente a las empresas mundanas comunes que no tienen ni la más mínima percepción de sus necesidades espirituales. Por eso el Señor ha dirigido el establecimiento de instituciones siguiendo un plan completamente diferente del seguido por el mundo.
Es la voluntad de Dios que se creen sanatorios. Estas instituciones han de regirse según los principios del evangelio. El evangelio ha de imprimir carácter a todas las instituciones de salud que establezcan los adventistas del séptimo día. [...] Cada sanatorio [...] debería convertirse en un Betel. Los que están relacionados con este ramo de la obra deberían estar consagrados a Dios. [...] MI1 212.1
Debe darse al mundo la luz de la reforma prosalud. Eduquen, eduquen, eduquen, en el sanatorio y fuera de él. Lleven a todas las personas con las que entren en contacto a pensar en Jesús, «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14: 6).— Ms 165, 1899, pp. 10, 11 («Words of Counsel to Ministers and Physicians» [Palabras de consejo a pastores y médicos], 26 de diciembre de 1899). MI1 212.2
Los adventistas del séptimo día tenemos una obra especial que hacer en la construcción de sanatorios en nuestro mundo según se vaya viendo la necesidad. Estos edificios han de ser pequeños o grandes, según demanden la situación y las circunstancias del entorno. Nuestra obra ha de ser dinámica, y ha de circundar el mundo. [...] MI1 212.3
La misión del pueblo de Dios es iluminar el mundo, según las ins-trucciones dadas en el capítulo 58 de Isaías. En él se presenta el plan de acción que ha de llevarse a cabo en todo lugar en que la verdad se posesiones de la mente y el corazón. En relación con la proclamación del mensaje ha de realizarse la labor de aliviar a las familias que estén en apuros. Los que se ponen de parte del Señor han de ver en los adventistas del séptimo día un pueblo afectuoso, abnegado, sacrificado, que atiende de buena gana y con alegría al necesitado. Hemos de ayudar sobre todo a los que sufren porque tuvieron el valor moral de aceptar la verdad. Los marginados han de recibir atención. MI1 212.4
Sin embargo, el Señor no ha encomendado, ni nunca encomendará, a los adventistas del séptimo día la tarea de atender a todos los depravados, a todos los borrachos y a todas las prostitutas. [...] MI1 212.5
Dios ha dado instrucciones para que se establezcan sanatorios en diferentes lugares. Estas instituciones han de ser sus instrumentos para alcanzar a cierto público que no sería alcanzado de ningún otro modo. En los sanatorios ha de resplandecer la luz de la verdad. [...] MI1 212.6
El sanatorio ha de ser el memorial del Señor, un testimonio de la eficacia de la verdad. Los que acudan a la institución han de ver que en ella se sabe que «el temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Prov. 9: 10). Cuando el estandarte de la verdad ya no sea el estandarte honrado y respetado de la institución, el Señor retirará de la institución su poder protector.— Carta 41, 1900, pp. 3, 5, 7, 9 (al Dr. J. H. Kellogg y su esposa, 10 de marzo de 1900). MI1 213.1
La labor que han de hacer nuestros sanatorios es trabajar por la salvación de las personas que acudan a recibir tratamiento. [...] MI1 213.2
Llevar a la gente a una creencia en la verdad es la labor que deben realizar todas nuestras instituciones. Si no puede hacerse esto en nuestros sanatorios, ¿por qué habríamos de incurrir en el gasto de construirlos?.— Carta 11, 1900, pp. 5, 6 (a J. Edson White y su esposa Emma, 23 de enero de 1900). MI1 213.3
Como mensajera de Dios he de decir a nuestro pueblo que no hemos de estimular a nuestros jóvenes para que acudan a Battle Creek para recibir educación. Padres, madres, el alma de vuestros hijos es de gran valor, y la advertencia dada por Dios de que no se envíen jóvenes ni señoritas a Battle Creek tiene ahora el doble de fuerza de la que tuvo en el pasado. [...] MI1 213.4
Hay colegios fuera de Battle Creek, lejos incluso, que tienen un peligro mucho menor de perder su respeto por los Testimonios que han estado llegando al pueblo de Dios durante este último medio siglo. [...] MI1 213.5
Padres, mejor sería que sus hijos se quedaran en casa que mezclarse con una masa de gente que no cree en la verdad. La formación que reciban en tal lugar estará tan entreverada de sentimientos representados como «madera, heno y hojarasca” (1 Cor. 3. 12), que la verdad perderá fuerza en su pensamiento en un momento en que necesitan que la verdad se confirme. [...] MI1 213.6
El Señor abrirá, y ya está abriendo, vías a través de las cuales los hijos de ustedes puedan recibir formación en el campo médico misionero sin poner en peligro su alma. Aunque la preparación impartida en estos lugares no sea tan completa como la de Battle Creek, puede hacer tanto como se hizo cuando la obra se puso en marcha al principio en Battle Creek. Entonces no teníamos condiciones para el envío de médicos plenamente calificados. En poco tiempo tendremos instalaciones que cumplirán con los requisitos exigibles. MI1 213.7
Supongan que, durante un tiempo, no podemos enviar estudiantes como médicos plenamente autorizados. Pueden trabajar como colaboradores de otros médicos y, si siguen la dirección del Señor, se les presentarán magníficas oportunidades que les darán mayor experiencia, quizá, que si hubieran conseguido un diploma. La ocasión de destacar y de ejercer influencia viene dada por el valor real del hombre. La enfermera o el médico que trabajen con el Señor Jesús cosecharán el éxito. Lean la historia de los hijos de Israel registrada en el libro de Éxodo y que cada alma se ponga plenamente de parte del Señor. El pueblo de Dios que vive en estos últimos días ha de meditar sobre la experiencia de los israelitas.— Ms 151, 1905, pp. 1-4 («Should our Youth Go to Battle Creek?» [¿Deberían acudir a Battle Creek nuestros jóvenes?], 30 de diciembre de 1905). MI1 214.1
Hay muchos en nuestro mundo que son esclavos de hábitos intem-perantes, que destruyen el alma y el cuerpo. Es el propósito de Dios que en nuestros sanatorios esas personas aprendan una mejor manera de vivir. Bajo la influencia de la verdad bíblica muchos serán ganados para Cristo. MI1 214.2
Ha de llevarse el mensaje del tercer ángel a todas partes del mundo. Nuestros sanatorios son uno de los instrumentos mediante los cuales ha de llevarse la verdad a quienes no la conocen. Debemos alcanzar a la gente allá donde se encuentre. En los caminos y en los senderos ha de darse la invitación a la cena. Todos deben oír la invitación al banquete preparado para ellos a un costo infinito. Cuando los incrédulos sean puestos bajo la influencia de la verdad, los ángeles de Dios impresionarán su corazón.— Carta 305, 1904, p. 3 (a Gilbert Collins, agosto de 1904). MI1 214.3
La gran razón por la que tenemos sanatorios es que esas instituciones pueden ser instrumentos para llevar a los hombres y mujeres a una posición en la que puedan ser contados entre aquellos que algún día comerán de las hojas del árbol de la vida, que son para la sanidad de las naciones. «Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán» (Apoc. 22: 3). MI1 214.4
Nuestros sanatorios han sido creados como instituciones en las que los pacientes y todos los empleados puedan servir a Dios. Nuestro deseo es motivar a tantos como resulte posible a desempeñar individualmente su papel en llevar una vida sana. Queremos inducir a los enfermos a que eviten el uso de fármacos y a que los sustituyan con los remedios simples proporcionados por Dios, que nos ofrecen el agua, el aire puro, el ejercicio y la higiene general.— Ms 115, 1907, p. 1 («Why We Have Sanitariums” [Por qué tenemos sanatorios], 22 de octubre de 1907). MI1 214.5
Se ha dado a nuestros sanatorios la tarea de alcanzar a las clases más altas. Ha de hacerse esta obra no uniéndonos a ellas ni proporcionándoles diversiones, sino revelando el poder de la verdad para transformar el carácter. Todo ser humano que se santifica a través de una creencia en la verdad se convierte en un portaantorchas de Dios para el mundo, en su mano ayudadora para recuperar de la transgresión a las almas. Es un médico misionero de Dios.— Ms 83, 1901, p. 1 («God’s Purpose for His Sanitariums” [El propósito de Dios para sus sanatorios], 26 de agosto de 1901). MI1 215.1
