Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)

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Preparándonos para el cielo

Texto: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan [...], porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”» (Mat. 6: 19, 21). 3MI 100.1

Aunque es lícito que adquiramos cosas, el dinero que poseemos debería ser considerado nuestro solo en depósito, no para ser despilfarrado, sino para ser gastado en el servicio del Señor. Debería ser nuestro propósito decidido obedecer las órdenes de nuestro Capitán y, así, hacernos tesoros en el cielo. Entonces, cuando todo lo que hay en este mundo perezca, tendremos un tesoro en los cielos que no se agota. 3MI 100.2

Hay poder en las siguientes palabras: «Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mat. 6: 24). 3MI 100.3

Si pensamos y luchamos constantemente por las cosas que pertenecen a esta vida, no podemos mantener nuestros pensamientos fijos en las cosas del cielo. Satanás procura apartar nuestra mente de Dios y centrarla en las modas, las costumbres y las demandas del mundo, que traen enfermedad y muerte. Dios nos ha dado las facultades mentales, y estas facultades deberíamos usarlas para aprovechar al máximo la conservación de la fuerza de nuestro cuerpo, para que tengamos una mente robusta y sana. 3MI 100.4

En este mundo hemos de obtener una aptitud para el mundo más alto. Dios nos ha dejado un depósito, y espera que usemos todas nuestras facultades en ayudar y bendecir a nuestro prójimo. Demanda nuestros mejores afectos, nuestros mejores talentos, y se le deshonra cuando seguimos un rumbo que trae debilidad y enfermedad a los poderes físicos y mentales. 3MI 100.5

«Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Mat. 6: 28, 29). 3MI 100.6

Saque la madre consigo a sus niños al campo o al huerto y extraiga lecciones de los elementos de la naturaleza que les señalen al Dios de la naturaleza, y los ayuden en la lucha contra el mal. Que les señale los altos árboles, los arbustos y la alfombra de verde que cubre la tierra. Enséñeles cómo el lirio, que ahonda con sus raíces atravesando el cieno hasta la arena que subyace, logra la nutrición que le permite que brote una flor bella y pura. Muéstreles luego cómo, al rechazar lo que es impuro y elegir lo que es puro, ellos pueden crecer y convertirse en hombres y mujeres nobles y puros [...]. 3MI 100.7

Es preciso que los niños reciban lecciones que fomenten en ellos el valor de resistir el mal. Señálenles en la naturaleza al Dios de la naturaleza, y así se familiarizarán con el Creador. «¿Cuál es la mejor manera de enseñar a mis hijos a servir y glorificar a Dios?” debería ser la pregunta que ocupe la mente de los padres. Si todo el cielo está interesado en el bienestar de la raza humana, ¿no deberíamos ser diligentes en hacer todo lo que podamos por el bienestar de nuestros hijos? 3MI 101.1

«La mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo». En la debida formación y el moldeamiento de la mente de sus hijos, se confía a las madres la mayor misión jamás dada a los mortales. No obstante, ¡cuán a menudo vemos a las madres sobrecargando su propia resistencia física adorando el cuerpo de sus hijos y pasando así el tiempo precioso que debería ser usado en formar debidamente sus facultades mentales y espirituales. Las madres necesitan estudiar más las Escrituras y menos las revistas de figurines; porque estamos en esta tierra para formar caracteres para la vida eterna. 3MI 101.2

Los padres deberían ejercer gran cuidado en cuanto a los alimentos puestos ante sus hijos. Los borrachos son creados a menudo por lecciones de intemperancia aprendidas en el hogar. Déseles a los niños alimentos que fortalezcan la mente y el cuerpo, pero manténganse apartados de ellos los platos muy condimentados que despertaran un deseo de estimulantes aún más fuertes. 3MI 101.3

El uso de tabaco y de bebidas fuertes tiene mucho que ver con el aumento de las enfermedades y el delito. El tabaco es un veneno lento, insidioso, pero sumamente maligno, y su uso está causando un daño incalculable [...]. Los chicos empiezan a usar tabaco a una edad muy tierna. Así se forma el hábito, cuando el cuerpo y la mente son especialmente susceptibles a sus efectos, que socava la resistencia física y corrompe las costumbres. 3MI 101.4

No hace falta ningún argumento para mostrar los males del uso de la bebida embriagante. Hay por dondequiera despojos humanos sumidos en el estupor y embrutecidos: almas por las que Cristo murió y por las que los ángeles lloran. Son un borrón de nuestra cacareada civilización. Son la vergüenza, la maldición y el peligro de todo país. 3MI 101.5

Pablo declaró que golpeaba su cuerpo, no fuera a ser que, habiendo predicado a otros, él mismo quedara eliminado. Los que en los tiempos antiguos corrían en pos de un premio se daban cuenta de la importancia de los hábitos temperantes; ¡cuánto más nosotros deberíamos damos cuenta, que corremos en una carrera por una corona celestial! Deberíamos poner todo el empeño en vencer el mal. Cristo vino para damos ejemplo de cómo vencer. Soportó un ayuno de cuarenta días, e hizo posible que el hombre venciera en el punto del apetito. La batalla está ante nosotros. Debemos combatir con valentía. Si tenemos éxito, un día plasmaremos el cumplimiento de la promesa: «Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc. 3: 21). 3MI 102.1

Hemos recibido preciosas promesas; en vista de esto, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 3MI 102.2

Cristo dejó el cielo para que pudiéramos ser redimidos de las profundidades del pecado y la degradación, y para que pudiéramos tener riquezas eternas. Nuestros caracteres están fotografiados en los libros del cielo, y hemos de ser juzgados según esos libros. ¿Qué hemos hecho con los talentos que Dios nos ha dado? ¿Hemos ejercido nuestra influencia del lado correcto? ¿Hemos dado el ejemplo debido, o hemos estado siguiendo las modas del mundo? ¿Hemos usado nuestras facultades en el servicio de Dios? ¿Refleja luz nuestra vida a los que nos rodean? Dios espera que cada uno haga un uso óptimo de sus facultades. Si cumplimos la misión que nos ha sido asignada, los resultados se verán en el reino de Dios, y nos serán dirigidas las palabras: «Bien, buen siervo y fiel [...]. Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25: 21, 23).— Manuscrito 29, 1886, pp. 1-4 («Gaining a Fitness for Heaven» [«Preparándonos para el cielo»], charla en Nimes, Francia, 31 de octubre de 1886). 3MI 102.3