Hemos de aprender de Cristo la ciencia de la salvación de las almas. El es el todopoderoso Sanador. En nuestra obra de predicación del evangelio, hemos de establecer pequeños sanatorios en muchos lugares. La labor que llevan a cabo los sanatorios es un medio de gran eficacia para llevar el mensaje de salvación por medio de Cristo a la atención de un gran grupo de personas que no podrían ser alcanzadas de ninguna otra manera. Pacientes de los estratos sociales más altos acudirán a nuestros sanatorios en busca de alivio, y cuando se vayan contarán a los demás los beneficios que recibieron. Así, otros se sentirán inducidos a ir. Es el plan de Dios que nuestros sanatorios desempeñen un papel determinante en la difusión del mensaje de la pronta venida de Cristo a los que están en los caminos y los senderos.— Ms 30, 1905, p. 3 («A Visit to Redlands» [Una visita a Redlands], 6 de marzo de 1905). MI1 215.2
En los nuevos territorios donde aún ha de establecerse la obra de Dios, tenemos que llevar a cabo obra médica misionera; pues esta obra elimina prejuicios y prepara el camino para la proclamación del mensaje del tercer ángel. Es el medio por el cual se abren puertas para la entrada de las verdades especiales para este tiempo. La obra médica misionera y el evangelio son una sola cosa. Cuando el uno y la otra están unidos, hacen un todo completo.— Carta 92, 1902, p. 2 («To Brethren in Responsible Positions in the Medical Work» [A los hermanos que ocupan puestos de responsabilidad en la obra médica], 8 de abril de 1902). MI1 215.3
El propósito de Dios al dar el mensaje del tercer ángel al mundo es preparar un pueblo para que le permanezca fiel durante el juicio investigador. Este es el propósito para el que fundamos y mantenemos nuestras editoriales, nuestras escuelas, nuestros sanatorios, los restaurantes de comida saludable, las salas de tratamiento y las fábricas de alimentos. Este es nuestro propósito al llevar adelante cada ámbito de actuación en la causa.— Ms 154, 1902, p. 4 («Instruction to Men in Positions of Responsibility» [Indicaciones a los que ocupan puestos de responsabilidad], 24 de octubre de 1902). MI1 215.4
Los sanatorios que se establezcan han de ser memoriales de Dios, instrumentos en la conversión de muchas almas.— Ms 33, 1901, p. 2 (Diario, 19 de abril de 1901). MI1 216.1
Nuestros sanatorios se han establecido con el propósito de preparar un pueblo para la segunda venida de nuestro Señor y Salvador.— Carta 284, 1906, pp. 2, 3 (al Dr. O. G. Place, 29 de agosto de 1906). MI1 216.2
El mundo entero es la viña del Señor, y él quiere que se trabaje en todas las partes de la misma. Los que han sido elegidos como mayordomos de los bienes del Señor deberían ocuparse de que todo se gestione de tal modo que dé al Señor la máxima rentabilidad. Un administrador prudente no seleccionará algunas partes de la viña para dedicarles a ellas los medios que Dios ha provisto para todo el campo. Abrirá los ojos de su entendimiento para ver la necesidad de equilibrar el trabajo, para que puedan verse por doquier belleza, armonía y solidez. MI1 216.3
«Es el espíritu del egoísmo”, dijo el Maestro que nos instruía, «el que lleva a algunos a invertir en una tarea todo lo que está bajo su propia supervisión, para que pueda enriquecerse su porción de la obra con el descuido de otras partes. Este es un tipo de egoísmo que muchos no disciernen. Se invierte demasiado en un lugar del mundo como si fuera la única parte donde el Señor [de la viña] desea que se trabaje». MI1 216.4
El Señor se propone que en esta obra no se entreteja ni una hebra de egoísmo. El trabajo de cada cual ha de ser hecho con referencia a sus colaboradores, porque todos tenemos encomendada una misión. El viñedo debe ser cultivado; deben plantarse cepas para que puedan recogerse cosechas. No se encomienda la misma tarea a todo el mundo, y ha de llevarse a cabo con abnegación el trabajo en los diferentes frentes. En primer lugar, la mentalidad de los obreros ha de ser moldeada por Dios mediante sus instrumentos escogidos; ha de comunicarse a los hombres la palabra del Señor para suministrar a su mente directrices y métodos para trabajar el terreno de tal modo que se presente a Dios el mayor rendimiento de todas las partes de su viña. [...] MI1 216.5
El Señor ve que todo se inclina demasiado hacia la obra médica, lo cual hace que el trabajo en otros ramos [de la obra] dé una imagen incorrecta que no será fácil quitársela de la cabeza. [...] MI1 216.6
Lo que llamamos obra médica misionera junta en la red tanto a buenos como a malos; y la mayor parte de estos no estará en pie como vencedores por la sangre del Cordero y la palabra del testimonio de ellos. Es muy necesario que, ante los degradados, mantengamos la ley de Dios como la norma de justicia. Nuestro estandarte debe ser «Consagrado al Señor” (Zac. 14: 20, RVC); si no, la labor de rescate de esas personas rebajará sus ideas de lo que Dios requiere en la edificación práctica del carácter. No puede existir nada parecido a una clase barata de cristianos que, como Moab, guarde su aroma para sí, porque no han cambiado de vasija en vasija, de carácter en carácter. MI1 216.7
Ha llegado el momento de que tengamos una comprensión clara de lo que ha de comportar el trabajo médico misionero: qué saldrá por escrito y de viva voz para ser desacreditado y qué saldrá para ser exaltado. Cuando se oye la secuencia del razonamiento humano, resulta evidente que el carácter debe determinarse por la obra interior de la gracia en el corazón. Si la ley de Dios está escrita en el corazón, cada uno demostrarán la excelencia de sus propósitos. Su conducta será según la semejanza divina. [...] MI1 217.1
En la Palabra de Dios no se da ni el más leve indicio a los que creen en el mensaje del tercer ángel que lleve a suponer que puedan disgregarse. Esto pueden ustedes tenerlo meridianamente claro para siempre. Las ocurrencias de mentes no santificadas pretenden fomentar la desunión, con sofismas humanos que pueden parecer rectos a los propios ojos de esa gente, pero que no son ni verdaderos ni justos. [...] Los hijos de Dios constituyen un todo unido en Cristo, que nos presenta su cruz como centro de atracción. Todos los que creen son uno en él. Los sentimientos humanos llevarán a algunos a querer hacer las cosas por su cuenta, y así el edificio se desequilibra. Por lo tanto, el Señor emplea diversos dones para construir el edificio simétricamente. No ha de ocultarse ni tener poca consideración de ningún rasgo de la verdad. Dios no puede ser glorificado, a no ser que el edificio, «bien coordinado”, vaya «creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efe. 2: 21). Se habla aquí de algo trascendental, y los que han aceptado la verdad presente deben prestar atención a cómo oyen y cómo edifican y enseñan a otros a cumplir con su parte.— Ms 109, 1899, pp. 1, 2, 5, 6, 9, 10 («The Need of Equalizing the Work» [La necesidad de equilibrio en el trabajo], 3 de agosto de 1899). MI1 217.2
Se me ha mostrado que se han dedicado demasiados medios a la obra médica misionera, y que estaba tomando tales proporciones que había peligro de llevar a la Asociación General a la bancarrota, como casi ha ocurrido. [...] MI1 217.3
Ha sido una gestión imprudente de los que han erigido edificios de escuelas y sanatorios, cuando la Asociación General ya estaba endeudada en muchos miles de dólares. Si esos hombres hubieran tenido una visión santificada, se habrían dado cuenta de que el dinero usado en tales iniciativas se necesitaba en territorios extranjeros. Estos asuntos exigen una cuidadosa atención. Hay campos todos blancos para la siega y, no obstante, nunca se ha plantado en ellos el estandarte de la verdad, aunque esa necesidad la gente la conocía. La viña abarca el mundo entero, y todas sus partes deben ser trabajadas. Los obreros de Dios deberían ver las cosas con sensatez, y, con ojos ungidos con colirio celestial, sabiendo valorar desde lejos la situación en los lugares con carencias, además de en Estados Unidos. Cuando lo hagan, quedarán impresionados con todo lo que queda por hacer. [...] MI1 218.1
La obra médica misionera es una necesidad en esta parte del mundo tanto como en Estados Unidos. Si aquí [en Australia] tuviéramos una cuarta parte del dinero que usted ha tenido para gestionar [el Sanatorio de] Battle Creek, podríamos colocar donde pudieran trabajar con provecho a los que han recibido formación en especialidades médicas. La Asociación General, a solicitud del Dr. Kellogg y de A. R. Henry, estableció una institución en que costó ochenta mil dólares. Veinte MI1 218.2
mil dólares habrían levantado un sanatorio aquí, y los hermanos de aquí habrían realizado aportaciones hasta el límite de su capacidad para dotar al edificio de lo necesario. Esto nos habría situado varios años por delante de donde estamos ahora. Dios ve todo esto. MI1 218.3
El Señor no obra con parcialidad. Hay una tarea que hacer en Australia que ustedes han descuidado para multiplicar sus ventajas en Estados Unidos. Dios les dice en América: «Reduzcan sus crecientes necesidades. Compartan sus instalaciones con los que necesitan su ayuda para establecer la obra en las partes necesitadas de la viña». Este es el mensaje que Dios me da para ustedes, que dan a la obra tanto empuje en un frente a costa del descuido de otros que están listos para la labor. No hay suficientes fondos entre los adventistas del séptimo día para sostener una obra tan grande. Los obreros de otras partes del mundo necesitan los medios para poder prepararse para trabajar en otros lugares. MI1 218.4
Es el propósito de Dios que en los lugares que dispongan de buenas instalaciones compartan sus ventajas con los lugares más necesitados. Este es el principio que debe observarse siempre en todas nuestras instituciones. Dios requiere que haya menos planificación y proyectos en Estados Unidos y en Battle Creek, y que fluyan los medios a los sitios donde no hay nada de lo que echar mano, donde el trabajo se lleva a cabo precariamente por falta de recursos. Pero con tanta centralización se ha manifestado el espíritu del egoísmo. En los lugares donde ya hay grandes instalaciones, los obreros se han valido de todo recurso disponible. Diría nuevamente a los que tienen influencia: «Cumplan con las obligaciones que se ha descuidado”.— Carta 149, 1899, pp. 1-4 (al Dr. J. H. Kellogg, 25 de septiembre de 1899). MI1 218.5
Si el descomunal Sanatorio de Battle Creek se dividiera y se subdividiera, y su pujanza fuera trasladada a diferentes partes de la viña en las que no hay nada que represente la verdad, el Señor quedaría mucho más complacido. Él no respalda la forma de pensar y los métodos que han impedido que afluyan medios a un país en tan gran necesidad como Australia. Aquí hay hombres capaces, hombres de experiencia, pero no pueden lograr la mitad de lo que se podría si se erigiera el sanatorio y estuviera listo para los pacientes. MI1 219.1
Se ha permitido que una obra que requiere mucho dinero para mantenerla en funcionamiento consuma los medios que Dios planeó que se usaran para abrir nuevos campos y plantar el estandarte en nuevos territorios, en las partes de su viña no trabajadas. Dr. Kellogg, usted viene invirtiendo tanto dinero en un solo sitio que se ha entorpecido la obra en nuevos lugares. El Señor no le ha indicado a usted que tome sobre sí la carga que ha asumido, lo cual ha impedido que usted se dedicara a una labor que exigía su atención. La decisión de hacer una labor que ha sido descuidada —una labor en cuya ejecución debería haberse unido toda la iglesia— lo llevó a usted al principio a asumir esa carga. Pero usted ha ido demasiado lejos. Usted ha hecho de este trabajo todo el cuerpo, en vez de solo el brazo y la mano del cuerpo, y le ha dedicado todas sus energías indebidamente. MI1 219.2
Los últimos cincuenta años el Señor me ha dado instrucciones en cuanto a cómo debería llevarse adelante su obra. Han de celebrarse congresos campestres y reuniones en carpas, y han de edificarse casas de culto. Han de realizarse esfuerzos especiales por alcanzar a las clases más altas. No han de gastarse todos nuestros recursos y todo nuestro talento en el esfuerzo por alcanzar a los que se encuentran en la más abyecta degradación. El enemigo quedaría complacido si actuáramos así, porque la representación en ningún caso sería favorable a la verdad. Dios no se propone que su obra sea llevada adelante de esa manera. Así se consumen medios y talentos, de modo poco productivo. La veinteava parte de los medios así consumidos, usados donde es debido, pondrían a trabajar a muchos de la forma señalada por Dios y la verdad habría alcanzado a gente que, en las tinieblas del error, clama y ora para obtener luz, gente que tiene hambre del Pan de vida y sed del Agua de salvación. MI1 219.3
¿Quedará esa gente fuera de nuestros planes? ¿Vamos a consumir todos nuestros recursos y todos nuestros esfuerzos entre aquellos de los que muy pocos serán llevados a la verdad? No podemos depender de los conversos de ese grupo para representar al pueblo de Dios como un pueblo sabio y noble. Muy pocos de ellos se convertirán en portaantorchas ante el mundo. Dios no los escoge como personas fiables. Algunos de ellos llegarán a ser hijos e hijas de Dios, pero el número rescatado será pequeño en comparación con los esfuerzos invertidos. MI1 220.1
A no ser que se tenga cuidado, la obra de Dios quedará atada exactamente como a Satanás le plazca atarla. Si todos nuestros medios se gastasen en el trabajo con gente disoluta, depravada y corrupta, ¿dónde quedaría la labor que debería hacerse para llevar a la verdad a otra gente que representaría debidamente la verdad presente? ¿Cómo podríamos mostrar que somos un pueblo elegido, temeroso de Dios, que es leal a los mandamientos de Dios? MI1 220.2
El Señor tiene una obra que hacer por los ricos y los pobres. Hay almas sinceras a las que alcanzar que no han corrompido el cuerpo, el alma y el espíritu hasta tal punto que carezcan de firmeza. MI1 220.3
En el Apocalipsis se formulan con claridad los mensajes que han de ser dados al mundo. Cuando los siervos del Señor no consigan entrada a las iglesias, como sucederá, han de llegar a la gente celebrando congresos campestres y distribuyendo nuestras publicaciones. Ha de resplandecer la verdad presente con brillantes y nítidos rayos. MI1 220.4
Vayan primero los de la familia de la fe, no a los depravados y per-vertidos, que se han destruido a sí mismos, llenando el alma y el cuerpo de iniquidad, como hicieron los antediluvianos y los habitantes de Sodoma. No obstante, el Dr. Kellogg ha trabajado por estos, mientras que ha tratado como ofensivos a aquellos con los que debería haber colaborado en perfecta armonía. MI1 220.5
Hermano mío, le he escrito esto una y otra vez. ¿Por qué, querido hermano mío, se ha negado a recibir u oír la palabra del Señor? ¿Por qué ha persistido ante las advertencias que el Señor ha dado? Usted ha velado el mensaje del tercer ángel hasta que, para muchos, ha perdido su significación.— Carta 177, 1900, pp. 3-6 (al Dr. J. H. Kellogg, 21 de enero de 1900). MI1 220.6
Debo advertirle que refrene la influencia que pueda ejercer en una dirección indebida en nombre de la obra médica misionera. Tenga cuidado, no vaya a ser que esta obra se convierta en el cuerpo y no en el brazo del cuerpo. Las conclusiones de usted deben ser sensatas. Sus planes en cualquier frente en particular no deben llegar a absorberlo todo. Sus grandes planes de rescate de los desgraciados le acarrearán responsabilidades que será incapaz de sobrellevar. Realiza usted esfuerzos desesperados por llevar adelante una línea de trabajo que hará —que ya está haciendo, puedo decir— de la obra médica misionera el todo del evangelio. Se quita valía a los hombres del cuerpo pastoral mientras se ensalzan las iniciativas médicas misioneras. El Señor me ha indicado que le diga que debemos considerar la obra en todas sus vertientes para que mantenga un equilibrio y no sea unilateral. Se está atrayendo a muchos hombres a la obra médica misionera que deberían estar ocupados en el cuerpo pastoral. [...] MI1 220.7
Hermano mío, es preciso que usted haga un alto. Dios le ha dado una tarea que cumplir. Le ha honrado colocándolo en el puesto que ahora ocupa y poniéndolo en contacto con personas que cooperan con usted en los intereses de la línea de trabajo para la que se fundó al sanatorio. Esta institución tiene una misión que cumplir como instrumento señalado por el Señor, y Dios está obrando con usted y a través de usted. Se espera que la reforma prosalud sea una cuña de entrada a fin de preparar el camino para la verdad salvadora para este tiempo: la proclamación del mensaje del tercer ángel; pero no ha de eclipsar ese mensaje, ni estorbar a su éxito previsto, porque entonces usted estaría actuando en contra de la verdad. Este mensaje es la última advertencia que ha de darse a un mundo caído. La obra médica misionera ha de ocupar su legítimo lugar, como siempre debería haberlo ocupado, en todas las iglesias de nuestro país. [...] MI1 221.1
El Sanatorio de Battle Creek fue fundado para llevar a las personas a un conocimiento del único Dios verdadero y de Jesucristo, a quien ha enviado, para educarlas como señaló Cristo mismo, enseñándoles las leyes del reino de Dios. Esta es, y siempre será, la única verdadera educación superior. [...] MI1 221.2
La verdadera obra médica misionera ha de dar prioridad a los agentes que Dios ha puesto en la iglesia para predicar el evangelio, porque esta fue la obra de Aquel que hizo al hombre y le prestó talentos para usar, un intelecto creativo, un corazón para ser el asiento de su trono, afectos que fluyan en bendición hacia todos aquellos con los que entre en contacto, una conciencia para convencer de pecado, de justicia y de juicio, porque el Santo Espíritu de Dios obra en él. [...] MI1 221.3
Hermano mío, le digo en el nombre del Señor que la obra médica misionera ha de ser el brazo, y no el cuerpo. Es necesario que el mundo idólatra conozca el mensaje. Se me ha mostrado que muchos que ahora están trabajando en el campo de la medicina deberían estar dando la última advertencia al mundo. Dios será el instructor de sus obreros.— Carta 86, 1899, pp. 1-6 (al Dr. J. H. Kellogg, 5 de junio de 1899). MI1 222.1
La iglesia de Cristo es de inmenso valor a su vista. Es el cofre que contiene sus joyas, el redil que rodea a su rebaño. Ha establecido a su pueblo como iglesia y lo hace responsable de la obra médica misionera que debería realizarse. Ha de atender a los enfermos y a los necesitados. MI1 222.2
Muchos han elegido trabajar en el campo médico misionero a costa del descuido de otras labores. Se han realizado llamamientos en busca de obreros médicos misioneros, y han considerado que este llamamiento provenía de Dios, y han creído que sería execrable que se negasen a acudir. Pero el Señor no se propone que esta obra llegue a absorberlo todo. Hay una gran tarea que ha de llevarse a cabo en nuestros congresos campestres, en los que todos, ricos y pobres, instruidos e ignorantes, han de oír el mensaje de advertencia. * Cada hijo de Dios debería tener un juicio santificado para considerar la obra en su conjunto y la relación mutua de cada parte con las demás. [...] MI1 222.3
No hemos de edificar la torre sin considerar en primer lugar lo que costará y qué efecto tendrá el gasto en otras partes del campo. Este gran proyecto está cerrando el camino a la construcción de edificios necesarios en otros lugares. [...] No es que como pueblo hubiéramos hecho acopio de riquezas; porque se ha recurrido constantemente a nosotros, y debemos seguir colaborando. Los edificios inmensos que la gente de Battle Creek y de otros lugares ha levantado dan testimonio contra ella; porque, aunque cuentan con todas las instalaciones, otras porciones de la viña del Señor se encuentran yermas y desoladas. Algunos lugares deben ser centros en los que puedan prepararse obreros para los diferentes lugares. Debemos tener centros para la formación de los jóvenes. Esto requerirá más instalaciones de las que puedan ser necesarias en otros sitios. Ahora bien, calculemos el coste de todo proyecto. MI1 222.4
He sido llamada a contemplar cosas cercanas y lejanas, y con la visión me desvanezco y mi corazón se agita. Dios no había dispuesto las cosas como se encuentran ahora. ¿No será que somos demasiado dados a la acción inmediata, cuando Dios preferiría que estuviéramos apercibidos como vigías, velando y orando, prestos a hacer lo que se nos ordene a través de instrumentos consagrados? Los que quieren hacer algo para Dios dicen: «Haremos esto o aquello”, y así se marca un camino para que todos lo sigamos. Así aumenta continuamente el egoísmo. El hombre se apodera de todas las ventajas posibles, haciendo acopio de todos los medios que pueda conseguir para lo que quiere hacer, mientras priva a sus colegas de lo que necesitan. Que quienes ocupan puestos de responsabilidad no se vuelvan egoístas y ambiciosos acumulando edificios en una sola localidad. Nos ha sido indicado: «No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás” (Fil. 2: 4). Si los hombres quieren trabajar según las directrices de Cristo, deben unirse en yugo con él en mansedumbre y humildad de corazón, implorando fervientemente: «Señor, enséñame tu camino. ¿Cuál es tu propósito y tu voluntad?”, y preguntándose a cada paso: «¿Estoy intentando vivir para Dios o para mí mismo?». MI1 222.5
Hemos de trabajar, y trabajar con buen ánimo. A menudo descuidamos hacerlo en el momento preciso en que nuestra ayuda es más necesaria y cuando una inmediata atención del deber daría gloria a Dios. Los hombres interponen el yo entre Dios y la obra que él podría haber realizado. Hermanos míos, déjense de grandes planes para un lugar concreto, y entreguen una porción de sus medios a los territorios con mayores carencias. Consideren que el Señor es equitativo con toda su obra. Si permiten que Dios pueda intervenir en su pensamiento y controlarlo, si le preparan un lugar y le dan oportunidad de obrar, fluirán torrentes de vida y de verdad a todos los lugares yermos de la tierra. MI1 223.1
Los hombres aceptan enormes cargas constantemente, y sobrecargan tanto la mente como el cuerpo al procurar llevar a cabo los muchos planes que han ideado. Este es uno de los mayores problemas a los que tenemos que enfrentamos, cuya solución agota las energías humanas. Se precisa actividad en la causa de Dios, pero que no se use indebidamente este talento. Cuando los hombres aprendan a ser siervos de Jesucristo, comprenderán que han de ponerse obreros en cada iglesia a trabajar en la supervisión de todo. Los pastores y los maestros han de trabajar con inteligencia en su especialidad, instruyendo a los miembros de iglesia sobre cómo trabajar en el campo médico misionero. Cuando los profesos seguidores de Cristo tengan un Salvador que mora en su interior, serán hallados obrando como obraba Cristo. No tendrán para nada ocasión de anquilosarse por la inacción; tendrán suficiente que hacer. Y la obra que hagan bajo los auspicios de la iglesia será el mayor medio de comunicar la luz. Quien trabaje según el plan de Dios orará: «Que por mi trabajo se dé cuenta la humanidad doliente de que hay un Dios en Israel y que yo soy tu siervo. Que vean que no según mi propio impulso y mi propia sabiduría, sino según tu Palabra”. Cuando se adopta esta actitud y uno se da cuenta de que está cumpliendo el propósito divino y de que Dios realiza su plan a través de él, dispone del poder divino, que no puede ser derrotado. Todos los poderosos agentes opositores no tendrán mayor fuerza que el tamo de la era. MI1 223.2
Debemos reconocer el absoluto derecho de propiedad de Dios sobre nosotros. Hemos de dar el mejor uso a nuestro intelecto, nuestros talentos, nuestras habilidades y nuestro dinero para promover su obra, para que pueda revelarse su carácter con trazos nítidos en todas las partes del mundo. Dios ha dado a cada uno una misión, y no excusa a los que ocupan posiciones elevadas que no cumplen su cometido y, por algún descuido, embrollan su trabajo. Que cada cual ocupe el lugar asignado y mantenga la debida relación con Dios. Tenemos una trascendental misión que cumplir, y nadie ha de descuidar su tarea para apropiarse de la de otro. No se honra a Dios actuando así. Hay algunos obreros que se sienten superiores en sabiduría. Creen que no precisan buscar el consejo de Dios. Tampoco tienen en cuenta si sus colegas cuentan con medios suficientes con los que poder trabajar. El Señor necesita hombres que tengan en cuenta todos los aspectos de la obra, que mantengan abiertas hacia el cielo las ventanas del alma y permitan que su luz brille en los aposentos de la mente. El Señor tiene mucho interés en sus siervos, y en especial en los que son humildes de corazón. [...] MI1 224.1
Dios espera que todos seamos fieles en nuestra mayordomía. No ha de glorificarse el yo. Aquel que es fiel a su confianza no se detendrá a considerar si va a recibir honra por algún curso de acción, sino que preguntará: «¿Honrará esto a Dios?». Su alma estará colmada de un santo deseo de ver a Dios magnificado. Cuando algo pruebe su paciencia, orará: «En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza” (Sal. 62: 5). MI1 224.2
Nos regocijamos al ver que nuestro trabajo resulta efectivo, y si nuestros planes y nuestros métodos reciben aprobación, nos sentimos satisfechos. Si decaen, nos estremecemos en espíritu. No podemos ver más allá. El agua debe discurrir libremente en nuestras cisternas aunque otras cisternas tengan que quedar secas como las colinas de Gilboa. No nos resulta fácil recordar que la gran fuente proviene de Dios. [...] MI1 224.3
El Señor nos mostrará muchas maneras en las que podemos trabajar. A veces las cosas se presentarán de tal modo que no podamos dudar que proceden de Dios; en otras ocasiones discurrirán de forma contraria a nuestras ideas y nuestros sentimientos. El Señor nos sorprende a veces revelando nuestro deber con trazos completamente diferentes de lo que habíamos planeado, y nos decimos: «No es así. Esto es falso». Pero, no obstante, es verdadero al pie de la letra; y el mensaje no volverá a los hombres hasta que puedan discernir la obra de Dios. Cuando estén listos para ver y comprender, el Señor volverá a hablarles. Si queremos contar con el apoyo divino, si queremos seguir el plan divino, tenemos que actuar sometidos a la dirección divina. El Señor quiere que cedamos a su modelado, que nos vaciemos del yo y nos rindamos a Dios, para que Cristo pueda impregnar el alma. El fuego solo puede arder cuando purificamos el altar según la Palabra de Dios.— Ms 115, 1899, pp. 1-8 («Words of Exhortation” [Palabras de exhortación], 1899). MI1 225.1
No sería sensato ni estaría bien que toda la fuerza del cuerpo fuera a una mano. Tampoco estaría bien que todo el poder de los agentes activos en la causa del Señor se usase en la obra médica misionera. Debe sostenerse el ministerio de la palabra, y debe haber unidad en los movimientos de todo el cuerpo, unidas todas las partes en el desarrollo del plan de Dios para el avance de su obra. Todos los miembros del cuerpo han de ser instrumentos activos del Señor, unida cada parte armoniosamente con todas las demás.— Carta 50, 1908, pp. 2, 3 (a J. Edson White, 5 de febrero de 1908). MI1 225.2
Hace veinticinco años el Señor me reveló que nuestros sanatorios eran la mejor forma de alcanzar a las clases más elevadas. Estas instituciones han de situarse alejadas de las ciudades, y han de estar rodeadas de suficiente terreno como para permitir que se cultiven árboles frutales y verduras y hortalizas. MI1 225.3
En el sanatorio que estamos a punto de construir en Nueva Gales del Sur deben hacerse previsiones para todas las clases sociales. El alojamiento y el tratamiento deben ser tales que los pacientes de la clase más alta se sientan atraídos a la institución. Las habitaciones deben estar dotadas para el uso de quienes estén dispuestos a pagar un precio elevado. Deben seguirse métodos racionales de tratamiento. No debe suministrarse a los pacientes alcohol, té, café ni fármacos tóxicos, porque estos siempre dejan vestigios del mal tras de sí. MI1 225.4
Mediante su estancia en el sanatorio, los pacientes han de familiarizarse con los adventistas del séptimo día y con las razones de su fe. Los médicos y las enfermeras han de manifestar un profundo interés en los padecimientos físicos de las personas a las que atienden. Al realizarse esfuerzos por eliminar el sufrimiento y la enfermedad, el corazón de los pacientes se enternecerá. Todos los médicos deberían ser cristianos. En el lugar de Cristo, han de estar al lado del que sufre, atendiendo las necesidades del alma enferma de pecado, así como las necesidades del cuerpo enfermo. MI1 225.5
Dios nos ha dado como pueblo mucha luz, y hemos de procurar obtener acceso a las almas para poder comunicarles esta verdad. Mientras los médicos y las enfermeras de nuestros sanatorios ofrecen a los pacientes la esperanza de restauración de la salud física, también han de presentar la bienaventurada esperanza del evangelio, el maravilloso consuelo que se halla en el todopoderoso Sanador, que puede curar la lepra del alma. Así se alcanzarán corazones, y el que da salud al cuerpo ofrecerá paz al alma. El Dador de vida colmará el corazón de un gozo que obrará milagrosamente.— Carta 50, 1900, pp. 1, 2 (al hermano Murphet, 29 de marzo de 1900). MI1 226.1
El sanatorio será un memorial para Dios si se dirige en todos los aspectos como es debido. Muchos de los que acudan al sanatorio recibirán la impronta de la verdad, como ocurrió con la hermana Henry. Era uno de los preciosos siervos de Dios, y a través de la pericia que Dios le dio a usted, su verdad fue magnificada. Así debería ser. Nunca será demasiada la buena influencia que usted pueda ejercer en el sanatorio. MI1 226.2
La obra médica misionera mejor podría denominarse obra misionera de restauración de la salud.— Carta 77, 1900, p. 5 (al Dr. J. H. Kellogg, diciembre de 1899). MI1 226.3
Perder el rumbo. * La conformidad con el mundo está provocando que muchos de nuestro pueblo pierdan el rumbo. Este asunto me duele profundamente, porque el Señor lo mantiene de continuo ante mí. Lleva muchos años siéndome presentado una y otra vez que en la gestión de muchas de nuestras instituciones se han venido introduciendo métodos mundanos. Y cuando leo los Testimonios publicados que se daban a comienzos de la década de 1870 e incluso antes, me sorprendo al ver con cuánta claridad fueron señalados estos peligros, y con qué nitidez se marcó el camino correcto desde el principio. Pero el camino tan claramente especificado no ha sido seguido. Los hombres actúan como si nunca se hubieran dado consejos; y, pese a todo, ¡esperamos que el Señor nos enaltezca y haga grandes cosas por nosotros! Es cierto que nos ayudará si nos relacionamos con él de tal forma que él pueda hacerlo; pero no servirá con nosotros mientras tejamos hebras de egoísmo en la tela. MI1 226.4
Hay una opinión entre nuestro pueblo —rechazada por algunos, es verdad, pero mantenida por muchos— en el sentido de que toda persona relacionada con el servicio de Dios puede ser perspicaz, aguda y creativa, para hacer el mayor alarde posible, como indicación de que su línea de trabajo es un éxito. Los que sigan aferrándose a esta idea quedarán amargamente desengañados cuando, en el juicio, descubran que no tienen ningún lugar en el reino de Dios. Los falsos principios jamás prevalecerán en el cielo. Ni una hebra de egoísmo ha de introducirse en parte alguna del servicio de Dios en su obra sobre la tierra. MI1 227.1
En la gestión de muchas de nuestras instituciones se han venido in-troduciendo métodos mundanos. Eso casi echó a perder nuestra editorial de Battle Creek. No se hizo de Dios lo primero y lo último, y lo mejor de todo. El juicio humano, las ideas humanas tomaban la primacía y el control de todo. MI1 227.2
Dios no se complace con los que ambicionan ser considerados sagaces según el mundo. No obstante, esta ambición es valorada por no pocos hombres de responsabilidad en nuestras filas. La obra de Dios deberíamos tenerla en una consideración mucho mayor. Es más trascendental de lo que muchos suponen. MI1 227.3
Los hombres que ocupan puestos de responsabilidad, que de alguna manera se desvíen de los principios de la Biblia, se están divorciando de Dios. Debemos estar decididos a no permitir que se introduzcan en nuestra obra métodos mundanos. Los siervos del Dios vivo y los siervos de Satanás han de estar tan diferenciados entre sí como la luz de las tinieblas; la línea de demarcación entre los dos grupos debe ser inconfundible. MI1 227.4
Si alguna vez hubo una ocasión en que los que tienen un conocimiento de la verdad presente deberían encontrar su rumbo, es ahora. Aunque nadie debe actuar independientemente de sus hermanos, cada uno debe adquirir, no obstante, un conocimiento de su propia situación y de su adecuada ubicación. La pregunta que cada cual debería formularse es: «¿Cuál es mi relación con Dios?». MI1 227.5
Precisamente la conformidad con el mundo está provocando que nuestro pueblo esté errando su rumbo. La perversión de los principios correctos no se ha producido de repente. El ángel del Señor me presentó este asunto en símbolos. Era como si un ladrón se estuviese aproximando sigilosamente cada vez más, robando sin prisa, pero sin pausa, la identidad de la obra de Dios, por medio de nuestros hermanos dirigentes para que se avengan a los métodos mundanos. MI1 228.1
Las ideas humanas ha tomado el lugar que pertenece legítimamente a Dios. Con independencia de la posición que alguien pueda tener, por exaltada que sea, debería actuar como lo haría Cristo si estuviera en su lugar. En cada detalle de las tareas que esté realizando, en sus palabras y en su carácter, debería ser semejante a Cristo. MI1 228.2
El Señor exige una reforma. En todo lugar donde los creyentes hayan adoptado principios mundanos, desea que se alce una voz de advertencia. Dice: «¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como una trompeta! ¡Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado!” (Isa. 58: 1). Como pueblo y como individuos, debemos desechar los principios erróneos y los proyectos ambiciosos que nos llevan a abarcar un perímetro demasiado limitado. Dios desea que aprendamos a caminar con firmeza y seguridad, avanzando siempre en su senda. Desea que construyamos cada edificio teniendo en cuenta las necesidades de otros lugares que en algún momento tienen que llegar a disponer de las mismas ventajas. MI1 228.3
En ningún sentido ha de estar circunscrita la obra de Dios por restricciones de factura humana. Muchos de los métodos y muchos de los planes ambiciosos que se han aprobado no cuentan con el respaldo divino. El Señor no es partícipe en modo alguno de la acumulación de muchas ventajas en un solo lugar. Él desea que toda institución que se inaugura esté dispuesta a ayudar a establecer la siguiente institución que se necesite. [...] MI1 228.4
La conciencia de los tiempos en que vivimos está tan alejada de muchas mentes como lo está el cielo de la tierra. Parece como si nos hubiéramos olvidado por completo de nuestro deber de preparamos para encontrarnos con un Salvador próximo a venir. Dios quiere que recobremos la sensatez. Quiere que actuemos como seres racionales que se hallan en los umbrales de la eternidad. MI1 228.5
Recuerden que al prepararse para el reino celestial, están preparando a otros. Las Escrituras dicen: «Haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino» (Heb. 12: 13). Muchos son débiles en poder moral; muchos no han tenido los privilegios ni la formación que hemos tenido; muchos nunca han tenido ocasión de recibir instrucción «mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea tras línea, un poquito aquí, un poquito allá» (Isa. 28: 10, 13). Dios pone pesadas responsabilidades sobre los que han recibido esa instrucción. Deberían pasar mucho tiempo en oración. En lugar de creer que su juicio es supremo, deberían sentirse terriblemente temerosos. En vez de aceptar sobre sí mismos con todas las cargas que de alguna manera puedan apoderarse, que no les dejan ni un momento para orar, ni para meditar en su propia situación espiritual, deberían pasar mucho tiempo en comunión con su Hacedor. MI1 228.6
La causa de Dios es de tal importancia para él que requiere de cada uno que afirme ser su mayordomo una representación correcta de su carácter. Nadie, salvo los que caminen prudentemente ante él, está calificado para la mayordomía. El Señor trabaja con los que representan debidamente su carácter. A través de ellos, se hace su voluntad en la tierra como en el cielo. MI1 229.1
Ofrezcamos diariamente la oración que Cristo enseñó a sus discípulos para que supieran cómo orar, y luego vivamos nuestra oración durante el día. Practicar esta oración es todo el deber del hombre. Sus principios se encuentran en la base del manantial de toda buena acción. Los que llevan a cabo cada fase de estos principios se convertirán en hombres sensatos, hombres cuyos pensamientos el propio Dios puede controlar y guiar.— Ms 96, 1902, pp. 1-7 (meditación matinal ante la Junta Médica Misionera de la Unión del Pacífico, Santa Helena, California, 19 de junio de 1902). MI1 229.2
Los inicios de la obra médica en el sur de California. He sido incapaz conciliar el sueño después de las once y media de la noche. Pasan ante mí muchas cosas, en figuras y símbolos. Hay sanatorios en buenas condiciones de funcionamiento cerca de Los Ángeles. En un lugar hay un edificio ocupado, y hay árboles frutales en los terrenos del sanatorio. En esta institución, fuera de la ciudad, hay mucha actividad. MI1 229.3
Cuando en la visión de la noche vi los terrenos, dije: «¡Hombres de poca fe! Ustedes han perdido el tiempo». Había enfermos en sillas de ruedas. Había algunos pacientes a los que los médicos habían prescrito pasar el día al aire libre cuando el tiempo era bueno, para recuperar la salud. [...] MI1 229.4
Mientras hablaba, dije: «Debemos tener sanatorios en lugares favorecidos en diferentes localidades. Este es el plan de Dios. Ha ordenado la obra médica misionera como un medio de salvación de las almas, y lo que vemos a nuestro alrededor es un símbolo de la tarea que tenemos por delante. Hemos de despertar a nuestras iglesias para que se ocupen con interés en la obra de Dios y lleven adelante la obra médica misionera». MI1 229.5
Los médicos se interesaban por estas palabras, y uno dijo, mientras extendía sus brazos y los movía adelante y atrás: «¿No es esto mejor que los fármacos? Los malestares y los dolores te dejan sin usar medicamentos». MI1 230.1
En los terrenos que vi en esa visión por la noche, había árboles de sombra cuyas ramas más gruesas colgaban de manera que constituían frondosos doseles en forma como de carpa. Los enfermos estaban encantados. Aunque algunos trabajaban para distraerse, otros cantaban. No había nadie descontento.— Ms 152, 1901, pp. 1, 2 («A Message to Our Brethren and Sisters in Southern California» [Mensaje a nuestros hermanos del sur de California], 10 de octubre de 1901). MI1 230.2
Ahora es preciso que exprimamos hasta el último dólar al seleccionar un emplazamiento para un sanatorio cerca de Los Angeles y ponemos a trabajar. Hemos estado necesitados de hombres de juicio sólido, hombres con capacidad de calcular el coste y de planificar con prudencia. [...] MI1 230.3
El Señor quiere que todos caminemos humildemente ante él. Sería un error que adquiriéramos o construyéramos grandes edificios en las ciudades del sur de California para la obra de los sanatorios; y los que ven ventaja en hacerlo no actúan con sensatez. Ha de hacerse mucha labor en preparar a esas ciudades para oír el mensaje del evangelio; pero no ha de hacerse esa obra instalando en ellas grandes edificios para poner en marcha alguna iniciativa espectacular.— Ms 114, 1902, pp. 3, 4 («Instruction Regarding Sanitarium Work» [Instrucción relativa a la obra de los sanatorios], 1º de septiembre de 1902). MI1 230.4
Planes para construir un edificio en Los Angeles *. Con la luz que he recibido en relación con los sanatorios donde ha de tratarse a los enfermos, no puedo dar ninguna recomendación en el sentido de que nos apiñemos en la ciudad. Yo misma no puedo hacerlo, y, no obstante, puede parecer muy diferente a otros; pero, con la luz que tengo, no podría aconsejar que se levante un edificio en la ciudad. Ustedes están fuera de la ciudad, lo sé; están fuera, en una zona contigua. Eso es un poco diferente; pero no podría decir más que eso; no podría darles ningún consejo. Tendrán que organizar eso entre ustedes, porque no podría dar consejos para construir un sanatorio en ninguna ciudad. No podría hacerlo, porque se ha presentado de forma sumamente nítida ante mí que cuando se edifica un sanatorio, debe situarse donde pueda lograr el fin previsto, el objetivo para el cual se crea. MI1 230.5
El objetivo que tenemos previsto no es conseguir beneficios; es, en sobre todo, alcanzar a las almas, atender a los que padecen enfermedades y llevarlos a la mejor situación posible para la recuperación de la salud. No tenemos confianza alguna en la medicación con fármacos químicos. Dios quiere que estemos fuera, donde podamos tener las ventajas de la naturaleza en todo sentido, por el aire y por el ambiente. MI1 231.1
Si podemos encontrar un lugar que esté acabado o parcialmente acabado, será mejor que construir un gran edificio ahora mismo, cuando sabemos que el fin está cerca y que cada ciudad va a ser trastornada en todos los sentidos. Habrá confusión en todas las ciudades. Todo lo que pueda ser sacudido lo será, y no sabemos qué ocurrirá a continuación. Los juicios serán según la maldad de sus habitantes y la luz de la verdad que hayan recibido. Si han conocido la verdad, según esa luz será el castigo. Cristo pronunció sus ayes sobre las ciudades que habían conocido la mayor parte de su enseñanza. Por eso me da tanto miedo que construyan un gran edificio en Battle Creek, o en cualquier lugar en el que la verdad se haya conocido durante años. No puedo ver luz alguna en recibir donaciones de gente que no ha aceptado la verdad para contribuir a edificar el sanatorio. MI1 231.2
Aquí, pueden decir ustedes, la luz no lleva brillando tanto tiempo. No, no lo lleva, pero, aun así, se nos ha dado la indicación de que los sanatorios se ubiquen fuera de las ciudades. Dios tiene un propósito en eso. Dijo a los hijos de Israel que cuando llegaran las plagas debían salir de las casas de los egipcios y entrar en sus propias casas, porque si se los encontraba mezclados con los egipcios, serían destruidos con ellos. Debían ser un pueblo separado. Así, nuestras instituciones deberían contar con toda ventaja posible, no en lo referente a edificios imponentes, sino en ubicación. Los edificios no tienen ni la mitad de la importancia que el espacio y los terrenos que rodean un sanatorio. El sanatorio precisamente debería tener huerto, jardín, todas las ventajas para dar testimonio. Así lo he escrito y bien lo saben ustedes. Lo veo tan claro ahora como cuando lo escribí. No veo nada para que cambie de opinión en cuanto a Los Angeles sobre estas cuestiones. [...] MI1 231.3
Los dirigentes del sanatorio se han relacionado con los incrédulos, admitiéndolos en sus juntas algunas veces; y eso es como ponerse a trabajar con una venda en los ojos. Carecen de discernimiento para ver lo que nos va a sobrevenir en cualquier momento. Hay un espíritu de angustia, de belicosidad y derramamiento de sangre, y ese espíritu crecerá hasta el mismísimo fin del tiempo. Nada más que el pueblo de Dios sea sellado en la frente —no es ningún sello ni ninguna marca que pueda verse, sino un afianzamiento en la verdad, tanto intelectual como espiritualmente, de modo que no pueda ser movido—, y esté preparado para el zarandeo, este vendrá. De hecho, ya ha empezado; los juicios de Dios están ahora sobre la tierra, para damos una advertencia, para que podamos saber lo que viene.— Ms 173, 1902, pp. 3-6 («Medical Missionary Work in Southern California» [La obra médica misionera en el sur de California], 20 de noviembre de 1911). MI1 232.1
En ningún momento ha guiado el Señor en los grandes planes que se han trazado para edificios en Los Ángeles. Ha dado luz en cuanto a cómo deberíamos proceder y, pese a todo, se han tomado medidas que son contrarias a la luz y las instrucciones dadas. MI1 232.2
En mi última visita a Los Ángeles no se me mostró el plan completo en relación con la compra de la parcela de Hill Street. Luego fui llevada a ver esa parcela y, mientras subía la colina que hay frente a la misma, oí con claridad una voz que conozco bien. Si esa voz hubiera dicho: «Este es el lugar acertado para que lo compre el pueblo de Dios», habría quedado asombradísima. Pero dijo: «No alientes aquí ningún enclave de ningún tipo. El Señor no lo aprueba. Mi pueblo debe alejarse de tales entornos. Este lugar es como Sodoma en maldad. El lugar donde se establezcan mis instituciones debe ser del todo diferente. Dejen las ciudades y, como Enoc, salgan de su retiro para advertir a la gente de las ciudades». MI1 232.3
Se dijo: «La mano divina no está guiando en los pasos que se han dado con relación a esta parcela. Se ha oscurecido la visión espiritual de los hombres. Se han trazado planes que el Señor no ha inspirado”. MI1 232.4
Después se me indicó que todo el asunto estaba inspirado por la sa-biduría humana. Los hombres han seguido su propia sabiduría, que es locura con Dios y, si continúan siguiéndola, llevará a resultados que no ven ahora. La vista espiritual ha sido cegada. MI1 232.5
«La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mat. 6: 22). El Señor emplaza a los responsables de su obra en el sur de California para que unjan sus ojos con el colirio celestial. Esta es su única seguridad. MI1 233.1
Estoy asombrada de que a nuestros hermanos se les haya ocurrido la compra de la parcela de Hill Street. [...] Una vez que hube visto su situación, supe que no podía ni por un instante dar mi consentimiento al establecimiento de ninguna institución de ningún tipo allí. MI1 233.2
Establecer una institución para el avance de la obra de Dios en un lugar como ese sería contrario a la luz que Dios ha dado en cuanto a esta obra. Piensen en los inconvenientes que tendrían que sufrir los obreros allí. ¿Cuánto tiempo se les permitiría guardar el sábado en paz con un enorme hotel justo al lado? Que estableciéramos un sanatorio ahí sería como cuando Lot se trasladó a Sodoma. Sería peor, porque, en lo que el entorno exterior de Sodoma se refiere, era como el huerto del Edén. Pero en la parcela de Hill Street no hay ningún espacio libre ni la más mínima posibilidad de contemplar las bellezas de la naturaleza. MI1 233.3
La construcción de la panadería en Los Angeles fue precipitada. La obra no estaba lista para ello. Si los ojos de los hermanos hubieran estado ungidos con el colirio celestial, no habría actuado como lo hicieron. La construcción de un homo tan grande y la ejecución de la obra planificada significaban la inversión de medios y talentos de los que no disponían. MI1 233.4
El pueblo de Dios no ha de avanzar a ciegas en la inversión de recursos que no tenemos ni se sabe cómo obtenerlos. Hemos de ser sensatos en los pasos que demos. Cristo ha puesto ante nosotros el plan según el cual ha de dirigirse su obra. Los que deseen edificar deben empezar sentándose a calcular el coste, y ver si son capaces de llevar a cabo la construcción. Antes de que empiecen a ejecutar sus planes, deben recabar el parecer de consejeros prudentes. Si un obrero, incapaz de razonar de causa a efecto, corre el peligro de adoptar decisiones imprudentes, sus colegas han de hacérselo ver con argumentos bien pensados, mostrándole dónde se equivoca. MI1 233.5
Dios ve el fin desde el principio. No quiere que se construya ningún edificio para nuestra obra salvo por el juicio unido de los obreros y de los hermanos que comparten las responsabilidades. Todos han de estar convencidos de que sus planes están en armonía con la voluntad del Señor. Que las juntas de nuestro pueblo se conduzcan con miras a un trabajo serio y dinámico. Pero que no se ponga ni un ladrillo en el trazado de nuevos planes hasta que haya una completa aceptación entre los obreros. En estos asuntos, la responsabilidad individual no está en el plan de Dios. MI1 233.6
Algunas de las decisiones que se han adoptado en la obra en el sur de California no han sido inspiradas por Dios, y esas decisiones han mancillado la obra de Dios. Pero los errores que se han cometido pueden acabar redundando para bien si se acepta que muestran la necesidad de que todos estemos comprometidos con la obra de Dios y en su progreso. Ha de llevarse adelante la obra en todos sus ramos de manera que favorezca su existencia. MI1 234.1
El Señor emplaza a los obreros del sur de California para que mantengan su unidad de acción y no adopten decisiones que le dificulten obrar según sus legítimos fines. Debemos esperar en el Señor, y aprender de él cómo promover la obra en el sur de California. No hemos de adoptar decisiones apresuradas, sino aguardar con paciencia hasta que el Señor prepare el camino delante de nosotros. MI1 234.2
Me cuentan que el Dr. Kellogg aconsejó a los hermanos proceder y construir en la ciudad de Los Angeles. Pero, ¿no sabía acaso él que el Señor ha dado instrucción en cuanto a la necesidad de salir de las ciudades? En la medida de lo posible, nuestras instituciones deberían estar situadas lejos de las ciudades. Debemos tener obreros para esas instituciones, y si están situadas en la ciudad, ello significa que familias de nuestro pueblo deben establecerse cerca de ellas. Pero no es la voluntad de Dios que su pueblo se establezca en las ciudades, donde hay agitación y confusión constantes. A sus hijos debería evitárseles esto; porque todo el sistema se desmoraliza por la prisa, el ajetreo y el ruido. El Señor desea que su pueblo se traslade al campo, donde puede establecerse sobre la tierra y cultivar sus propios árboles frutales y su propias verduras y hortalizas, y donde sus hijos pueden ser puestos en contacto directo con las obras de Dios en la naturaleza. Mi mensaje es que alejen a su familia de las ciudades. MI1 234.3
La verdad debe ser comunicada, la quieran escuchar o no. Las ciudades están llenas de tentaciones. Deberíamos planear nuestra obra de tal forma que se mantenga a nuestros jóvenes tan lejos como sea posible de esta contaminación. MI1 234.4
Las ciudades deben ser trabajadas desde puestos de avanzada. Dijo el mensajero de Dios: «¿No serán amonestadas las ciudades? Sí, no por el pueblo de Dios que viva en ellas, sino en sus visitas a las mismas, para advertirles lo que va a venir sobre la tierra”. MI1 234.5
Nuestros restaurantes tendrán que estar en las ciudades. En cuanto a estos restaurantes, me ha sido indicado que diga que se está realizando un esfuerzo excesivo para contar con un gran restaurante en la ciudad. Estaría más de acuerdo con los planes del Señor contar con varios de menor tamaño. Él desea que se haga una labor por aquellos a los que se sirve. Lo primordial ha de ser la siembra de las semillas de la verdad, no la obtención de un gran número de clientes. Los números no son la verdadera evidencia del éxito. MI1 235.1
Se pronunciaron las palabras: «No se halaguen a sí mismos con la noción de que, porque mucho público acuda al restaurante cada día, están consiguiendo un gran progreso de la obra. ¿Qué hacen ustedes por salvar almas? Reúnen un gran grupo y le dan de comer a un precio demasiado bajo. Ustedes emplean a sus colaboradores pagándoles un sueldo exiguo. ¿Qué aliento tienen ellos de estar sirviendo a Dios?». MI1 235.2
Nuestro Instructor se volvió hacia los hombres encargados del restaurante de Los Angeles y dijo: «¿Se dan cuenta de que su labor ha sido pesada en la balanza y hallada falta? Que den de comer a un gran grupo todos los días no es prueba de que estén logrando el mayor bien. ¿No estaría bien tener un número menor y luego trabajar por su salvación mediante métodos bien estudiados? No hagan alarde de la cantidad. ¿Dónde están las almas que han sido llevadas a sentir interés en la verdad presente?». MI1 235.3
¿Qué decir de los colaboradores de ustedes? ¿Se están volviendo in-diferentes con respecto a la verdad? En caso afirmativo, y si no se hace ningún esfuerzo para prestarles ayuda espiritual, así como a los que acuden a comer cada día, mejor sería que el negocio lo gestionasen los incrédulos; porque esto no ejercería una influencia tan negativa contra la verdad. MI1 235.4
Hermanos míos, prosigan su trabajo de forma que fotalezca a las almas contra la tentación, en vez de llevarlas a la tentación.— Carta 182, 1902, pp. 1-7 (a «Queridos hermanos», 20 de septiembre de 1902). MI1 235.5
Siempre he considerado con gran interés la obra en Los Ángeles y en San Diego, esperando que se adoptaran decisiones acertadas, y que pudiera establecerse la obra de los sanatorios en esos importantes lugares. Cada año muchos turistas visitan esos lugares, y ha sido mi anhelo ver hombres movidos por el Espíritu Santo encontrándose con toda esa gente con el mensaje transmitido por Juan el Bautista: «Arrepentios, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mat. 3: 2). [...] MI1 235.6
El Señor ha indicado que se establezcan en muchos lugares como memoriales para él. Ha presentado ante mí edificios alejados de las ciudades, y adecuados para nuestra obra, que pueden ser adquiridos a bajo precio. Tenemos que aprovechar las oportunidades para la obra de los sanatorios en el sur de California, donde el clima es tan favorable para esta labor. MI1 235.7
Es propósito del Señor que se establezcan sanatorios en el sur de California y que de estas instituciones surja la luz de la verdad para este tiempo. A través de ellas han de presentarse las reivindicaciones del verdadero día de reposo y ha de proclamarse el mensaje del tercer ángel. MI1 236.1
Téngase en cuenta que las instituciones en las que puede realizarse trabajo médico misionero son realmente esenciales para el progreso de la obra de Dios. Ha de aliviarse a los enfermos y los dolientes, y luego, según se presente la ocasión, ha de dárseles instrucción relativa a la verdad presente. Así podemos presentar la verdad ante un público que no podrían ser alcanzado de ninguna otra manera. [...] MI1 236.2
Hay una obra especial que ha de hacerse ahora, una obra de la mayor trascendencia. Me ha sido dada en el sentido de que debería establecerse un sanatorio cerca de Los Ángeles, en alguna zona rural. Durante años se ha estado presentando a nuestro pueblo del sur de California esta necesidad. Si los hermanos de allí hubieran atendido a las advertencias dadas por el Señor para evitar que cometieran errores, ahora no estarían atados como están. Pero no han seguido la instrucción que se les dio. No han avanzado con fe para establecer un sanatorio cerca de Los Ángeles. MI1 236.3
Los edificios adquiridos para esta obra deberían estar fuera de las ciudades, en el campo, para que los enfermos puedan recibir el beneficio de la vida al aire libre. Mediante la belleza de la flor y el campo, su mente se expandirá, dejando de centrarse en sí mismos, en su malestar y sus dolores, y serán llevados a trasladar su mirada de la naturaleza al Dios de la naturaleza, que ha provisto tan abundantemente las bellezas del mundo natural. Los convalecientes pueden estar acostados a la sombra de los árboles, y los que estén más fuertes pueden trabajar, si lo desean, entre las flores, haciendo solo un poco al principio y aumentando sus esfuerzos a medida que vayan recuperando fuerzas. Trabajando en el huerto, recogiendo flores y frutas, escuchando a las aves alabar a Dios, los pacientes serán maravillosamente bendecidos; los ángeles de Dios se acercarán a ellos; olvidarán sus penas; la melancolía y la depresión los dejarán; el aire puro, la luz del sol y el ejercicio físico los sanará y revitalizará; el cerebro y los nervios cansados encontrarán alivio; el buen tratamiento y la dieta sana los fortalecerán y los vigorizarán; y así no sentirán necesidad de fármacos nocivos para la salud ni de bebidas embriagantes. MI1 236.4
Es el propósito de Dios que se establezca un sanatorio en algún lugar adecuado cerca de Los Angeles. Esa institución ha de ser gestionada con meticulosidad y fidelidad por hombres que tengan un claro discernimiento espiritual y que también entiendan de negocios, hombres que puedan llevar adelante la obra con éxito como fieles mayordomos. MI1 237.1
Hemos de trabajar con el consejo del gran Obrero maestro. Con su poder los seres humanos pueden seguir, y siguen, un curso de acción que ganará almas para Cristo.— Carta 147, 1904, pp. 1-5 (al hermano Bowles, 26 de abril de 1904). MI1 237.2
Debería hacerse un trabajo serio para establecer un sanatorio cerca de Los Ángeles.— Carta 169, 1904, p. 1 (a los pastores del sur de California, 27 de abril de 1904). MI1 237.3
Nuestro pueblo del sur de California lleva mucho tiempo recibiendo mensajes del Señor en el sentido de que debería haber sanatorios cerca de Los Angeles.— Carta 325, 1904, p. 2 (a nuestros hermanos del sur de California, 12 de diciembre de 1904). MI1 237.4
Llevamos mucho tiempo viendo la importancia de que se establezca un sanatorio cerca de Los Angeles.— Carta 29, 1905, p. 2 (a la hermana Bradford, lº de enero de 1905). MI1 237.5
El Señor me ha indicado repetidamente que deberíamos aprovechar oportunidades providenciales para adquirir edificios adecuados para la obra de los sanatorios en ubicaciones favorables alejadas de las ciudades. Me ha sido mostrado que los barrios urbanos de lugares como Los Ángeles son inadecuados para la obra especial de los sanatorios. Esto se señaló con mucha claridad cuando los obreros de Los Ángeles planeaban, hace unos años, construir un gran sanatorio precisamente en una de las partes de mayor ajetreo y más ruido de la ciudad. La luz que se me dio en ese momento fue: «¡Aléjense de las ciudades!». Se me mostró que si estábamos atentos y buscábamos, encontraríamos parcelas adecuadas en localidades retiradas.— Carta 94, 1909, p. 1 (al Dr. D. H. Kress y su esposa, 14 de enero de 1910). MI1 237.6
Patrimonio White, Washington, D. C.
El número 57 se usó en el material suplementario del tomo 2 del Comentario bíblico adventista.
El número 58 es idéntico al 55a (p. 187).